109

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Título: Demon
Personaje: Damian 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Estaba almorzando en la cafetería con Mitchelle y Dalia, cuando de pronto la castaña sonrió mirando su teléfono. 

— ¿Y tienen planes para esta noche? — cuestionó, echándonos una mirada rápida. 

— Sí, una cita con mi libro de calculo — contesté con falso entusiasmo.

— Estoy en ceros, ¿ahora a qué casa llena de pecado, lujuria y alcohol nos llevarás, Dalia? 

La nombrada sonrió cómplice.

— Ryan dará una fiesta en el almacén de su tío, el que está junto a la iglesia abandonada; nos invitó a las tres, ¿se apuntan? 

Mitch y yo asentimos sin dudarlo, ella porque no tenía nada mejor que hacer y yo porque no me mataría estudiando una materia todo el fin, al menos descansaría un día. 

Ese mismo día, cuando llegué a mi casa, caí en cuenta de que mi madre no estaba en casa y no llegaría hasta el domingo gracias a una pequeña nota que dejó en el refrigerador. Suspiré y le mandé un mensaje, avisándole que saldría a una fiesta con las chicas. Sabía de sobre que no habría problema con ello, mamá confiaba en mí y en Mitch, eramos muy responsables en esas situaciones dado que casi siempre teníamos que cuidar a Dalia por lo mal que llegaba a ponerse, así que nos manteníamos sobrias y en contacto con nuestros familiares, en caso de alguna emergencia. Respecto a Dalia, mamá no la juzgaba, la conocía desde niña y siempre decía que era su vida y si  las fiestas no interferían en sus calificaciones y todavía no salía con bendición por ser precavida, podía divertirse con libertad, al fin y al cabo, tarde o temprano, disfrutaría de una fiesta sin saber que es la ultima porque la vida de adulto comenzaría y nos comería vivos a todos. 

Casi llegándose la hora en la que Dalia pasaría por mí, me duché y me puse ropa cómoda, ya que consideraba innecesario usar algo espectacular, no tenía muchas intenciones de ligar esa noche. Mi amiga me mandó un mensaje y tras echarme una vista en el espejo para sentirme bien conmigo misma, bajé las escaleras y salí de la casa, saludando con la mano a Mitch, quien estaba bajando el vidrio del asiento del copiloto. 

— Ni el infierno está tan caliente como tú, nena. 

Riendo, negué con la cabeza y Dalia arrancó el auto sin decir una palabra, ansiosa por llegar. 

Cuando llegamos, se aseguró de no aparcar tan lejos del almacén, ya que unas cuadras más retiradas de allí, el crimen y los robos eran muy ocurrentes. Nos encaminamos a la fiesta con el frío de Gotham calándonos hasta los huesos y el ruido ensordecedor de la música aturdiendo un poco nuestros sentidos. En cuanto pusimos un pie dentro del almacén, decenas de chicos comenzaron a saludar a Dalia, echar un par de vistazos sobre Mitchell y solo uno que otro prestando atención en mí. A comparación de sus faldas y sonrisas encantadoras, mi pantalón y cara de culo no incitaba mucho a acercarse, y era precisamente eso lo que buscaba; venía a divertirme, los chicos salían sobrando en mi lista de cosas por hacer durante la fiesta. 

Fuimos por un par de cervezas y a los diez minutos de hablar tranquilamente, riendo y acoplándonos al ambiente, Dalia se nos separó. Mitch volteó a verme con la misma cara que ponía siempre que ya sabía lo que se avecinaba. 

— Primeras dos horas, ¿Tú o yo? 

Viendo la manera en que lo dijo, supuse que traía algo entre manos así que escudriñé a nuestro alrededor y me encontré con la sorpresa de que un chico miraba en dirección a Mitch con algo de ansias y ojos de perrito enamorado. 

Sonreí. 

— Ve con él tigresa, yo me encargo. 

Soltó una exclamación de alegría y alargó los brazos para dar un fuerte apretujón, dijo un par de cosas que no logré terminar de entender y corrió fuera de mi vista directo hacia el chico. Después de eso en realidad no pasó mucho, veía a las personas poniéndose cada vez peor mientras yo me refugiaba con un grupo de amigos que mantenían una conversación/ debate sobre las teorías conspirativas. Lo divertido de ser un sobrio entre borrachos es que verlos discutir, desenvolverse y hablar con total libertad gracias al efecto del alcohol se convertía en todo un arte, gracioso y muy estúpido, pero un arte. Pero para cuando la conversación llegó al ámbito religioso, yo ya estaba demasiado aburrida y cansada del ambiente; quería algo de aire. 

En ningún momento perdí de vista  a Dalia y para cuando yo añoraba salir del almacén, Mitch apareció con muy buen humor. 

— Eres libre — exclamó risueña. 

Me limité a asentir sin decir una palabra. Salí disparada fuera del almacén y respiré algo de aire que no contuviera perfume, marihuana y olores no identificables. No lo pensé mucho y como estúpida, comencé a caminar hacia la iglesia abandonada, creyendo que sería un lugar más tranquilo. No me equivoqué al respecto, sin embargo había una vibra que no terminaba de agradarme. Había candelabros en el suelo, las bancas de madera estaban  partidas por la mitad, al igual que las cruces, sin contar que todo lo religioso que aún no se habían robado estaba cubierto por mantas blancas con manchas rojas. No era un lugar lindo ni mucho menos tranquilizante entre más me adentraba, así que opté por dar media vuelta y regresar a la fiesta. 

Entonces escuché un ruido.

— ¿Haló? — pregunté en voz alta, mirando en todas direcciones. 

No hubo respuesta. 

Pero después hubo un quejido. 

Y otro. 

Y otro. 

Por un segundo creí un par de borrachos habían decidido venir a darse amorcito a una iglesia abandonada, lamentablemente el rubor que se había acumulado en mis mejillas al pensar en eso bajó con velocidad hasta mis pies cuando oí un grito de dolor. Dando pasos muy cuidadosos, me dirigí hasta donde creía que provenía el grito y para mi sorpresa, me encontré con la espalda desnuda de alguien, alguien que conocía a la perfección. A pesar de la oscuridad que reinaba en el lugar, podía jugar que era el mismísimo Damian Wayne, el chico más guapo y misterioso de mi instituto, aquel que una vez me salvó de unos Bullies  y el mismo que me ofreció una mano cuando más derrotada me sentía, el que me enseñó a defenderme y aquel que con orgullo podía presumir que yo era el único ser humano que podía soportar en el planeta. Se encontraba algo encorvado a unos cuantos pasos de mí, sin camisa y agitado. Mis ojos no pudieron evitar recorrer los tramos tan bien trabajados de su dorso, llenos de sudor y subiendo y bajando con velocidad. Ni siquiera podía apreciarlo bien y lo único en que pensaba era el aire tan salvaje que transmitía. 

— ¿Damian? — me acerqué un poco más pero mis pies se detuvieron en seco al notar que todo su cuerpo se había tensado — ¿Estás bien? 

— Vete — gruñó sin verme y con una voz ronca, como si se le hubiera atascado en la garganta. Mi piel se puso de gallina, dándome un mal presentimiento de todo. 

— ¿Qué estás haciendo aquí? — lo ignoré, volviendo a avanzar. 

—Vete. 

— Aquí puedes estar en peligro, vamonos juntos. 

— ¡Vete, maldita sea!. 

Definitivamente me deberían dar un Oscar por mi terquedad, porque sin importarme el tono brusco y desquiciado que utilizó en aquella ultima advertencia, terminé por acortar la distancia entre nosotros y puse mi mano en su hombro. Su piel estaba ardiendo a niveles inhumanos y justo cuando las yemas de mis dedos lo tocaron un sonido parecido a la carne ardiendo se hizo presente en el silencio de la iglesia. Damian rugió y yo retrocedí asustada, tropecé con mis pies y caí de espalda a la distancia perfecta para observar a Damian girarse hacia mí con una mirada de dolor. Sus ojos ya no eran verdes, sino que habían adquirido una tonalidad rojiza, sus manos estaban cubiertas de sangre y su abdomen tenía un cruz de madera incrustada, sin contar los cuernos negros y los afilados dientes que nunca antes habían ocupado lugar en su rostro. 

Mi corazón latió desenfrenado y mis piernas temblaron como gelatina. Me sentí incapaz de hacer movimiento alguno, deseando salir de allí, arrepintiéndome por completo de haber entrado a una iglesia abandonada. Su expresión alterada cambió de un momento a otro cuando me vio, siendo remplazada por lo que me pareció arrepentimiento. Soltó un suspiro y se volvió a sentar, derrotado. 

— La única que corre peligro aquí eres tú. 

— ¿E-Eres un...? 

— No termines la oración — susurró con asco —. Solo vete. 

Mi vista bajó de nuevo a su estomago. 

— Pero estás herido. 

Por un segundo, me miró con curiosidad pero su rostro rápidamente endureció. 

— Puedo arreglarlo. 

— No, no puedes — aclaré mientras intentaba levantarme aunque las fuerzas en ese instante parecían faltarme —. Te oí y sé que estás mal, deja que te ayude. 

— ¿No te doy miedo? 

— En este momento me estoy orinando encima — dije acercándome poco a poco, amando cada parte de mi cuerpo con la poca valentía que sabía tener —, pero nunca se abandona a un amigo. 

— Amigo, ¿eh? — murmuró absorto en sus pensamientos, dejando que la distancia entre nosotros disminuyera y fuera acercando mis manos a la parte afectada —. Si me tocas, arderé. 

Recordé el momento en el que le toqué el hombro y mi estomago dio un vuelco. 

— Pero... ¿por qué? 

Él permaneció callado, sin atreverse a dirigirme la mirada. 

— Damian... — exclamé en tono acusatorio, ansiosa por la respuesta. 

— Soy un demonio, Maia, un ser del Inframudo, la escoria más gran que puede existir. Soy un ser que representa la maldad, el pecado, el odio y las guerras. La bondad, el amor, todo eso que se le adjudica a los angeles para describirlos, es algo prohibido para nosotros, no podemo sentirlo o seremos castigados. 

Por un segundo cerré los ojos por no estar nada preparada para oír lo que ya sabía y no me atrevía a pronunciar. Sin embargo, arrojé todo el miedo y dudas que me quería corroer el cerebro para centrar en el ahora. 

— Sigo sin comprender... ¿por qué yo te hago daño? 

El suspiró y me encaró. 

— Maia Allen, la chica que siempre fue objeto de burlas, de violencia, la chica que siempre vio todo lo malo del mundo, lo repulsivo, pero aún así siempre sonrió... Desde que te conocí, me demostraste que inclusive en el camino más oscuro, siempre habrá luz y que nunca nada está completamente perdido. Mis intenciones contigo siempre fueron otras — sus manos ensangrentadas se convirtieron en puños temblorosos y después de unos segundos se abrieron para que Damian observara sus palmas —. Ahora me siento asqueado al pensar que creí que metiéndome en tu vida, sería divertido provocar que te terminas por suicidar — se me corta la respiración y de inmediato mis ojos comienzan a picar —. Por eso te ofrecí mi mano en un principio, por eso me acerqué a ti. Pero luego, fuiste tú quien se metió bajo mi piel, quien se adueñó de mis pensamientos e hizo que algo dentro de mí se moviera. Empecé a protegerte, no me importaba recibir los castigos, porque tú eras lo único que necesitaba para sentirme bien de nuevo. Por eso tú me quemas, Maia, porque te amo, porque no es correcto hacerlo, ni siquiera debería ser capaz de sentir algo así dada mi estúpida naturaleza. 

Me quedé sin habla, incapaz de poder hacer otra cosa mas que verlo a los ojos.

— Entiendo si huyes de mí — continua, mirándome —, es lo más sano. Todo este asunto debe sentirse como un mal sueño para ti, imposible de creer... 

— Lo único que me parece imposible de creer son tus sentimientos hacia mí y lo jodido que resulta que no pueda tocarte en este instante. 

Me miró sorprendido y su boca se curvó ligeramente hacia arriba, quitandole un poco de tensión al ambiente. 

— Bueno, en realidad me gusta ser masoquista algunas ocasiones... 

Cuando Damian intentó inclinarse hacia mí, retrocedí un poco para evitar tocarlo y neué con la cabeza, a lo que él frunció el entrecejo. 

— Te recuerdo que primero necesitamos sacarte eso — apunté hacia su abdomen — de allí. 

Él rodó los ojos, sin embargo asintió. 




~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

OMGGG

HOLAHOLAHOLAHOLA, CÓMO ESTAAAAAN. 

Ya sé que he estado desaparecida por muchisimo tiempo y que tal vez el Os no es tan bueno como lo esperan pero neh, es mejor eso a que no publicara nada:( 

Perdón por la inactividad, lo que sucede es que abrí otra cuenta donde me dedicaré a subir historias complemente mías así que me estuve algo ocupada, pero ¡he vueltooo!

Mientras sigo escribiendo Os para subirlos en cuanto estén listos, díganme, ¿qué de nuevo les ha traído la vida?  













Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro