Capítulo 27: ¿Sorpresa?

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Lo primero que hago al entrar a mi habitación es vaciar mi mochila entera sobre la cama.

Para mi buena suerte la hoja de Cinthia es lo último que sale así que no me cuesta mucho encontrarla.

No me detengo a releerla, la arrugo entre mis dedos y la lanzo con todas mis fuerzas al cesto de basura.

Rayos, no le atiné, pero al menos quedó cerca.

Me dirijo al baño para refrescarme un poco. No sé la razón pero mis ojos se clavan en mi reflejo. Mirarme me da entre risa y pena.

—Quizás fui algo dramática —Me digo a mi misma mientras me lavo mi cara y vuelvo a ajustar mi cabello—. Puedo con esto... Puedo con esto... Puedo con esto.

Salgo del baño un poco más alegre, o intentado serlo. Suspiro y coloco mi música favorita a todo volumen y hago lo que siempre hago cuando me siento triste o desanimada.

Busco una hoja nueva y comienzo a escribirle a Angélica, a la persona que con el paso de los años se convirtió en una de mis más fieles amigas.

Querida novia de papá:

¿Qué tal el clima por allá? Es algo raro preguntar por el clima, pero pensé que así no iniciaría tan forzada la carta.

Disculpa por tardar en responder, estos días mi cabeza se empeñó en jugarme algunas bromas, entre ellas no tener tiempo ni ánimos para nada. Pero ya sabes que escribirte me regala un poco de energía y me hace muy, pero muy feliz.

Hoy tuve un día complicado en el colegio, no el peor de todos, pero sí más difícil de lo común.  No pienso extenderme mucho porque no quiero hacer de mi carta un capítulo de telenovela con drama y esas cosas, pero tengo una duda que creo puedes ayudarme a resolver... Mejor dicho, ¿podrías ayudarme a resolverla?

Tú me conoces mejor que yo misma, lo cual es muy loco porque yo vivo conmigo misma más tiempo, pero no soy buena analizándome... Me da miedo.

Bueno, la pregunta es... ¿Tú a qué crees que podría dedicarme? Ya sabes, tú eras gerente y la mujer más lista que conocí... Yo en cambio odio los números, mi cabeza explota cada vez que los ve danzar en el pizarrón. Quizás se te ocurra algo en lo que sí pueda ser buena...

Pero ya no quiero hablar de mí, mejor hablemos de cómo la estás pasando... ¿Cómo van las cosas con tu esposo? Se ven lindos en las postales que recibí, y gracias por los chocolates y recuerdos que me mandaste.

Estoy aprendiendo a cocinar, recalco la palabra aprendiendo porque así justifico lo mal que me sale todo actualmente. Sin embargo hace unos días me salieron, más o menos, decentes una galletas y quería mandarte unas para que me dieras tu opinión, pero según me informó papá no llegarían a España. Al final creo que fue mejor porque no eran la gran cosa. Cuando mejore te mandaré algo que de verdad puedas disfrutar.

Cuéntame de ti.
La película que recomendaste me encantó, la dos veces seguidas. Papá se durmió, pero fue porque andaba cansado. Y la de tu carta pasada la veré este fin de semana. Estoy emocionada porque leí buenas opiniones en  internet.
Bueno, ya me contarás qué tal tu semana.
Te quiere mucho, mucho.
Lisa.

—¿Todo bien allá adentro? —escucho a la par de unos golpes en la puerta.

Rayos. No pensé en Matilda, seguro ya le reventé los oídos.

—Sí, sí, todo perfecto —Le aseguro deprisa mientras desciendo el volumen casi al límite—. La radio se descontroló, pero ya se arregló.

—Haré como que me creo ese cuento —responde mientras abre la puerta—. ¿Por qué no fuiste a saludar cuándo llegaste?

—¿No fui? Lo olvidé, bueno, no lo olvide pero...

—Tú no cambias —Y el tono que utiliza me tranquiliza —. Hasta utilizas las mismas frases de cuando eras niña...

—La creatividad nunca fue una de mis virtudes —reconozco mientras comienzo a acomodar mis cosas.

—En eso no te pareces a tu mamá...

Adoro hablar de mamá, pero hoy sólo quiero charlar de otras cosas. Hacerlo sería un recordatorio y me propuse sanar en tiempo récord la pequeña herida que me hice.

—¿Papá llamó? —pregunto tratando de cambiar de tema con naturalidad. Él siempre habla durante su almuerzo para saber si llegué bien.

—Sí, hoy vendrá temprano... No me dijo la razón —aclara ante mi reacción—; pero tiene que ver con esa dichosa sorpresa que se trae últimamente.

Bien, cuando le dije a la vida que podría con lo que seguía, no hablaba que me mandara una avalancha el mismo día.

Papá pisa la casa cuando el reloj marca las seis. Y cuando entra tiene esa expresión de cuando quiebras toda la vajilla de tu casa.

—¡Hola Lisa! ¿El sol aún no se oculta? —pregunta con una sonrisa al ver que por la ventana se filtran unos rayos.

—No, aún es temprano —respondo con una sonrisita traviesa—. Quizás el sol quiere saber por qué llegaste antes de la cena...

—Supongo que había poco tráfico —inventa mientras me regala un abrazo.

—Papá... Quizás hay algo que quieras decirme... —Lo animo.

Nunca hemos tenido secretos entre nosotros. Somos una familia. Y no importa que tan difícil sea lo que tenga que decirme, quiero saberlo para poder ayudarlo.

Papá duda mucho en pronunciar palabras, pero yo no borro mi sonrisa para darle seguridad.

—Lisa, sé que es algo complicado lo que voy a decirte y no sé cómo lo tomarás —comienza a explicarme siendo cuidadoso—. De hecho entenderé cualquier reacción que tengas...

Me aterra un poco, pero me mantengo relajada para contagiarlo.

Vamos, ¿qué tal malo puedo ser?

—Tranquilo, papá, ni que se tratara de una nueva chica —bromeo para relajar el ambiente, pero no escucho la risa de papá y termino desinflándome yo—. Definitivamente esperaba otra respuesta...

Suena un poco patético que esto me afecte cuando durante más de cinco años viví con eso de manera constante, pero después de no ver a ninguna mujer cruzar por la puerta en cuatro largo años empezaba a acostumbrarme. Además, es ridículo, pero la imagen de Angélica aún está demasiada clavada en mí.

—Lisa, pero antes que pienses cualquier cosa, quiero aclarar algo —asiento mientras me siento en el sofá y él se sienta a mi lado. Está preocupado, preocupado por mí... ¿Debería estarlo? — Quiero que sepas que sino te agrada, incluso si la idea te molesta, yo lo entiendo y...

—Papá, ¿cómo puedo saber si me agrada o no? Ni siquiera la conozco —confieso tratando de ser valiente y comprensiva—. Si... Si a ti te hace feliz yo te apoyo.

Pensé que sería más fácil decir eso, cuando era más pequeña ni siquiera me importaba, hasta me parecía divertido. Era como tener una pequeña aventura cada semana, pero ahora... ¿Ahora qué? ¿Me importa lo que los demás piensen? Que ridículo suena eso. Voy a apoyar a papá porque se lo merece y porque no le voy a dar el gusto a nadie. Además quizás me lleve una grata sorpresa de nuevo. Papá merece ser feliz. Ahora es su turno.

—Le daremos una oportunidad —sonrío sinceramente mientras le doy la mano en señal de que estoy con él—. ¿Qué puedo perder haciéndolo?

—Hija, yo... No sé que decir...

—Yo sé exactamente qué es. Este viernes te toca bañar a Oreo —río—. Y vas a prometer que nada cambiará entre nosotros.

—Jamás —asegura. Y la verdad le creo.

Además conociendo a papá quizás la olvide en una semana. Aunque pensándolo bien, para que quiera invitarla quizás es importante...

Papá avisa que me la presentara esa noche, y yo no le pongo pero. Al menos eso tendrá mi cabeza ocupada.

Hablamos un poco de ella antes que llegue. Se llama Fabiana, tiene más de treinta y es escritora.

Para las ocho ya tengo puesto el único vestido que me gusta y una trenza. Matilda dice que me veo bien, pero no me importa mucho, si la mujer planea quedarse algún día me verá con mi peor ropa y aún así tendrá que sonreír.

—Ya está aquí —escucho la voz de papá de lejos.

Me animo, tengo que ser inteligente y madura.

Salgo de mi cuarto tratando de sonreír y no ponerme nerviosa.

La veo en la entrada de cada, justo en la puerta. Y no necesito ser muy lista para deducir algo...

Ella no piensa irse.





Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro