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Título: Lo que me dice la luna
Personaje: Dick Grayson

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Metido una vez más en esas mallas apretadas,  Nightwing se encontraba patrullando la ciudad de Gotham, con la única y genial compañía de la luna.

— La verdad siento que la luna le da mucho brillo a mi traje — comentó prendiendo en Intercomunicador para contactar a Alfred, a veces le gustaba hablar mientras ejecutaba sus maniobras por los aires, le tranquilizaba —, ¿No lo crees Alfy?

— Estoy seguro que si estuviera presente, usted brillaría como una estrella, Amo Grayson.

El nombrado sonrió y saltó de de un techo a otro. Era una noche bastante tranquila, como si los barrios supieran que Richard Grayson estuviera vigilando por allí y los criminales temieran toparse con el poderoso Nightwing.

— Yo soy una estrella, Pennyworth.

— Claro que sí, amo — como si estuvieran hablando frente a frente, el mayordomo asintió con un pequeña sonrisa —. Si me disculpa, tengo que preparar la cena para cuando regresen a casa.

A Dick lo invadió una pequeña oleada de tristeza que duró solo un instante, no quería estar solo de nuevo.

— No hay problema Alfy, hasta luego — murmuró.

La comunicación se cortó y Nightwing siguió saltando por todos lados como si aquello fuese lo más emocionante de todo, y, al menos para él, lo era.

Al llegar a una azotea de un enorme edificio, decidió sentarse en la orilla de toda aquella gigantesca contrucción para observar la enorme luna llena, puesta prácticamente en frente de él.

— ¿Cómo estás? — cuestionó igual que un lunático, esperando a que aquella roca grisácea le contestara, aunque era consiente de que eso no era posible.

Al caer en el horroroso silencio, miles de imágenes de su ex novia invadieron su mente, recuerdos, sonrisas, caricias...

Odiaba la soledad, el silencio, ya que cada vez que lo rodeaba, lo único en lo que su mente lograba concentrarse era en ella.

— ¡No! — gritó sosteniéndose la cabeza, cerrando los ojos con fuerza e intentando contener el enorme montón de lágrimas que se querían escapar de sus ojos azules con estrépito — ¡Ya no quiero recordarla! ¡No quiero vivir en el silencio!

"Entonces ve por ella"

Levantó la vista bastante sorprendido, unas cuántas gotas de lágrimas salieron salpicadas con el movimiento tan brusco que dió y con los ojos cristalizados buscó un lugar de donde proviniera la aquella melodiosa voz de mujer. No podía estar loco.

Silencio.

— ¿Qué? — respondió esperando  que así la voz se volviera a escuchar.

Nada.

— Habla — susurró cerrando los ojos —. No preguntaré quién eres, ni de dónde vienes, lo único que quiero oír es lo que debo hacer para dejar de sufrir así, ¿O acaso es que me volví loco?

Sin abrir sus ojos, esperó una respuesta y a cambio, sintió que alguien posaba delicadamente una mano sobre un hombro, se acercaba a él mientras se tensaba ligeramente y le susurró:

"Ve por ella, tú lo quieres y ella también, todavía no es tarde"

Se escuchó tan nitidamente que de inmediato supo que no estaba loco, abrió los ojos sorprendido pero tanto como la mano posada en su hombro y la presencia de aquella persona, desaparecieron con el viento.

— ¿En serio? — Cuestionó a la nada,  consiente de que nadie le respondería.

Sentía una horrible opresión en el pecho que poco a poco exterminaban sus ganas de patrullar, de pelear con la gente injusta o seguir luchando por hacer algo para ayudar a las personas inocentes.

Y lo peor de todo es que sabía que ese sentimiento siempre estaría allí hasta decidiera arreglar las cosas o ponerle un punto definitivo a todo con su novia.

Decido, se levantó de la orilla de aquel edificio y sin pensarlo mucho corrió hacia el siguiente, saltando de una manera ligera, ágil y bastante apresurada.

Se detuvo justo cuando se encontró frente a un pequeño balcón de cortinas azul pastel, si mirabas atentamente hacia dentro lograban observar una figura femenina bastante pequeña, con curvas y que se estaba moviendo rápidamente, creando algunas sombras borrosas.

Dick tragó en seco completamente asustado. Era ahora o nunca.

Antes de que el sentimiento de valentía se esfumara de su mente, tocó aquella puerta corrediza de cristal esperando no volver a tocarla, sabía que sé acobardaria y saldría corriendo.

Adentro, una hermosa castaña frunció el entrecejo bastante confundida al notar los extraños golpecitos que sonaban fuera del balcón, terminó por colocarse la pijamada y con el corazón el la mano, abrió la puerta corrediza.

Bien, al ver lo que había en frente, definitivamente prefería que algún asesino suelto fuera el que estuviera parado allí.

— Grayson... — susurró sin que el nudo en su garganta la dejara respirar con normalidad.  

— Nena — mascullo sin encontrar las palabras correctas  para que no le cerrara la puerta en la cara tan pronto.

—¿Qué ha-haces aquí?

Richard se preparó para tener el corazón roto otros seis meses y sin contestarle, pasó rápidamente a su habitación.

— ¡E-Ey! ¡¿Qué haces en mi cuarto?! — chilló manchando sus mejillas de un rojo intenso. Dick paseó su mirada por el lugar, sintiendo la nostalgia acabar con sus últimas reservas de valentía y, al ver la reacción de su ex, se cuestionó si aquella había sido una buena decisión.

— Yo... — balbuceó — la verdad no sé qué hago aquí... Perdón, Abby, creo que debería irme...

La nombrada sintió una pequeña punzada de decepción.

— Ya veo... — soltó un suspiro —. ¿Me harías el favor de no volver?

Grayson sintió que su corazón se hacía  añicos.

— ¿Por qué? ¿Te molesto?

— ¿No es obvio? — preguntó dándole la espalda — me alejas, me rompes el corazón y cuando creo que voy saliendo del agujero negro donde me abandonaste, te apareces en mi balcón vestido con el traje que te conocí... Ya no quiero más dolor, Richard, ya no quiero sufrir más por ti...

— ¡Nena! — la llamó tomándola por las manos y rápidamente notó que las lágrimas en sus ojos ya se habían desbordado sin control.

— ¡No me llames así! ¡No te atrevas a volver a hacerlo! ¡Largo! — Gritó negando con la cabeza frenéticamente mientras le lanzaba un manotazo y retrocedía.

— ¡De eso se trata, Abby! ¡Vine por ti! — se abalanzó contra ella, acorralando su pequeño cuerpo contra la pared para que no pudiera escapar.

— ¡SUELTAME!

Dick tapó su boca con una de sus manos y acercó peligrosamente su rostro con el de ella.

— Shh... No querrás despertar a tus padres — a Abby, aquella frase le trajo tantos recuerdos que sus mejillas se calentaron —. Quiero que me escuches, te lo suplico.

Desvío la vista y asintió con la cabeza.

— Bien, mira, no sé por dónde puedo empezar y ni siquiera sé si diré las palabras correctas para poder volver a estar contigo pero... Por todos los murciélagos, soy un maldito pendejo por el simple hecho de haberte dejado — negó con la cabeza y su voz se rompió —. Eras, eres y serás lo mejor que pudo hacer feliz a mi persona, pensar en ti hacia que los días malos se hicieran buenos, me daba energía cuando me hacía falta, me mostraba la luz cuando únicamente me rodeaba la oscuridad y... Demonios, fui un idiota al no valorar eso en lo absoluto. Al ver que yo fui quién borró esa hermosa sonrisa de tu rostro, me convertí en la persona que más odié en el mundo. No espero que me perdones, ni mucho menos que vuelvas conmigo pero te necesito, no me imagino despertando con alguien más por las mañanas, ni alguien más que escuche mis llantos durante los peores días... Y lo que menos me cabe en la cabeza es tu felicidad en las manos de otro hombre...

Como la puerta corrediza seguía abierta, había tres sujetos fuera observando la dulce y extraña escena.

— Deja de grabar, cabrón — gruñó Red Hijos sin despegar la vista de la pareja.

— No. Es buen material para un futuro lleno de chantaje o burlas — murmuró Robin haciendo zoom en la cámara de su teléfono —. Esto definitivamente estará junto a los archivos de bromas de desnudos y los gemidos de Timothy por las noches.

— ¡Ey! — chilló Red Robin — ¡Pensé que habíamos acordado borrar eso!

— Perdón, bebé — el muchacho del casco puso una mano en el hombro de Tim —, eso fue mi culpa. Los guardé para una ocasión especial y terminé por enviarlos a Damian.

— Shhh, ¡No sean estúpidas y griten como si estuvieran en el mercado! — los regañó en pequeños susurros el menor —. Si nos descubren, el show se acabó y tal vez Dick ni siquiera pueda recuperar a su "nena".

— Yo hubiera entrado sin camisa y caso resuelto — comentó Jason haciendo un ademán de que se veía las uñas —. También le gusta hacerla de pedo, que no se haga el romántico.

— Ay no — Red Robin rodó los ojos —. Hablan peor que una bola de camioneros.

— ¡Joder! ¡Ya se están besando!

Todos salieron de su pequeña conversación y observaron la escena sorprendidos.

Abby y Richard se percataron de la presencia del trío maravilla cuando todos soltaron un grito de Fangirls que probablemente se había escuchado hasta la mansión Wayne.

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