Purr Me

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Advertencia: El siguiente capítulo hasta donde se índica será muy explícito. Para aquellos que no quieren leer el lemmon, pasen hasta después de una imagen que pondré para que lean sin problema... Pero sé que todos están por el lemmon.

Gelda esperaba con ligero entusiasmo a que Zeldris saliera del baño, sentía una cálida sensación en su cuerpo, pero aun así no se quitó la cobija pues sentía algo avergonzada por su inusual aspecto.

La puerta se abrió lentamente, dejando ver a Zeldris con un simple pantalón para dormir. Cuando vio a su adoraba Gelda en su "casi" forma normal, sonrió y se acercó a ella con alivio. — ¿Eres tú? — Susurró con dulzura y ligera broma.

Gelda le sonrió de regreso y vio como él se acostaba a su lado. — Sí, soy yo... — Ella rodeó con sus brazos el pequeño cuerpo de su amado, éste se tensó al sentir la suave piel de la vampiro contra la de él; apenas se había dado cuenta de su desnudez.

Él le regaló un pequeño beso casto en los labios solo para ser sorprendido por la mano de Gelda viajar hasta su pecho.  Zeldris le sonrió con malicia. El demonio la acorraló en la cama arrojando la cobija lejos en el proceso, siendo ella ahora la sorprendida.

Sin pensarlo, Zeldris comenzó besar con deseo el cuello de la vampiro mientras sus manos viajaban por su delgada figura. Gelda soltó pequeños gemidos ante el suave contacto entre sus pieles. Temblorosa, ella comenzó a acariciar sus cabellos rebeldes.

Amaba sentir su cuerpo contra ella, por lo que intentó minimizar la distancia entre ellos. Gelda sintió a Zeldris detenerse, solo para darse cuenta de que él la estaba mirado con deseo y eso la cohibía. El demonio sintió curiosidad por la tierna apariencia felina de su amada, por lo que una de sus manos viajo hasta la oreja de gato solo para acariciarla.

— Mmm... ¡Zeldris! — Jadeó ante la caricia del demonio. Él rió ligeramente al ver que la cola de su amada se movía animadamente. Era hermosa y su lado demoníaco no le estaba ayudando a controlarse. — Por favor... ¡Tocame más...!

— ¡Gelda, maldición...! — Habló con una voz ronca, que hizo que la gatita se estremeciera. Zeldris comenzó a acariciar uno de sus senos con suavidad, provocándole a la vampiro temblar. — Ella está muy sensible. — Sus gemidos y acciones eran muy notorios... Y eso le encantó al demonio.

Comenzó a jalar suavemente el seno izquierdo mientras con el otro comenzó a besarlo para luego comenzar a mordisquearlo. Gelda apretó las sábanas en un intentó de no gritar de placer, avergonzada de que algo tan simple la hiciera enloquecer.

Fue cuando Zeldris comenzó a tocarla allá abajo que todo se descontroló. Él sabía dónde y cómo tocar, pero era demasiado para ella. Su cuerpo era muy sensible, sus gemidos y jadeos aumentaron. Gelda quería que él también disfrutara, por lo que intentó atraerlo hacia sus labios con sus manos.

Pero antes de que sus manos tocaran su rostro, éstos fueron sujetados. — ¡Zeldris! — Soltó cómo pudo, sentía que su cuerpo se quemaba. Él la estaba viendo fijamente mientras la tocaba con firmeza, su rostro tenía su marca demoníaca levemente grande e irregular.

Era materia oscura lo que la estaba sujetando, ella no entendía como los demonios hacían eso y en esos momentos no le importaba nada más que los ágiles dedos de su amado demonio. Gelda sintió como ella estaba llegando a su punto máximo y Zeldris lo notó.

— Di mi nombre... — Ordenó Zeldris con deseo, el tan solo oírla decir su nombre lo excitaba más. Pero ella no podía, era demasiado. — Gelda, dilo...

Su cuerpo tembló repentinamente, sintió un mar de sensaciones en él. Gelda podía sentirse húmeda y cansada, solo quería descansar. Sus manos fueron soltadas, creyendo que era el fin, sola para ser colocada boca abajo.

— ¿Zeldris...? — Murmuró Gelda nerviosa, ella no se podía mover mucho. Intentó ver a su amado, pero la posición era un poco incómoda para tener contacto visual. — ¡¡Zeldris!!

Una rara sensación viajó por su vientre al sentir su cola ser jalada suavemente. Zeldris sonrió perversamente mientras una de sus manos acariciaba su trasero con alegría y la otra se mantenía tirando de la cola blanca. — Gelda...Te amo... — Besó con ternura su espalda.

Gelda quería responderle pero sus manos se lo impedía, la seguían tocando de esa manera tan juguetona que no podía ser otra cosa que gemir y, apenas había comenzado, a maullar. — ¡Zeldris! ¡Agh!

Cuando se detuvo de jalarle la cola, Gelda intentó volver a verlo, notando que él ya estaba desnudo y que la miraba fijamente, pero no era un simple mirar. Sus ojos se veía verdes, ese color que tanto amaba verlos, y llenos de deseo. Zeldris tomó su cintura con una mano y la acercó a él.

Podía sentir como entraba en ella, se sentía cálido y muy duro. Gelda soltó un jadeo al no percibir un movimiento, Zeldris la estaba dejando acostumbrarse. — Eres tan hermosa Gelda.

La joven sonrió, él siempre la hacía sentir segura y llena de amor. Poco a poco Zeldris comenzó moverse lentamente, aumentando su ritmo ante los gemidos de Gelda. Él apretaba y pellizcaba su seno con suavidad con su mano derecha y la otra la usaba para apoyarse.

Estaban tan juntos que él juraría escuchar a Gelda ronronear de placer. Podía sentir como llegaba a su punto, viniéndose dentro de ella. Ambos gritaron sus nombre con alivio. Zeldris salió de ella y la ayudó a recostarse, sólo para levantarse y tomar la cobija que había tirado.

— ¿Te lastime? — Preguntó Zeldris con leve preocupación, pero Gelda le sonrió negando la acción. Tomó su lugar en la cama, tapándose a él y a la joven con la cobija.

Gelda besó la frente de Zeldris antes de abrazarlo, éste apagó la vela de su dormitorio con un simple movimiento de mano. Ambos comenzaron a darse pequeños y tiernos besos hasta caer dormidos.

(*w*)

— ¡Meliodas! — Exclamó Elizabeth avergonzada, quien intentaba alejarse inútilmente del mencionado. El rubio se detuvo sólo para mirarla fijamente, provocándole escalofríos en la chica. — ¿Meliodas...?

— Elizabeth... ¡Eres mía! — Gruñó Meliodas suavemente mientras sus manos comenzaban a adentrarse en el lindo camisón de la chica, quien sintió su rostro enrojecerse ante el dulce contacto.

Elizabeth se sobresaltó cuando Meliodas rompió con mucha facilidad su camisón, dejándola expuesta de la parte delantera de su cuerpo, siendo su bragas lo único que la cubría. Como un gato curioso, Meliodas comenzó a apretar el pecho izquierdo de su amada.

— ¡Ahg! — Tembló ante las caricias de Meliodas, quien comenzó a besar su estómago mientras seguía jugando con su seno. — No... — Intentó detenerlo, pero su voz le falló. Elizabeth no comprendía muy bien lo que estaba ocurriendo, bueno sí solo no entendía como llegaron a esto, pero le gustaba como se sentía.

— Elizabeth... — Murmuró Meliodas con deseo, besando la parte interna de sus muslos mientras sus manos tocaban descaradamente su trasero. Ella no podía luchar contra su deseo, así que se unió a él. Elizabeth acarició sus cabellos rubios, tirando de él para acercarlo a ella.

Meliodas comprendió la indirecta pero antes de abandonar sus piernas, dio una suave lamida sobre sus bragas húmedas. Esa pequeña acción hizo a Elizabeth alejarse de él, sentándose en la cama y apoyando su espalda en respaldo.

Meliodas comenzó a quitarse su camisa y accesorios, quedando simplemente en pantalones. Elizabeth acarició suavemente su pecho firme, provocándole soltar unos gruñidos. No lo había notado, pero su cola se balanceaba lentamente como si ella fuera una presa.

Elizabeth acercó a Meliodas a sus labios y éste no perdió tiempo para comenzar a besarlos con ansias. Jamás se cansaría de besar sus dulces labios, le encantaba ver a su dulce princesa temblar y avergonzarse de su toque. Sus manos comenzaron a acariciarla con firmeza, tocando cada rincón de su cuerpo.

— ¡Meliodas! — Jadeó su nombre, mientras intentaba recuperar el aliento. El gato regresó a besar y morder el cuello, mientras se acomodaba entre las piernas de Elizabeth, quien seguía recargada en el respaldo de la cama.

Lo poco que quedaba de tela de su camisón fueron arrojados lejos. Elizabeth miró a Meliodas con gracia, él había estado ronroneando desde hace unos minutos. Sus labios se juntaron con deseo, antes de soltar un jadeo ante la mano juguetona del rubio.

Esto... ¿Estará bien? — Es lo único que pudo pensar Elizabeth al ver como Meliodas le quitaba sus bragas con mucha concentración, tocándola firmemente.

Elizabeth se sentía avergonzada por la curiosidad de tener relaciones con Meliodas en ese estado, era una pervertida, al menos eso creía. El rubio arrojó sus bragas lejos de ella y sonrió maliciosamente ante la imagen indefensa de su princesa.

— ¿Qué pasa, Elizabeth? ¿El gato te comió la legua? — Bromeó Meliodas con una sonrisa perversa, haciendo que Elizabeth balbuceara palabras sin sentido. Al ver que no hubo reclamos ni nada parecido, comenzó a deshacerse de la ultima ropa que quedaba.

Una pequeña pizca de racionalidad le llegó a Elizabeth, pesando que si hacían esto, algo malo pasaría. Soltó un chillido ante la acción brusca de Meliodas al acostarla en la cama.

— ¡Ah~! — Elizabeth tembló y gimió al sentir a Meliodas acomodarse para entrar en ella. — Meliodas... Se gentil...

El gato simplemente sonrió ante su petición. Los gemidos y jadeos de Elizabeth aumentaban conforme Meliodas la penetraba suavemente. — Elizabeth... Estás tan apretada...

Elizabeth lo abrazó, dejando juntar sus frentes. Meliodas vio a la chica con los ojos cerrados murmurar su nombre con deseo y cariño... Y ya no pudo más.

— ¡Meliodas! — Exclamó Elizabeth al sentir como su pequeño demonio la embestía con rapidez. Era muy brusco y rápido, él no era así cuando lo hacían. Y aun así, le encantó.

— ¡Eli...! — Gruñó Meliodas al sentir las uñas de Elizabeth en su espalda, arañándolo con necesidad. Eso le excitó más, que inconscientemente comenzó a besar su cuello antes de lanzarle una fuerte mordida.

— ¡Meliodas! —Gritó Elizabeth asustada pero no supo que sentir, esa acción no le había dolido tanto. De hecho, fue más el placer que el dolor y eso la hizo perderse en las embestidas.

Sabía que la marca de sus chupetones, las hematomas que se formaría en sus caderas por la fuerza incontrolable de Meliodas y su reciente mordida, no serían nada después de que se curara. Por eso, Elizabeth chilló de placer al sentir las caricias de su amado.

— ¡Meliodas...! ¡Ya... Ya no puedo! — Elizabeth estaba alcanzando el orgasmo, pero bufó molesta al sentir como Meliodas se detenía. — ¡No...! — Protestó con fastidió, solo para soltar un chillido al ser colocada boca abajo. — ¿Qué...? ¡Agh!

Meliodas comenzó a moverse lentamente, eso hizo poner a Elizabeth ansiosa. Era tan placentero pero frustrante al mismo tiempo, que Elizabeth comenzó a ponerse inquieta.

No fue hasta que sintió a Meliodas soltarle una pequeña pero sonora nalgada que se quedó quieta. Al hacer contacto visual, la pobre chica jadeó al ver la pervertida mirada de su amante sobre ella.

Su mirada era tan fija, que sentía que no era Meliodas quien la miraba sino un gato jugando con su presa. Elizabeth pujó con alegría al sentir como Meliodas comenzaba a embestirla, aumentando su velocidad al par de sus gruñidos y sus gemidos.

Nuevamente la sensación de estar cerca de su punto, llegó a Elizabeth quien comenzó a gritar el nombre de Meliodas. El rubio no podía más, así que justo antes de que se viniera, gruñó el nombre de Elizabeth.

Ambos se quedaron quietos por unos minutos. Elizabeth estaba completamente cansada, la brusquedad de Meliodas la había cansado. Suspiró con pesadez al sentir que Meliodas salía de ella lentamente.

Sonriendo de que todo había acabado, procedió a acostarse de manera cómoda, cosa que no terminó porque fue interrumpida por un par de brazos y un mirada fija sobre ella. Meliodas la miró sonriendo, pero no era una sonrisa tranquila o dulce... Era todo contrario.

Elizabeth tembló con vergüenza, iba a ser una larga noche.

(*w*) Aquí ya no hay nada (*w*)

Zeldris se sintió tan relajado, que sonrió mientras estiraba su mano para buscar a Gelda. Sintiendo su suave cabello, se acercó a ella y recargó su frente en su cabeza... Que por alguna razón era más pequeña de lo usual.

Al notar eso y no sentir su cuerpo al lado de él, Zeldris rápidamente tomó asiento en la cama. Siendo cubierto solo por la cobija, no vio la silueta de Gelda ni podía distinguir bien su presencia aquí ni en todo el reino de Camelot. Lo que sí observó, era un pequeño bulto donde descansaba su mano.

— ¡¿Gelda?! — Exclamó Zeldris nervioso y preocupado ante lo poco que sabía sobre ella, pensado que ella había vuelto a tomar esa forma de gato. Observó al bulto moverse, por lo que sin dudarlo, levantó la cobija dejándolo sorprendido e impactado.

(*w*)

— ¡Se supone que debías estar con Elizabeth para cuidarla! — Exclamó Diane enojada a Hawk, quien comía tranquilamente las sobras.

— Si hubieras sentido todo lo que pasé y habrías hecho lo mismo. — Pujó Hawk con indignación, recordando su mala experiencia con Meliodas.

King sonrió nervioso ante la preocupación de Diane, Elaine miró a Ban con preocupación, pues estaba igual que la castaña. El pecado de la avaricia suspiró con pesadez, habían ido volando a ver el bosque y tan rápido que habían comprobado que todo estuviera bien.

No habían dormido nada, pero todo lo habían hecho en un día, un récord.

— Vamos, Hawk. Elizabeth está sola y desprotegida. — Le insinuó Diane con preocupación, ella no podía ir a está hora. Era muy temprano como para ir al castillo, ella haría mucho escándalo con su presenta, además de tener mucho sueño, pero con Hawk ya se habían acostumbrado.

— No, gracias. Quiero vivir. — Fue lo último que dijo para seguir comiendo.

Ban suspiró con cansancio, solo para apoyarse en la barra y descansar un poco. King observó con pereza a los presidente mientras descansaba en su almohada. Elaine y Diane se miraron sin poder hacer mucho. La castaña bufo molesta de su  indecisión, le había fallado a Elizabeth.

— ¡Elizabeth! — Pensaron los presentes en la taberna al sentir la presencia de la tercera princesa de Lionés correr hacia la dirección de ellos.

— ¡Chicos! — La puerta se abrió de golpe, dejando ver a una Elizabeth con su traje de  mesera cansada de haber corrido. Al parecer estaba cargando algo.

— ¡Elizabeth! — Exclamaron Elaine y Diane con alegría, la última corrió a abrazarla con alivio de que ella estuviera bien.

— ¿Eh? — Dijo Diane al escuchar un maullido de molestia. La chica se alejó de Elizabeth para ver que estaba cargando algo. — ¿Capitán? ¡¿Capitán?!

Los presentes voltearon a la cosa que estaba cargando la princesa, solo para darse cuenta de que era una pequeño gato negro con ojos verdes. Elizabeth soltó un suspiró de cansancio, Meliodas era un gato por completo y eso era un problema, ya era casi un animal pues parte de su mentalidad se mantenía... Al menos, eso creía eso.

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N/A: Hola a todos, espero que les haya agradado el capítulo. Aun no estoy acostumbrada a escribir lemmon, ¿qué tal? Ok, mejor no me digan.

¡Muchas gracias por leer y que tengan un buen día!

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