III

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Todos tenemos secretos: Los que guardamos y los que los demás nos ocultan.


-Película (El Sorprendente Hombre Araña)

—    ¡Orden lista para la mesa cinco! — dijo la mujer tocando aquella campanilla, colocando el plato sobre la barra.

El muchacho pelinegro tomó el plato y pronto dictó una nueva orden.

—    La mesa nueve quiere...

—    ¿Es el mismo sujeto que ordena desayuno a las dos de la tarde? — Jungkook asintió y reprimió una risa al ver la cara de fastidio de su madre, que se encontraba en la cocina.

—    No entiendo a esa gente.

Jungkook se encogió de hombros y tomó el plato listo, para llevarlo a la mesa que lo había ordenado.

Con una sonrisa, la clienta agradeció su plato en la mesa y el pelinegro se retiró, buscando con la mirada quién necesitaba de su servicio.

—    ¿Has visto a Yoongi? — preguntó Jungkook a su madre cuando la campanilla sonó nuevamente, recogiendo el nuevo platillo listo.

—    Fue a dejar un pedido a domicilio, seguro no tarda en llegar. — dijo su madre poniendo atención a la comida que estaba hirviendo en aquella olla.

El menor asintió y de nuevo se encargó de su trabajo.

La cafetería de la familia Jeon era bastante conocida por aquella ciudad, estaba bastante concurrido, debido a la cercana localización que ésta tenía del castillo de la realeza Park.

Y es que los turistas que iban a visitar el castillo (aunque fuera a varios metros de distancia) o simplemente fueran a conocer Seúl, no podían dejar pasar la oportunidad de conocer la comida coreana, y qué mejor lugar que aquella cafetería.

No era un lugar enorme; sin embargo, era lo suficiente grande para que se llenara cuando era temporada de turismo en la ciudad.

Aquella cafetería contaba con dos pisos. En el primero, se encontraba la cocina, los baños y las diversas mesas y sillas de madera. Con grandes ventanales dándole a la clientela una buena vista a la concurrida calle de Seúl; plantas de diversas especies llenando los espacios en blanco, haciendo mucho más placentera la comida y aquel lugar más acogedor. El piso de un azulejo de piedra, dándole al lugar un estilo más rústico. Las paredes color blancas adornadas con algunos reconocimientos del periódico sobre lo excelente que era aquel lugar; así como pinturas de diversos artistas coreanos.

En el segundo piso se encontraba un balcón con sillas y mesas un poco más pequeñas para poder disfrutar de un tiempo a solas; así como una vieja rocola que aún funcionaba y podías encontrar gran variedad de artistas de tu gusto.

Por si no fuera poco, también contaban con un sonido para poder hacer sesiones de karaoke (cosa que fue idea de Jungkook), logrando que el lugar fuera un poco más concurrido por los jóvenes durante los fines de semana.

—    ¿Estás segura de que ya no necesitas más ayuda? Puedo... 

—    Vamos Jungkook, tu madre te está dando tu libertad por hoy. — lo interrumpió su padre, que era el encargado de lavar los trastes de la cafetería por ese día. —. Si yo fuera tú, no desperdiciaría la oportunidad. Yoongi te espera afuera, su turno también ha terminado.

Jungkook no estaba todavía muy convencido. Había muchos clientes y otros más formados afuera esperando a que alguien se fuera para poder entrar y disfrutar de aquella maravillosa comida.

También había varios meseros de aquí y allá, así como ayudantes en la cocina, supervisados por los padres del pelinegro; sin embargo, sentía que necesitaban su ayuda.

—    ­Pero...

—    Jungkook, te echaré a patadas si sigues rezongando. Vamos, fuera. — dijo su madre con una sonrisa. Éste sonrió rendido y se dirigió a la salida del lugar, reuniéndose con su mejor amigo de toda la vida.

—    Vaya, creí que te volverían a sacar por las orejas. Iba a grabarlo ahora sí. — el pelirrojo sonrió burlón guardando su celular en el bolsillo de su pantalón.

—    Muy divertido. — Jungkook rodó los ojos ante el comentario de su mejor amigo.

—    Realmente lo fue, de verdad que amas la cafetería. — Jungkook asintió, caminando a la par de su amigo.

—    Me gusta, pero siento que mis padres trabajan el doble cuando me voy.

—    Vamos Jungkook, es mentira. Tus padres tienen mucha ayuda. A veces siento que nosotros somos los que sobramos ahí... Bueno, yo en realidad. — Jungkook soltó una pequeña sonrisa.

—    Sí, a veces eres realmente torpe. — Yoongi no esperó mucho para golpearlo no muy fuerte en el hombro, provocando que Jungkook soltara una carcajada.

—    Como sea, estoy muy agradecido con tus padres por darme el trabajo. Mi familia de verdad lo agradece.

—    Eres mi hermano, Yoongi. No dudes que ayudaremos en lo que se pueda. — abrazó a su amigo por los hombros, provocando que éste sonriera.

—    Bien, pero deberíamos ir al estudio, tengo muchas ideas...

—    Claro, para que se las des al estúpido de Juwon. — Jungkook soltó a su amigo rodando los ojos.

—    Yo hago la música, la vendo, él me paga y la reproduce en ese lugar. No hay mucha ciencia Jungkook, además, paga bien.

—    Pero ni siquiera te paga lo que valen las canciones, no se me hace justo que vendas tu talento por nada. Además, es obvio que se roba todo el crédito.

—    Estás de mal humor porque ensuciaste al príncipe anoche. — dijo Yoongi con ese tono burlesco que fastidiaba a Jungkook.

—    Ya te dije que no era el príncipe. — dijo el pelinegro mirando hacia el frente, ocultando sus manos en los bolsillos delanteros de aquellos pantalones negros que portaba.

—    Claro que lo era, sólo que eres bastante ciego que ni siquiera te diste cuenta de que te estaba insultando.

—    Ser sordo no es lo mismo que ciego, Yoongi. Además, claro que me di cuenta, pero no sé por qué no salió nada de mi boca, usualmente me defiendo cuando uno de esos riquillos me insulta sólo por el hecho de respirar su mismo aire.

—    Honestamente, yo tampoco lo entiendo. Pero seguramente fue porque te dejó embobado, y no te culpo, es mucho más guapo de cerca.

—    Deja de decir que era el príncipe. No es el único rubio en Seúl.

—    Vamos Jungkook, estaba en ese lugar. Recuerda que no todos saben dónde está. Tuvimos que hacer favores de favores para tan siquiera saber que el lugar era real.

—    ¿Y qué hacía el príncipe ahí? Sin guardias, seguridad...

—    Lo mismo que hace toda la élite: Emborracharse y tener sexo. No es mucha ciencia.

—    Es que simplemente es tan extraño que el príncipe frecuente un lugar así. A duras penas y hemos logrado verlo en las salidas que hace la familia real cuando se festeja algo.

—    Recuerda que la atención está enfocada en su hermano mayor, es lógico que busque atención en otro lugar, con desconocidos. — Jungkook chasqueó la lengua.

—    Sigo sin creer que haya sido el príncipe.

—    Sólo dices eso porque la única vez que podrás hablar con él, terminó insultándote. — dijo Yoongi para después reír.

—    Cállate y vamos al estudio antes de que te aviente el primer micrófono que vea al llegar. — y Yoongi siguió burlándose.

"Dios, en serio vertí mi copa de vino en el príncipe" pensaba algo preocupado, pero, sobre todo avergonzado de haber conocido a su amor platónico, de la peor forma posible.

El rojo de sus mejillas y orejas no tardó en aparecer, pero Yoongi no podía verlo, debido a lo ocupado que estaba hablando sobre las nuevas ideas que tenía sobre las canciones que iban a componer.

Y es que Yoongi era un increíble productor, así como un gran cantante en el género del rap. Siendo ayudado por la melodiosa voz de su mejor amigo Jungkook, ambos chicos han logrado distribuir sus canciones en diversos clubes nocturnos de la ciudad.

Gracias al empleo bien pagado de la familia de Jungkook, Yoongi pudo ahorrar lo suficiente para rentar un pequeño espacio que pronto se convirtió en su estudio de grabación.

Aunque la mayoría de las bocinas y micrófonos eran de segunda mano o con suerte, grabadoras viejas que el padre de Jungkook se las obsequió a Yoongi como regalo de Navidad. La pequeña bodega era el santuario de Jungkook y el lugar seguro de Yoongi (además de la casa del pelinegro).

El pelirrojo podía pasar horas, días (incluso semanas) en aquel lugar, solamente él y su música, sintiéndose feliz de componer canciones que reflejaban exactamente cómo se sentía.

Sabía que el valor por las que vendía sus canciones no era ni la mitad de lo que realmente valían por todo el esfuerzo y noches en vela, pero sabía que tarde o temprano alguien iba a apreciar el talento que poseía, además, gana un poco de dinero extra para ayudar a su familia le viene bien.

Por fin llegaron a su pequeño santuario y tomaron sus respectivos lugares, Yoongi en frente de la computadora y el sonido, y Jungkook detrás del micrófono.

El pelinegro tomó la hoja en la que estaba la letra de la última canción que Yoongi había compuesto (con algo de su ayuda).

—    ¿Aún no tiene título? — preguntó Jungkook y vio a Yoongi negar.

—    Sigo pensando en algo adecuado. — el pelirrojo estaba acomodando la melodía a la par de los versos que Jungkook tenía que cantar.

Jungkook sabía que la letra de esa canción se sentía bastante personal, aunque no sabía por qué quería que él la interpretara, Yoongi tenía muy buena voz, aunque no era una voz que se pudiera interpretar para una melodía, el pelirrojo podía tener una buena voz cuando se lo proponía.

    ¿Estás seguro de que no quieres interpretarla tú? Siento que quedaría mejor. — dijo Jungkook mirando con cierta pena a su amigo.

Yoongi sólo negó mientras miraba hacia la nada, no dándole la cara al pelinegro.

Dios, odiaba mostrarse débil ante el menor.

Jungkook sabía que la relación de su mejor amigo todavía le dolía a este, a pesar de haber pasado 6 meses, Yoongi aún no se recuperaba del todo, y lo peor para el menor era no poder demostrarle a su amigo lo valioso que era como persona.

Porque salir de una relación tóxica no es fácil de superar para nadie.

—Bien, no podré ser útil para el coro o simplemente para cantarla, hyung...— Yoongi odiaba esa palabra y Jungkook sólo la utilizaba cuando la conversación era lo suficientemente seria. Miró a Jungkook a los ojos. — De verdad creo que deberías cantarla tú.

El pelirrojo suspiró cansado y asintió, tal vez eso le ayude a sacar un poco de los tantos sentimientos que estaba acostumbrado a esconder bajo llave, a no contárselos a nadie, ni siquiera a su mejor amigo.

Aquellos sentimientos que solamente descargaba en las noches mientras miraba a la luna y le repetía constantemente: "¿Por qué? ¿Por qué a mí?" Con los ojos llenos de lágrimas, abrazándose a sí mismo, pensando si alguna vez sería digno de que alguien lo ame y lo respete como se merecía.

—Bien, cuando estés listo. — dijo Jungkook en frente de la computadora, dando play al sonido de la música.

Mientras Yoongi cantaba una y otra vez las estrofas debido a la garganta que se le cerraba con amenazar de librar una lágrima de sus ojos, el pelinegro lo miraba con cierta pena, pero sabía que la única forma en que Yoongi pudiera desahogarse -o al menos intentarlo- era a través de sus canciones.

Al terminar la melodía, después de varias horas, la canción estaba terminada.

—No suena mal, me gustaría que me apoyaras con el coro. — dijo Yoongi terminando de escuchar el track. Jungkook hizo una mueca.

—Creo que el coro debería ser una voz un poco más aguda que la mía. La de una chica estaría bien.

—Tal vez.

—¿Seguirá sin tener nombre? — Jungkook miró a Yoongi, que miraba hacia la pequeña ventana que daba hacia la transitada calle. Estudiantes apresurados iban y venían, así como personas de distintos oficios caminando lo más rápido posible.

Mientras las personas caminaban a prisa, sin siquiera apreciar el bonito atardecer anaranjado que se asomaba en el cielo, ambos amigos disfrutaban de su tiempo, haciendo algo que disfrutaban, siendo de las pocas personas en esa ciudad que se daba cuenta que la vida no pasaba tan rápido como todos creían.

"¿Qué clase de vaivén es éste?" Pensó Yoongi prestando a la tranquilidad que mostraba el cielo, en una de las ciudades con más prisa y estrés había.

—¿Yoongi-ah? — la voz de Jungkook hizo que regresara a su realidad. Volteó a verlo, y no pudo evitar sonreír de lado al observar que los ojos de su mejor amigo se habían hecho un poco más grandes debido a la preocupación que demostraba.

—Seesaw. — dijo después de unos segundos más de silencio, volviendo su mirada hacia la ajetreada calle.

    ¡Te he escuchado las primeras veces! Deja de gritarme o te arrancaré la lengua, Taehyung. — Jimin perdió la -poca- paciencia cuando su mejor amigo comenzó a gritarle por haberle contado a su hermano mayor cómo es que sabía la existencia de aquel lindo y exclusivo antro.

    ¡No lo entiendes, Jimin! Me costó muchísimo trabajo sacarle la información a Namjoon de la ubicación de Inferno, ni siquiera me la dio él como tal, la robé de uno de sus cajones mientras buscaba el cargador que no me devolvió. Estará en casa más días debido a un trabajo que tiene que hacer con papá y Jin. En cualquier momento le dirá a alguno de los dos que vamos a ese lugar.

    No lo hará. — Jimin rodó los ojos—. Él sabe perfectamente los problemas en los que se metería si llega si quiera a comentarlo con alguien que no sea mi hermano. — el rubio masajeó su muñeca donde hace dos noches su hermano lo había tomado por la fuerza.

No se lo iba a comentar a sus amigos, sus problemas familiares no tenían que saberlo nadie más que las paredes de aquel solitario castillo que él solía llamarle hogar.

Hogar. Que palabra tan extraña para Jimin. No sabía cómo era sentirse en casa, a salvo, donde al llegar, tu padre te recibía con una sonrisa y tu madre con un beso mientras te indicaba que te lavaras para comer. No sabía el sentimiento de estar todos los días compartiendo comidas con tus padres mientras hablaban de temas triviales como la escuela o sobre el trabajo, qué tan pesado estuvo el tráfico al regresar a casa o simplemente sobre lo pesados que eran los profesores en fechas de evaluación.

El sentimiento de comodidad Jimin sólo lo sentía cuando estaba cerca de su nana, aunque sabía que no podía contarle todo lo que pasaba en su vida.

Ojalá pudiera. No sabía con quién poder ser él mismo. Incluso con Taehyung y con Hoseok sentía que no podía ser él mismo, porque tenía una reputación de la realeza que mantener.

¿Alguna vez conocerá a alguien con quien pueda desahogar sus miedos, sus fantasías, sus anhelos, sus esperanzas?

—... y ni siquiera me hagas pensar en lo que me dirá al llegar a casa. — la voz de Taehyung lo trajo de vuelta a la realidad.

—Yo hablaré con él si te callas de una vez por todas. Porque te juro que estoy a punto de arrancarte las cuerdas bucales con una rama. — Jimin miró amenazante al pelinegro. Éste asintió un poco más calmado.

—¿Por qué no se lo dices hoy? Tenemos que hacer el proyecto de Literatura. — volvió a hablar Taehyung. Jimin soltó un bufido molesto, masajeó el puente de su nariz cerrando los ojos mientras contaba para no perder -más- la paciencia con su amigo y golpear por primera vez en su vida a una persona.

—De acuerdo. — dijo.

Hoseok, que había estado presenciando la pelea de sus amigos en silencio, sonrió en grande cuando pudo volver a ver a Jimin de un humor neutro y a Taehyung volviendo a su postura sin preocupaciones en la vida.

—¿Por qué no vamos por algo de beber antes? — abrazó a sus dos amigos por los hombros y los condujo hacia la salida, antes de que siquiera Jimin pudiera objetar algo.

Después de comprar sus respectivas bebidas -bajo en grasas, por supuesto. Única condición de Jimin para consumir algo con sus amigos- llegaron a la residencia Kim.

No era tan grande como el castillo que vivía Jimin, por supuesto. Sin embargo, era una residencia lo suficiente grande para alardear de ésta, a vista de los amigos.

El príncipe entró junto con sus amigos a la casa de Taehyung -seguido de la seguridad del rubio-, encontraron a los hermanos mayores Kim, junto con el monarca de dicha familia.

    ¡Jimin, es un gusto verte por aquí! — dijo el padre de Taehyung, recibiendo con los brazos abiertos al pequeño príncipe.

    Señor Kim, el gusto es todo mío. — Jimin recibió gustoso el abrazo del mayor.

Después de todo, la familia Kim era lo más parecido a una familia que el rubio podía tener, a pesar de tener una propia, ha pasado más tiempo con la familia de Taehyung que siquiera su hermano mayor.

Se encontraban en la sala, la primera habitación que se encontraba seguida de la puerta de entrada. Era bastante espaciosa, las paredes color blanco permitiendo que la luz iluminara aún más la habitación, los sillones de color coral que rodeaban una mesa de madera bastante grande que era ocupada por los tantos documentos que estaban analizando los tres Kim.

    Ha pasado un tiempo. Mírate, has crecido y cada vez te pones más guapo. — el señor Kim le sonrió y Jimin se sonrojó levemente. No estaba acostumbrado a esos halagos.

Saludaron a los hermanos mayores de Tae y Jimin pudo apreciar que Namjoon había cambiado bastante después de que se haya ido a la Universidad, era todo lo contrario a lo que recordaba que era.

Había crecido unos pocos centímetros y había comenzado a hacer más ejercicio, haciendo que la camisa de vestir que tenía arremangada hiciera ver más musculosos sus brazos. Su cabello lo tenía debajo de las orejas y lucía mucho más seguro de sí mismo, incluso... más atractivo.

Jimin no podía disimular el cambio tan drástico que Namjoon había tenido, que éste lo notó y le sonrió con cierta sorna.

    También me da gusto verte, Jiminnie. — Namjoon lo abrazó por la cintura apretando un poco en esta con sus brazos y éste no supo cómo reaccionar, así que sólo correspondió su abrazo tomándolo por sus brazos.

Ah, esos brazos...

Seokjin fue el que más cortés lo saludó a pesar de conocer a Jimin desde los 5 años, pero el rubio se había acostumbrado a que su hyung fuera un poco reservado, pues siempre le había dicho que lo respetaba a él y a la realeza.

Taehyung comentó que sus dos amigos se quedarían a comer debido a un proyecto de la escuela que acordaron hacer juntos.

    Me gustaría conversar contigo, si no tienes problemas. — Jimin tomó a Namjoon de los brazos, apartándolo un poco del alboroto que tenían sus dos amigos, junto con Jin y su padre sobre qué tipo de libro analizar para su clase de Literatura.

    Claro, podemos ir a la biblioteca. — Namjoon abrió paso para que Jimin pasara primero. La biblioteca se encontraba a lado de la sala. Jimin le indicó al guardaespaldas que estaba detrás de ambos que lo esperara afuera de la habitación, cosa que el sujeto obedeció sin decir una palabra. —. Soy todo oídos. — sonrió Namjoon recargándose en una mesa, cruzándose de brazos.

Jimin controló sus hormonas, suspiró y miró seriamente a Namjoon. Esa mirada que tenía cuando quería algo y no aceptaba un no por respuesta.

El príncipe no conocía esa palabra.

    Creo que estás al tanto de que escapé de casa un par de noches atrás. — dijo Jimin con la ceja levemente alzada. Namjoon esbozó media sonrisa y asintió.

    Tu hermano me comentó algo por el estilo, sí. ¿Eso qué tiene que ver conmigo?

    Ambos sabemos que tu padre no puede saber nada de eso, mucho menos mis padres.

    ¿Y por qué me lo dices a mí? Lo que le llegue a comentar a papá que hace Taehyung cuando él o Jin no están, discúlpame que te lo diga, pero, no te concierne.

    Ambos sabemos que me concierne, en especial porque ambos sabemos gracias a quién tenemos la ubicación. — Jimin sonrió burlón al ver que la sonrisa de Namjoon desaparecía poco a poco.

    En primer lugar, no debió revisar mis cosas.

    Eso, Nam... No me interesa y como dijiste, tampoco es de mi incumbencia. Sólo estoy hablando de esto para que nuestros padres no tengan nada que ver con lo que nosotros hacemos. — Namjoon soltó un suspiro y miró a Jimin a los ojos.

    ¿Y qué me harás si le digo a mis padres sobre lo que ustedes tres, pequeños, hacen cuando estamos dormidos, o no estamos? — Namjoon se acercaba poco a poco a Jimin, mientras que éste retrocedía los mismos pasos que el mayor avanzaba.

    Creo que te iría peor a ti si confieso de dónde saque la ubicación. — Jimin estaba nervioso por la cercanía del mayor, pero no lo demostraba, a pesar de escuchar sus propios latidos golpeando fuertemente su caja torácica.

—    Lo peor que puede pasarme es que me castiguen, pero, olvidas que vivo en el campus donde estudio, Jimin. — el mayor acorraló a Jimin entre un estante de libros y él. Recargó el brazo derecho a lado de la cabeza de Jimin y su brazo izquierdo tomó su cintura. —. No me molesta que castiguen a Taehyung sin verte... con tal de que sólo puedas estar conmigo... — Jimin sólo miraba los rosados labios del mayor, no podía pensar muy bien y su corazón bombeaba con fuerza.

    Prometimos no... volver a hacerlo. — Jimin soltó un pequeño jadeo cuando Namjoon comenzó a repartir pequeños besos en su cuello.

    Vamos Jiminnie... Sé que me has extrañado tanto como yo... — Namjoon comenzaba a meter la mano dentro de la camisa de Jimin, ya que aún tenía puesto el uniforme del colegio.

El pequeño estaba a punto de volver a caer ante las caricias de Namjoon, pero lo apartó de un empujón.

    No, Namjoon... No volveré a caer, yo... — el sonido de la puerta interrumpió a Jimin y ambos se separaron a una distancia prudente y Taehyung se asomó detrás de la puerta.

    Jimin, vamos a comer, mamá mandó a preparar la pasta que tanto te gusta. — dijo el pelinegro.

    Gracias Tae, iré en seguida. — Jimin caminó hacia la salida de la habitación y antes de salir, se volteó hacia Namjoon. — . Oh, Namjoon... Recuerda que todos tenemos un as bajo la manga. — el príncipe dio pequeños golpes con su dedo índice su nariz y pudo ver que Namjoon abría levemente la boca en muestra de asombro —. Espero que no se comente nada. Gracias por la charla. 

    ¿Y? ¿Te dijo que les diría a mis padres? — dijo Taehyung una vez que ambos salieron de la biblioteca, en camino al comedor, donde la familia Kim y Hoseok los esperaban.

    Tranquilo Tae, tu hermano comprendió en un segundo que eso no le conviene. — Jimin sonrió con sorna, a pesar de la mirada confundida de Taehyung. Sin embargo, prefirió no hacer preguntas al respecto.

Jimin podía destruirte en tan sólo un chasquido.

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