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Título: Sentí el modo
Personaje: Tim Vs Bart

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Cuando abrí los ojos, lo primero que pude enfocar sin que la cabeza me diera vueltas, fue un techo blanco. Mis brazos estaban cubiertos por vendas, tenía unos tubos extraños que se conectaban a mis venas por medio de unas agujas, el cuerpo me dolía, la cabeza me palpitaba ligeramente con cada respiración que mis cansados pulmones me obligaban a dar, mi vista enfocaba y desenfocada; me sentía fatal. 

— ¿Cómo te sientes? — cuestionó la cansada voz de Tim y, como pude, voltee mi rostro hacia una de las esquinas de la habitación que supuse que pertenecía a un hospital. Él se encontraba recostado en uno de los sillones blancos, con una manta de gatitos envuelta estilo tamalito y con una taza de café en manos.

— Como si Bane se me hubiera caído encima y luego el Joker me atropellara cincuenta veces — murmuré sin la intención de moverme aunque fuera sólo un poco —. ¿Qué fue lo que pasó?

— Lo detuvimos — suspiré de alivio — pero tú saliste demasiado afectada, sus títeres quisieron arrancarte las extremidades...

Su voz se apagó de un segundo a otro y se quedó mirando el suelo de una forma tan dolida que parecía que el hecho de evocar el recuerdo, el mencionarlo, le quemaba el pecho.

— Lamento no haber podido salvarte, por un lado tenía a los civiles y por otro a ti... — susurró —. Espero que algún día puedas perdonarme, tal vez así pueda perdonarme a mí.

Solté una pequeña risa que terminó por convertirse en un quejido alarmante para Drake.

— Hiciste tu deber como héroe, es todo. No estoy enojada contigo, Timmy...

Él frunció las cejas, como si quisiera hacer un intento de creer en mis palabras. Mientras hacía eso, me dediqué a observar sus facciones de niño; delicadas y suaves. La única parte que delataba que era todo un hombre eran las espesas ojeras que residían debajo de su mirada cansada. A veces sentía que Tim cargaba el mundo en sus hombros, se llevaba las preocupaciones de los demás y se las llevaba en los hombros, acumulando todo en un costal para que los suyos estuvieran bien.

Tim era todo lo contrario a... Bart.

Abrí los ojos en cuanto me dí de lo que estaba haciendo y con quién. ¿Qué me pasaba por la cabeza al estarlos comparando? Eso no era lo mío. Y sin embargo, no pude contener una pregunta que se me escapó de los labios antes de poder procesarla:

— ¿Dónde está Bart?

Timothy levantó la vista de golpe.

— ¿Bart?

Al ver su rostro algo ofendido y mal disimulado, sólo me quedó asentir lentamente.

— Está cuidando a la ni-

La puerta de la habitación se abrió de par en par y  Bart apareció en mi campo de visión, con una enorme sonrisa, una penosa niña escondida tras sus piernas y  un ramo de flores en la mano.

— ¡Ya llegó por quien lloraban!

— Oh, genial, ya van a venir a sacarnos del hospital por exceso de ruido — gruñó Tim, cambiando su actitud de forma tan repentina que olvidé la presencia de Bart por un segundo.

— ¿Cómo te sientes, pastelito? — cuestionó el pelirrojo hasta llegar a mi lado, ignorando por completo el comentario de Drake. Una vez a junto a mí, tomó una de mis manos y la besó con delicadeza, dejando a la par el ramo de flores en una mesita.

— Un muerto se sentiría mejor que yo — solté fijando mi vista en la pequeña. Se veía con la vista algo decaída, pero sin perder un toque de brillo y diversión que sabía que era cortesía del pelirrojo — ¿Cómo te ha tratado este tornado, nena?

— Ahora es mi papá — susurró tan tenue que tuve que agudizar mis oídos. En cuanto pronunció aquello, supe que a Bart le había tocado cuidar de la niña, alimentarla y explicarle por qué no iba a volver a ver a sus padres. No lograba imaginar a ese chico extrovertido y radiante de felicidad, controlar el llanto de una niña al enterarse de una desgarradora verdad.

Miré asombrada a Bart y, sin esperarlo, me encontré con la sorpresa de que él seguía sonriendo genuinamente, sin ningún indicio de que aquella responsabilidad le molestaba.

— ¡Es una niña genial! — chilló emocionado — ¿Skylar? ¡Enséñale lo que puedes hacer!

Sky pareció olvidar su luto y sonrió a tope, recuperando el brillo que había permanecido apagado hasta entonces. Sonreí. El verdadero poder de Bart no era la velocidad, ni la memoria fotográfica o la aclaración de partículas, sino el hacer feliz a las personas sin siquiera pensarlo.

Ella desapareció de la nada y solté un grito.

— ¡¿A dónde fue!?

— Resulta que no es una humana común — me miró como niño pequeño — ¿No es genial, Rebecca?

Asentí sonriendo y, aprovechando la repentina desaparición de la pequeña, decidí preguntarle a Bart qué ocurría.

— Oye, Allen... — con ojos curiosos, se acercó un poco más a mí — ¿A qué se refiere con que ahora eres su padre?

— Oh. Bueno, ahora los orfanatos no son seguros, pastelito. Sabes perfectamente que el payaso sin sentido de moda tiene control secreto sobre ellos y pues yo tengo espacio en el departamento, ya tengo 20 años y no es como si tuviera en qué gastar todo el dinero que he generado últimamente. Tal vez sea algo temporal, pero quiero que esa niña no pase por esta etapa sola — su mirada decayó un segundo, pero fue tan fugaz que de un segundo a otro ya había renovado energía —. La cuidaré el tiempo que sea necesario, hasta que encontremos un lugar seguro para ella.

— La opción más razonable era dejarla en el orfanato, idiota — gruñó Tim tan a la defensiva que inclusive yo me sentí ligeramente atacada con su actitud —. No analizaste la situación, como de costumbre.

— A diferencia de ti, Drake, yo sí tengo corazón. Si hubieras quedado huérfano antes de convertirte en la marioneta de Batman, apreciarías lo que hice.

— Chicos...

— Eres un irresponsable, solo por eso deberías dejar a la niña en manos más capacitadas. Se le llama sentido común, aunque no creo que sepas lo que significa eso.

— Irresponsable o no, al parecer soy mejor ser humano que tú. ¿Qué hiciste cuando nos reunimos a hablar sobre Sky? Tienes mucho más dinero que yo, la mansión Wayne está más vacía que un salón de clases en sábado y no creo que sea imposible hacerce cargo de una niña entre cinco personas. ¿Pero qué hiciste? ¡Nada! Te hiciste el de la vista gorda y la dejaste a la deriva.

— ¡Pues tú no eres mejor que y-

— ¡Ya basta los dos! — grité, sintiendo mis pulmones contraerse de dolor — ¿Qué les sucede? Se supone que son mejores amigos.

Ambos bajaron la mirada, haciéndome insinuar que existía algo que los dos me ocultaban.

—¿Qué está pasando? — pregunté, sin embargo, no logré conseguir respuesta alguna ya que Sky decidió materializarse con una caja de chocolates en manos.

— ¡Ya llegué! — avisó sonriendo, para después entregarme la caja —. Papá dijo que te gustaban mucho los chocolates y quería que te los trajera con mis poderes.

Miré de reojo a Bart y le dediqué una pequeña sonrisa.

— Así es, Skylar. ¿Quieres uno?

— Mi otro papá siempre le llevaba chocolates a mamá — comentó, mirándonos — ¿Eso significa que tú eres mi nueva mamá?

— Aquí vamos — oí decir a Tim, enfadado.

— Sky, yo...

— ¡Vamos! ¡Por favor di que sí! ¡Él te quiere mucho y me salvaste! ¡Yo te quiero a ti!

Solté un suspiro.

— Está bien, seré tu nueva mamá por el tiempo que estés con nosotros, ¿De acuerdo?  — Bart se sonrojó — Ahora, ¿Podrías dejar a tus padres solos un momento? Puedes teletransportarte al departamento de Bart.

Con los dedos algo temblorosos por la extraña sensación en mi boca que se producía al decir "mamá" le acaricie la cabeza y ella asintió frenética, desapareciendo de un día a otro.

— ¿Por qué...? — iba a empezar el pelirrojo, pero lo interrumpí.

— Hablen ahora o callen para siempre. ¿Qué diablos está pasando entre ustedes dos?

— Nada — se apresuró Bart.

Tim lo miró por un segundo, debatiéndose entre decirlo o no. Decidió levantarse del sillón y se sacudió la ropa.

— Por lo visto estoy perdiendo contienda — murmuró, acercándose a la camilla — así que ya no veo el por qué de ocultarlo.

— ¿Tim? ¿De qué estás hablando? — mi corazón se aceleró ligeramente cuando se inclinó y deliberadamente me dió un beso en la frente, prolongando el contacto que sus tibios labios tenían contra mi piel.

— Bart y yo te queremos. Nos gustas.

¿Alguna vez les han hecho un hielo en la espalda? Por a mí sí, y justo así me sentí cuando me dijeron aquello.

— ¿Qué?

— Timothy dice la verdad — habló Bart con los brazos cruzados y la mirada algo vacía. Era la primera vez en mi vida que lo veía completamente serio —. Las cosas entre nosotros no cambiarán hasta que tú tomes la decisión final.

— No queremos presionarte, Becca...

— Váyanse. Ambos — exigí sin tener la fuerza para mirarlos en aquel momento.

— Pastelito...

— Fuera.

Una vez que cerraron la puerta y los perdí de vista, intenté tragarme el nudo que amenazaba con obstruir mi garganta y comencé a repasar la información que me habían dado. Yo quería a ambos, los quería de muchísimas maneras. Ambos eran como el blanco y el negro; mis colores favoritos, mis personas favoritas. Lo que menos quería era lastimar a alguno.

Y lamentablemente ya tenía la respuesta a su pregunta. Sabía a quién le pertenecía mi corazón pero... ¿Cómo se los diría?

Me sentí mareada. Repentinamente ahogada en aquella habitación blanca.

¿Qué demonios iba a hacer?





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