twenty-eight - he couldn't save me

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chapter xxviii.
( iron man 3 )

esta noche, solo cierras los ojos
y observo como te escabulles
¿qué tan cerca estoy de perderte?
today ─── the national

miami, florida
24 de diciembre, 2012

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—Lisa, tienes despertar.

Dejo escapar un gemido silencioso.

—Todo irá bien, cariño —una voz suave y amable me consuela—. Abre los ojos.

Gimo de nuevo antes de obedecer. Maria Stark me observa con una pequeña sonrisa mientras la sangre gotea por el costado de su cabeza. Mis cejas se fruncen y me levanto sobre mis codos. Me da una pequeña sonrisa y no puedo evitar sonreírle.

—Hola, abuela —hablo en voz baja—. Te he echado de menos —ella me da otra sonrisa—. Papá también. Creo que le duele cuánto te extraña.

Ella asiente en comprensión.

—Lo sé, cariño, lo sé. También os echamos de menos —apoya una mano gentil en mi mejilla de dieciséis años mientras el fuego de un auto arde detrás de ella—. Cariño, debes recordarlo.

—¿Recordarlo?

—Sí, Lisa —es Howard quien se encuentra frente a mí ahora—, tienes que recordarlo.

Ouch.

Eso es más o menos el resumen de mis pensamientos en este momento.

Solo... ouch.

Mi cabeza me está matando y lentamente me viene a la mente la razón. No solo tuve que lidiar con el Mandarín, o Trevor Slattery o lo que sea el tipo de las drogas, sino que me un hombre con superfuerza me pateó. Ah, todo tiene mucho sentido ahora. Me doy cuenta de que también me duele el hombro, como si hubiera estado en la misma posición durante un tiempo. El zumbido en mis oídos comienza a disiparse y el sonido de las voces me obliga a abrir los ojos.

—No, vosotros estáis en una mazmorra —Maya Hansen se encuentra en mi dirección, hablando a la ligera—. Yo soy libre.

—Sí —papá, que parece estar atado a un somier de metal hacia arriba, responde en un tono incrédulo.

Abro los ojos un poquito y veo que estoy acostada en un suelo. Hay esposas alrededor de mis muñecas y una delgada cadena me engancha a la pared. Me quedo callada, no encuentro palabras dentro de mí. La sangre se filtra por mis mangas, formando un pequeño charco alrededor de mis brazos. Mi estómago se revuelve y todo lo que quiero es estar en paz. En este punto, dormir o morir está bien. Lo que sea que llegue primero. Maya suspira, girando desde su silla para ponerse de pie.

Comienza a dar unos pasos mientras su voz resuena en las paredes.

—Han pasado muchas cosas, Tony. Pero estoy cerca —papá lucha por zafarse del agarre, liberando una bocanada de aire cuando no tiene éxito—. Extremis está prácticamente estabilizado...

—¡No, no lo está! —ruge papá—. La gente está explotando. Está estucando las paredes —su voz baja mientras sacude la cabeza—. Maya, te estás engañando, igual que Lisa.

Trago con dificultad y meneo el hombro dolorido.

—Pues ayúdame a arreglarlo —ella sostiene un pequeño papel.

Papá hace una mueca y asiente con la cabeza.

—¿Yo escribí eso?

Su mano cae y ella parpadea con lágrimas.

—¡Sí!

—Recuerdo la noche, no la mañana —él la mira y, si tuviera energía, me atragantaría—. ¿Has estado persiguiendo esto?

—¿No lo recuerdas? —ella pregunta en tranquila desesperación.

—No puedo ayudarte —él no responde exactamente su pregunta—. Tú tenías cierta psicología moral. Tenías ideales. Querías ayudar a la gente.

Ella traga y respira pesadamente.

—Y mírate ahora —su voz ya no suena enojada.

Su cara defensivamente se lanza hacia un lado.

—Yo puedo despertar cada mañana junto a dos personas... —hace una pausa—, que aún conservan sus almas —las lágrimas se deslizan por mis mejillas sucias antes de que papá diga firmemente—: Sácanos de aquí —su cabeza rueda hacia atrás—. Vamos.

Los orbes de ella llorosos se oscurecen, dándole la espalda y alejándose de él.

—¿Sabes qué me decía mi viejo? —la voz de Aldrich Killian llena mis oídos mientras sus zapatos de vestir hacen clic por las escaleras.

Mis ojos se cierran miserablemente.

—Era uno de sus dichos favoritos, entre muchos: 'el pájaro que madruga se lleva la oruga, pero el segundo ratón se queda el queso.'

—Sigues cabreado por lo que pasó en Suiza, ¿eh?

—¿Cómo voy a estar enfadado contigo? —extiente las manos—. Quiero darte las gracias. Tú me diste el mayor regalo que me haya dado nadie —Killian se acerca y papá pone los ojos en blanco—. La desesperación. Recuerdas lo de Suiza, dijiste que nos veríamos en la azotea, ¿verdad? Durante los primeros veinte minutos, creí que aparecerías. Y la siguiente hora —hace una pausa, mirando a mi padre—, me planteé coger el atajo directo al vestíbulo, ya me comprendes.

—Aún estoy tratando de averiguar qué le pasó al primer ratón —papá menea la cabeza, siendo su yo sarcástico habitual.

Él lo ignora cuando sus pies se clavan en mi dirección.

—Pero, mientras miraba la ciudad, nadie sabía que estaba allí, nadie podía verme, nadie miraba siquiera. Pero entonces, Tony, una niña, tu niña —de imprevisto, su mano agarra la parte posterior de mi cuello y me levanta, provocando un grito apresurado.

Papá se estremece contra sus restricciones y su mandíbula se aprieta ante este maníaco en el que estúpidamente confié. Sus ojos se estrechan y no se rinde luchando contra las tiras y el marco de metal. Killian, manteniendo sus iris burlones en mi padre, aprieta mi cuello y yo siseo por el dolor que se apodera de mi piel. Cuando los ojos de papá se clavan en mí, mantengo los míos bajos e intento mantener mi rostro alejado. No quiero que vea esto.

—Ella me ayudó a darme cuenta de algo...

Killian me agarra de la barbilla, haciendo que mire directamente a mi padre. Mis labios tiemblan y respiro hondo mientras sus ojos tristes me miran. Y así, puedo leerlo otra vez. Me dice que está bien. Que no es mi culpa. Que todo va a salir bien. Todo lo que quería que alguien me dijera es lo que veo ahora. Pero esta vez sé que está equivocado. Esto no está bien. No lo estará. Las lágrimas caen por mi rostro y mi respiración temblorosa se vuelve irregular a medida que la determinación y la ira llenan mi pecho. Hay tanta furia arremolinándose dentro de mí que me consume y devora, y un día me matará.

Quizás no hoy.

Quizás no en los próximos años.

Pero lo hará.

Mi ira será mi final.

Y mi padre, mi mundo entero convertido en persona, sufrirá por ello.

—Me dio una idea que me guiaría en los años venideros. El anonimato, Tony —Killian suelta su agarre en mi cuello, empujando mi cabeza hacia un lado, alejándose—. Gracias a ti, gracias a que la abandonaste esa noche en Suiza —trago con fuerza y uso mis muñecas sangrantes para limpiarme las lágrimas con furia—, has sido mi mantra desde entonces —mira a Maya—. ¿Verdad?

Ella asiente y le da una sonrisa falsa y amarga, manteniendo los ojos llorosos sobre mi padre.

—Simplemente lo diriges entre bastidores. Porque en cuanto le pones rostro al mal, un Bin Laden, un Gadafi, un Mandarín, le entregas un blanco a la gente.

Papá se burla, pero mantiene sus ojos en mí, como si tuviera miedo de que desapareciera en cualquier momento.

—Eres lo que no hay.

—Ya le habéis conocido, ¿verdad? —Killian se sienta y nos mira a los dos.

Miro hacia otro lado cuando papá responde aburrido:

—Sí. Sir Laurence Tontainer.

—Ya sé que a veces se pasa un poco. No es culpa mía del todo. Tiene tendencia a... —Killian se apresura a explicar, moviendo la mano—. Es actor de teatro. Dicen que su Rey Lear fue el novamás en Croydon, sea lo que sea...

Este hombre no sabe nada de cultura. El Rey Lear es un personaje de una obra de Shakespeare. Una tragedia... como esta.

—En fin —Killian vuelve a enfocarse—. La cuestión es que, desde que el grandullón del martillo cayó del cielo —¿dónde está el Señor Musculitos cuándo lo necesitas?—, la sutileza ha pasado a la historia.

—¿Qué es lo próximo para ti y tu mundo? —papá pregunta en un tono seco, apartando sus ojos de mí.

—Verás, quería corresponderte con el mismo regalo que tú tan gentilmente me concediste a mí.

Con eso, su espalda se arquea mientras rueda tres bolas de metal. Cuando hace clic en un control remoto, una imagen repentina y horrible se proyecta ante nosotros.

Pepper.

—La desesperación —dice Killian sin ninguna empatía.

Con horror, la boca de papá se abre un poco y yo respiro temblorosa. Pepper está atada y cubierta de barras, apoyada contra una mesa diagonal de metal. Su piel resplandece con un repugnante color naranja que se enrosca en las venas y los músculos. Las lágrimas brotan de sus ojos y su boca se mueve, rogando que se detengan.

—Esto es en directo. No sé si te das cuenta pero, en estos momentos, el cuerpo está tratando de decidir si acepta a Extremis o se rinde sin más.

Contengo el aliento, sintiendo esa misma garra de culpa amarga implacablemente en mi pecho. Papá se retira en sus restricciones, cerrando los ojos con ira y dolor. Apresuradamente aleja su rostro de la imagen y sus ojos marrones se encuentran con los míos azules. Y luego creo que lo veo. Culpa. Enfado. Decepción. Esto es culpa mía. Dejo que la única persona en el mundo que ama sea torturada; soy la razón por la que la persona que él ama puede morir.

—Lo siento —apenas susurro, mi labio inferior tiembla.

—Y si se rinde —continúa Killian.

Ahogo un sollozo, sin importarme si sueno débil. No me importa si soy Lisa Stark o el Cuervo Rojo. Esa es mi madre. Respiro temblorosamente, tirando de las esposas y las cadenas. Los ojos de papá lucen llorosos al ver como Pepper grita.

—La detonación es bastante espectacular.

Empiezo a hiperventilar en silencio y ni siquiera mi conteo puede ayudar. Mi estómago se revuelve y me dan arcadas, creo que me voy a vomitar. La mandíbula de papá se mueve y retrocede, saltando sobre sus talones. Asiente levemente, indicando que ya ha tenido suficiente, que no puede aguantar más. Maya aleja sus ojos ante la vista repugnante.

No estoy bien. No estoy bien. No estoy bien.

—Pero hasta ese momento, solo es mucho dolor —Killian apaga la proyección, levantando las manos descuidadamente—. Ni siquiera hemos hablado aún del salario.

De repente, se acerca a mi padre y lo agarra por el cuello. Papá se ahoga cuando la cara de Killian comienza a sonrojarse con naranja.

—¡No! —grito, luchando más fuerte en mis restricciones.

—¿Qué clase de beneficio extra te gustaría? —Killian se burla.

Los ojos doloridos de papá parpadean. Es casi como si ya no le importara. Es que no le importa.

—Suéltalo —la voz de Maya es fuerte, haciéndonos girar para mirarla.

—Espera, espera —le susurra Killian a papá, soltándolo y permitiéndole jadear—. Maya.

—He dicho que lo sueltes —Maya está sosteniendo un dispositivo extraño cerca de su cuello.

Killian le extiende una mano.

—¿Qué estás haciendo?

—1200 centímetros cúbicos. Con la mitad, estoy muerta.

—Los momentos así, Lisa, de algún modo, ponen a prueba mi temple —me informa y yo lo fulmino. Luego acerca una mano a la científica—. Maya, dame el inyector.

—Si yo muero, Killian, ¿qué pasará con tus soldados? —ella comienza a retroceder escaleras arriba—. ¿Qué pasará con tu producto?

—No vamos a hacerlo, ¿vale?

—¿Qué pasa contigo si te calientas demasiado?

¡Ja! No será un problema.

Da un paso hacia ella, pero se detiene cuando le da la mirada de que habla en serio. Y él sabe que sí. Respira hondo y pasa la vista de mi padre a mí. Me mira con una sonrisa arrogante y despiadada. Puedo verlo venir desde una milla de distancia. Grito en advertencia, pero es demasiado tarde. Killian saca una pistola y dispara a Maya en el estómago. Los ojos de papá se abren y yo me estremezco. Ella se sobresalta en shock y cae al suelo. Me estremezco de horror y la expresión de papá se vuelve triste.

—La buena noticia es que acaba de quedar vacante un alto cargo —nos dice Killian con un movimiento de cabeza.

Maya cae al suelo y su vida se esfuma.

—Ahora al otro punto...

Un fuerte chillido sale de mis labios cuando Killian mete una mano en mi cabello y levanta mi cabeza. A medida que tira más fuerte, siento que mis rodillas se levantan. Mis dedos rascan en pánico contra el cemento, tratando de encontrar una manera de soportar el tirón agonizante. Todo lo que se puede escuchar de mí son respiraciones rápidas y pequeños gemidos; los dos adultos me miran con dos expresiones muy diferentes. Killian luce casi intrigado, observando con aire de suficiencia. Papá tiene los puños apretados sobre su cabeza y su rodilla rebota en una rabia apenas contenida.

—¡Ya te has explicado! —papá escupe—. Has matado a la mujer, tienes a Pepper bajo control, puedes matar a mi hija, ¡lo entiendo! Tienes todo el poder, ¿eso es lo que quieres probar? —los dientes de papá se aprietan—. Ya es suficiente.

Mis manos esposadas se mueven para tratar de desenredar sus dedos de mi pelo.

—Hm, ¿eso dices, Tony? ¿Que es suficiente?

—Sabía que debería haber acabado contigo cuando tuve la oportunidad —grito, incapaz de controlar mi lengua.

Él se ríe.

—Créeme, muñequita, el sentimiento es mutuo.

Me burlo.

—Vamos —papá aprieta los dientes visiblemente—. No la necesitas. Me tienes a mí. Suéltala. Ya la engañaste para que te ayudara.

—Ojalá fuera cierto, Tony. Pero, con toda honestidad, Lisa nunca me ha ayudado —tira más de mi pelo, haciéndome silbar mientras evito mirarlo—. ¿Lo hiciste, cariño? —su dulce voz se vuelve áspera—. ¡¿Lo hiciste?!

Mis ojos azules miran furiosamente a un lado y mantengo mi mandíbula cerrada.

—¿Quieres decírselo tú o lo hago yo? —su voz se burla, tratándome como una niña de cinco años—. Decide: ¿tú o yo?

Suelto un fuerte gruñido, girando mis piernas para patearlo en el talón.

Él no parece sentir nada cuando empuja mi cabeza, obligándome a mirarlo.

—Díselo.

Con los ojos aún deslumbrantes, sacudo un poco la cabeza y escupo:

—No.

—¡Díselo! —ordena, haciéndome estremecer antes de tirar de mí hasta dejarme delante de mi padre.

Los grandes ojos de papá pasan de Killian a mí y puedo ver dos emociones en su rostro. Ira y confusión. No puedo decírselo. Tengo que decírselo. Oh Dios, ¿qué me pasa? ¿Por qué no le conté todo desde el principio? La mano libre de Killian se lanza hacia abajo y mete sus dedos en mi muñeca, tirando de los cables expuestos y la carne desgarrada. Un grito fuerte y desesperado se extiende desde mi boca y papá suelta un gruñido de dolor, tirando furiosamente del somier.

Mi grito se desvanece en un gemido al sentir sus dedos curvarse más profundamente en mi carne.

—Oh Dios, detente, detente, por favor...

Ignorándome, Killian le informa a mi padre con mucha naturalidad:

—Tu preciosa niña se está muriendo, Tony.

Parece que todo el aire ha sido absorbido de la sala. Estoy mareada y no puedo decir si es por dolor o por remordimiento. Los labios de papá se separan y su mirada asustada se clava en mí, y puedo ver el temblor furioso creciendo en sus manos atadas.

—Ella ha estado... ¿cuántos meses? —Killian me mira, fingiendo ignorancia—. ¿Cuatro o cinco? Se llama Degeneración de los Vasos Sanguíneos e Infección Tóxica, si no recuerdo mal. La ha estado matando desde el interior, carcomiendo su piel, haciendo inutilizables sus propulsores. Fíjate, Tony —tira bruscamente de mis muñecas.

La cara de papá parece contener los vómitos mientras su cabeza se mueve hacia adelante y hacia atrás y su pecho se agita.

—Ay —Killian aprieta visiblemente sus dientes hacia mis brazos—. ¿Y sabes cuál es la peor parte, Tony? Además de lo obvio —se ríe, volviendo a mirar a mi padre—. Que ni siquiera te has dado cuenta. Supongo que no ha cambiado mucho desde el 99, ¿verdad, cariño?

No respondo al mirar los ojos de papá. Veo el dolor arrasarlo cuando las palabras rebotan en el interior de su cabeza. Recuerdo todas esas noches en que mi torso permanecía suspendido sobre el inodoro y solo vomitaba sangre. En las que apenas podía pararme por mis horriblemente delgadas piernas. Cuando papá, Pepper y el mundo entero me dijeron que las visiones no eran reales y el sentimiento de tener que guardarme los fragmentos del 16 de diciembre. Recuerdo que papá no me salvó cuando la casa fue destruida. Lo recuerdo todo. Una sola lágrima se quema por el costado de la cara de mi padre y su cabeza se mueve hacia un lado en respuesta.

Killian le señala con el dedo.

—Y voy a hacer lo que tú nunca pudiste —sonríe. Los ojos de papá parpadean con el terrible miedo de saber que Killian probablemente tenga razón—. Voy a salvarla, Tony. Y será por lo que ayudaste a diseñar y con lo que ella me ayudó. ¿No es poético?

—Eres un maníaco —papá exhala con incredulidad, incapaz de mirarme ahora.

Sus ojos están llenos de lágrimas y deja escapar pequeñas bocanadas de aire, tratando de controlarse.

—No, soy un visionario —Killian descuidadamente desbloquea mis cadenas, tirando de mí—. Pero tengo un maníaco.

Se me cae el pelo a los ojos y me esfuerzo por mirar por encima del hombro mientras Killian me arrastra hacia la salida del calabozo.

—Y esta noche sale a escena.

Justo cuando atravesamos la puerta, a través de las mesas de trabajo y el equipo de metal, puedo ver a papá tirando de sus restricciones con pánico. Sus grandes ojos se encuentran con los míos y otra lágrima gotea por su rostro. Esto es el fin. De alguna manera sé que lo es, en algún lugar profundo de mi pecho. Me alejo de su mirada antes de que salir completamente.

—¿Qué harás ahora, Aldrich? —las palabras me queman la garganta, pero sigo adelante, sin encontrar ninguna razón para callarme y "comportarme"—. ¿Inyectarme el Extremis y rezar para no explotar? ¿Es así como pagarás la amabilidad que te mostré hace trece años? ¿Así demostrarás que te importa?

Repentinamente, me da la vuelta y me golpea contra la pared, haciéndome gritar en voz alta.

—Si crees que me preocupo por ti, Lisa, estás completamente equivocada —aún intento averiguar si debería ofenderme o no para cuando él comience a hablar de nuevo—. Estoy pagando una deuda. Nada más. Cuando el Extremis te haya curado, podrás entrar en tu camino a la felicidad.

Me empuja junto a él.

—¡¿No crees que contaré a todos los que conozco lo que está pasando aquí?! —mi voz se vuelve más fuerte y más enojada con cada palabra—. ¡¿No crees que gritaré a los cuatro vientos lo que has hecho?!

Pone los ojos en blanco mientras viajamos por los pasillos.

—Por Dios, escúchate. Ya piensan que estás loca, Lisa. Dudo mucho que puedas conseguir que cinco personas te escuchen.

Mi boca se cierra y mis cejas se fruncen, pensando si eso es realmente cierto. ¿Nadie me creería? Soy la hija de Tony Stark y casia un genio (no realmente), pero eso no significa que alguien piense que no estoy loca. ¿Los enviaría al límite cuando se trate de una opinión sobre mí? ¿Gritaría tan fuerte y a nadie le importaría escuchar? ¿No es eso lo que ya estoy haciendo?

Salgo de mis pensamientos al ver a un hombre calvo aparecer. Se me escapa un fuerte gemido cuando Savin camina por el lado opuesto de Killian. Mis pies tiemblan, tratando de mantener su ritmo rápido al caminar.

Sus delgados labios se arquean en una sonrisa antes de concentrarse en su jefe, diciendo.

—Con el Patriot colocado...

Mis ojos se abren.

¿El Patriot? ¿Iron Patriot? ¿Se llevaron el traje de Rhodey? Oh Dios, esto acaba de pasar de horrible a aún más horrible. Ah, Jesús, esa patada en la cabeza parece haber realmente alterado mis pensamientos.

Savin continúa:

—... tardaré nueve o diez minutos en derrotarlos.

—Estupendo, pero creo que había alguien dentro —responde Killian antes de que termine de arrastrarme por el largo y oscuro pasillo hacia un espacio abierto, diciendo a los guardias que están de pie—: Buenas tardes, señores.

Mis ojos aún rojos y punzantes bailan hasta que aterrizan en el traje rojo, blanco y azul que cuelga del techo con cadenas. Hay hombres con monos a su alrededor, colocando herramientas contra él, tratando de abrirse paso.

—Hola, Coronel —anuncia Killian descuidadamente.

—¡¿Rhodey?! —intento pasar a Killian para llegar a mi tío.

Killian pone los ojos en blanco, se quita la chaqueta del traje y me empuja hacia Savin.

—Sujétala.

—¿Lisa? —la voz conmocionada de Rhodey suena tan distante y resonante desde dentro del traje de metal.

—Apártese —dice Killian secamente, haciendo un gesto a los guardias.

Sus manos comienzan a brillar y las apoya en el abdomen de la armadura, respirando aire mientras su rostro se pone rojo.

—Le sacaremos de ahí —Killian ladea la cabeza—. No se preocupe.

Se me corta la respiración cuando veo que el metal comienza a arder.

Con ojos preocupados, Savin me empuja más cerca de Killian.

—Dañará la armadura.

—Sí, es verdad. Pero tú puedes arreglarla, ¿no? —Killian mira a Savin antes de asentir—. Llevaré el Chinook al campamento base. Y quiero a Potts y la niña Stark conmigo.

Mi respiración se acelera al pensar en cómo demonios voy a sacarnos a Pepper y a mí de esto. Papá no está. Estoy sola. Tengo que resolverlo por mi cuenta.

—Aún está en Fase Dos.

—No estás sordo, ¿verdad? —Killian suelta un suspiro. Luego mira la armadura—. ¿Piensas salir?

Las cejas de Savin se levantan, su agarre en mi brazo se tensa.

Escucho a Rhodey jadear antes de comenzar a decir rápidamente:

—No te abras. No te abras. Note abras. No te abras... —de repente cambia su tono a un rápido y confiado—. Vale, pues adelante.

El traje se despega y mi tío se lanza con el puño en alto. Da un puñetazo a Savin y lo patea en el pecho, alejándolo de mí. Rhodey me agarra del hombro, me da la vuelta y se para frente a mí mientras continúa luchando. Al retroceder, la boca de Killian se abre y el fuego se desata en una larga corriente de calor.

—Santo Dios —susurro sobre el hombro de Rhodey.

Rhodey retrocede, alzando las cejas.

—¿Es... escupe fuego? —él asiente rápidamente—. Vale.

Antes de que pueda procesar lo que está sucediendo, Savin le da un fuerte empujón a Rhodey y mi tío se golpea la frente contra el cemento. Suelto un fuerte grito cuando cae sin fuerzas. Savin me agarra y mira a Killian con los ojos entrecerrados.

Killian levanta las manos y respira profundamente, reponiéndose.

—Es un día glorioso, Savin. Mañana, a estas horas, tendré al líder más poderoso de Occidente en una mano —mis ojos se abren al darme cuenta de lo que quiere decir—, y al terrorista más temido en el otra. La guerra contra el terror será mía. Yo crearé la oferta y la demanda —me agarra del brazo y comienza a alejarme, aún hablando con Savin—. Para ti y para tus hermanos y hermanas.

Mi cuerpo queda metido en la parte trasera de un helicóptero de estilo militar unos minutos después y, cuando trato de hablar de nuevo, me ponen una mordaza. Es justo, supongo. El viento y el zumbido incesante del helicóptero amenaza con reventar mis tímpanos mientras frunzo a Killian, que está haciendo un trabajo maravilloso al ignorarme. Mis manos continúan trabajando, tratando de soltarme de las esposas al tiempo que sobrevolamos la ciudad y nos acercamos a la costa.

El viento me revuelve el pelo nada más me arrastran fuera del transporte que nos llevó a lo que parece un barco muy grande. Miro a mi entorno, extrañada, y me empujan más profundamente en el vientre de la bestia de metal. Mis Converse caen con cansancio contra el suelo, llevándome a una sala iluminada en tonos grises; mis ojos se abren y un jadeo agudo deja mis labios ante lo que, o más bien a quién, veo ante mí. Killian pasa de mi forma aturdida, golpeando mis manos esposadas. Reprimo una mueca al verlo arrimarse a ella. Pepper yace inconsciente sobre una mesa de metal aterradora, el sudor se acumula en su frente y su cabello cae a su alrededor. Un guardia cercano empuja una aguja en su brazo y la miro resoplando antes de que ella se despierte con un jadeo tranquilo.

—Hola —Killian da una sonrisa espeluznante de dientes blancos.

—¡Pepper! —chillo aterrorizada, haciendo que mi madre me mire.

La confusión se apodera de su rostro mientras intenta darle sentido a lo que ve. Su pecho comienza a moverse más rápido a medida que el pánico se refleja en sus ojos. Sin apartar los míos de ella, lanzo mi codo al guardia que me sujeta, haciéndolo tropezar antes de voltearme y patearlo en el pecho. Me agacho debajo de cualquiera que intenta detenerme y quedo frente a Pepper, mirándola con ojos llorosos. Retrocediendo unos centímetros, Killian hace un gesto a los hombres, indicándome que me permitan estar junto a ella.

—Pepper, lo siento mucho —le susurro, con las cejas fruncidas mientras lucho contra las emociones.

—¿Qué? —su cabello rubio fresa se agita al negar—. No, cariño, no pasa nada —tira de sus ataduras de metal por un momento antes de continuar—. ¿Estás bien?

Trago con dificultad y doy un rápido asentimiento, incluso si es mentira.

—¿Y tu padre?

—Tony Stark está, eh —Killian interviene, apoyando una mano en mi espalda y esbozando una pequeña sonrisa—, enfrentándose a un ultimátum ahora mismo.

Cuando me estremezco ante su toque, Pepper respira hondo.

—¿Crees que él te va a ayudar? No lo hará.

—Teneros aquí no es solo para motivar a Tony Stark —se inclina más cerca de su cara—. Es, um, en realidad es más embarazoso. Estáis aquí como mis...

Al darse cuenta, Pepper interrumpe en voz baja.

—Trofeos.

Killian se ríe casi en silencio, asintiendo con una mueca.

—Mmm.

Pepper aprieta los labios, aparta la mirada de Killian y vuelve a mí. El hombre siente con la cabeza hacia los guardias y luego me agarran. Los ojos de Pepper se abren y lucho furiosamente contra ellos, pateando mis piernas y sacudiendo mi torso. Escucho a Pepper gritarles que me dejen en paz, pero todo se desvanece cuando mi cabeza comienza a girar y mi estómago se hunde. Los hombres crueles que me arrastran y me empujan en una mesa de metal.

¡No! —exclamo desesperadamente—. ¡No, no! —cierran los barrotes y luego empujan agujas y tubos en mi carne ya rota y desgarrada—. ¡Killian! ¡Detente! ¡Haz que paren ahora mismo!

Mis gritos se callan cuando escucho un zumbido. El piso de metal tiembla nada más Iron Patriot aterriza. Me sobresalto en shock y una sonrisa aparece en mi rostro. Veo el gran traje de bandera estadounidense acercándose con orgullo. ¡Oh, gracias Jesús! ¡Rhodey! ¡Es libre! Y recuperó el traje, lo que significa que papá no puede andar muy lejos y que nos salvarán. Todo va bien. Todo estará bien, tal como lo prometió papá.

Lo conseguirá.

Mi sonrisa cae instantáneamente cuando veo la reacción de Killian.

—Buenas noches, señor —inclina la cabeza con una sonrisa.

El traje se separa para revelar al presidente de América. Ellis sale del traje y cae de rodillas. Mi mandíbula cae y Pepper jadea ligeramente, sus ojos van del presidente a Killian. Los ojos claros del presidente se levantan mientras nos mira.

—Bienvenido a bordo, señor presidente —se burla Killian.

—El Mandarín —dice Ellis.

—En carne y hueso.

Los ojos del presidente pasan del hombre a Pepper y luego a mí.

—¿Las chicas de Stark? ¡¿Las has arrastrado a esto?! ¡¿Por qué?

—Me preocuparía por mi propio pellejo si fuera usted, señor presidente —Killian baja la barbilla y lo mira desde el otro lado de la frente—. Le colgarán pronto.

Cuando sus ojos se abren, los guardias arrastran al presidente y comienzan a empujarlo hacia una escalera.

Killian se mueve tras ellos, después piensa algo y se vuelve para mirarlos.

—Llevad a Potts a la proa. La señorita Stark se queda, tiene que curarse de las heridas.

Pepper y yo nos miramos con los ojos muy abiertos cuando comienzan a sacarla de la mesa. Lucha contra ellos mientras la sacan completamente y la llevan a la salida. Me mira en pánico y solo la observo impotente mientras desaparece. Las lágrimas arden en mis ojos y mi pecho se estremece al mirar furiosamente a Killian.

—¡Púdrete! —mi voz joven rebota por la sala de metal.

—¿Después de todo lo que he hecho? —Killian se mofa, manteniendo su voz ligera—. Lisa, soy yo quien está a punto de salvarte la vida. Y fuiste tú la que se quiso involucrar.

—Ugh —gimo, rodando la cabeza y los ojos—. Mátame ya, me ahorrará el sufrimiento de tener que escucharle.

Killian sonríe.

—Di adiós, señorita Stark. Creo que esto es lo último que verá.

Mi expresión cae y mis párpados junto con ella, y es entonces cuando veo el naranja palpitar a través de mi cuerpo. El humo sale a través, ardiendo de dentro hacia afuera. Siento que mis ojos brillan con un color desconocido, no mi azul normal o el azul brillante del Teseracto; es naranja, un naranja devorador. Respiro hondo y gimoteante y lo libero rápidamente, frunciendo los labios con la esperanza de enfriar mi interior.

Oh Dios, me duele muchísimo.

El fuego ilumina mis órganos hasta que puedo ver mis costillas y mis pulmones a través de mi carne y mi camisa. Dejo escapar un chillido silencioso cuando mis muñecas comienzan a arder y crujir. Las ascuas vuelas y mis ojos caen para ver lo que solían ser mis muñecas, que ahora parecen lava. Trozos negros de carne se mueven y giran, formando mis brazos. Un fuerte y penetrante grito resuena contra el metal mientras el Extremis continúa reconstruyendo mis venas y diezmando la carne. Siento que me sube por el cuello hasta que puedo sentirlo en mi cara, y ahí es cuando comienza el mareo.

Lo único que puedo reconocer antes de desmayarme es que el mundo está en llamas.

Todo está en llamas.

Y de verdad que lo está.

Mi cabeza se levanta y profiero un grito, una explosión sacude la sala en la que estoy. Mis oídos pitan y toda mi sangre corre hacia mi cabeza mientras busco la conciencia. Gimo ligeramente y la sacudo, tratando de entender lo que está sucediendo. Explosiones continuas sacuden la sala y golpean contra mis tímpanos. Hay metal retorcido y destrozado a mi alrededor y chispas se disparan desde la pared cercana. También me doy cuenta de que estoy al revés, o tal vez de lado, honestamente, no está demasiado claro. Trato de moverme del metal que me cubre y un dolor repentino y agudo penetra en mi estómago. Frunzo ante el trozo metálico que parece chocar contra mí.

Unos pasos pesados suenan frente a mí y veo botas rojas y doradas. Papá. Sabía que me salvaría. Sabía que lo conseguiría. Una pequeña sonrisa agrietada encuentra mis mejillas antes de ver que el traje se agacha y las manos agarran los bordes del metal que cubre mi cuerpo. Éste cruje cuando mi padre lo levanta, solo para empujar más adentro de mi estómago.

—¡Para, por favor! —grito apresuradamente—. ¡Papá, papá, suéltalo! ¡Suéltalo!

Exhalo con doloroso alivio, él deja caer el metal, tratando de no lastimarme más de lo que ya estoy. Las rodillas de papá se doblan y agacha la cabeza. Su máscara se levanta inmediatamente y mi sonrisa regresa al mirarlo. Dios, lo he extrañado.

—¿Ves lo que pasa cuando te codeas con mis ex novias? —él rápidamente intenta hacerme sentir mejor. Por eso no te dejaba conocerlas, pequeñaja.

—Tienes razón, tienes razón, ¿es lo que quieres oír? —gimo bajo el peso y mis dedos comienzan a sangrar por los cortes que recibo al tratar de sacarme el metal.

—Más o menos —reconoce, inclinando la cabeza hacia adelante y hacia atrás.

—Agh, capullo —gruño, pero llego a soltar una débil carcajada. Me estremezco de repente y luego lloro por el metal—. Pepper —le susurro, sintiendo que mi cuerpo se calienta incluso al pensar en lo que nos han hecho estos hombres.

—Está a salvo —papá asiente rápidamente—. La Legión y Rhodey la sacaron.

Ha venido a por mí, como prometió una vez que siempre haría.

Suspiro y mi cabeza se sacude en aprobación. Bien, eso está bien.

—Eh —papá habla para llamar mi atención antes de extender una mano.

Escucho el metal crujir y aullar debajo de mí mientras unos sollozos rebeldes me sacuden los hombros doloridos. Mis manos temblorosas se extienden hacia las suyas, pero todavía estamos demasiado separados. Sus cejas se contorsionan, luchando por llegar a mí. No puedo alcanzarlo. Aprieto los dientes y gimo; mis dedos permanecen lo que parece una eternidad lejos de los suyos.

—Vamos. Un poco más, pequeñaja —se esfuerza más—. Ya casi está.

Una mano brillante rompe el suelo. Los dedos apuñalan y se retuercen en el pecho de mi padre, tirando y girando alrededor de su reactor ARK. Papá suelta un fuerte gruñido cuando su mano cae al suelo para estabilizarse. Su cabeza se inclina hacia adelante por el tirón de la mano apuñalada en su pecho.

—¡Papi! —lo empujan y cae de espaldas.

Las vigas se desplazan y me presionan más fuerte. Tengo mucho miedo de ser completamente aplastada, pero de alguna manera parece que no puedo concentrarme en eso. Todo lo que puedo ver es a mi padre, su pecho chisporrotea y sus ojos miran dolorosamente al techo. Gimo una vez más cuando veo a Killian salir del suelo, volviéndose hacia mí y señalando con el dedo a mi padre.

—¿Te está molestando?

No es difícil alzar el ceño.

—No te levantes —se acerca a papá, prácticamente se sienta encima antes de presionar y su dedo brillante en su pecho.

Mis ojos azules se abren de horror al ver que el metal comienza a humear y arder.

—Ooh, ¿hace calor?

Papá solo mira al hombre asqueado. Jadeo bruscamente por aire, viendo que el traje de papá sigue chisporroteando con el fuego proveniente de las manos de Killian.

—¿Te sientes atrapado? —dice Killian. Los ojos de papá buscan alrededor hasta que aterrizan brevemente en los míos—. ¿Cómo una tortuguita cociéndose dentro de su caparazón?

Gruño irregularmente, tratando de empujar el metal.

Yo puedo salvarlo. Tengo que salvarlo.

—Ella está mirando —se vuelve hacia mí con una sonrisa repugnante—. Tendrías que cerrar los ojos, muñequita. Cierra los ojos. Cierra los ojos. No creo que tu padre quiera que veas esto.

—¡No! ¡Papá! —mi voz se quiebra y las lágrimas amenazan con caer.

De improvisto, Killian tira de su puño hacia atrás, listo para aplastar la cara de mi padre. Estoy a punto de gritar de nuevo cuando veo que una larga espada sale disparada del traje y luego papá corta el brazo de Killian. La extremidad sale volando y rueda al suelo a unos metros de mí. Hago una arcada al verlo mientras Killian gime de dolor.

—No tengas prisa —papá respira y asiente un poco.

Hay un extraño chisporroteo y mis ojos vuelven al brazo que yace en el piso. Todo a su alrededor se está quemando y se ve casi almibarado en consistencia. Papá y yo nos miramos con horror justo antes de que el suelo se derrumbe. Mi cuerpo se retuerce y luego me caigo. Mi espalda se estrella contra una viga de metal inclinada. Ésta comienza a moverse y, cuando empiezo a deslizarme por el costado, otras dos vigas más caen y se estrellan contra mis piernas, manteniéndome en el lugar. Grito salvajemente ante la agonía que me recorre.

Todo mi miedo a Killian ha desaparecido por completo, ya que ahora cuelgo cientos de metros por encima de un ardiente suelo de hormigón. Siento náuseas por el dolor y el miedo mientras las lágrimas corren por mi cara sudorosa. Mis manos se agitan, tratando de encontrar algo a lo que agarrarme. Las luces del barco brillan en mis ojos y mi padre no Iron Man, solo mi padre, grita en la distancia. Puedo sentir el calor de las llamas en las cicatrices de mi espalda y hombros. Sollozo y gruño, raspando uno de los trozos de metal. Un movimiento repentino obliga a mis ojos a mirar hacia abajo, viendo a papá trepando apresuradamente una escalera amarilla en un esfuerzo por llegar a mí.

—Lees, te tengo —la voz entrecortada de papá intenta tranquilizarme antes de estirar el brazo en mi dirección—. ¡Tranquila, te tengo!

—¡Papi! —extiendo una mano hacia él, deseando estar más cerca.

Toda la sangre sigue corriendo hacia mi cabeza y siento que me estoy ahogando. Mi respiración tiembla y se contrae. Su cara luce aterrorizada mientras se inclina más y más hacia mí, apenas sujetándose de algo. Las vigas que me destrozan crujen, presionando más fuerte sobre mis muslos. Grito por el fuerte tirón a medida que el metal continúa moviéndose.

Las lágrimas corren por mi cara, mis ojos parpadean hacia las altas llamas de abajo.

—¡Oh, Dios!

—¡Mírame! —papá exige y mis ojos se vuelven a mirar.

Nuestros rostros están iluminados por el fuego y sus lágrimas brillan como el sol. Solo lo he visto tan aterrorizado una vez. Y fue en una visión que todos me dicen que no existe. Él está asustado. Muy asustado. Se estira aún más y su mano agarra salvajemente el aire, esperando atrapar la mía.

Puedo escuchar el pánico y las lágrimas en su voz cuando grita:

—Cariño, yo no llego y tú no puedes quedarte ahí, ¿vale?

—No puedo —susurro entrecortadamente, mi brazo cuelga débilmente debajo de mí—. Lo siento.

Le he fallado.

El mundo parece desacelerarse en el momento, mi último momento.

Pienso en la cara de Pepper y recuerdo que la he amado desde que la conocí. Recuerdo que una vez la llamé 'mamá' y casi lloró. Siempre ha sido la mejor madre que podría desear, incluso si no he seguido llamándola así. Rhodey y Happy vienen a continuación. Mis tíos. Siempre estaban dispuestos a hacer todo tipo de tonterías conmigo, compensando la falta de hermanos. A veces pienso que la miseria de mis primeros años valió la pena.

Tal vez ellos puedan seguir adelante, aunque Pepper probablemente tendrá más dificultades. Tienen vidas que vivir, personas que amar, propósitos que lograr. Vivirán. Encontrarán una forma de sobrevivir sin mí. Lo hicieron antes. Es un gran mundo y no soy nadie dentro de él. La tierra seguirá girando y mi muerte no hará la menor diferencia.

Pero luego está mi padre.

El tiempo se ralentiza más cuando pienso en su rostro, su risa y sus comentarios sarcásticos. No quiero saber qué dirá o hará cuando encuentre lo que queda de mi cuerpo sin vida al final de esta caída. Pero puedo imaginarlo cayendo de rodillas, gritando, goteando en la sangre de su hija, buscando un pulso cuando no lo hay. No quiero ver su expresión. No quiero imaginar las semanas que seguirán; semanas de duelo mientras lucha por lidiar con la realidad de que su pequeña está muerta y que nunca volveré. Puedo ver el futuro con claridad: mi cuerpo yace en un ataúd y mi padre, que grita enojado, presiona la espalda contra él con las rodillas pegadas al pecho y una botella en la mano. No quiero imaginar a lo que recurrirá; la bebida, fiestas, mujeres, autodestrucción.

Pero también tiene que sobrevivir, porque eso es lo que hace. Él no se detiene. Nunca cede; los Stark nunca lo hacen. Supongo que también le he fallado de esa forma.

Es suficiente para mí saber que él todavía tendrá una vida.

Un poco vacía por un tiempo, sí.

Pero seguirá siendo una vida.

Porque, al final, cuando se produce una crisis, Tony Stark no me necesita.

Y el tiempo vuelve a encontrar su curso natural.

—Tienes que soltarte —ruega papá, parpadeando furiosamente ante las lágrimas.

Todo dentro de mí trata de alcanzarlo, que mis dedos rocen los suyos.

Su voz es desesperada y tensa al finalmente gritar:

—¡Te quiero, Lisa!

Te quiero.

Se me escapa un pequeño sollozo y mis mejillas húmedas se retraen en una pequeña, aliviada, cansada y finalmente contenta sonrisa.

—Te quiero, cariño, por favor, Lisa, ¡suéltate!—su voz se tensa con pánico—. ¡Suéltate! ¡Te agarraré, bebé, te lo prometo!

Sus ojos miran los míos y me da el más leve de los asentimientos, rogándome que crea y confíe en él. Tiene esperanza. La esperanza me ha fallado muchas veces, pero tengo que darle una última oportunidad. Tengo que hacerlo por él. Me quiere. Se lo debo.

Sigo sollozando y le doy un pequeño y creyente asentimiento.

—Va-Vale, papá.

Él lo prometió.

Siempre cumple sus promesas.

Pero luego recuerdo que no.

No las cumple.

Ahí es cuando las vigas se rompen. Un ruido horrible llena mis oídos y siento un terrible tirón. Los ojos de papá se abren y todo se acelera. Mi cuerpo se sacude y caigo.

—¡No! —chilla en horror.

—¡Por favor! —grito cuando nuestros dedos se agarran.

Los suyos tiran desesperadamente de los míos, pero no es suficiente. Nunca es suficiente. Un grito espeluznante brota de mi pecho y nuestras manos se separan. Cuando siento que sus dedos se deslizan, me doy cuenta de que es la última vez que mi padre, el padre que me ama, me sujeta.

El viento me atraviesa mientras caigo, pero todo lo que puedo sentir es una extraña mezcla de emoción. No es como lo esperaba. La muerte, quiero decir. Supongo que he bailada con ella tanto tiempo que, en cierto sentido, se ha vuelto familiar, tal vez incluso más como un hogar que la vida. Aunque esperaba más pánico, pero, ahora, todo lo que realmente siento es arrepentimiento. Lamento no haber aprovechado todas las buenas posibilidades que surgieron con T'Challa dudando el amor de mi padre.

Mientras la luz brilla y la oscuridad reina sobre mí, encuentro que lo único que puedo ver es su rostro.

Una mirada enferma de incredulidad. De pena. De dolor. De horror.

No puedo soportar verlo, así que cierro los ojos y extiendo los brazos, sintiendo las llamas chisporrotear contra mi carne. Acepto el rojo y el fuego me acepta, como debería. Y luego las llamas me consumen y ni mi padre ni yo podemos hacer nada para detenerlas. Recuerdo todas las veces que prometió venir a salvarme. Pero no importa cuán horriblemente lo haya intentado, nunca lo ha hecho. Ni de mamá, ni de Edgar, Vanko, o incluso Loki. Siempre prometió que vendría. Siempre prometió que me atraparía.

Pero no me atrapó.

Soy una causa perdida.

Esta vez no es diferente.

Él no pudo salvarme.

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