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Personaje: Jason Todd
Título: Recuperando al amor de mi vida.

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Las cosas pasaron más rápido de lo que el intento de Weasley corría. Solté el primer golpe, sin darle tiempo de reaccionar y haciendo que la castaña se hiciera para atrás sorprendida, soltó un sollozo y supe de inmediato que ya no aguantaría las ganas de llorar por mucho tiempo más, yo lo haría también pero en esos momentos la rabia e ira me dominaban por completo.

Wally se movió, aprovechando que estaba un poco subido de copas y que no estaba listo, soltó un golpe en mis costillas que llegó con más fuerza de lo que esperaba y otro me mi quijada, salí volando hasta el otro lado de la habitación y rápidamente me levanté, algo aturdido por la magnitud de los golpes pero todavía con las suficientes fuerzas para pelear. Escupí sangre.

- ¡Ella ya no te quiere! - Me gritó sin atreverse a acercar, en posición de combate. - ¡No tienes el derecho de venir y romperla de nuevo!.

- ¿Y tú? ¿Tienes más derecho que yo en decirle lo que tiene que hacer para superarme? ¿Tienes más derecho que yo para saber lo que es mejor para ella? ¿Tienes derecho a entrar a mi puta habitación con ella, sin mi permiso?

- ¡No hablen como si no estuviera aquí! - Gritó ella, metiéndose entre nosotros dos cuando estábamos a punto de volver a pelear. - Ninguno de los dos tiene un derecho mayor sobre mí, par de idiotas.

- Él no debería estar aquí. - Respondió West, dando un paso al frente y siendo detenido por ____ que colocó una mano sobre su pecho.

- Esta es mi habitación, pendejo, puedo venir cuando se me de la puta gana.

- Pero sabes que ella estaba aquí, conmigo.

- Y con Dick, no te sientas importante, Speddy Gonzales. - Rodé los ojos, exasperado por su actitud de quererme dar más celos de los que ya tenia.

- Jason tiene razón, nosotros no deberíamos estar aquí. - Respondió la dueña de mi corazón. En la madre, eso sonó demasiado idiota. - Pero... Wal tiene algo de razón, estos días que estuve aquí no pusiste un pie en la mansión... ¿Por qué ahora sí?

Me quedé callado, temiendo responder y fuera rechazado en frente del pelirrojo.

- Y-Yo...

- Eso suponía. - Me interrumpió soltando varias lágrimas y haciendo que mi corazón se estrujara, se dio la vuelta y comenzó a caminar fuera de la habitación dejando consigo un sentimiento de soledad. Wally me vio con algo de burla y cuando menos lo esperé, tenia un puño plantado en mi rostro.

Ese maldito pendejo...

Y después de eso, todo se volvió oscuro.

...

- ¡Lo estas haciendo mal! - Regañe por enésima vez a _____, sintiendo cómo sus manos temblaban al intentar pasar el alcohol por mi nariz.

- ¡No quiero lastimarte! - Me devolvió el grito tirando el pequeño pedazo de algodón.

- ¡Ya lo hiciste! - Solté sin pensar y en cuanto ella bajó la vista y no me contestó, me arrepentí.  - Y-Yo no me refería a eso.

- Pero sé que en parte es cierto.

- También fue mi culpa. - Susurré bajando la mirada, sintiendo el líquido carmesí resbalar entre mis labios. No dolía tanto como pensaba, en realidad la niña de West  no pegaba tan fuerte.

El silencio que se formaba en mi cuarto no era incómodo, a pesar de estar completamente enojados, tristes, con el corazón roto y yo una lesión, el silencio era el que solía haber cuando estábamos juntos.

Cuando estábamos juntos...

- Jay... - Me llamó, levante la vista y la encontré llorando en silencio - Tú eres un idiota y lo sabes ¿no? Fuiste un idiota conmigo que me terminó sin razones justificadas y que me maldijo cuando intenté reparar algo que no causé..

Cada palabra que salia de sus labios, hacia que mi corazón se hiciera pequeño y fuera machacado con tanto dolor como si lo hiciera un martillo, no quería llorar en frente de ella pero mis ojos comenzaban a picar y lo peor del caso es que tenia razón en todo.

- ¿A dónde quieres llegar con esto? - Cuestione interrumpiéndola.

- A que todavía te amo con mi puta vida, idiota. - Y después de eso se levantó, me robó un beso rápido y me dejó solo en la habitación con el corazón en la boca y una sonrisa en medio de lágrimas que se escaparon sin que me diera cuenta.






Salí de la mansión con los ojos viajando a un lado hacia otro, el helado viento me caló en los huesos y maldije internamente. La había buscado en cada rincón de la mansión, anhelando que todavía estuviera allí para decirle que la quería, que era un idiota y que si algún día sería capaz de perdonarme.

Corrí rápidamente, recorriendo cada tramo lleno de nieve en los jardines, sudando en frío por los nervios y temiendo que posiblemente mi única oportunidad se hubiera ido.

Y entonces la miré.

Sus ojos estaban agachados y solo un suéter delgado la cubría, los copos de nieve caían directamente hacia su cabello y se quedaban pegados allí, sus pies bailaban, dibujando cosas sin sentido en la nieve y podía ver que su rostro estaba rojo y que varias lágrimas lo adornaban.

Con el corazón en la boca, me acerqué a ella hasta sentarme a su lado, levantó la vista pero no dijo nada y tampoco yo lo hice. Miré hacia el cielo nublado, esperando a que algo o alguna señal me diera el valor de abrirme una vez más con ella para tenerla conmigo por siempre.

- Yo tengo que hablar contigo.

Solté directo y ella se limitó a asentir.

- Fui un idiota.

- Pensé que eso ya había quedado establecido.

- Pero no la clase de idiota que tú piensas - tomé sus manos heladas entre las mías que apenas y se estaban enfriando, miré por un rato el contacto que había entre nosotros y que a pesar de ser muy poco, me hacia tener las oleadas de felicidad necesarias para vivir contento por el resto de mi vida -, hablo del idiota que fui al decirte cosas que no eran ciertas, hablo del idiota que fui al no correr por ti en cuanto saliste por esa puerta, porque, demonios, me he dado cuenta que yo correría por ti a donde sea, si es de aquí a otra cuidad o hasta el otro lado del mundo correría por ti porque te amo, porque hasta que te perdí me di cuenta de qué efecto hacia en mi vida, me di cuenta de que eras la única cosa en el mundo que podía controlarme y darme la felicidad que necesito.

<< Te amo y eso nadie lo va a cambiar, ni siquiera el que ya no puedas soportar mirarme por la mierda de persona que fui contigo. Lo único que te pido es una segunda oportunidad, ya te prometí la luna y las estrellas, te prometí protegerte con mi vida, te he prometido todo y ahora lo único que me queda por prometerte si me perdonas, es el dejar de ser el pendejo más grande del mundo porque me di cuenta de que tú eres mi salvación y mi perdición y depende de ti el darle al demonio la entrada al paraíso o dejar que se queme en el infierno que él mismo provocó.

Ella me sonrió en medio de todas las lágrimas que abundaban en su rostro, acaricié su mejilla y al limpiarlas con mi dedo pulgar ella me miró directo a los ojos.

- Los demonios como tú siempre tendrán segundas oportunidades.

Y siendo consiente de que en ese momento no me podía besar, me dio un abrazo fuerte, lleno de necesidad por estar conmigo.

Y eso me bastaba, me bastaba el abrazarla sabiendo que no sería el último abrazo y sabiendo que a pesar del frío, ella era lo único que necesitaba para estar conforme.

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