🏐Cap. 22🏐

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Un trasfondo de intenso griterío se escucha sobre las tribunas ubicadas a los costados de la cancha. Un ferviente público que vino a apoyar al equipo de voley de su universidad local, dejando al equipo que arribó como visitante con un creciente sabor amargo al tener que darlo todo ante semejante escenario.

Y aunque se sienten intimidados por los sonidos circundantes y alguna que otra queja del banco de suplentes ante los primeros minutos en donde la UCLA mostró un claro dominio en el primer gesto de ataque, el entrenador frunce su ceño pensando en la manera de frenar ese certero saque armando una veloz estrategia para contrarrestar lo que venga.

En el campo de batalla, y delante de la línea ubicada a los 3 metros de la red que separa un equipo dal otro, se encuentran el atacante de punta (Tae) junto al central (Jin) y su capitán (Jimin), esperando una eficiente recuperación del balón -si es que logran recepcionar- luego de un potencial bloqueo del equipo contrario.

La desesperación es tal que el armador no sabe muy bien como ubicarse para ayudar en la desastrosa defensa de su equipo, bajando a su central con el fin de aumentar la recepción y no morir en el intento de atacar.

Al costado de la cancha, algunos jugadores comienzan a mover sus articulaciones para no enfriarse por si el entrenador decide realizar un cambio con el único fin de tratar de frenar la aplastante derrota que se vislumbra si no se hace algo.

Entre ellos, Jung Kook se dedica a mantener sus músculos en movimiento para ingresar cuando la rotación indique que es momento de ganar.

Un 5 a 0 marcó el tanteador cuando el entrenador de la Universidad Estatal de California en Long Beach solicita uno de sus tiempos muertos al árbitro, reuniéndose todos ante la cara de pocos amigos del capitán. Y sobre que las palabras salían de su entrenador, Jung Kook pega la vuelta llevando una botella de agua hasta el rubio intentando que mantenga la calma, esa calma con la que lo conoció y que en el partido de hoy, todavía no pudo vislumbrarla.

—Escuchen muchachos, no sé que demonios les pasa pero si no cortamos ese saque, no podremos seguir adelante. Necesito al equipo completo para salir de esto. Recuerden las horas de entrenamiento, recuerden el por qué hacemos esto y recuerden de qué estamos hechos —anuncia el entrenador.

—Parecen unos bebés de pecho... Pasemos de una para cortar el saque si no podemos amortiguar la pelota. Yo, solo necesito que la levanten, el resto me lo dejan a mí. Los necesito, y ahora, necesito que confían en ustedes mismos. ¡Nosotros podemos carajos! ¡Vamos! — Grita a todo pulmón el capitán - armador ante la arenga de todas las manos encimadas —. Gracias, y prepárate porque te necesito —suelta con una leve sonrisa hacia Jung Kook a medida que le devuelve la botella.

El próximo tanto estuvo sujeto a una recepción que quedó lejos pero, aún así, el armador pudo colocarla para un ataque de zaguero a la paralela larga. Tanto que se festejó como si hubieran ganado un torneo ya que los posicionó en un 1 a 5 bañado en esperanza de colocar el tanteador a su favor.

Silencio... Inminente silencio escucha un atacante de punta que ruega al de arriba porque su saque resulta tal y como lo ha practicado. Quedando solo el balón, la red, adónde quiere que vaya y nada más a su alrededor. Momento en donde Jung Kook recuerda cada una de las correcciones que fue aprendiendo a lo largo de estos años y contento de tener, por fin, su momento de demostrarlo.

El pitido del árbitro habilita al avance de todos esos sueños que tuvo desde pequeño. Desde servir para un gran equipo hasta convertirse en parte del mismo (con amor incluido) Aunque no quiera pensar, sin poder evitarlo, en lo que significa que el rubio tenga la certeza de que él, marcará la diferencia.

Las manos le sudan cuando rebota la pelota antes de comenzar con el gesto técnico propiamente dicho.

Lanza la bola hacia arriba, persiguiendo cada uno de sus sueños y anhelos reprimidos.

Realiza los pasos de la carrera y se eleva por los cielos, dejando atrás cualquier duda o temor para ser valiente porque éste... Éste es el momento de serlo.

Solo los vestigios de un balón que tocó suelo en el campo contrario, cuando dos defensores no llegaron y chocaron, se observa desde lejos. Apareciendo un grito al unísono que indican un "¡vamos!" de un equipo que se abre camino posicionándose en un 2 a 5 con la clara certeza de alcanzarlos.

Un atacante de punta defendiendo la mitad posterior de la cancha que sonríe cuando su mirada se cruza con el armador que logra un lío en su cabeza.

Y mucha certeza... Palabra que sabe a ciencia cierta que servirá para ganar este set y todos aquellos que deban darles batalla.

—Increíble partido muchachos, esa garra y corazón que apareció, espero que la conserven. Ahora, a elongar bien esos músculos que debemos regresar... Los invito a comer para festejar, ¡primeros en la tabla de todo el condado! — anuncia a los gritos el entrenador en el vestuario de visitantes —. Y Jung Kook, lo tuyo fue impecable, titular indiscutible de ahora en más.

La noticia es recibida entre vítores y aplausos, dejando taciturno a un rubio que observa al castaño recibir los diferentes cumplidos.

Y un castaño, que intenta controlar las inmensas ganas de ir a abrazar a su capitán a medida que retiene en su retina, su intensa mirada. 

Pero tanta resistencia del castaño se transforma en un ataque de celos descontrolados (de parte del rubio) cuando Jung Kook es sorprendido por el central del equipo contrario que se acerca hasta la puerta del vestuario pidiendo su número de teléfono y diciendo delante del equipo completo, si él, esta noche está dispuesto a anotarle un tanto.

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