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Título: Cambio de planes.
Personaje: Dick Grayson.

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— ¿En serio? ¿Katherina? — Cuestionó Wally West mirando a su mejor amigo babeando por una rubia que sonreía rodeada de un grupo de amigos, riendo a carcajadas y haciendo notar que eran los inalcanzables de la universidad. 

Sentí un pinchazo en el pecho y desvíe la vista, tragando en seco el enorme nudo de garganta que me ahogó al instante.

— ¿No es obvio? — pregunté haciendo denotar mi molestia mezclada con algo de sarcasmo —. El idiota ni siquiera nos está escuchando por ver a la plástica.

— ¡Ey! — chilló Wally —. No por ser rubia es plástica, yo mismo te lo puedo confirmar — defendió de brazos cruzados, claramente contento de presumir a su novia igual que a un trofeo, claro, iba de acuerdo que Artemisa era de las mejores chicas que existían en la galaxia, lamentablemente, Katherina parecía encajar a la perfección en la palabra plástica, la tenía pegada en la frente, en rojo y con unas enormes mayúsculas adornando su bonita cara hecha a base de bótox.

— Entonces deberían actualizar el diccionario, una foto de ella será suficiente — exclamé, rodando los ojos y soltando un enorme suspiro para hacer un intento completamente vano de llamar la atención de Dick. Después de confirmar que no me haría caso incluso si estuviera muriendo, bajé la vista y la centré en mis manos, jugando con mis dedos para fingir distraerme en algo.

Mi mente divagó en la idea de cuánto dolía mirar fascinado a una persona que ni siquiera se percataba de tu existencia...

Y entonces llegó Wally a cagar mi depresión, haciendo que me sobresaltara cuando se sentó junto a mí en la mesa del comedor y puso una mano en mi hombro.

— No te sientas mal, preciosa, Ricardito no es taaaaaan idiota como para no ver lo que tiene en frente.

Me guiñó un y sonrió.

— Es más difícil de lo que parece, West — elevé la vista al techo blanco del área común y después de asegurarme que Grayson seguía babeando por la rubia unas mesas más detrás de la nuestra, me acerqué al pelirrojo para poder hablar más bajo.

— Yo me encargaré de todo, no te preocupes — y volvió a sonreír igual niño pequeño.

Bah, como si fuera tan fácil.

— Déjalo así, Wal, no hay nada que podamos hacer. Si esto fuera una carrera yo ya hubiese perdido antes de comenzara — fruncí el entrecejo y miré de reojo a la rubia —. Es más bonit-

— No, nena... No comiences a enlistar las diferencias de por qué es mejor que tú porque no hay comparación — gruñó —, lo único que aquella chica tiene a favor es su cara con tres kilos de maquillaje encima. Tú eres mejor, más lista, atlética, inteligente, eres mejor en los aspectos que un hombre busca en una mujer que no quiere para un rato.

Mi corazón sintió un pinchazo y me dieron ganas de llorar, sin embargo, estaba consiente de que eso sería muy estúpido y decidí adoptar una actitud juguetona. Abrí  boca y ojos a la par, poniendo rápidamente una de mis manos en su frente.

— Wally, ¿Te sientes bien? Es lo más listo que has dicho en el día, ¿Tienes fiebre? 

El nombrado bufó y me dió un pequeño manotazo.

— Jaja, muy graciosa.

Le sonreí con inocencia y después volví mi mirada hacia Dick, quién obviamente seguía babeando por la chica que ahora se levantaba de su lugar junto con su séquito de populares sin cerebro y corazón.

Hice una mueca.

— ¿Estás seguro de lo que estás diciendo? — le cuestioné al pelirrojo, poniendo fé ciega en sus palabras a pesar de lo que mis ojos veían.

— Definitivamente, tú no te preocupes.

Y después de sacarme su lengua, ambos decidimos retirarnos de la mesa en cuanto Grayson se levantó para perseguir a la rubia.

.

.

.

Cuando llegué a mi casa, o guarida como solía llamarle, solté un enorme suspiro y dejé caer mi mochila, junto con mi suéter, al suelo de mi apartamento. Arrastré los pies hasta alcanzar la nevera en la pequeña cocina que tenía y la abrí, en busca de algo que evitara que me desmayara de hambre.

Vacío.

Solté un pequeño grito de frustración al comprobar que no había hecho día compras esta semana, todo por culpa de los dos idiotas que hacían mis días más divertidos.

Frustrada, saqué mi móvil para ver qué hora era y si todavía podía salir a comprar algo, pero, en cambio, un pitido llamó mi atención.

Nalwing 🍑 está escribiendo...

¿Nena? ¿Estás allí? 
                                ✔✔

¿Qué pasó Ricardito? ¿De nuevo olvidaste tu mochila en los baños de la escuela? 😂
✔✔

No la he olvidado desde hace dos meses 🙄. Necesito tu ayuda
                                       ✔✔

¿La mía? 😕 ¿Sucedió algo...?
✔✔

Estoy allí en diez.
                              ✔✔

Última conexión: 18:30 pm.

Confundida, dejé el móvil en la mesa y me decidí a esperar al azabache, un poco angustiada por su extremo nivel de misterio.

Exactamente diez minutos después, tenía parado a Richard Grayson en la puerta del apartamento, agitado y con una cara de horror en el rostro.

— Necesito tu ayuda, urgente...

Sin proferir palabra alguna le dejé pasar.

— ¿Qué...

— ¡Tengo una cita! — chilloy nervioso y me limité a observarlo, sintiendo mis piernas flaquear sin pudor alguno.

Ah... Así que era eso.

— Oh... ¿Katerina? — susurré, mientras él venía de aquí para allá sacando la ropa que a veces venía a guardar aquí para alguna emergencia.

— ¡Sí!

Intenté sonreír y tragué en seco. Mataría a Wally en cuanto lo viera solo por engañarme.

— Vamos, primero te voy a peinar — le revolví el cabello y con el alma caída, me dispuse a hacer algo que me partiría el alma.

Después de una hora lanzando gritos y jaloneando frecuentemente la ropa de Dick, por fin lo tenía vestido de traje frente a mí, con una hermosa sonrisa adornando sus mejillas.

Realmente se veía tan feliz...

— Estás listo — murmuré sintiendo que mis ojos me estaban comenzado a picar, dejé la rosa roja en sus manos y reacomodé su corbata azul otra vez.

— Me has salvado la vida, _______, te debo otra — me abrazó sin pensarlo y mi cuerpo no atinó en corresponderle.

— Anotala en la lista — bromeé sin ánimos y Dick se separó un poco para verme, me tomó por el mentón y frunció el entrecejo.

— ¿Qué te sucede, princesa?

— Nada, nada — me solté bruscamente de él y me abanique el rostro con la mano, negando frenéticamente con la cabeza —. Es que solo estoy pensando en que acabas de dejar el nido y esas cosas estúpidas que piensan las amigas cuando ven a sus amigos salir con una chica.

Otra vez sonriendo, Richard rodó los ojos y me dió un beso en la frente.

Oh sí, estúpido, llévate los últimos pedacitos de mi corazón roto con ese gesto.

— Tranquila, princesa, prometo no dejarte de lado si todo sale bien.

Y se fue...

Después de verlo partir en su motocicleta hacia, un posible restaurante súper caro, di vueltas y vueltas por todo mi apartamento, nerviosa, frustrada y con unas enormes ganas de golpear un pelirrojo muy risueño.

Tras soltar un golpe en la pared que inmediatamente me abrió los nudillos que se utilizaban para golpear, agarré mi mochila y salí hacia la calle, con la intensión de hacerle una visita a mi amigo el velocista.

La poca luz, la falta de civiles transitando las calles, los altos niveles de peligro en la ciudad y el hecho de que iba sumida en mis pensamientos me parecieron importar poco a la hora de caminar cuadras y cuadras, a merced de los criminales.

Sí, cuando me enojaba era una idiota. Lo tenía muy consiente, pero ahora no me importaba en lo más mínimo.

Unas cuadras antes de llegar al departamento que West compartía con Arti, mis oídos captaron ruidos que iban más allá del alboroto normal de Gotham por las calles. Tragué en seco y decidí mantener el mismo paso firme que llevaba ya que si daba señales de acelerarlo o alterarme, se darían cuenta de que era presa fácil.

Pasos.

Desde luego, apenas pude avanzar unos cuantos metros cuando noté que éstos aumentaron su velocidad sin ningún tipo de preocupación y me repetí mentalmente no voltear por nada del mundo.

Y lo hice.

Si sobrevivía a aquello, juraba que me iba a dar unos buenos golpes para ver si así reaccionaba y dejaba de ser una estúpida.

— Dame tus cosas, ahora — advirtió él, apuntandome directamente entre las cejas con su arma.

De inmediato, mi cuerpo reaccionó y empezó a temblar sin control, dejándome en blanco por completo.

— ¡Rápido! — gruñó  — ¡O será lo último que harás en tu puta existencia!

Sabía que de todas formas moriría, muy pocas veces los civiles sobrevivían a este tipo de ataques, por más dóciles que se portaran. Solté un jadeo y cerré los ojos, a la espera de un inminente final.

Un final que fue sustituido por un golpe y una desviación de bala. Aquel pequeño objeto que era considerado mortal, apenas y me rozó la mejilla, haciéndome retroceder unos cuantos pasos, protegiendo mi mejilla.

—¡Nadie la toca! — gruñó Grayson arrebatandole el arma por completo — ¡Nadie le hará daño mientras yo esté aquí, bastardo sin escrúpulos!

Y de un solo puñetazo lo mandó a dormir.

— ¿Richard...?

— Llegué a tiempo... — susurró él abalanzandose a mí —. ¿Estás bien? ¿No te hizo daño? — preguntó frenéticamente, con sus manos temblorosas revisando mi rostro y deteniendo sus ojos unos cuantos segundos en la herida abierta.

— Estoy bien, Dick, más de lo que esperaba — murmuré con la voz algo quebrada — ¿Qué haces aquí? ¿Y Katherina?

— Ni me la menciones — se asqueó al instante en el que mencioné a la rubia —. La peor cita que he tenido con alguien. Venía caminos su casa para aclarar unas cosas y pedirle unos consejos a Wally, él tenía razón en todo.

Mi corazón se paró por un segundo y lo miré perpleja. ¿El pelirrojo le habría dicho algo...?

— ¿Wally t-

— Shh, ya hablaremos de eso después — me guiñó un ojo, repentinamente más tranquilo. Sin darme tiempo de reaccionar, me agarró por la cintura y piernas.

— ¿Qué estás haciendo?

— Te cargaré hasta la casa de West, princesa, necesito revisarte.

— Estoy bien Grayson, no necesitamos armar todo un show por una simple herida.

— Calla y disfruta el viaje, primor.

Me dió un beso en la frente y cargandome igual que a una novia, me llevó a la casa de nuestro amigo.




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