Capítulo 28: Fabiana

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Fabiana era una mujer muy guapa. Tenía clase y presencia, eso se podía notar a kilómetros y aquello provocaba en mí algo extraño.

Cuando me vio detrás de papá, escondida inconscientemente, no comentó nada, me saludó depositando un beso de cortesía en mi mejilla y se encaminó sin titubear a la sala. Esperaba otra cosa, quizás una entrada más épica.

No miró hacia los lados, tampoco hizo comentarios sobre mí o la casa. Era como una inspectora, pero a pesar de su fría llegada no quise juzgarla, quizás estaba tensa y no sabía como expresarlo.

Papá caminó a la par mía, haciéndole comentarios del tráfico y esas tontería que parecía entretener a los adultos.

—Sí, demasiados vehículos por este barrio —soltó algo cansada.

Eso fue lo primero que escuché de su boca. Su voz era firme y estudiada, pero no sonaba molesta así que mi miedo bajó de golpe.

Papá no pudo responderle porque el sonido de su teléfono inundó la habitación, así que con pesar tuvo que atender la llamada en privado. De igual manera seguro que eso le animaba para que nos conociéramos, después de todo ya le había funcionado bien esa técnica.

Ella se sentó en el sofá y yo hice lo mismo sólo que justo frente a ella. Me observó durante un tiempo como si tratara de analizarme o estudiara como iniciar la conversación. Traté de ayudarla, si quería que esto funcionara tendría que poner de mi parte.

—Mi nombre es Lisa —dije con una sonrisa. Bien, eso había sonado ridículo, pero supongo que muchos comienzos son torpes.

—¿Elizabeth, no?

—Sí, pero puedes decirme Lisa. Así me dicen todos de cariño, es más pequeño.

—Me gusta más Elizabeth —confesó—. Tiene como más presencia, ¿no crees? Imagino que cuando crezcas un poco opinarás igual que yo.

El comentario no me agradó del todo, pero agradecí que fuera sincera. Es decir, me gusta que la gente lo sea.

—Quizás, aún soy un poco pequeña para saber eso —reí para agregar confianza y creo que funcionó un poco.

—Piénsalo mejor, nadie leería un libro donde la protagonista se llame Lisa, en cambio Elizabeth puede vender cientos en las librerías —explicó como si fuese mi profesora.

Espero no todos los escritores sean tan intensos.

—Bueno, si mi vida fuera un libro nadie llegaría ni al capítulo dos, así que no me preocupa mucho eso —bromeé para relajar el ambiente y ella rió por educación.

Pensé que si le hablaba de libros se relajaría, yo no sabía mucho de eso porque yo era más de películas, pero podía intentarlo. Sin embargo mi pequeño plan se vio interrumpido por la llegada de Matilda que llegaba de comprar un par de cosas para la cena.

—Buenas noches —saludó cortésmente mientras se colocaba a mi costado. Quizás esperaba le diera un apretón de manos o algo, pero la mujer ni siquiera la miró, sólo asintió y volvió a concentrarse en mí.

—¿Y tienes novio? —preguntó con una sonrisita traviesa como si tratara de ser mi cómplice.

—¿Yo?

—Claro que tú, ¿quién más podría ser?

—No, no tengo —contesté deprisa. Sería mejor que entendiera que no iba a ser mi cómplice de amores ahora.

—¿Y usted? —Esta vez si miró a Matilda sin discreción.

—¿Qué si tengo novio? —preguntó sorprendida.

—Claro que no. Me parece de mal gusto que escuche pláticas familiares.

¿Qué?
Aquí empezaban las sorpresas.
Regla número 1, nadie le hablaba así a Matilda. Nunca. Jamás. Y me importaba un pepino si tenía un premio Nobel.

—Matilda es parte de la familia —aclaré tratando de no sonar demasiado brusca. Y la miré para que no se fuera. Ella no se movía de aquí porque eso sería darle la razón. Además, no voy a negarlo, no quería quedarme sola después de empezar la pelea.

—¿En serio? Que interesante —sonrío de una manera que tiró mi seguridad al vacío —. Así que además de lista, eres valiente e incluyente. Vaya, eres todo un personaje.

No supe como tomarme eso. ¿Eso era un intento de halago o una frase demasiado ingeniosa para mis nervios? Quise preguntarle directamente, era una tontería hacerlo, pero no me importó. Sin embargo se quedó en eso, en un pensamiento, porque papá llegó para salvarme.

Saludó a Matilda, y ver la manera en que él la trataba hizo que Fabiana bajara un poco la cabeza. Me sentí incómoda en esa situación, pero quizás así empezaría a entender que ella era como la mamá de papá y que debía tener más cuidado con las palabras.

—¿Ya se presentaron? —preguntó papá fijando la atención en nosotras de nuevo.

—No formalmente. Apenas intercambiamos un par de palabras —explicó ella mientras me miraba con una gran sonrisa—. Soy buena con las presentaciones, así que empezaré yo. Mi nombre es Fabiana, tengo 35 años, soy originaria de Baja California y me dedico a las letras. Sencillo. No tengo mucho que contar, pero estoy segura que tú sí, cuéntame de ti.

—¿De mí? Bueno, soy Elizabeth, tengo quince años y...

—¿Elizabeth? —Papá rió por la formalidad del asunto. Llevaba años sin presentarme con ese nombre—. Lo siento, continúa, es sólo que es extraño oír ese nombre.

—¿Te llaman Lisa, no? —preguntó ella con cierto interés como si jamás lo hubiera escuchado.

—Sí...

—Entonces, si me permites, podría llamarte así. Estoy segura encaja perfectamente con tu personalidad.

Bien, esto empieza a asustarme.

—Y lo hace —se adelantó papá—. Lisa es una chica realmente lista.

—¿No me digas? —dijo ella mirándome con más detalle a través de sus grandes ojos avellana—. Entonces estoy segura que vamos a entendernos en muchas cosas.

Y tenía razón.

Cenar fue toda una experiencia. Puse mucha atención en todo lo que contó para que esto empezara a caminar. Debo reconocer que logré retener un par de cosas, pero lo más importante fue no olvidar el nombre de su libro. Era incluso más importa que el suyo propio, aunque siendo sincera no se me iba a olvidar de su nombre, era peculiar.

Me puse en mente obligar a papá a comprármelo, incluso se lo pedí en la cena. Ella pareció agradarle la idea, pero no me propuso regalarme un ejemplar. ¿Sería muy caro?

Seguro que sí, después de todo ella parecía tener dinero. Sus padres trabajaron en el gobierno así que era justificable.

¿Cómo se habían conocido papá y ella si él apenas salía de su pequeña oficina?

Se los pregunté porque no suelo quedarme con muchas dudas y contestaron que fue con amigo en común. ¿Un amigo en común? Eso me sorprendió incluso más que si me hubieran contado que se hicieron amigos en el océano. Papá no tenía muchos amigos y los que tenían no trabajan en puestos tan destacados.

Imaginé a Rodrigo convenciendo a alguna de sus pacientes a salir con papá y solté una risa en medio de una plática del calentamiento global.

—¿Sucede algo? —preguntó ella menos motivada que antes. Quizás no les gustaban las interrupciones.

—No, nada —aclaré deprisa para que volvieran a lo suyo, pero papá me invitó a contar el chiste.

—Lisa es muy graciosa, estoy segura te reirás con uno de sus comentarios —presumió papá.

No sabía como decirle que a nadie, a excepción de él, le daban risas mis chistes y que era un pésimo tema de conversación.

—Mi tío era comediante —comentó ella robando la atención de todos de nuevo. Pareció feliz cuando todo volvió a centrarse en su plática, y aunque agradecí salvarme del espectáculo, no terminó por agradarme del todo.

Es que a pesar de que Fabiana hacía comentarios encantadores y no tuvimos otro incidente después de su llegada, estar con ella me producía miedo, mejor dicho era desconfianza. Era demasiado perfecta. Y eso me hacía sentir vulnerable, era como si con cada acción o frase me lo recordara.
Además no era divertida, al menos la chica de las calorías me hacía reír.

La visita terminó después de la cena.

—Te visitaré seguido —se despidió ella mientras me regalaba un abrazo—. Ya verás que seremos muy buenas amigas.

—Seguro —dije mientras la seguía a la puerta.

—Y no olvides que puedas ver en mí a una gran confidente. Son buena guardando secretos —propuso cuando papá fue por su abrigo.

—No tengo secretos, gracias de igual manera —contesté al ver que se acercaba.

¿Papá estaba feliz? No estaba triste, más bien se veía indiferente. Es decir, amable y agradable como con todos, pero no se notaba realmente interesado.

Ella asintió sin dejarme ver si le había molestado o no mi comentario.

Tomó el abrigo, se despidió de nosotros y se marchó prometiendo no olvidarme.

Y no sé porqué, pero pedí tanto que lo hiciera.

Nota de autor:
Gracias de corazón a todos los que la leen.
Espero les gustara  capítulo. El siguiente viene cargado de sorpresas
¿Qué les pareció el Fabiana?
No olviden votar y comentar si les gustó :)
Un abrazo enorme.




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