Capítulo 16: Agridulce.

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Viernes 5:56 pm

Thiago.

—Ah ah ah ah. –Gemía rápido y con la respiración agitada, mientras saltaba sobre él. —Zeus, como me encanta papi. –Dijo con algo de desespero, viéndolo mientras ponía sus manos sobre su pecho, continuando con sus saltos.

—Vamos salta más rápido, coneja. –Le daba una fuerte nalgada y la besaba con pasión.

—Aaah aaah qué grande es. –Gemía con la respiración agitada juntando sus senos.

Un celular sonaba haciendo que él la tomara de la cintura deteniéndola.

—Shh. –Dijo él susurrando, poniendo su dedo índice sobre sus labios. —No hagas ruido. –Tomaba su celular respondiendo la llamada. —Bueno, ¿Con quién hablo? –Respondió la llamada mientras aquella mujer saltaba y le rebotaban los senos mordiéndose los labios. —Ah, Roxana, eres tú, dime ¿Qué ocurre? –Le preguntó con amabilidad mientras le tocaba el abdomen a aquella chica.

Aquella mujer saltaba sobre él más rápido, sus senos rebotaban y se mordía los labios aguantando los gemidos, mientras Thiago permanecía en silencio escuchando con atención la llamada.

—¿Segura, que estás bien? –Preguntó preocupado. —Si quieres puedo ir a tu casa y acompañarte. –Propuso con amabilidad, mientras le apretaba las nalgas, aquella mujer.

Ella movía su cintura en círculos y le acariciaba el pecho y lo veía con deseo.

—Insisto, si no fue un buen día puedo ir –Se expresaba con amabilidad mientras le apretaba los senos a su amante.

Aquella mujer le besaba el cuello con mucho sigilo mientras se movía de adelante hacia atrás.

—Me parece bien. –Le respondió con tranquilidad viendo a su amante. —No te preocupes, yo te entiendo y está bien, no pasa nada. –Respondía con amabilidad soltando una risa. —Vale, cuídate mucho mañana será un día mejor.

Él colgaba la llamada y aquella mujer soltaba un fuerte gemido y comenzaba a saltar.

—Ya no me tengo que ir, podemos seguir cogiendo. –La besaba con intensidad acariciándole los senos mientras ella saltaba más rápido.

—Me parece grandioso. –Decía con dificultad entre gemidos con su respiración agitada.

Thiago le daba una fuerte nalgada y aquella mujer arqueaba su cuerpo, soltando un gemido corto.

Sábado 9:03 am
Timoteo y Roxana.

Roxana, despertaba, despeinada, estiraba sus brazos y bostezaba.

—Mmmm. –Dijo al estirarse con algo de pereza.

Mirando la mesa de noche que estaba a lado de su cama, tomaba su celular y miraba sus mensajes, tenía unos mensajes de buenos días de Thiago con corazones que la hacía sonreír, ya que no comprendía la mitad del mensaje, usaba aquella aplicación para leer la pantalla.

"Buenos días, linda 🥰, espero hoy este mucho mejor, estoy esperando que pasen las horas para poder verte" se leía en el mensaje, ella sonreía y le respondía con un audio con su voz algo cansada y medio dormida, se levantaba de su cama mientras revisaba su celular, notaba que ya tenía más de cincuenta mil seguidores.

—Vaya. –Dijo asombrada abriendo sus ojos mientras se levantaba abriendo la puerta de su cuarto.

Al salir caminó hacia la sala donde veía a Timoteo dormido en el sofá, llevaba su aún puesta su bufanda, se hacía increíble que no se ahorcará durmiendo con eso.

—¿Por qué no se quitó la bufanda? –Preguntó con curiosidad acercando su mano a la bufanda. —Que escondes. –En su voz se escucha la intriga que tenía.

Ella acercaba su mano para bajarle un poco la bufanda y él despertaba abriendo sus ojos de sorpresa.

—Aaah. –Gritó él asustado.

—Aaah. –Gritó ella asustada ante su reacción.

—Perdón había olvidado que me había quedado a dormir en tu casa. –Se disculpó agitado, sonriendo. —Lo siento, no quería asustarte. –Extendió sus manos tratando de tranquilizarla.

—Está bien. –Dijo agitada con su mano derecha en su pecho. —Tranquilo, no debí acercarme tanto, ¿Quieres desayunar? –Le preguntó con amabilidad.

—Claro, muchas gracias. –Le respondió con una sonrisa.

Roxana se alejaba rumbo a la cocina mientras él organizaba las sábanas que le había prestado, mientras lo hacía se escuchaba a Roxana hablar, pero él la miraba con una sonrisa distraído con su figura verlas en la cocina y de espalda lo hacía pensar que le encantaría verla así cada mañana que despertará.

—¿Qué piensas tú? ¿Crees que exageré? –Le preguntó ella con curiosidad viéndolo.

—Ammm. –Balbuceó. —Disculpa, no te estaba escuchando, tenía la mente en otra parte. –Le respondió tímido, terminando de doblar las sábanas.

—Vale, te lo repito, pero quien te tiene así de distraído, ¿Alguien especial? –Preguntó a una más curiosa sonriéndole.

—Sí. –Le respondió tímido, sonrojándose.

—Y ¿Quién es? –Preguntó con más curiosidad volteando a verlo.

—Aún no la conoces. –Respondió con timidez.

Unos minutos más tarde.

Ambos desayunaban en el sofá con calma mientras tenía el sonido de la televisión de fondo.

—Hoy me voy a mudar a aquella casa, así que estaré organizando mis cosas para mudarme. –Le daba un mordisco a su pan.

—Si quieres te ayudo con la mudanza. –Propuso con amabilidad mientras tomaba café.

—Ay, no, ya has hecho mucho por mí y me apena mucho no devolverte los favores. –Le respondió apenada, sonrojándose.

—No es necesario que lo hagas, lo hago con gusto. –Le respondió con sinceridad y una sonrisa.

—Esto es algo que quiero hacer sola, yo puedo tranquilo. –Le soltaba una sonrisa.

Al terminar el desayuno, luego de algunos minutos ella se despedía de él en una parada yéndose en un autobús, ya con la casa sola para ella, comenzaba a guardar sus cosas entre cajas, cerrándolas con cinta, organizaba guardando sus pertenencias, la casa comenzaba a quedar vacía mientras juntaba las cajas en la sala, desarmaba la cama y movía con algo de dificultad el armario intentándolo sacar de su cuarto.

Luego de algunas horas sacando y guardando sus cosas en cajas, terminaba y salía de casa a buscar algún camión para llevarlo a su nuevo hogar.

Los minutos pasaban y ella lograba conseguir un camión con un adulto mayor acompañado por su nieto, aquel joven la ayudaba a cargar sus cosas y acomodarlas en el camión, Roxana ayudaba cargando algunas cajas y poco a poco la casa empezaba a quedar vacía.

Con una mirada nostálgica recordaba los momentos que vivió en aquella casa con su mejor amiga, desde ver series en la sala, a jugar corriendo entre los pasillos mientras se lanzaban papeles, con una caja en su mano, soltaba un suspiro saliendo de casa para llevarlo al camión.

Ya llevando las últimas cosas al camión, Roxana le entregaba las llaves a la dueña de la casa despidiéndose de ella.

—Me aseguraré que no me falte nada. –Dijo ella sin mucho interés, entrando de nuevo a su casa.

Revisando cada lugar está se encontraba vacía hasta que el señor bigotes salía de uno de los cuartos.

—Aquí estás precioso. –Dijo con cariño cargando a su gato. —Ven una nueva casa, te espera mi amor. –Sonreía al ver a su gato juntando sus labios, demostrándole cariño.

Verificando los últimos detalles, la casa estaba completamente vacía y salía con su gato en las manos.

—Gracias por su hospitalidad. –Dijo con amabilidad a la dueña de la casa.

Roxana se subía al camión cerrando la puerta del copiloto, ante mirada algo molesta de aquella señora, con algo de dificultad el camión lograba arrancar, en el camino con su gato en sus piernas, Roxana miraba al conductor.

—¿Podríamos pasar en un semáforo? Cerca a la avenida once de septiembre, por favor. –Dijo ella con amabilidad. —Tengo algo que recoger cerca de ahí. –Se explicó con tranquilidad.

—Claro señorita, usted es la jefa. –Le respondió aquel anciano mientras manejaba.

Aquel viaje continuaba por algunos minutos llegando cerca al semáforo, Roxana le indicaba al señor por dónde ir para llegar pidiendo que estuviera orillado a la acera, al llegar al semáforo había algo de tráfico quedando lejos del lugar donde ella quería detenerse, pero lograba ver a su amiga pasar por los autos, el tráfico avanzaba y ella le pedía al chófer detenerse justo antes de pasar el semáforo, abriendo la puerta se baja con cuidado mientras algunos pitidos se hacían presentes.

—Carolina, lo siento. –Dijo Roxana apenada y con sinceridad acercándose a su amiga. —Lamento lo que pasó y el cómo actúe.

Carolina la veía y perdía su mirada levantándose.

—No importa, deja las cosas así. –Le respondió sin interés, sin verla.

—Somos amigas desde que somos niñas, eres como mi hermana. –Le respondió con algo de nostalgia mientras de fondo sonaban los pitidos de los autos y algunos insultos. —Compartía todo contigo, la comida, los secretos, cuando nos reíamos y sentíamos feliz lo hacíamos juntas. –En su voz se notaba la nostalgia quebrándose un poco, con mirada fija sobre ella. —Yo estuve siempre en las buenas y las malas, compartirnos las lágrimas, tu pecho siempre ha sido mi mejor consuelo.

Carolina agachaba su cabeza cerrando sus ojos, Roxana la veía con algunas lágrimas en sus ojos.

—Cuando el mundo olvidó tu cumpleaños, yo robe comida para darte un buen cumpleaños, así eso me ocasionará problemas al día siguiente. –Se expresaba con algo de tristeza viéndola. —Soy tu amiga, soy tu hermana, puede que no estemos de acuerdo siempre, pero ahora estoy cumpliendo uno de mis sueños, una de mis promesas. –Hacía una breve pausa. —Créeme que se siente un sabor agridulce porque no estabas tú ahí, lo siento Carol. –Dijo en un susurro aquella última palabra agachando tu cabeza.

—Estás deteniendo el tráfico, ¿Lo sabías? –Le respondió con amabilidad viéndola.

Roxana levantaba su mirada y se secaba las lágrimas fijando su mirada en el caos vehicular que ocasiona.

—Por mi amiga, detendría medio país. –Le respondió con cariño, riéndose un poco de la situación.

Carolina sonreía y soltaba algunas lágrimas acercándose, ambas se abrazaban con fuerza, Roxana era más sentimental, sus lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas al sentir el abrazo, Carolina le daba suaves golpes en la espalda, cerrando sus ojos.

El momento era tan emotivo con ambas pérdidas en el abrazo, hasta que uno de los pitidos sonaba con fuerza que las despertaba a ambas, que se separaban.

—Ven a mi nueva casa, por favor. –Propuso con cariño secándose las lágrimas.

Un silencio se hacía entre ambas y Carolina sonreía tocándole las mejillas.

—Lo siento, pero no. –Le respondió con seguridad. —Me alegra que haya cumplido tu sueño de la casa propia, son tus sueños. –Se apartaba con una corta sonrisa.

—Per...

—Roxana, nunca he querido ser una carga. –Le respondió con seriedad, poniendo su mano sobre el hombro de ella. —Siempre he sabido defenderme, ahora te está yendo bien en tu trabajo como actriz.

Roxana lloraba un poco escuchando aquella respuesta, Carolina le sonreía y se apartaba.

—Ve, tu casa te espera. –Dijo con su voz ligeramente quebrada. —Ya sabes en donde trabajo. –Se expresaba con cariño, mientras tomaba sus dulces, para continuar trabajando.

Roxana veía como se alejaba soltando un suspiro, ella se acercaba de nuevo al camión viéndola mientras abría la puerta del camión, los autos y conductores detrás del camión aún hacía sonar sus pitos y sus insultos, ya en el camión ella se secaba las lágrimas, el anciano chofer ponía en marcha su humilde camión con dificultad y se iban de lugar lentamente, Carolina desde la acera veía como se alejaba el camión mientras los autos pasaban con el cambio de color del semáforo.

Entre varios autos que esperaba detrás de aquel camión estaba una camioneta negra, dentro de él estaba un hombre que veía todo con atención.

—¿Qué hace ella aquí? –Susurró aquel hombre con seriedad y asombro. —Vas a hacer un problema mujer. –Afirmó con seriedad y frialdad.

Detrás de él se encontraba una mujer amordazada y completamente dormida, poniendo su auto en marcha, alejándose del tráfico ocasionado por el camión detenido.

El camino continuo con un silencio por parte de todos en aquel camión, con su mirada en el retrovisor veía a su amiga perdiéndola de vista al alejarse.

Al estar cerca de su nuevo hogar ella le daba las indicaciones al chofer para llegar, luego de algunas indicaciones, llegaba a su destino donde ella se bajaba con ayuda de aquel amable joven, bajaba las cajas con cuidado y metían una por una a la casa, luego de varios minutos se notaba que la casa era bastante grande porque parecía vacía ante las pocas pertenencias que ella tenía.

Al final ella le pagaba al anciano por su servicio y le daba una propina al chico por su ayuda.

—Gracias. –Se expresó ella con amabilidad pasando el dinero.

—Es con gusto. –Le recibía el dinero. —No quiero entrometerme, pero solo diré algo sobre tu amiga. –Hizo una breve pausa viendo a la chica.

Roxana le prestaba atención viéndolos.

—Los mejores amigos siempre resuelven sus problemas, si ella es tu mejor amiga en algún momento resolverán esto. –Le sonrió con sus pocos dientes. —Por más que discutan los amigos siempre encuentra la manera de arreglar las cosas, lo único que podemos resolver en la vida es la muerte. –Finalizó con una sonrisa.

Roxana sonreía y se acomodaba el cabello.

—Muchas gracias, lo tomaré en cuenta. –Dijo algo apenado sonriendo.

Ella se despedía moviendo su mano mientras ellos se subían en el camión, cerrando la puerta, Roxana veía todas sus pertenencias y veía todo el trabajo que le esperan por organizar, mientras el señor bigotes se frotaba en sus piernas, soltando un suspiro debido al largo trabajo que le esperaba.

El presente.

—Me dejó un sabor agrio aquella conversación. –Soltaba un suspiro. —La extraño mucho, y esto sigue siendo una de esas cosas que hubieras deseado que fueran distintas. –Se expresaba con algo de tristeza en su voz. —Mientras terminaba acomodar mis cosas me di cuenta de que no daba el tiempo para la cita, así que para no quedar mal tuve que invitar a ese idiota a mi casa. –Dijo algo molesta perdiendo su mirada.

El pasado.

—Si esa es mi dirección, aquí te espero. –Dijo algo cansada con su celular en la oreja. —Me parece perfecto, te espero. –Colgó la llamada terminando de organizar las últimas cajas.

Los minutos pasaban y alguien tocaba el timbre de la casa, Roxana acomodaba su vestido y abría la puerta con una sonrisa.

—Hola, buenas noches. –Se pronunció Thiago con una sonrisa y con sus manos en la espalda.

—Hola, perdona lo improvisado, ya no quería cancelarte más. –Sonreía nerviosa.

Thiago le daba un beso en la mejilla, haciéndola sentir a ella algo confundida y asombrada con aquel saludo con tanta confianza.

—Pasa. –Dijo confundida y sonrojada.

—Gracias, con tu permiso. –Le respondió él con amabilidad caminando por la sala. —Es realmente hermosa. –Se expresó impresionado mirando a su alrededor.

—Gracias. –Cerraba la puerta viendo lo que llevaba en su espalda.

Era un vino y unas flores, ella se le acercaba algo tímida.

—Bienvenido a mi casa. –Dijo con timidez sonriéndole mientras señalaba la casa.

—Te traje esto. –Le ofreció flores que ella recibió con gusto. —Y traje esto para la noche. –Mostraba la botella de vino.

—Gracias, Thiago. –Le respondió con amabilidad, viendo las flores con una sonrisa. —Ven, estaba preparando algo para comer y platicar un poco, me encantaría conocerte.

—Claro, estaría bien.

Roxana caminaba con las rosas entre sus manos rumbo a la cocina, él le seguía el paso entrando y tomando asiento, ella dejaba las flores en jarrón lleno de agua mientras en la estufa estaba algunas ollas mientras algo se cocinaba.

—¿No es algo grande para una persona sola? –Preguntó con curiosidad viéndola.

—Me gusta el espacio, mi propio espacio. –Le respondió sin interés mientras movía algo dentro de una de las ollas.

—¿Tienes algunas copas para el vino? –Preguntó con seriedad moviendo la botella entre sus manos.

—No, disculpa. –Le respondió apenada, apagando la llama de su estufa.

—Está bien, en un vaso estaría bien.

—Ya he terminado, espero te gusten las pastas, aunque es algo cliché para una cita o cena. –Dijo apenada sonriendo.

—No es la comida, ni el lugar, si no con quién estás. –Le respondió con amabilidad sonriéndole.

Ella terminaba de servir los platos sonrojándose.

—Espero que te guste como cocino. –Dijo con timidez agachando un poco su mirada.

Thiago le daba una probada a las pastas y sonreía

—Está delicioso. –Dijo asombrado al sentir aquel sabor familiar. —Me recuerdas a la comida de mi madre. –Susurraba, emocionado, comiendo con gusto y deseo.

Roxana sonreía mientras dejaba los vasos sobre la mesa y tomaba asiento enfrente de él, Thiago servía el vino en ambos vasos, y la miraba sonriendo.

—He quedado encantado con tu sazón. –Dijo con alegría probando aquel plato de pastas.

—Me alegra. –Le respondió con algo de indiferencia enrollando la pasta en su tenedor. —Thiago, me han hablado mucho de ti. –Se pronunció con seriedad viéndolo.

Thiago paraba de comer y le daba un sorbo a su vino.

—¿Qué te han dicho de mí? –Preguntó con seriedad mientras la miraba. 

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