Capítulo 26: Algo se rompió

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Me siento como un bebé después de unas horas intentando llenar esta hoja. Sé que Cinthia tiene virtudes, como las tenemos todos, pero no quiero ser hipócrita. No me imagino su cara al leer lo que escribí de ella y no me animo a decir cosas malas.

Suspiro al ver que ya terminé todo lo demás y que no puedo seguir huyendo. Ni siquiera fui a recibir a papá, ni a cenar, tampoco le avisé a la directora lo de Daniel. Me siento egoísta, estaba tan encerrada en mi problema que lo olvidé. Que mal se oye eso.

—Lisa... ¿Quieres pizza? —llama papá del otro lado de la puerta. Rayos. Su voz me regresa al presente. Olvidé su sorpresa.

—Claro, papá —respondo rápido mientras me pongo de pie para abrirle. Está ahí, con unos platos en sus manos y una sonrisa comprensiva—. Lamento no ir a cenar, tengo tarea hasta por los oídos.

—Una frase muy ingeniosa. No la había escuchado antes —ríe mientras entra a mi recámara—. Tampoco he probado bocado, así que improvisaremos la cena.

Papá, hace un espacio en el pequeño escritorio que está en la recámara y coloca los platos. Él se sienta sobre la cama y yo en la silla.

—Pensé que la tortura empezaba en la universidad —bromea al ver mi cara clavada en los papeles que están a mi lado—.Recuerdo como odiaba el colegio cuando tenía tu edad. Gracias al cielo tú no heredaste ese sentimiento.

Bueno, sobre eso...

—Te ves cansado —digo para sacar otra plática antes de darle la primera mordida a la rebanada. Bendita pizza.

—Algo, pero he tenido días más pesado —responder sin darle importancia aunque no me deja tranquila eso.

Últimamente papá trabaja mucho, estoy orgullosa de él, pero tampoco quiero que su vida gire entorno a esto. También soy consciente que los años dan cansancio, pero papá sigue siendo un hombre joven y de buena salud, gracias al cielo.

—Vamos, Lisa, no te angusties por mí —pide relajado—. Además las cosas no son tan pesadas como aparentan, recibo mucha ayuda. El señor Rodríguez es un tipazo, tengo que reconocerlo, me facilita mucho el trabajo y tiene mucha iniciativa.

Sonrío agradecida, sé que no conozco a ese hombre, pero si ayuda a papá debe ser bueno. Hay personas que hacen nuestro día a día más sencillo sin darse cuenta, a veces con un saludo, otras con un pequeño paso o con unos minutos de su tiempo.

—Me alegro... Hay personas buenas en el mundo...

—Y también malas —advierte papá tratando de enseñarle su filosofía en la vida.

Aunque yo no estoy segura de eso. No sé si existen las personas malas o no, sólo sé que personas hacen cosas malas, pero no sé si eso las convierte o no.

Pienso en lo que pasó hoy al entrar. No sé si Eduardo es malo, si yo lo soy, si los demás lo son. Me parece que las cosas no pueden separarse tan fácil en blanco y negro... Pero evidentemente no tengo la verdad en mis manos. Sólo pienso, últimamente buscando más profundidad a las cosas, y lo que antes creía se va modificando sin pedir permiso.

—¿Es normal tener miedo? —pregunto tratando de justificar mi cobardía de hoy.

—Mucho.

—¿Tú algunas vez has sentido...?

—Muchas veces, Lisa, no tienes idea de las veces que lo he sentido, pero son puedo jurar que son muchas —asegura.

Pienso, si mi héroe y las personas que más admiro lo sienten también, ¿por qué yo no? Sin embargo no puedo esconderme siempre bajo ese sombrero. No puedo justificar mis errores una y otra vez con esa excusa.

—¿Sucede algo? —pregunta papá al verme un poco pérdida.

—Nada —aseguro porque es verdad.

No sé porque mi cabeza me está envolviendo tanto, algo dentro de mí me dice que esto será algo más grande. Es como un presentimiento, uno malo.

—Sobre tu sorpresa...

—No es muy importante —interviene deprisa—. Hablaremos de eso cuando no tengas tantas cosas encima.

Y le agradezco el gesto, pero eso no me deja más tranquila.

Debo reconocer que la mañana siguiente tampoco lo estoy. Recorro los pasillos animándome.

Hiciste un excelente trabajo. Y una letra gigante también.

Bien, tenía que llenar la hoja de alguna manera. Para mi buena o mala suerte la materia toca a primera hora. Al menos la tortura no se prolonga demasiado.

Me siento mientras reviso por última vez el escrito.

Bien, estuve pensándolo y creo que Cinthia podría ser una gran líder o dirigir una empresa. Tiene carisma, la gente la sigue. También incursionar en la política. Es una área difícil para algunos, pero creo que ella cuenta con las cualidades necesarias para eso. Como decía más arriba podría estar a cargo de una gerencia, tiene imaginación y le gustaba mandar. Mandar en un buen sentido claro.
Actriz es otra posible opción, nunca la he visto actuar, pero seguro que lo hará bien si se esfuerza.
Locutora, modelo o conductora también serían factibles.
En resumen tiene el don de la palabra y sería de gran provecho si lo utilizaría correctamente.

No está tan mal. En pocas palabras le dije que se dedicara a cualquier cosa que involucre gente, imagen y esas cosas.
Estoy ansiosa por saber que dirá de mí. Tampoco es que espere que sea algo bueno, pero deseo que no sea tan malo.

La maestra Adaly llega y nos saluda alegremente como siempre. Empieza la clase sin retrasos, ni formalidades. Así que la actividad comienza con un par de compañeros y de ahí se va desenvolviendo con fluidez.

Le echo un vistazo a Cinthia para saber si olvidó el trabajo, como comúnmente lo hace, pero milagrosamente esta vez no lo hizo o eso imagino al verla tan relajada.

—Lisa, Cinthia... ¿Podrían hacerme el favor de pasar al frente?

Asiento, tomo mi cuaderno y camino en dirección al pizarrón. Cinthia llega a mi lado y con una sonrisa me entrega su libreta. Es muy bonito, mucho más que los míos, tiene una pasta gruesa y de colores. El mío en cambio está forrado con papel de regalo de ese que venden a cinco pesos en la mercería. Sé que eso nunca me importó, pero esa risita que suelta al recibirlo me pone dudosa.

Ella toma la iniciativa para empezar a leer mi trabajo y yo mientras me encargo de revisar sus palabras. Y lo que veo me deja helada.

Conozco a Elizabeth desde que éramos una niñas. Estudiamos la primaria juntas y puedo decir que la conozco muy bien. Y cuando digo muy bien, es muy bien.

Estuve pensando en algún empleo que puede desempeñar y la verdad es que tengo muchas opciones, pero me referiré a las que su experiencia puede ayudarla.

Quizás podría trabajar en un orfanato, ya que ella es huérfana debe empatizar más fácil con los niños de ahí. Podría proyectarse en ese empleo. Estoy segura haría un trabajo espectacular, es tan tierna que podría contarles historias de su niñez para que los niños no se depriman. Su madre, que no está aquí con nosotros, podría inspirarla. Aunque no podría basarme en eso teniendo en cuenta que ni siquiera la conoció, pero bueno, puede hacerse una imagen. De preferencia una buena porque eso suele pasar, ella la tiene en un gran altar. Me desvíe del tema, la cosa es que como ayudante social seguro sería una excelente empleada.

Sin embargo, y aunque en mi opinión este trabajo es el más indicado, también ronda en mi cabeza un empleo mucho más original. Podría trabajar en un sitio de web de citas. Debe tener ardua experiencia en eso, quizás ella le agendaba las reuniones a su padre con sus múltiples romances. No pregunten como esto. Me baso en la opinión popular, todos los que la conocimos desde que era una niña sabemos que su era un...

Ya no quiero seguir leyendo esto. No quiero seguir aquí. Quiero largarme a llorar.
Busco su mirada, sigue leyendo, pero tiene una sonrisita que delata que sabe muy bien lo que hizo. No le importa el reporte que pueden ponerle, la humillación vale el precio.

La maestra aplaude al escuchar las últimas palabras que salen de su boca y me pide que continúe yo, pero estoy paralizada. Me siento avergonzada, avergonzada porque esas cosas que antes no me dolían empiezan a dolerme y trato de superarlas, pero no puedo. No puedo fingir que no me duele que utilice palabras así, contra mis padres, pero me duele más que tenga cierta verdad.

—Lisa... ¿Todo bien? —escucho como un eco lejano la voz preocupada de la profesora. Es como si nos separaran cientos de kilómetros, pero no es así.

Levanto la vista y recuerdo que estoy en el colegio, enfrente de todos que esperan oír tan peculiar discurso. Mis ojos resisten una dura batallas contra las lágrimas. No quiero llorar.

Mi mente me aconseja entregar este cuaderno y ver como la autoridad pone los límites, pero la sonrisa que muestra ella como si supiera lo que estoy a punto de hacer me frena.

—Lisa...

Ya no quiero que se burlen de mí. Toda mi vida lo han hecho, lo hacen porque no tienen en que ocupar sus miserables vidas, pero ya no quiero ser pez de carnada. Ya no quiero bajar la cabeza, ni esconderme por las burlas, ya no quiero fingir que no me afectan, que no me duelen.

Voy a romperle más que el brazo a Cinthia.

—Estoy bien, profesora —respondo tratando de que mi voz no se quiebre—. ¿Es mi turno?

—Sí...

—Bueno... Conozco a Elizabeth desde que éramos una niñas. Estudiamos la primaria juntas y puedo decir que la conozco muy bien —comienzo a leer mientras trato de mantener mi cabeza fría y mi rostro seco—.Y cuando digo muy bien, es muy bien. Estuve pensando en algún empleo que puede desempeñar y la verdad es que tengo muchas opciones, pero me referiré a las que su experiencia puede ayudarla. Quizás podría trabajar en...

Suspiro. No te quiebres. No ahora, por favor. fuerte. Aguanta un poco más, sólo un poco más.

—Podría trabajar en una veterinaria, sé que hace años adoptó un perro muy dulce —invento tratando de parecer muy segura. Imaginación ven a mí—. Podría entrenar animales. Estaría encantada de que me entrenara a mí —finjo una tos repentina que aparece de la nada, y contemplo como su rostro blanco se torna rojizo por el coraje—. Disculpen, las alergias...Estaría encantada que entrenara a mi perra.

La maestra parece gustosa del buen juicio de Cinthia, pero ella tiene una cara que pagaría por fotografiar.

—También podría ser una excelente maestra, así podría enseñarle a algunas personas algo sobre valores —continuo leyendo mostrándome firme aunque hace mucho me desmoroné—, maestra de ética les llaman. He aprendido algunas lecciones con ella. También podría ser deportista, tiene una fuerza increíble, desde chica tenía muy buen brazo. Y eso no me lo contó nadie...

La campana interrumpe mi lectura y agradezco eso porque no sabía que más inventar. La maestra nos pide amablemente volver a nuestros asientos.

Cinthia me arroja discretamente mi cuaderno y me exige el suyo. No se lo devuelvo, no la volteo a ver, sólo me largo a tomar mis cosas para ir al aula de cómputo. Se sorprende, pero no se atreve a hacer una escena frente a todos.

El aula empieza a vaciarse, Cecilia me pregunta si estoy bien, pero no contesto. No quiero saber cómo estoy.

Arranco la hoja de golpe y la echo en mi mochila. No llores. No llores.

—Oye, ¿qué te pasa? ¡Es mi cuaderno! —grita dramática Cinthia, que es la única que quedó con nosotros en el aula.

No quiero más problemas, así que me acomodo la mochila dejando el cuaderno sobre el banco y me encamino a la puerta de salida.

—No se me olvidará lo que me hiciste hoy —amenaza ella. En el tono de su voz demuestra lo frustrada que está.

Trata de cerrarme el paso. Quiere intimidarme, pero ya no le tengo miedo. Sólo puedo sentir lástima por ella.

—¿Te dolió lo que leíste? —sonríe esperando escuchar esa palabra que le regresaría el orgullo, aquel que ya está rondando los suelos.

—Se necesita más que un par de párrafos con aire de revista de chismes para echarme a bajo.

—Eres una...

No espero que termine de insultarme, la hago a un lado y me escapo de ahí.

—¿Qué acaba de pasar? —pregunta Cecilia que no comprende nada a mi lado.

—Nada... Debo ir al baño, estaré por allá en un momento —me disculpo y tratando de esquivar a todos logro llegar al servicio sin que nadie me vea derramar una sola lágrima.

Pero me rompo, me rompo porque soy débil.
Porque mi mente no se detiene a pensar, sólo quiere liberarse. Siento pena por mí y vergüenza. Vergüenza por no poder enfrentar a esos monstruos que pasean por la tierra. A veces me imaginaba como esas heroínas de los libros, pero no soy más que una niña. Una niña que llora en un baño público porque la verdad le arrebata la inocencia.

Y es en este momento que descubro que papá tenía razón. Hay gente mala en el mundo y no puedo hacer nada para detener eso.

¡Hola!
Gracias por leerla :'D
Espero les guste.
Últimamente tardo un poco más en actualizar porque es final de semestre, pero ya pronto saldré de vacaciones y espero avanzar más rápido
Un abrazo enorme.
PD: El nombre de la profesora es honor a una chica a la que le arruiné la novela haciéndole spoiler xDD Aún me disculpo con ella. Si lees esto sólo quiero que sepas que lo siento :'c xD
Un abrazo.
Los quiero mucho a todos.







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