Titulo: Algo mas que una simple pelea.
Personaje: Damian Wayne.
Advertencia: no.
                 
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- Lo arruinaste. - Me dijo Dick una vez que ______ había salido corriendo de la baticueva. - Eres un idiota. Sabias que eso siempre la lastima.

- Se lo merecía después de todo. - Respondí dándome la vuelta con los brazos cruzados.

- Tienes que disculparte con ella pequeño insecto. - Me amenazó Dick. - A mí podrá no importarme nada de lo que digas pero a ella sí. Siempre fue muy sensible con ese tema.

Mi corazón dio un pequeño vuelco. En realidad sí me importaba aquella chiquilla, siempre me importó aunque nunca diera señales de eso. Desde que la vi entrenar por primera vez supe que ella tenia mucho talento. Tal vez me dieron celos.

- Esa es la verdad. - Dije con el ceño fruncido. - Si ella fuer más rápida y fuerte otra cosa sería.

- ¡Por dios Damian! ¡Tiene tres o cuatro malditas clases con nosotros! ¡Cuando llegó prácticamente no sabia nada!.

- Ts.. - Me cruce de brazos y decidí ignorarlo, me fui de la baticueva dejando a Dick solo y por primera vez en mi vida estaba dispuesto a disculparme con alguien. Iba subiendo las escaleras cuando noté que había sangre por todos lados, miré a todos lados buscando señales de alguien y no había absolutamente nadie. Subí todo el tramo que me quedaba con algo de prisa y comencé a buscar en las habitaciones de todos. Avance con cuidado por cada una hasta que unos murmullos captaron mi atención. Me acerque a la puerta de donde se escuchaban y aunque parezca que soy chismoso me dispuse a escuchar.

- No debería llorar señorita Grayson. - Decía Alfred. - Son heridas que con el tiempo sanaran.

- Desearía que el llanto fueran por las heridas. - Respondió _____ en un suspiro. - Simplemente no sé si pueda seguir con el entrenamiento.

Oye, oye... ¿Qué?

- ¿A si? ¿Por qué?.

- Tal vez tenga potencial pero soy muy débil mentalmente. - Oí como su voz se quebraba nuevamente. - Soy la única de los dos que no ha superado la muerte de nuestros padres.

- No tiene que sufrir por eso señorita. El joven Grayson también había sufrido mucho cuando era joven. Cuando usted era cuidada por una nana.

Oí como _____ suspiraba lentamente y me sentí realmente mal en ese momento.

- Lo arruinaste. - Me dijeron al oído, voltee rápidamente y me encontré con un Tim algo molesto. - ¿Sabes lo que me costó subirla a la habitación mientras se desangraba por tu culpa?

Negué con la cabeza completamente decidido.

- Fue su culpa por no caer con cuidado. - Dije intentando ocultar mi sonrojo.

- ¡Tú la empujaste hacia ese vidrio! - Reprochó Tim. - Ella no tiene la misma experiencia que tú en combate.

- Así es la única forma en la que aprenderá. - Defendí.

- Ahora te tienes que disculpar con ella.

- No quiero. - Finalice de brazos cruzados. Tim maldijo en silencio, me tomó de las mejillas y por un segundo creí que era gay y me iba a besar.

-¿ No lo entiendes? - Me dijo furioso. - ¡Esa chica te ama!

Mis ojos se abrieron como platos en un instante, mi boca casi caía al suelo y mi corazón comenzó a latir desenfrenada mente. Antes de poder reaccionar Tim me había llevado al cuarto que hace rato espiaba, había sacado a Alfred casi a patadas y me obligó a terminar de curarla.

Pasaba con mucho  cuidado el algodón por su mejilla derecha aunque sabia que le ardía como los mil demonios. Ahora que observaba sus facciones con mayor detenimiento me di cuenta de que era más perfecta de lo que creía y no pude evitar sonrojarme.

- Lo siento. - Susurré bajando la mirada.

- No te preocupes. - Me dijo soltando un suspiro. - Estoy acostumbrada a ese tipo de comentarios. - Concluyo con una risa amarga y a punto de las lágrimas nuevamente.

- No deberías dejar que te insulten. - Le aconseje con la voz en un tono más alto. - No a alguien como tú.

- ¿A alguien como yo? ¿A alguien psicológicamente dañada? ¿A alguien que no puede superar algo que paso hace años? ¿A alguien que es débil? ¿A alguien que es una deshonra tanto como para amigos e incluso para los muertos? ¿A alguien tan fea? ¿A alguien tan idiota? - Me preguntó con los ojos llenos de lágrimas. Sentí como mi corazón se hacia pequeño al verla así. Me armé de valor y solté un suspiro.

- No... - Tomé su mentón con cuidado. - No deberías dejar que la gente le haga daño a alguien tan perfecta como tú. - Le robé un beso pero para mi sorpresa ella decidió seguirlo, nuestros labios iban al compás del viento chocando contra la ventana, era un beso lento y sin prisas intentando disfrutar cada bendito segundo. Me separé con cuidado de ella y miré sus ojos cristalinos pero con cierto brillo de alegría, de esperanza. - No dejare que nadie te siga haciendo daño niña tonta. - Le advertí para luego abrazarla con todas mis fuerzas temiendo que si la fuera a soltar se me escaparía de las manos.