шестнадцать.

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"Desearía poder decir que soy

Una luz que nunca se apaga.

Pero parpadeo

De vez en cuando."

Bucky y Svetlana se sientan en el gran asiento que se encuentra dentro de la sala, ahora abandonada, de un ala apartada del laboratorio. El hombre de Wakanda, que es casi rey, tuvo la amabilidad de separar una parte del lugar para que Svet, Bucky y Steve se acomodaran antes de que el moreno volviera al frío. Están a solo una hora de distancia.

Solo una hora más y Bucky se irá de nuevo para Svet.

Pero la chica está haciendo todo lo posible para no pensar en eso.

No, debe ser fuerte para él.

Él necesita que ella esté bien.

Svetlana tiene las rodillas pegadas al pecho y trata de evitar presionar sus costillas mientras se apoya en Bucky. El hombre mantiene su único brazo restante alrededor de sus hombros y ella se aferra a su mano, bostezando en silencio al tiempo que la niebla entra por la jungla fuera de la gran ventana cercana. Bucky descansa el costado de su barbilla en la parte superior de su cabeza y besa suavemente su cabello, intentando sumergirse en estos últimos momentos de unión. Simplemente hablan de cosas bastante inútiles, nada de mucha consecuencia en su mayor parte.

Hablan sobre la puesta de sol que vieron ayer, el delicioso desayuno que comieron con Steve, sobre cómo los zapatos de Svet están completamente cubiertos de barro y cómo debería limpiarlos, y luego hablan sobre cómo la hermana pequeña de T'Challa ha prometido arreglar los pulmones de Svet y, con suerte, sus oídos también.

Cuando Bucky se despierte, Svetlana podrá volver a respirar, correr fácilmente, reír sin esfuerzo nuevamente.

Siempre ha querido escuchar la voz del primer ser humano que fue amable con ella.

Y tal vez, solo tal vez, lo haga.

—Antes de que me olvide, Lana... —Bucky golpea suavemente su hombro, haciéndola mirarlo con curiosidad—. Tengo algo para ti.

—¿De verdad? —sus ojos azules se abren de emoción, girando completamente para mirarlo, deslizando las rodillas debajo de ella y prácticamente saltando—. ¿Para mí?

Con una leve sonrisa y una risa tranquila ante su entusiasmo, Bucky asiente en silencio. Lentamente, se mete la mano en el bolsillo y levanta la vista hacia la sonrisa de Svetlana que se ensancha aún más bajo su atención, antes de reírse una vez más y sacar una cadena de plata de su bolsillo. Toma una de las pequeñas manos de Svetlana y coloca la cadena dentro de su palma, retirando su propia mano.

Las cejas rojas de Svet se arrugan levemente, acariciando cuidadosamente el collar que tiene un círculo de metal colgado alrededor de la cadena. Es simple, ciertamente no es nada cerca de ser deslumbrante o incluso bonito. Es una pieza de lo que parece ser alambre de púas con éstas empujadas hacia abajo y su cableado de metal en forma de anillo.

—Um, papa... —su voz es suave mientras pasa los dedos por los bordes del anillo y se muerde el labio, tratando de no sonar desagradecida—. ¿Qué es exactamente?

Bucky sonríe un poco ante su pregunta vacilante, asintiendo con la cabeza a un lado en comprensión. Está tan concentrada en el anillo que Bucky tiene que poner sus dos dedos debajo de su barbilla y levantar su cara para poder ver sus labios moverse.

—No me acordé por un largo tiempo —empieza en voz baja, hablando solo para su hija—. Siempre tuve el anillo conmigo, pero nunca pude entender lo que era, su importancia. Debieron ponerlo en mi bolsillo cuando nos separaron para burlarse de mí.

Los labios de Svet se curvan en un pequeño ceño de confusión, preguntándose quién podría ser este "nos."

—Le pregunté a Karpov antes, creo... —las cejas oscuras de Bucky se doblan mientras trata de recordar—. Es el anillo de cuando tu madre y yo... —traga y mira hacia abajo.

Los ojos de Svet se abren lentamente y respira rápidamente.

—¿Desde cuándo mi madre y tú... qué?

Con los ojos aún bajos, Bucky sacude levemente la cabeza y muerde con fuerza la piel debajo del labio inferior. No quiere hablar de eso. Oh no, ni siquiera le gusta pensarlo. Es demasiado difícil de pensar, demasiado doloroso recordar algo más que perdió, alguien más que no puede recordar por completo. Él sabe que también habría sido así con Svetlana si el Superior nunca se la hubiera mostrado.

Pero también sabe que se lo tiene que decir.

Merece saberlo.

Ella merece todo lo que él pueda darle, sin importar cuán doloroso pueda ser.

Bucky suelta un suspiro tranquilo antes de asentir levemente hacia ella.

—De cuando tu madre y yo nos casamos en la Academia. Antes de que nacieras —él toca suavemente la punta de su nariz y ella se ríe un poco. Bucky se pone serio una vez más—. HYDRA me prestó a la Academia para entrenar a sus estudiantes y ahí fue donde conocí a...

—Natalia —Svet le susurra el nombre de su madre, sintiendo un escalofrío deslizarse sobre sus brazos mientras se encuentra con sus ojos con una mirada comprensiva.

Un aire extraño cae sobre el padre y la hija; uno de memoria, de un tiempo tan lejano y muy diferente al de ahora.

—Sí.

Lo que más recuerda sobre cómo se sintió de aquellos días fue la sensación de alivio. Para cualquier otra persona, que él sintiera alivio podría ser extraño. Debería haber sido protección, amabilidad o alegría, pero no fue nada de eso. Claro, sabe que debe haber sentido al menos alguna de esas cosas, pero en realidad, puede recordar el alivio total que sintió al dejar de estar solo.

—Natalia.

El nombre sabe extraño en sus labios, como algo que una vez conoció tan bien pero que ahora no puede recordar.

—Se hizo en secreto, solo nosotros dos. Usando esto —Bucky golpea con el dedo índice la palma de la mano de la niña—. Debí hacerlo con el alambre de púas de la cerca de la Academia o algo similar. No recuerdo demasiado, Svetka —sacude un poco la cabeza y traga—. A veces desearía hacerlo. Otras no —sus ojos parpadean y sus hombros se encogen un poco.

Svetlana no puede mirarlo a los ojos, agacha lentamente la cabeza y una pregunta se acumula dentro de ella. Siempre ha querido saber. Ha querido saber mucho por demasiado tiempo. Lo quiso desde que descubrió que Natasha es su madre cuando en D.C. Aún así, siempre se sintió tan mal pronunciar las palabras, sin importar cuánto le había prometido su padre que siempre respondería cualquier pregunta que ella le hiciera. No quería lastimarlo, confundirlo, hacerlo más difícil de lo que ya era para él mientras trataba de encontrar su cordura dentro de su desorden mental. Pero ahora no puede esperar más, no cuando él le ha dado esto, no cuando está a punto de dejarla por quién sabe cuánto tiempo.

Y, entonces, respira hondo e intenta con todas sus fuerzas hacer que las palabras goteen de sus labios.

—¿La amabas?

La pregunta es tan suave y tranquila que Bucky casi piensa que la imaginó.

—N-No debería importarme mucho, lo sé —Svet asiente rápidamente cuando él no responde por un momento, sus manos comienzan a temblar de vergüenza, e incluso un poco de nerviosismo, de lo que podría ser su respuesta, si es que responde—. Estoy aquí y estoy viva, y por eso, debería estar agradecida.

Bucky la estudia cuidadosamente, con las cejas marrones dobladas y arrugas formando en su frente mientras escucha sus palabras.

—Pero siento que necesito saber que soy algo más que... —traga saliva contra el nudo que se forma en su garganta y cierra los ojos con la esperanza de fortalecer su resolución—, más que el producto de dos personas a quienes no les importaban las almas rotas de los demás. Necesito saber que soy más que una niña que vino de la lujuria.

Bucky lentamente aparta la vista de ella, mirando por la ventana la neblina que se acumula en el cristal como una pared.

—Simplemente siento... a pesar del hecho de que la Habitación Roja, e incluso HYDRA, no me querían, que tal vez si era una niña de algo que era amor o incluso cercano, que ya no me sentiría tan... —la expresión de Bucky se contorsiona cuando se voltea para verla sentirse terriblemente perdida—, repugnante.

Bucky se estremece ante la palabra.

Repugnante.

Esa es una palabra que nunca ha asociado con ella.

Repugnante.

Repugnante fue lo que la máquina le hizo a su mente.

Fue lo que le hicieron a Svetlana antes de que él supiera de ella.

Cuando separaron a Natasha y Bucky antes de que siquiera tuvieran una oportunidad.

Cuando un adulto besó a su pequeña hija solo para que ella le temiera.

Repugnante.

No, Svetlana es lo más alejado de lo repugnante.

—Viniste del amor.

Gentilmente, acuna la barbilla de la chica en su mano, haciendo que lo mire lentamente.

—Viniste del amor —repite en voz baja, mirándola profundamente a los ojos para asegurarse de que ella lo comprende—. No sé mucho sobre ese momento, pero lo sé. Nunca has sido repugnante, y yo no quiero lo pienses. Eres mi hija. Fuiste la que me hizo recordar a Steve en D.C. La que me cogía la mano cuando tenía los temblores en nuestra huída. Nunca podrías ser repugnante. ¿De acuerdo, Lana?

Svetlana está a punto de asentir cuando, de repente, una joven wakandiana que debe rondar su edad aparece en la puerta. La princesa se aclara la garganta para llamar la atención de los dos antes de poner sus manos frente a ella y ofrecer una sonrisa cortés. Svetlana logra devolver una y Bucky espera a que la chica diga su parte.

—Cuando esté listo, sargento Barnes —Shuri Udaku asiente con la cabeza, teniendo su laboratorio preparado para él.

El pecho de Svetlana se aprieta y Bucky asiente levemente.

—Gracias.

Shuri agacha la cabeza y se aleja, dejando al padre y a su hija en sus últimos momentos para despedirse en privado. Un pequeño silencio se extiende entre los dos. Svetlana cierra los ojos y junta su mano alrededor del anillo encadenado, tratando de convencerse de que es fuerte, tal y como se prometió. Tenía muchas ganas de estar bien para él. Un pulgar frota suavemente contra su pómulo, haciéndola abrir sus ojos ahora llorosos para mirar la cara de Bucky. Sus ojos oceánicos la miran, muy reconfortantes y seguros.

Svetlana respira hondo y su expresión se contorsiona, su voz se vuelve frágil y delgada.

—Por favor, no hagas esto.

—Todo irá bien —Bucky la mira y ella apresuradamente pone sus delgados brazos alrededor de su pecho, sintiendo las palabras—. Regresaré pronto. Antes de que te des cuenta. Estarás con Steve y ese pájaro.

Svet no puede evitar sonreír un poco.

—¿Sam?

—Si, él... —Bucky bromea antes de ponerse serio, hablando después de una pequeña pausa—. Ni siquiera notarás que me he ido, mi pequeña.

Ella se aleja para mirarlo, discutiendo en voz baja.

Lo notaré.

—Svetka. Hemos hecho cosas más difíciles. Esto es lo mejor —la niña niega apresuradamente, luchando contra las lágrimas que le queman los ojos—. Voy a mejorar... por ti. ¿De acuerdo?

Todavía está negando cuando susurra:

—Yo quería estar bien para ti, pero no puedo. Eres todo lo que he tenido, papa. No quiero que me dejes.

—Sh, está bien —él la acerca—. No te voy a dejar.

La chica hace todo lo posible para contener las lágrimas, eligiendo apretar los dientes, mirar al techo y soltar un suspiro ronco.

No me dejes.

Las palabras resuenan dentro del pecho del hombro. Desencadenan una sensación horrible en su corazón de que solo sintió hace dos años en un helicarrier, cuando casi golpeó a Steve hasta la muerte. Es culpa. Dios, siente tanta culpa por dejarla. No quiere. Pero tiene que hacerlo. Y le está rompiendo el corazón.

—Lana, quiero que te vayas con Steve.

Alejándose, sus ojos se abren y rápidamente menea la cabeza, haciendo que su cabello rojo rebote sobre sus hombros.

—¿Qué? Oh no, no. T'Challa dijo que podía quedarme aquí —su voz crece con pánico—. Necesito quedarme aquí. Tengo que esperarte.

—No, Lana.

Aunque Svet no puede escucharlo, Bucky puede sentir el cambio en su voz. No es duro ni fuerte como solía ser el del Soldado de Invierno. Es... firme, determinado. Como la voz de un padre. Se siente como debería.

Sus ojos azules se llenan de lágrimas y tartamudea.

—N-No lo en-entiendo. ¿No me quieres contigo al despertar?

—Claro que sí, Svetla, pero no así. Irás con Steve y dejarás de estar sola —Bucky niega con la cabeza y la mira a los ojos—. No más esperas. Has terminado de esperar para vivir tu vida. Y volveré. Te lo prometo —él frota la yema del dedo pulgar sobre su barbilla, jurando con una voz tan fuerte y resistente que nadie podría atreverse a negarlo—. Te lo prometo.

—Sí, volverás, pero ¿y si soy vieja? —Svet se levanta, pasando su cabello rojo detrás de sus orejas mientras ella divaga desesperadamente—. ¿Qué pasa si soy vieja y casada? ¿Y si vienen personas malas y tú duermes? ¿Qué pasa si muero sin ser capaz de hablar contigo otra vez?

En este punto, la quinceañera está casi hiperventilando y las lágrimas con sabor a sal están cayendo libremente. Todo su cuerpo tiembla y jadea rápidamente, tratando de extraer oxígeno a través de sus pulmones todavía imperfectos. Bucky se levanta rápidamente y la guía de espaldas al sofá, haciéndola sentarse antes de que él se agache frente a ella. Toma sus manos aún pequeñas, apretando sus dedos pálidos con fuerza.

—Sabes que te quiero, ¿verdad, Svet?

—Papa... —ella lo mira confundida.

—¿Verdad? —él levanta una ceja.

La niña asiente, olfateando y moviéndose para ajustar su cánula desde su incómoda posición.

—Entonces todo lo demás no importa. Podrías estar casada y tener cuarenta y ocho años y aún te seguiría amando.

Svetlana asiente lentamente y aprieta su mano con toda la fuerza que tiene, temiendo el momento en que tendrá que soltarla.

Su expresión pierde su suavidad y la mira con dureza.

—Pero, en serio, Svetlana, nada de chicos, ¿de acuerdo?

—Papa... —Svet rueda los ojos, burlándose.

—¿Qué? —Bucky se asegura de que se ría, tratando de aligerar su oscuridad—. Lo digo en serio. Los chicos son malos. Muy malos.

—Son lindos —Svet comenta pensativamente y casi soñadora.

—No lo son —el padre frunce el ceño—. Solo yo, ¿sí?

Ella se ríe y asiente con una sonrisa triste.

—Solo tú, vale.

—Bien —dice Bucky.

Se sientan en silencio por un rato, solo mirándose mientras intentan sacar una última imagen para mantenerla en la memoria cuando están separados. La verdad es que no saben cuándo volverán a verse. Pueden ser semanas, meses o incluso años.

Bucky piensa en lo cambiada que podría estar Svetlana para cuando la vuelva a ver. Sus mejillas todavía infantiles podrían desaparecer. Ser mucho más alta. Mucho más fuerte. Menos inocente y dulce, ya que ambos suelen ir con la edad. Incluso podría ser una persona completamente diferente.

Pero él volverá.

Ella lo amó sin importar quién fue, el soldado o el hombre.

Él hará lo mismo.

Svet rápidamente abraza a su padre.

—Regresaré por ti, papa, tal como tú lo harás por mí.

—Te quiero —susurrando, gira la cabeza para besar su mejilla.

No diez minutos después, Bucky se sienta en una camilla médica mientras unas manos amables lo preparan para la criocongelación. Es un sentimiento extraño, ser tratado y tocado tan suavemente y con cuidado. Probablemente sea lo más amable en setenta años. Svet se encuentra a pocos metros de distancia con Steve a su lado, los dos mirando a Bucky con expresiones solemnes en sus rostros.

Mientras los doctores se van, Steve pregunta en voz baja:

—¿Estás seguro?

—No puedo fiarme de mi mente —responde Bucky con una voz ligeramente áspera—. De modo que, hasta que averiguen como sacarme esto de la cabeza... volver a dormirme va a ser lo mejor —sus ojos se dirigen a Svetlana y le da una sonrisa triste—. Para todo el mundo.

Los azules de Steve caen hacia un lado y asiente levemente. Lo entiende. Claro que lo entiende. Pero el hecho es que si bien finalmente recuperó a su mejor amigo, lo está perdiendo otra vez. Svetlana envuelve sus brazos alrededor de él, enterrando su rostro en su cuello.

Bucky abraza a la chica con fuerza, besando su pelo antes de que él mire a Steve.

—Cuida de ella.

El hombre rubio no muestra vacilación en sus ojos.

—Sabes que lo haré.

Parpadeando con fuerza contra las lágrimas en sus ojos, Svetlana se aleja y planta un suave beso en la mejilla de Bucky.

—Poka my ne vstretimsya, Lana. Dasvidaniya —hasta que nos volvamos a ver. Adiós.

Svet asiente y cierra los ojos para contener las lágrimas, susurrando:

—Dasvidaniya, papa —adiós, papi.

Steve saca una mano de su bolsillo y sostiene la pequeña mano de Svet en la suya mientras el hielo se filtra por el cuerpo de Bucky, apartándolo de él por Dios sabe cuánto tiempo. Los ojos de ella permanecen cerrados y no se mueve, no respira. Svetlana apoya suavemente una mano sobre el cristal frío y muerde con fuerza el interior de su labio, tragándose las lágrimas y el anhelo que ya se está acumulando en su corazón.

Steve mira a la joven con una sonrisa triste antes de que ella asienta y se incline a su lado. Ninguno de los dos habla durante un largo rato, eligiendo regresar a la amplia ventana fría. Steve todavía sostiene una de sus manos, manteniendo la otra enterrada en su bolsillo. Svet tiene su brazo libre cruzado sobre su pecho y sus dedos descansan contra sus labios, jugando ligeramente con los tubos de plástico de su cánula.

Bucky se ha ido ahora; Svetlana perdió a su padre y Steve a su mejor amigo.

Pero volverá.

Tanto Svetlana como Steve saben que él también tenía razón.

Realmente tienen que vivir hasta que regrese.

Tienen que encontrar una forma de seguir siendo humanos.

T'Challa camina lentamente hacia su izquierda, observándolos cuidadosamente para no perturbar su privacidad.

Steve se pone erguido mientras dice:

—Gracias por su ayuda.

—Sus amigos y mi padre... fueron víctimas —T'Challa sonríe un poco a la pelirroja que se encuentra al otro lado del ex-capitán—. Si puedo ayudar a dos de ellos a encontrar la paz...

Svetlana le devuelve una sonrisa, asintiendo en señal de agradecimiento.

—Saben que si descubren que están aquí... vendrán a por ellos.

La expresión de Svetlana se oscurece y su expresión se torna en amenaza, ya preparándose para cualquier pelea que surgirá en el futuro. Sus hombros se doblan hacia atrás, colocando cuidadosamente el collar con el anillo de alambre de púas alrededor de su cuello, sintiendo de alguna manera que Bucky y Natasha están con ella. La joven tiene este extraño sentimiento en el pecho, uno que promete que las pérdidas van a llegar.

Puede sentirlo.

Casi puede saborear el polvo y la sangre.

Después de todo, Svetlana Barnes sabe mejor que nadie que siempre termina en una pelea. Aunque alguien intente para prevenir la guerra, aún así llega. Es casi como si fuera su destino. Se siente como si tanto estuviera escrito en piedra.

Svetlana ya no es la Bailarina Sangrienta.

Ni siquiera es el Plan B.

No está exactamente segura de qué es más allá de lo que es para Bucky, Natasha, Steve y Sam.

El hombre que será rey simplemente sonríe, mirando a su tierra natal.

—Que lo intenten.

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