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Título: Cigarros.
Personaje: Jason Todd

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La clase de la profesora que Samantha más odiaba había comenzado. La pelinegra se limitó a rodar los ojos, dejar escapar un suspiro de cansancio y hacer un vano intento de prestar atención a lo que la irritante voz de la mujer cuarentona tenía por decir, le gustase o no, tenía que pasar la materia.

Mientras la señora explicaba temas, que por alguna extraña razón Sam ya conocía casi a la perfección, decidió vagar su hermosa mirada de ojos violetas por todo el salón y cuando menos lo esperó, se detuvo en el rincón derecho del aula.

Allí se encontraba Jason Todd, un ser bastante coqueto, oscuro, serio, bastante arrogante y algo idiota. No solía convivir mucho con las personas y cuando lo hacía, generalmente alguien salía física o emocionalmente lastimado, poca gente era la que el chico soportaba.  

Sus miradas chocaron con brusquedad, Jason había volteado los ojos hacia ella de una manera tan decidida que fácilmente cualquiera hubiera pensando que el muchacho ya sabía que lo estaban observando. Dando un pequeño brinco hacia atrás, sus mejillas se tornaron de un color rojizo y sintió que su cuerpo hervía, él sólo rodó los ojos, sonrió complacido y volvió su vista hacia su cuaderno.

"Maldita estúpida, ¿Cómo se te ocurre mirarlo? "  Se regañó moviendo bruscamente su mirada hacia la libreta en blanco que tenía en frente. No era una novedad que el enigmático e indiferente Todd la hacía sentirse algo nerviosa con su presencia, su cuerpo escultural y rostro digno de contemplar la hacían querer saber más acerca de él, estar junto a él e inclusive obtener la oportunidad escasa de poder tocar sus labios, sin embargo, sus actitudes la hacían alejarse en automático.

Cuando menos lo esperó, la última clase dió por terminado.

La manada de estupiantes salió disparada del aula y ella, cansada hasta de respirar, se tomó las cosas con calma y tranquilamente guardó sus cosas dándole la espalda al pizarrón.

— Señorita Frost — la llamó el profesor que impartía la última hora. Sin voltear, Samantha gruñó un pequeño: "diga usted" dignada a acatar cualquier cosa que el profesor pudiera decirle —. Necesito que le lleve estos papeles a Jason Todd.

El puñado de hojas golpeó secamente el escritorio y, seguido de una pequeña despedida, el hombre abandonó el lugar sin esperar respuesta.

— Alguien terminará en el hospital hoy — sentenció agarrando las hojas de mala gana y soltó un suspiro mientras cerraba los ojos en un intento de prepararse mentalmente para enfrentarlo.

Con los audífonos puestos escuchando a todo volumen "The run and go" dió saltitos que parecían pasos de baile mal dados y se encaminó a buscar a Todd.

— Buscando a Todd, la siguiente gran producción de Pixar —murmuró cerrando la puerta de los baños de hombres. Si no fuera por ser una increíble atleta, Sam estaba segura que sus pies estarían flaqueando de tantas vueltas que había dado.

Sin muchas esperanzas de encontrar al muchacho, se dirigió al jardín trasero del instituto, lugar donde la mayoría de veces se quedaban los estudiantes que no tenían pendientes dentro del establecimiento luego de clases.  

Tal vez las ganas tremendas de estrellar su cabeza contra un poste aumentaron cuando observó al muchacho acostado en el pasto bajo el gran árbol mientras fumaba tranquilamente un cigarrillo. Se quitó los audífonos y con el corazón al mil, pensó en la idea de salir corriendo.

Dejando su sentimiento agobiante de ser una gran idiota, avanzó a grandes zancadas hacia él. Al llegar, dejó caer su mochila en el pasto.

— El profesor me pidió que te trajera esto — inició ella, llamando la atención de Jason y haciendo que abriera uno de sus hermosos ojos.

— Nena, estorbas, ¿Podrías hacerte a un lado?

Sam apretó la mandíbula.

— Se dice gracias, imbécil — gruñó, sin embargo, obedeció por una razón que incluso ella desconocía.

— Todavía no me has dado nada, ni siquiera me estás haciendo un favor a mí, se lo haces al profesor, ¿Cuántos puntos? ¿Dos? ¿Tres?  — murmuró cerrando los ojos una vez más, poniendo un brazo detrás de su nuca y dándole una nueva calada al cigarrillo.

"Sólo tal vez... Tal vez, éste tipo saque a todos de sus casillas y por eso, todos terminen hospitalizados. Él es más fuerte y en defensa propia los jode" pensó cerrando los ojos y soltando un suspiro, intentaría no perder los estribos.

— Bueno, entonces ten los jodidos papeles, tengo cosas mejores que hacer — estiró el brazo y tensó el cuerpo.

— Yo también — contestó sin inmutarse. 

Y allí permaneció Sam como una estúpida con el brazo estirado al menos cinco minutos.

— Idiota — susurró dejando caer los papeles sobre su rostro —. ¡Es todo! ¡Me largo! — gritó agitando los brazos y dándose una vuelta precipitada. 

— Hermosa — la llamó soltando una hermosa sonrisa y apagando lo que quedaba de aquel pedazo de cigarro. Ordenó los papeles rápidamente y sin esfuerzo.

— ¡Ya hice mi trabajo! ¡No me jodas!

— Bueno, pero te advierto que por más chula que estés no haré tu tarea. 

Sam se dió la vuelta confundida y quedó hecha piedra en cuanto lo vió recostado en el tronco del árbol, sonriendo de lado, con varios cabellos obstruyendo un poco sus ojos penetrantes y con su mochila colgando entre sus dedos. No quería ir de nuevo hacia allá.

— ¿Qué? — cuestionó divertido — ¿Me la vas a regalar? No esperes a que te la lleve hasta allá, tú fuiste quién la dejó aquí.

Sus mejillas enrojecieron.

— Y-Yo...

— Ambos sabemos que tenemos tarea de sobra para el fin de semana, la necesitas.

Sam bajó la vista y, con el cuerpo entero temblando como gelatina, caminó hasta estar en frente de él. Jason fácilmente le sacaba una cabeza de estatura.

— ¿Podrías darmela?

— A ti te doy lo que quieras — le guiñó un ojo. Ella sabía que era un juego, incluso con los hombres él hacía eso.

— Hablo en serio Todd, necesito que me des-

— Toda la noche — la cortó —, con mucho gusto.

A sabiendas de que si seguía en aquel peligroso terreno más tiempo del que debía, ella saldría avergonzada, estiró los brazos para alcanzar su mochila, sin embargo, Jason complicó las cosas subiendo su brazo hacia arriba. Sam frunció el ceño y se paró de puntillas para intentar alcanzar sus cosas y cuando volvió su vista hacia el frente, descubrió al muchacho más sexy del instituto mirándola fijamente.

— Me encata cuando te esfuerzas demás, Samantha — murmuró acercando su rostro un par de centímetros. El corazón de la nombrada salió disparado de su pecho —. Por ejemplo, ahora seguramente estás resistiendo los impulsos por besarme — silencio —, lamentablemente, hermosa, yo no puedo. 

La chica intentó reaccionar haciéndose hacia atrás pero Jason, al ser mucho más ágil, la atrapó por la cintura con sus dos enormes brazos y la sostuvo con firmeza.

— No haré nada sin tu consentimiento, no soy tan cabrón como todos piensan — susurró mirando sus ojos con un pequeño, y apenas perceptible, toque de temor —. Dime que tú también sientes esa jodida atracción que va más allá de los límites.

Sam se quedó paralizada por un segundo, dudando sin parar e intentando procesar toda la información de golpe. Después de mirar sus ojos algo oscurecidos por la sombra del árbol, de escuchar ambos corazones latiendo sin parar y ver su mirada apenas suplicante, acortó la distancia para poder besar aquellos labios algo amargos que tanto había añorado desde hace tiempo.

Al separarse, Jason sonrió con inocencia.

— Sábado en la noche, en tu casa, llegaré a a las seis.

La soltó con delicadeza y caminó tranquilamente hacia la puerta. Sam parpadeó perpleja.

—¿Qué?

Y él, antes de salir, volteó a verla solo de perfil y sonrió.

— Tranquila cosita, no voy a comerte.  Quiero conocerte.




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