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Andrius quiso quedarse en casa, estaba cansado y aunque a Greta no le apetecía tener una caminata, sus amigas la convencieron de que era lo mejor.
Sam había preparado la cesta para el pinic, Pauline la ayudaba con las cosas y Greta recordaba a todos la fiesta de Halloween en la que acamparon en un lugar supuestamente maldito.

El nombre de Nathan causó miradas y un incómodo silencio. Todos evitaron el asunto, nadie quiso hablar de eso. Pero muchos habían sido trastocados.

Pauline había seguido con el tema, se había apartado del grupo maldiciendo y Bea preocupada la había seguido.
Pauline había recordado a Karen y se había roto en llanto sobre el hombro de quien nunca consideró su amiga.

Los demás querían creer para sí, que se trataban de desafortunados accidentes.

Era evidente que aquel momento había opacado la tarde, y aunque quisieran escapar de ese pensamiento les ocuparía la mente un rato.

Fer se había ocupado con una herida en el tobillo de Sam.

Sherman y Félix prepararon las escopetas y subieron la colina en busca de una buena presa.
Bea no creía que fueran a hacerse daño, el asesino no podría atacar de una manera tan obvia, no debía revelar su identidad hasta que acabase con cada uno de ellos.
Por lo que tomó una manta y se sentó debajo de un árbol donde ante sus ojos era visible lo que hacían los demás.

Había aprovechado esa distancia para apuntar sus observaciones.

Sam estaba teniendo dificultad para conciliar el sueño abrumada por problemas cotidianos, otro que también presentaba ojeras era Andrius, su repentino dolor de cabeza junto a esos temblores, le hacían concluir que estaba enfermo a causa de su exposición a algún metal pesado.
Greta lo ocultaba, pero estaba asustada.
Alex estaba sufriendo estrés recientemente.
Por su parte, Fer estaba demasiado relajado. Y Pauline, era evidente su inestabilidad emocional a causa de la situación, era la única consciente de que había un verdadero problema.

Observó a Alex caminar a su dirección y con disimulo guardó el cuaderno en el bolsillo de su chaqueta.

Alex se sentó a su lado observando también a los demás, había acaparado para sí una botella de vino.

—Sabes que nunca fuiste igual al resto. —la miró para luego tomar un trago.

Bea no tenía las palabras adecuadas y permaneció en silencio.

—Recuéstate. —pidió la chica. —Dime si no es lo más perfecto que hay.

Él le hizo caso, hundió la cabeza en la hierba, se dejó envolver por el olor silvestre, cerró los ojos y dijo:  —Creo que lo más perfecto que existe, eres tú.

En ese preciso momento Bea había compartido mirada con Fer, se había sentido incluso más nerviosa que con las palabras de Alex.

—¿No dirás nada? — se posicionó justo enfrente de ella y cuando estuvo a escasos centímetros de sus labios, intentó besarla. En cambio, Bea retrocedió.

—Entiendo. —dijo acariciando sus manos y caminó por el bosque un rato.

El Sol se puso tras las colinas, indicando que la noche había llegado. Algunos quisieron acampar, pero como no todos estuvieron de acuerdo, volvieron.

Bea había respirado tranquila, al ver que después de una tarde solo, Andrius estaba bien.
Le faltaban detalles para resolver este caso, no sabía si el asesino iba a por ella, por Bella, pues había revisado y los neumáticos habían sido pinchados con algo colocado en su camino.
O quizás no tenía un orden claro, estaba haciendo esto al azar.

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