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Título: Ella...
Personaje: Ricardo Tapia, ahre.

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La sala estalló a carcajadas una vez más y Wendy no tuvo otro remedio más que hacerse pequeña en su silla ante la mención más reciente de Dick Grayson.

Sin notar la incomodidad de la muchacha castaña, el héroe siguió con su relato:

— Kate era la mujer más hermosa que hubiese visto en ese tiempo — murmuró en un suspiro, bajo la mirada interesada de todos sus espectadores —, era ágil, fuerte, lista, una guerrera en toda la extención de la palabra. A decir verdad, me traía más loco que a una cabra — ante el chiste malo, todos soltaron una pequeña risa —. Ese día en particular ambos decidimos que sería bueno recorrer las calles más transitadas de Gotham para asegurarnos que todo seguía en orden, que no hubiera ningún cabo suelto después de la breve captura de Harley Queen, pero, como siempre, todo se fué al caño...  ¿Quién diría que el payaso soltaría una fiesta completa encima de nosotros por capturar a su juguete? Hasta la mismísima Harley quedó sorprendida al ver que su Pudin había ido a su rescate. Kate y yo entramos a un callejón que llamó nuestra atención a plena luz del día, completamente confiados en que nadie se atrevería a atacar a esas horas. Grave error.

La sala contuvo el aliento por un segundo, ensimismados en las palabras del acróbata. Sin embargo, había solo un par de ojos color miel que no querían escuchar la historia, las interminables alabanzas a una hermosa heroína que dió su vida en batalla y que se había robado el aliento del hombre de sus sueños por una simple razón: los celos la estaban matando allí mismo, en un cuarto lleno de súper héroes que se reunieron felices para contar las anécdotas más relevantes en su vida de vigilantes.

<< Nos guiaron hacia la emboscada de nuestras vidas. ¡Los hombres descendieron de las paredes más rápido de lo que pudimos anticipar! De pronto, con el corazón martillando en mis costillas, Kate y yo nos envolvimos en una batalla de veinte contra dos — Supergirl soltó un pequeño grito de sorpresa, intrigada. El relato de Richard continuó, cargado de una emoción inquietante  —. Éramos ágiles, tan afines en batalla que era imposible que nos tocaran si peleabamos juntos, espalda con espalda. Cuidan de nosotros  con todo cariño que nos teníamos — volvió a soltar otro suspiro y sonrió nostálgico. Su tono de voz rápidamente se apagó —, pero entonces ocurrió lo inevitable: Kate se distrajo por un golpe que me dieron en la mandíbula y los atacantes no dejaron ir la oportunidad... Terminaron por encajarle una daga en la garganta y salir corriendo, creyendo que sería suficiente para aplacar la furia del payaso. El instante en el que la vi caer de bruces sobre mi pecho, con los ojos perdidos, desconcertados, supe que la había perdido. No solo me lo dijo la sangre caliente y espesa que sentía manchar todo mi traje, no me lo dijeron las lágrimas descendiendo por sus mejillas, ni sus bocadas interminables en busca de aire. Me lo dijeron sus ojos, vacíos y sin vida. 

— Oh, viejo... No sabes cuánto lo siento — murmuró Wally después de un pequeño momento de silencio, entendiendo que Dick ya no diría nada más.

— Fue hace unos años — respondió intentando no darle importancia —. Kate fue magnífica, una muy buena compañera... Supongo que su destino ya estaba marcado, no podía hacer nada para detener algo que la mató de golpe. Lo único que lamento es no haber prestado atención ese día, de no haber tomado en cuenta las claras señales que me indicaban que algo iba mal. Pero, hombre, no puedo hundirme en la miseria por ello.

Wendy sabía que tenía que estar allí para él, escucharlo en vez de no querer hacerlo, apoyarlo en vez de quererse arrancar la cabeza por los celos que le estaban impidiendo respirar, aprisionando su garganta y pecho en un grito desesperado que su cuerpo le estaba pidiendo para salir de allí y no explotar en frente de todos.

Al final, cedió ante las súplicas de su cuerpo y se levantó de golpe, alertando a todos a su alrededor para después mirar a Grayson a los ojos. Éste, confundido, la miró con algo de curiosidad cuando notó las pequeñas lágrimas que se querían asomar bajo sus ojos verdes.

Ya no quería ser el centro de atención, quería escapar de allí.

Y así lo hizo.

Salió corriendo tan rápido como sus pies se lo permitieron, deseando con todas sus fuerzas que a West no se le ocurriera correr tras ella. Salió de la habitación de la mansión Wayne, bajó las escaleras brindándose algunos peldaños, corrió a través de los extensos pasillos y cuando su corazón empezó a latir estrepitosamente contra sus costillas, con una sensación amarga en el paladar, salió hacia los jardines, con la luna iluminando su rostro y siendo su única a acompañante.

Dejó caer un par de lágrimas mientras caminaba despacio entre los arbustos que parecían formar un laberinto y al verlo, sonrió. Perderse. Saboreó la palabra en su mente, apretando el paso de manera inconsiente hasta llegar al centro de una fuente que escurría agua a chorros grandes, cristalinos.

Soltó un enorme suspiro, dejando escapar con ello la furia que quería crecer en su interior de una forma tan violenta que la estaba asustando. Elevó sus manos en el aire y la magia comenzó.

Arrancó el líquido de la fuente, sintiendo cosquillear sus dedos mientras el agua se abría paso entre el oxígeno en el aire. La movió con agilidad, paseandola de aquí para allá, haciendo figuras, pasándola de un estado a otro, relajándose, divirtiéndose.

Soltó una risa cuando la hizo girar, formando burbujas de agua. Y una voz las hizo explotar. El agua se derramó hacia el suelo en un segundo, cayendo sin nada de gracia.

Wendy se sobresalto cuando escuchó una risa masculina detrás de su espalda, erizando los vellos de su cuerpo. No quiso voltear, sabía de quién se trataba.

— Tus ojos se iluminan siempre que juegas con el agua — murmuró Richard, caminando hacia el frente para poder verla a los ojos. Sus pisadas sobre el pasto se escuchaban ásperas, pesadas. Toda una melodía para los oídos de la chica —. Siempre te calmó eso, ¿No es así?

Ella asintió.

— Entonces supongo que pasó algo, ¿Qué te hicieron como para alterarte hoy? — Cuestionó aparentemente ajeno de los sentimientos encontrados de Wendy.

— Nada — se apresuró a decir, con la voz queda —. Me sentía mal, necesitaba aire. Es todo.

— No es cierto — el muchacho negó con la cabeza y se acercó a ella, pasando delicadamente sus enormes y fuertes manos por los hombros de la castaña, acariciandolos como si se tratara del más fino cristal, que con cualquier mal agarre, podría quebrarse en mil pedazos. Ella se estremeció —. Te conozco a la perfección, ¿Qué está pasando?

— Nada. Solo necesitaba aire — hasta ese momento, Wendy no había apartado la mirada de los hermosos ojos azules que tenía en frente pero ahora le parecía imposible verlo. && la vista, ordenandole a su vista no derramar una sola lágrima en su presencia.

Al notar su gesto, el acróbata se sintió herido.

— ¿Dije algo malo allá arriba?

— Son pensamientos idiotas de mi parte. En serio, no es nada.

Wendy deseó que Dick la soltara, no aguantaba un segundo más de estarse derritiendo en sus brazos. La estaba desarmando con una facilidad increíble, matandola sin darse cuenta.

— Puedes contarme lo que sea. Lo sabes, ¿No?

— Si te cuento cómo me siento, dejaremos de ser amigos...

— Nunca abandonaría a alguien como tú, tendría que estar loco para hacerlo.

— Richard... — susurró ella, subiendo ligeramente la vista para ver sus ojos y armarse de un valor que no sabía que poseía. Los ojos de un azul tan oscuro como el fondo del mar pero tan fríos como un tempano de hielo si se lo proponía escudriñaron los suyos, deseoso de encontrar la respuesta antes de que se la dieran.

Un simple movimiento de un par de centímetros bastaron para unir sus labios.

Después de un pequeño roce, un pequeño toque entre sus pieles, Richard echó la cabeza hacia atrás, soltando un jadeo de sorpresa.

Al instante Wendy se arrepintió de su acción porque se dió cuenta de que sus sospechas eran ciertas. No sentía lo mismo, ni hoy, ni nunca lo sentiría.

— Wendy... — murmuró él, sin poder apartar la vista de los ojos decaídos de la muchacha — ¿Qué fue lo que hiciste?

— Nos vemos cuando el mundo esté bajo ataque de nuevo, Ricardito —  soltó, con una voz tan glacial que hasta a ella misma le sorprendió. Se dió la vuelta con el corazón en la garganta pero, antes de correr lo más lejos de él con la poca dignidad que le quedaba, la detuvo.

— Espera — susurró conmocionado — ¿Te gusto? ¿Por eso te fuiste cuando estuve hablando de Kate?

La sola mención de su nombre le movió las entrañas.

— No hace falta recordarmelo — respondió, pestañeando para que las lágrimas que amenazan con salir no lo hicieran.

Richard se quedó helado, en completo silencio y observando con pena la forma en que le sostenía la mano a Wendy. Lentamente, la apartó y ella se dió la vuelta, reuniendo toda la valentía que tenía.

— Wendy, yo...

— No sientes lo mismo que yo — le cortó, amarga —. Ya lo veía venir, no tienes que disculparte. Fui una idiota por creer que existía la posiblidad de que me amaras.

— ¡Te amo! — se apresuró a decir, nervioso —. Pero no de esa forma, no puedo hacerlo — negó con la cabeza, mirándola directamente a los ojos —. Has estado para mí desde hace años, eres  la única persona que creyó en mí cuando nadie más lo hacía pero... Wendy, por más que me obligue a intentar amarte, no puedo hacerlo.

El corazón de la nombrada se hizo añicos ante aquellas palabras. Sus defensas, los escudos que intentó formar a su alrededor para evitar desplomarse allí, se quebraron.

Y en vez de llorar, adoptó una actitud glacial como último recurso de emergencia.

— El beso no entró en la lista de mis mejores cinco, de todas formas — intentó sonreír pero le salió una dura mueca —. Dejemos la conversación aquí, las cosas ya de por sí ya son una mierda.

— Pero...

— Pero nada, Richard. Vete a besar con Kory o a visitar a Bárbara, tal vez ellas te sirvan de consuelo. O en todo caso, vete a llorarle a Kate en su puta tumba pero aléjate de mí— las palabras salieron como veneno de su boca. Escurriendo con tanta furia que le fue difícil pararlas. No quería lastimarlo, lo último que haría sería eso, pero su corazón estaba tan dañado, que solo podía pensar en que las lágrimas no debían abandonar sus ojos.

— Wendy...

— "Wendy... Olvida todo. Tus sentimientos. Mis caricias, los coqueteos y las palabras son cosas normales entre los amigos" — se rió —. Métete cualquier cosa que puedas decirme por el culo, sé que tienes espacio de sobra.

— ¡No fue mi intensión! ¿Okey? ¡No sabía que esto pasaría!

— Oh, claro que lo sabías — susurró, evitando su mirada. Su voz estaba llena de cólera —. Lo sabías y no hiciste nada para pararlo...

— ¿Dejaremos de vernos? — murmuró él, sin el poder para negar sus palabras, quién sería si le decías mentiras a esas alturas? Sí, entendía que fue un hijo de puta con ella.

— Preferiría suicidarme a tener que verte una vez más.

Y lo dejó allí plantado, con las palabras y el dolor firmemente atorados en la garganta. Cuándo Wendy llegó a su casa, tuvo la libertad para soltarse a llorar, desconsolada. Siempre, sin excepciones, por más fuerte que fueses, el amor te hacia añicos con la misma facilidad que uno tenía para respirar.

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