Capítulo 33: Celos

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Narra Lisa

Llegué del colegio, saludé a Matilda y me puse a perder el tiempo antes de hacer la tarea. Traía unas ganas enormes de pasar todo el día en la cama.

Hubiera estado así hasta que llegara papá, pero alguien tocó a la puerta.
Matilda estaba ocupada así que yo me adelanté.
¿Quién podría ser?
Pensé en el cartero, él siempre nos visitaba a esa hora, pero no, era Fabiana.

—Hola —saludé cuando entró, no la esperaba tan temprano. Es decir, nunca nos visitaba antes de las siete.

—Hola, cariño.

—Le avisaré a Matilda que estás aquí —dije para poder desaparecer de ahí.
Siempre inventaba eso para huir.

—No, no. Quiero hablar contigo antes —soltó mientras se paseaba por la sala—. Ya sabes, una plática de amigas.

Como me aterraba eso de "plática de amigas". Me regaló una sonrisa perfecta y acomodó su cabello castaño para observarme mejor.

Traté de iniciar la conversación, pero no me dio tiempo, Fabiana ya sabía a lo que venía.

—Oye, una pequeña duda... ¿Todas las amigas de tu padre son tan guapas o es por eso que a Angélica le tienen tanto afecto? —preguntó de repente y yo tuve que hacer un esfuerzo para comprender—.Nos acabamos de topar en el elevador del trabajo de tu papá, fue a visitarlo.

¿Angélica visitó a papá? ¡Que genial! Me emocionó pensar que ambos eran amigos de nuevo. Tampoco esperaba que tomaran el té a diario, pero no estaba nada mal que volviera a conversar.

—¿Sabes para qué fue? —pregunté entre emocionada y curiosa, por un momento me olvidé de con quién estaba hablando.

Fabiana hizo un gesto extraño con la boca y negó con la cabeza pensativa.

—No, no quiso decirme... ¿Por algo será, no? —La miré extrañada, pero no pude replicar porque se adelantó—. ¿Por qué no se lo preguntas tú en alguna de sus fiestas? 

Sentí que me ahogaba al escuchar eso. Ya habían pasado unas semanas de la fiesta... Pensé que ya no era importante. Sólo era una fiesta. Ella ni siquiera la conocía. De igual me sentí fatal, era terrible cuando me descubrían.

—¿Pensaste que no me enteraría? —sonrío ante mi silencio—. Lisa, preciosa, eres aún muy inocente.

—No soy inocente —l interrumpí porque odiaba que usara ese tono de sabelotodo conmigo—. Papá no tuvo la culpa, yo le pedí guardar el secreto...

No quería que se molestara con él. Bueno, quizás una parte de mí si quería, pero no si eso significaba problemas.

—¿Ahora nos guardamos secretos? Pensé que habíamos avanzado, pero parece que no. No entiendo...—guardó silencio extrañada y luego me dedicó una mirada confusa—. Espera, espera un segundo...

Su cara se transformó, en ella se dibujó una sonrisa cínica y luego soltó una carcajada que me sacó un buen susto.

—Creo que las piezas empezaron a acomodarse. ¿Tú quieres que Roberto se enamore de Angélica? Por Dios, Lisa, eso jamás pasará. —se burló.

Me sentí frustrada. Quizás tenía razón, pero la manera en que lo hizo me sacaba de quicio. Siempre mantuve la esperanza pese a lo difícil que era eso, y que me recordara que era imposible me ponía mal.

—No dejas de ser una niña, de esas que creen en los cuentos de hadas...—rio con ese aire de superioridad que sacaba cuando algo no salía como quería.

—Papá está enamorado de ella —solté sin pensarlo.

Sabía que no era verdad, pero quería borrarle esa sonrisa de satisfacción que tanto me molestaba.

Y lo logré.

—¿Qué? —Ya no parecía tan segura—. No, tú sólo quieres que pierda los nervios, pero no lo vas a lograr. No soy tan estúpida.

—No tienes que creerme —respondí encogiendo los hombros—. No te lo dije para que lo hicieras.

Fabiana suspiró tratando de guardar la calma. La vi caminar la sala de un punto a otro confundida. Sentí un poco de pena al verla tan atormentada, y también culpa porque esto avecinaba una tormenta en casa. Una muy grande a mi parecer.

—Estás loca, piensas que caeré en tu jueguito de adolescente, pero no. Escribe millones de cartas que de nada te servirán —expresó con molestia—. Al final yo me casaré con tu papá...

—Está bien —contesté sin prestarle demasiado atención o eso quería hacerle creer, porque Fabiana lograba asustarme—. Si te contara cuántas personas dijeron antes que tú no me creerían —hice memoria y ella debió comprender que no mentía—, pero el que persevera alcanza.

—Eres una idiota. Tu padre se enterará de esto, dejaré al descubierto la clase de hija que tiene —contestó mientras salía golpeando la puerta.

—¡No lo dudes, se va enterar! —grité para que me escuchara, y lo hizo porque logré escuchar como maldecía en el camino.

, claro que lo haría.

🔸🔹🔸🔹

Estaba tan molesta con Fabiana que me decidí a contárselo a papá apenas llegara del trabajo. De igual manera supuse que para ese entonces ella ya se lo habría contado.

¿Le creería?
El estómago se me revolvió de sólo pensarlo. Mi miedo más grande en la vida era que papá prefiriera a una de sus novias sobre mí, jamás había pasado, pero siempre había una primera vez. ¿No?

Regañé a mi cabeza por tales pensamientos. No debía desconfiar de él. Esperé él también pensara así.
Me senté en el sofá que daba a la puerta y esperé muchas horas a que se abriera.

Cada vez que Matilda pasó a mi lado me preguntó cuándo me quitaría de ahí, le expliqué que tenía que contarle algo importante a papá de Fabiana, pero no me preguntó más porque a Matilda tan sólo escuchar ese nombre la irritaba.

Esperé y esperé, y volví a esperar deseando el reloj se moviera más rápido. Esta vez no habría nada que me impidiera que le contara lo que pasó. Ya no más secretos, ya no. Y no me importaba si Fabiana se ponía a llorar, tampoco el regaño que me ganaría... Él conocería el valor de todas las piezas, después decidiría a quién apoyar.

Sabía que yo también me había equivocado, pero estaba enojada y cuando eso me pasaba no pensaba mucho. No quería hacerlo.

Me fui aburriendo después de un largo rato.
Comencé a entretenerme pensando de qué hablarían papá con Angélica en la visita que le hizo. Me emocionaba pensar que las cosas entre ellos mejorarían. Aunque... Fabiana tenía razón, aquello era imposible. Quizás debía reconsiderar...

¡No! No podía ponerme de su lado porque perdería la motivación que había ganado en esas horas.

El reloj marcó las siete y la puerta se abrió. Papá entró como si nada y se sorprendió de verme pegada a la puerta.

—¡Papá! ¡Papá! Necesito decirte algo —me apresuré a decir apenas puso un pie dentro.

—Debe ser muy importante —bromeó él al verme tan impaciente.

—Lo es.

Dejé que acomodara sus cosas y se sentara a mi lado.

—¿Pasó algo en el colegio? —preguntó preocupado como si aquella opción hubiera aparecido de repente en su cabeza. Negué con la cabeza un montón de veces y él suspiró aliviado.

Tuve que descartar preguntarle primero por Angélica porque no quería que se me olvidara lo que realmente me interesaba.

, como si esas cosas pasaran.

Es sobre Fabiana...

—¿Fabiana?

—Sí, sí, ella estuvo aquí y...

—Roberto. Gracias al cielo llegaste —interrumpió Matilda saliendo de su cuarto.

Estaba nerviosa, no sé porqué pero al verla supe que algo no estaba bien.

—¿Pasa algo? —Papá también lo detectó. Era fácil reconocer en ella cuando algo iba mal.

Matilda le pidió ir a la cocina, pero yo quería saber qué pasaba. Odiaba que alargaran las cosas con tanta incertidumbre. Ella lo entendió. Las malas noticias son las más difíciles de dar. Me asusté al pensar que tan grave podía ser lo que nos esperaba.

—Esmeralda acaba de llamarme... —No comprendí que tenía que ver ella con nosotros, hasta que terminó—. La madre de Angélica acaba de morir...

Y fue ahí que descubrí que la vida siempre nos sorprende y no siempre de buena manera.

Nota de autor:
Así termina este pequeño maratón. Creo que actualizaré rápido porque estoy emocionada por publicar el próximo capítulo, que sin hacerles spoilers, les puede asegurar que es de los más intensos y largos.
Bueno, los quiero mucho. Nos estamos leyendo.
Gracias por el apoyo.♥

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