(8) Bad Dream

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La primera vez que besé a NamJoon fue un completo desastre.

Él apenas recordaba qué hacía en casa y puede que me haya aprovechado de la situación. Lo cual, no me enorgullece.

Aquella noche llegó a mi departamento sin avisar. Era domingo de madrugada y yo estaba despierto viendo, como el friki que suelo ser a veces, una temporada de mi serie favorita. Ajá, Gotham.

Cómo iba a poder resistirme a un borracho NamJoon diciendo que a veces se tocaba pensando en mí. Tremendo.

Mi autocontrol se averió. Aunque no hay excusas, yo estaba lúcido y quizá algo animado por la cantidad de refresco y golosinas que había ingerido; él olía a alcohol y sus ojitos brillaban nublados.

Lo arrastre hasta mi cama, de todos modos siempre dormimos sobre el mismo colchón sin ningún problema. Sin embargo, esa vez intuí, por el modo en que sus manos se sostuvieron de mí, que las cosas eran diferentes.

A sus veinte años, NamJoon era un encanto con las personas. Y todas esas conquistas suyas me amargaban los días, por lo que me preparaba para otra decepción más.

Decepcionado por no ser el elegido, claro está.

Una vez lo arrope cumpliendo con mi rol de hyung responsable, traté de alejarme, pero él me detuvo y susurró que era sexy, junto a otras confesiones que me alegraron y acrecentaron mi ego.

Era yo para Kim NamJoon un objeto de deseo y el muy tonto sin sospechar que esto era en ambas direcciones, que yo reaccionaba a su cercanía con igual deseo, o más.

Me sujetó los brazos con fuerza y se elevó en la cama. Supe su intención y tomé asiento para que quedemos a la misma altura.

—Quiero besarte... —dijo y sus mejillas estaban rojas, parte por la bebida y un tanto de timidez.

Yo fui quien cortó distancia y el que besó aquellos labios gruesos que tanto ansiaba probar. Lo besé con furiosa calentura hasta que él mordió mis labios y me aparté, consciente de que ahí mismo quería poseerlo.

Pero todo erotismo lo destruyó su hipido ebrio que me causó gracia. Solté una risotada por su patético lloriqueo.

—Oh, yo... vomitar... —se llevó una mano a su boca y mi carcajada lo enfureció— ¡basta, hyung! ¡Quería otro beso!

Y no cedí porque no era tan idiota de arruinar mi primer beso de amor real -cursis, dominemos el mundo- por las arcadas de mi chico. Además, su estado me recordó lo aprovechado que estaba siendo y que no tenía ni una pizca de remordimiento por ello.

A la mañana siguiente, durante su resaca y su mal humor charlé buscando que haga mención del beso. Pero no. No supo cómo llegó a casa, ni acertó por qué mis labios tenían un mordisco. Suspiré resignado y sabiendo que no pasaría más.

Porque mientras Kim NamJoon no pudiera recordar nada de lo sucedido, poco sentido tenía para Kim SeokJin joderlo hasta la inconsciencia.










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