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Título: Adiós.
Personaje: Tim Drake

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Con el corazón en la palma de la mano, me dirigí a la mansión Wayne en mi motocicleta, con el viento golpeándome el casco y con el cabello sobresaliendo  bruscamente por todos lados. Es día, Tim, mi novio desde hace tres años, me había llamado diciéndome que necesitaba verme, que era una emergencia y sin duda, corrí para ayudarlo.

Temía que aquello tuviera que ver con su comportamiento los últimos días que pasamos juntos. La distancia, las sonrisas decaídas, los secretos, los rumores, todo aquello me quemaba la cabeza y causaba que mi mundo se viniera abajo de un segundo a otro. Así eran mis días, siendo brutalmente asesinados por estar en la agonía de no saber lo que sucedía.

¿Acaso yo había hecho algo malo?

Intentado que mi mente no se consumieran en un sin fin de preguntas, estacioné la motocicleta a las afueras de la mansión, aseguré el casco en su lugar y con la confianza que las cámaras de seguridad podían brindarme, me adentré en la mansión cuando caí en cuenta que las rejas estaban abiertas.

Llegué a la entrada principal, rodeé la fuente que había en el centro y me encontré con la sorpresa de que todos estaban sacando maletas con algo de prisa.

Sentí un pinchazo en el pecho y decidí que lo mejor era pensar que Bruce saldría de viaje otra vez. Sí, solo él.

—¿ Jay? — le llamé en cuanto lo ví salir con otra maleta. Él pareció notar mi presencia en ese instante y se sobresaltó.

— ¿Qué haces aquí, Clare? — Preguntó sorprendido, volteando sus pies hacia mí y dejando la maleta en el suelo. 

— Tim me llamó — respondí tragando saliva al ver sus ojos nerviosos voltear hacia atrás, escaneando el lugar —, ¿Está pasando algo que deba saber?

— No me corresponde decírtelo, nena — balbuceó recogiendo la maleta y retomando su camino con prisa. Presa del pánico, le grité que volviera sin mucho éxito y entonces empecé a seguirlo. Esas maletas debían estar llegando a un lugar no muy lejano en la mansión y, gracias a todo el tiempo que había pasado allí, la conocía como la palma de mis manos.

— ¡Regresa aquí y explícame todo antes de que te arranque la cabeza! — chillé acelerando el paso de mis pisadas. De un momento a otro, Jason decidió correr con todas sus fuerzas y me vi obligada a hacer lo mismo, golpeando todas mis reservas de aire y siendo únicamente impulsada por la necesidad de saber qué ocurría.

Y cuando menos lo pensé, caí de bruces por una estúpida maleta que se interpuso en mi camino. Levanté la vista con precipitación para no perder de vista al estúpido Todd, sin embargo, me encontré con la sorpresa que en frente de mí, un helicóptero estaba aterrizando y todos los integrantes de la familia se encontraban metiendo maletas. Todos menos Tim.

Con el corazón en la boca me levanté sin importarme que mi rodilla tenía un raspón muy profundo y me dirigí hacia Bruce, quién estaba con una expresión más seria de la normal hablando con el piloto.

— Buenas noches, Bruce — saludé tocando su hombro. Lo que menos me importaba era interrumpirlos. Como si él me hubiera leído la mente, hizo un ademán para que el piloto se subiera en su asiento a preparar las cosas — ¿Dónde está Tim?.

Me engañaría si dijera que Bruce no notó la desesperación desgarrando mi garganta.

— Señorita Luthor, vaya sorpresa — ¿Fue mi imaginación o había escuchando una pizca de tristeza en su voz? —. Me parece que Timothy aún está arreglando su habitación, no tardará en bajar con su última maleta.

Aquello me cayó como un balde de agua fría.

— ¿Su... S-Su última maleta? —Pregunté escéptica, asustada y a punto de entrar en pánico. Mi estómago se retorcía y parecía querer acabar conmigo, mi pies temblaron y mis ojos, tal vez llenos de desesperación, descubrieron que, efectivamente, aquellas maletas eran de mi novio. Sólo había maletas de él — ¿Qué está ocurriendo?

El señor Wayne apenas dejó escapar un pequeño rastro de sorpresa.

— Todavía no le ha comentado nada — murmuró más para él que para mí —. Perdone señorita Luthor, tengo que retirarme.

Me pasó de largo y comenzó a andar dentro de la mansión sin importarle que lo llamaba a gritos.

— No servirá de nada, Clare, déjalo — susurró Damian llegando a mi lado —. Es más, vete, largo de aquí.

Abrí los ojos.

— ¿Qué mierda te sucede? — Cuestioné reteniendo todas mis ganas por golpearlo. De alguna manera, me estaba sintiendo traicionada por todos al no decirme lo que sucedía, me sentía idiota, sobre todo — ¡No me voy a largar de aquí hasta saber qué sucede!

— No te engañes, niña tonta, ya lo sabes pero aún no lo quieres aceptar — sentenció dejando ver un poco de tristeza tras esos ojos fríos como una roca —. Yo solo te estoy dando un consejo, lárgate ahora sí no quieres salir después con el corazón hecho mierda.

Y también se fue.

Quería llorar de impotencia, quería ir al helicóptero y dejar inconsciente al piloto, entrar a la mansión y hacer un desastre. Quería hacer todo y no podía hacer nada.

Cerré los ojos con fuerza para evitar dejar salir las lágrimas de cocodrilo y respiré muchas veces mientras apretaba mi puño, incapaz de lograr controlarme.

— ¿Princesa? — preguntó Tim. Sentí que se ponía frente a mí.

No quería abrirlos ojos por temor a enfrentar la realidad.

— Dime ahora qué jodidos está pasando, Timothy, o juro que le voy a arrancar los brazos al piloto.

— Me voy.

Abrí lo ojos en cuanto esas palabras confirmaron mis sospechas y me topé con un Tim completamente diferente al que conocían. Ojeras el doble de grandes de lo usual se alzaban ferozmente debajo de sus ojos, su cabello estaba hecho un lío, tenía los ojos cristalizados y parecía pálido, sin vida.

— ¿Por qué? — no, no, idiota, que no se te quebre la voz.

— Una misión, necesitan de mí — susurró desviando la mirada —. Será por mucho tiempo y muy lejos.

— ¿Qué misión?

— Me van a comprometer para evitar una genocidio en Gotham.

En este momento, estar con mil cuchillos en la espalda mientras me quemo en las llamas del infierno me parecería una linda forma de pasar la noche.

— Me cambiaste — afirmé dejando que por fin las lágrimas salieran de su escondite —. Por eso me estuviste evitando las últimas semanas, ¿Verdad?

Mi voz sonaba dolida, traicionada, alterada. Así me sentía.

— No, princesa, déjame explicarte — intentó tomar mi mano pero lo aparte de un manotazo.

— ¡Aléjate, joder! — chillé — ¡Debí hacerle caso a Damian cuando pude! ¡Vete, maldito bastardo!

— ¡Clare!

— ¡Gran forma de terminar las cosas, imbécil de mierda! — Grité con la cara completamente destrozada.

— ¡TENGO QUE HACERLO! — Gritó él.

¡Plap!

Mi mano fue directo a su mejilla y volteó su cabeza de tan fuerte que solté aquel golpe.

— Vete, cásate y has lo que quieras, no me importa.

Y me fui de la mansión con el corazón destrozado

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