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Título: La chaqueta y las botas hacen la diferencia.
Personaje: Dick Grayson

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— Entonces, para resumir, señorita Jones, me está diciendo que la señorita Kellingtone fue quien robó su bolso de ropa deportiva mientras usted estaba en las duchas — sentenció el director con las manos entrelazadas, pasando su vista de una chica a otra y de vez en cuando, al muchacho de ojos azules  que permanecía neutro observando la situación en un rincón de la dirección.

— Efectivamente, director. Ésta lacra sin sentido de la moda se llevó mi bolso, para ser más específicos, mi cartera. No me negará que es alguien de escasos recursos gracias al amor que le tenía su padre cuando la abandonó después de que su madre muriera y por ello estoy segura de que  es la culpable— exclamó con desdén la castaña, mirando de reojo a la acusada —. La verdad, director, la entiendo. Seguramente se cansó de comer la basura del Cook's y quiso darse una comida decente.

— ¿Y tú decidiste dejar de ser una mierda para escupirla por la boca? — cuestionó la chica con total calma, mirando sus uñas cuidadosamente pintadas con esmalte oscuro —. Yo no robé nada, Jones.

— Tengo testigos, escoria gótica — una vez más, Annie Jones lanzó una sonrisa llena de veneno con algo de maquillaje y dirigió su potente mirada de ojos verdes hacia Richard Grayson, quien al parecer estaba muy entretenido jugando con su móvil — ¿Dickie? Cariño, ¿Puedes confirmarle al director que viste a Lauren con mi bolso en mano?

Lauren mantuvo contacto visual con él tan solo un par de segundos, cosa que hizo que la  mirada de Annie pasara a segundo plano. Dick se dió cuenta entonces que aveces, tan solo un instante basta para causar  un torbellino en el corazón de una persona.

Tartamudeó, absorto en aquellos ojos grises que le parecieron suficientes para suplir las palabras que Lauren no quería soltar; enojo, frustración y una pequeña mezcla de miedo.

— Yo...

— Dickie... — advirtió ella.

Una verdad indiscutible era que nada de lo que Jones estaba diciendo era cierto. Inclusive existía la posibilidad de que el director fuera consciente de aquello. Annie Tenía tendencias a ser una perra manipuladora, sus días pasaban manejando toda la preparatoria a su conveniencia y extorsionando hasta el alma más noble y, desgraciadamente, aquél día la mala suerte había caído sobre Richard Grayson; el diablo de ojos verdes y cabello castaño lo había engatusado para mentir ante las narices del director. 

— Esto es una pérdida de tiempo — masculló Lauren dispuesta a levantarse.

— Regrese a su asiento, Kellingtone — advirtió el director acomodándose los lentes —. Está bajo graves acusaciones y no puede irse  o será suspendida.

La azabache lo ignoró y se levantó expresando cólera con todo su cuerpo.  Azotando las palmas de ambas manos en el escritorio del director, se mostró con un actitud firme, sin titubeos ni miedo.

— ¡Pues hágalo! ¡Siempre termina siendo la misma idiotez! — gritó furiosa. Las pisadas de sus botas negras resonaron en el piso de la dirección hasta el umbral de la puerta y, un segundo antes de salir, se giró y agregó: —. Dentro de tres semanas volverán a tener a una ladrona en la preparatoria, teman hasta entonces.

Y tras rodar los ojos ante la cara de indignación de Annie, Lauren salió del lugar echa una furia.

— ¡Vio eso director! ¡Merece una expulsión inmediata!

— No si se le acusó falsamente, señorita Jones. Aún debo confirmar que esto es verídico — carraspeó, ante la intensa mirada asesina de la mencionada y desvió su mirada hacia Grayson —. ¿Podría testificar?

— Es una mentirosa nata, señor Holland — desmintió el chico maravilla, con la idea de perseguir a donde sea que hubiera ido Lauren abrumando sus pensamientos —. Kellingtone no hizo nada malo.

Y tras un enorme chillido de la castaña, Dick abandonó la oficina del director para correr en busca de aquella mirada grisácea.

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Después de media hora de una búsqueda intensa brindada por las cámaras de la escuela, Richard Grayson se encontraba al lado norte de Gotham frente a un bar que era reconocido por ser un territorio con dueño, o más bien dueños. Aquel, supuso, era el escondite de Lauren, el lugar que su pandilla tenía para residir bajo sus propias reglas.

Soltó un suspiro y se adentró en el lugar, resistiendo el sin fin de miradas juzgonas que lo golpearon como dardos. Era un extraño entre todos ellos, sin chaqueta de cuero o mirada de que en cualquier momento se soltaría matando gente.

Buscó con la mirada a Lauren, nervioso. Era muy distinto ir a lugares así sin la seguridad que le brindaba la máscara. Se sentía expuesto. Imaginaba que era una presa, aunque probablemente él era el depredador más peligroso en esos momentos.

Después de un rato sin avistar a la azabache, se sintió aliviado al ver un rostro parecido al que buscaba entre todo el gentío, las cervezas, el humo y las luces de tonalidades rojas. Se acercó con cuidado, rodeando a quien se cruzara en su camino para no armar un enorme escándalo y avanzó rápido hacia ella.

— Laur... — las palabras se quedaron atascadas en su garganta, sin la capacidad de salir como lo tenía planeado. ¿Qué demonios hacia allí? ¿Con qué excusa iría a hablarle, a llamar su atención? Se notaba por la forma en que todo lo el grupo la mirada, rodeándola como centro de atención, que ella era importante.

De repente se sintió pequeño, sin importancia. Luego se echó inconscientemente hacia atrás cuando la azabache se volteó a verlo, con el ceño fruncido.

— ¿Dickie? — lanzó la pregunta en un tono chillón, lleno de veneno. Una mala interpretación de Jones — ¿Ya terminaste de jugar a ser mi perra? ¡Ay que celebrar con unos tragos!

Su grupito soltó una carcajada y me miraron con un aire de superioridad. Esas palabras me quitaron de mi estado de shock. Los nervios desaparecieron y me acerqué a ella más decidido, confundiendo a algunos de sus compañeros.

— Oye viejo, ¿Qué demonios crees que haces? — gruñó uno, mirando fijamente mi mano presionando ligeramente el brazo de la azabache.

— Tranquilo, JJ — habló Lauren, mirándolo de reojo un segundo, ya que sus ojos volvieron rápidamente al frente para ver a Dick Grayson — ¿Qué estás ha-

— Vienes conmigo.

Después de dar el veredicto final, salió hecho una furia con Lauren casi siendo arrastrada por su fuerza. No lo negaría, la situación para ella resultaba algo graciosa, teniendo en cuenta que Richard era más bien de esos que, sino fuera por su porte tan cogible y seductor, tenían pinta de ser pasivo-pasivo, dócil, una florecilla.

Y quería ver si la florecilla tenía espinas.

Se dejó guiar hasta las afueras del lugar, justo detrás del establecimiento y casi frente a las puertas traseras. Los botes de basura, los gatos maullando, la oscuridad casi cubriendo aquel callejón por completo y los grafitis que se lograban ver, le daban el toque perfecto para ser el último lugar en el que quisieras estar.

— Haz tu rabieta de una buena vez —ordenó ella, cruzándose de brazos —. JJ y Big Boy quieren jugar póker y pienso ganar dinero esta noche. No tengo tiempo.

— No venía a hacer una rabieta — murmuró él una vez que el efecto de su enojo se esfumó un poco.

— ¿Entonces? ¿Viniste a restregarme en la cara cómo hiciste lo que esa perra te ordenó?

— Solo como dato curioso: desmentí todo cuando decidiste salir tumbando la puerta a patadas.

Debía admitirlo. Lauren quedó impresionada por ese hecho y, ¿Para qué ocultarlo? Ella tenía la costumbre de ocultar sus emociones bastante bien, sin embargo, eso era solo cuando la ocasión lo requería. Pensaba firmemente que la única manera de perderte a ti, empezaba cuando fingias no sentir nada.

— ¿Por qué harías algo así?

— Bueno...

Dick frunció el ceño y se rascó la nuca para después pasarse la mano por todo el rostro. ¿Cómo le explicaría que la razón que lo hizo decir la verdad era la misma razón por la cual estaba allí?

Lauren le gustó, quería conocerla.

— No te lo merecías, ella siempre se sale con la suya — dijo finalmente, algo inseguro.

— Haré como que te creo — ella alzó las cejas y, al notar entre la oscuridad las mejillas sonrojadas del acróbata, sonrió. No recordaba haber visto algo tan tierno en su vida. Un grandulon, con músculos hasta en las nalgas, sonrojado igual que un niño pequeño — ¿Tienes algo interesante en el que perder el tiempo, Grayson?

Él negó con la cabeza y Lauren aprovechó para tomarlo por el guante.

— Entonces sígueme.

— ¿A dónde vamos?

— Quitarle dinero a mis amigos ya no me parece tan interesante — lo miró de nuevo con aquellos ojos grises que desde un principio supo que serían su perdición si los seguía, pero esta vez, se encontraban cargados de deseo —. Encontré a una persona en particular, a la que me encantaría quitarle un par de cosas...

— Mi departamento está solo — avisó, repentinamente emocionado.

Y ambos corrieron hacia la moto de la chica.

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