Capítulo 6

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

ALEJANDRA CAMINABA DESCALZA SOBRE UN PRADO verde, que se extendía de manera infinita. Al hacerlo, experimentaba una sensación agradable de paz. Había flores por doquier y podía dar sus pasos tranquilamente, sabiendo que no había espinas que intentaran dañarle los pies. El césped era suave al tacto y le daban ganas de tirarse encima de él para observar el cielo azul con nubes de algodón que sobre ella se cernía, imponente, majestuoso.

Sin embargo, algo le decía que debía encontrarse con una persona en ese lugar, que alguien la había traído allí, aunque ella no estaba del todo segura de quién era aquella misteriosa persona ni a qué raza pertenecía. Sabía que no necesitaba caminar mucho para encontrarla.

Decidió que quería llegar más rápido, estaba ansiosa, así que se puso a flotar en el aire, avanzando de esa forma como si fuese lo más normal del mundo. Era impresionante la sensación de libertad que flotar así le daba, era como estar volando. Pensó que debía hacerlo con mayor frecuencia, que siempre se le olvidaba que era capaz de ello.

De a poco, se fue acercando a un río angosto y lleno de piedras, que corría, atravesando la pradera. Supo que era allí donde debía detenerse y bajó justo frente a un largo puente que llevaba hasta el otro lado. Sorprendentemente, esa zona era oscura. Quien fuera que se iba a encontrar con ella vendría desde ese lugar y Alejandra tuvo el presentimiento de que no podría verla en la pradera porque no era una persona buena de corazón, así que caminó por el puente hasta la mitad de él, donde todo comenzaba a volverse negro, donde podría llevarse a cabo ese encuentro.

—¡Acá estoy! —exclamó, pudiendo sentir la presencia de alguien en la oscuridad— ¡Mostrá la cara!

—Hola, hermana —dijo una voz conocida, de a poco materializándose en la mitad del puente. Era Razzmine, su media hermana bruja. ¿Pero qué hacía ella en su sueño?

—Razzmine —murmuró Alejandra, un tanto confusa al ver la presencia de la bruja que ella poco apreciaba—, ¿qué hacés acá?

—Vengo a ofrecerte mi ayuda —dijo su hermana, lo cual solo le provocó risa.

—¡¿Vos?! ¿Ayudarme? ¡Imposible!

—Pues créelo. Realmente deseo ayudarte —dijo Razzmine, fingiendo sentirse ofendida.

—¿Qué motivos podés tener vos para hacerlo? —preguntó la princesa de las hadas.

—¿Qué te hace pensar que necesito motivos para ayudar a mi hermana? —contrarrestó la joven bruja.

—Vamos, Razzmine. Te conozco poco, pero sé que me vendiste a los vampiros para conseguir esa llave mágica. ¿Qué pasa ahora? ¿Querés otra llave más? ¿Querés que te traiga la cabeza de un havor para hacer una poción mágica? ¿Qué es lo que querés? —Razzmine frunció el ceño. Sabía que no engañaría a Alejandra con facilidad, pero valía la pena intentarlo. Ella era astuta, podría convencerla, estaba segura de ello.

—Es cierto. Trabajé con Nikolav para que los vampiros pudieran tenerte. Pero tenía mis razones... que no pienso explicarte, valga decirlo. No quiero convencerte de mis buenos motivos, porque no los tengo. Trabajo con la oscuridad y no me apena hacerlo. No siento culpa, nunca lo haré.

—¿Entonces por qué ayudarme? ¿Qué beneficios puede traerte eso?

—Porque necesito a Nikolav de regreso —dijo la bruja de manera fría y calculadora.

—¿Para qué? ¿No cumplió ya su parte del trato? ¿Para qué más lo necesitás?

—Porque requiero su colaboración. Verás... yo ahora soy una bruja de renombre, pero es poco lo que puedo hacer sin la ayuda de los vampiros, quienes no me la ofrecerán a menos que tenga algo para darles a cambio. Ya he hecho mis tratos con Nikolav, no quiero tener que hacer tratos con nadie más, ya que tendré más que perder que ganar.

—¿Querés decir que los vampiros también trabajaban para vos? —Razzmine asintió, sonriente y orgullosa.

—¡Pero ya no más! No desde que Nikolav fue apresado. ¡Nunca pensé que sería tan estúpido! Pero mejor me guardo mis opiniones al respecto... Puedo ayudarte a esconder a Nikolav de los guardianes para que no te lo quiten de nuevo. Solo yo puedo hacerlo.

—Me parece bien —contestó Alejandra, pensando que esa era una muy buena idea, considerando lo que su hermana maligna le estaba ofreciendo—. ¿Cómo lo harías? ¿Qué planes tenés en mente?

—Te encontraré en el portal cuando salgas con Nikolav; rápidamente deberemos entrarlo a uno de los mundos que tu madre creó dentro de sus pinturas.

—¿Podés abrir esos mundos? —preguntó Alejandra asombrada.

—Con magia, sí, mas no puedo entrar en ellos. Solo la sangre de ella puede hacerlo y las personas que ella quiera llevar consigo. Allí los guardianes no podrán encontrarlo, porque no pueden controlar esos mundos ni los creados en los sueños.

—Veo —replicó Alejandra—. ¿Pero de qué te servirá Nikolav si está dentro de uno de esos mundos?

—Él puede darme la llave que lleva consigo, para poder hacer un trato con el próximo rey de los vampiros a cambio de ella, en caso de que no sea posible devolverlo a su dimensión eventualmente. Cualquiera de las dos opciones me viene bien, siempre y cuando no pierda mi propia llave. ¿Qué dices?

Alejandra no necesitó pensarlo durante mucho tiempo. Sabía que, ni bien escapasen de allí con Nikolav, lo más probable sería que los guardianes los descubriesen y que tanto ella como Juliann también saliesen castigados por su desobediencia. La opción que Razzmine le estaba dando era la mejor con la que se había encontrado hasta ahora. Había actuado impulsivamente y no había pensado en las consecuencias de sus acciones. Su hermana le estaba ofreciendo la solución que necesitaba con desesperación.

—Estoy de acuerdo —asintió—. ¿Segura que solo querés esa llave?

—Sí, es eso o no abro el portal al mundo para que se oculten Nikolav y tú.

—¿Qué hay sobre Juliann? Él también puede recibir el castigo de los guardianes por habernos ayudado.

—Bueno —dijo Razzmine—. En ese caso, también puede ir con ustedes si quieres vivir una vida encerrada en un cuadro con esos dos hombres que competirán por tu amor. Me da igual. — Alejandra frunció el ceño, pero no se dejó molestar por las palabras de su media hermana.

—Quedamos así entonces —le confirmó—. Te espero del otro lado del portal cuando salgamos.

—¡Perfecto! —exclamó Razzmine con algarabía y luego se esfumó. Así también se esfumó el sueño de Alejandra, quien ahora estaba abriendo sus ojos.

—¡Al fin! —exclamó Juliann.

—¿Qué pasa? —preguntó ella, alarmada.

—No podía despertarte. ¡No sabes el susto que me he dado!

—¿Cuánto tiempo me dormí?

—Más de lo debido. Y ahora tenemos que irnos. Es peligroso quedarnos por más tiempo.

—¡Pero vos no dormiste nada, Juliann! También necesitás recuperar energías.

—Lo sé, pero no podemos quedarnos acá. ¿Has ido a ver a Nikolav de nuevo?

—No —contestó ella—. Esta vez estaba soñando y me alegro de haberlo hecho; fue un sueño... interesante. —Deseaba poder contarle sobre su sueño, pero sabía que no sería una buena idea. Nadie podía oír sus planes. Lo mejor era no decir nada o los guardianes podrían enterarse. Seguro estaban siendo vigilados.

—¿Qué has soñado? —preguntó Juliann, intrigado.

—En otro momento te cuento —respondió ella—. No creo que este sea el lugar adecuado.

—Está bien —dijo él, confiaba en que ella tenía sus buenas razones para ocultarle su sueño—. Debemos irnos. Vamos.

Juliann le dio la mano para ayudarla a levantarse. Se aseguraron de no dejar ningún rastro de su presencia y ambos salieron de la casa, nuevamente tomados de la mano para mantenerse invisibles. Los havors fuera de la morada parecían estar despertando del trance, así que se apuraron a tomar el camino y, luego de haber caminado unos pasos en el sendero delimitado, se adentraron en la oscuridad. Ninguno de los dos sabía con qué podían llegar a encontrarse allí, pero necesitaban llegar al camino paralelo, a la única forma de llegar hasta Nikolav. No debería llevarles demasiado tiempo; o al menos eso pensaban ellos.

La oscuridad era absoluta. Ni bien recorrieron unos metros, ni siquiera se podía ya ver la luz de las casas. Alejandra sentía un poco de temor, nunca había sido amante de caminar entre las penumbras, y mucho menos en un lugar desconocido como ese. Ambos caminaban lentamente por miedo a caer en cualquier tipo de trampa. Por algo los havors solo transitaban por los caminos. ¿Qué podría ocultarse en la oscuridad? ¿Alguna trampa mortal?

—¿Tienes miedo? —preguntó Juliann. No diría que él mismo estaba bastante asustando de lo que les podría suceder allí.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Estás temblando.

Era cierto. Estaba temblando. No lo había hecho cuando se había encontrado con los havors, pero en ese entonces, mal que mal, podía vislumbrarlos. Ahora no podía ver nada. Si eran atacados por grandes números, difícilmente podrían defenderse.

—Sí, tengo miedo —confesó—. Tengo miedo a la oscuridad. No se ve nada y me da temor encontrarnos con algún foso o alguna cosa que pueda lastimarnos.

Juliann le apretó la mano un poco más fuerte. Esa era su manera de decirle que todo estaría bien, que él se encargaría de ello. Siguieron caminando en silencio, probando el terreno, que afortunadamente era bien firme. Parecía que estaban caminando sobre roca, en realidad, allí todo parecía estar hecho de roca.

Ella se dio cuenta, después de caminar varios metros, de que estaban subiendo una especie de colina. Seguramente, luego bajaría hasta donde estaba el camino que debían tomar. Al no ser esta una planicie, ella supo que les llevaría mucho más tiempo del esperado llegar hasta la prisión.

Iba mirando al suelo, como esperando darse cuenta de si se encontraban con una trampa en medio de semejante negrura. Cuando volvió a levantar la vista, pudo ver algo brillar a unos metros de distancia: eran dos ojos rojos como carbones encendidos y le pertenecían a una criatura que no era un havor, de eso estaba segura. La criatura dejó salir un fuerte rugido cuando se acercaron un poco más, lo que provocó que Alejandra se sobresaltase y dejase libre la mano de Juliann.

Antes de que pudiera volver a tomar la mano de su compañero, la criatura habló.

—Justo lo que me imaginaba —dijo con una voz áspera, casi carraspeando—: dos hadas caminando por estos lares. El aroma es inconfundible.

Alejandra puso su mano sobre el sable Stumik que colgaba a su costado, lista para defenderse si la criatura atacaba.

—¿Qué eres? —preguntó Juliann, sin una pizca de temor en su voz.

—¿No lo sabes? —preguntó la criatura en tono irónico— Soy un dragón y estoy aquí atrapado, prisionero, pero eso seguro no pueden verlo. Ustedes las hadas no pueden ver en esta oscuridad. Vean ahora.

El dragón dejó salir una gran llamarada por su boca, lo que hizo que todo se iluminase a su alrededor. Alejandra pudo verlo bien por unos instantes. La criatura tenía unos grilletes en sus patas, hechos de un material que ella no podía reconocer, pero que no le permitían moverse. Era enorme: tenía unos cinco metros de altura, lo que debía ser la razón por la cual estaba prisionero en este lugar y no dentro del edificio. Más que seguro, no tenían lugar para él allí.

—¿Por qué estás prisionero? —preguntó Alejandra.

—Verás, me metí por un agujero en mi reino que no sabía a dónde dirigía y resultó ser un portal a esta dimensión. Los havors me atacaron, pero por algún motivo no me comieron. Tal vez piensen hacerlo en otro momento, no lo sé. De todas formas, no puedo salir de aquí, a no ser que alguien me ayude.

Alejandra no sabía si el dragón decía la verdad, aunque pensó que valía la pena ayudarlo. Quizás él podría convertirse en su aliado.

—¿Por qué deberíamos ayudar a un dragón? —preguntó Juliann, un poco molesto— Los dragones son unas de las criaturas más traicioneras que hay, no son de fiar.

—Porque haría cualquier cosa con tal de ser liberado. Una vez que un dragón hace un trato, no tiene otra opción que cumplirlo. Por lo general pedimos precios caros a cambio, pero esta vez, con tal de que me liberen, hago lo que sea —contestó tras soltar un bufido.

A Alejandra le pareció que era sincero. ¿Por qué habría de incumplir su trato? Tal vez ella era demasiado confiada, pero algo le hacía pensar que él le sería leal.

—¿Podés volar? —indagó.

—¡Por supuesto! —exclamó el dragón, orgulloso de sus habilidades—. Todos los dragones vuelan, sin importar su tamaño ni su color, ni sus poderes especiales.

—¿Pensás que podés llevarnos a los dos volando al lugar donde un amigo nuestro está prisionero? —quiso saber ella.

—Claro, puedo hacer eso —contestó él, pues era muy fácil.

—¿Y luego esperarnos y llevarnos al portal que lleva al campo Sconn, donde hay portales a todos los mundos, para que así los havors no puedan perseguirnos?

—Por supuesto —dijo el dragón—, siempre y cuando, una vez allí, me abran la puerta al portal que yo desee. —Para él, ese agregado ya tenía otro precio.

—¿Qué portal será ese? —preguntó Alejandra, temerosa de que el dragón quisiera entrar a algún lugar no permitido.

—El que lleva de regreso a mi lugar de origen, por supuesto —dijo él. Juliann dudó de que estuviera diciendo la verdad. Había algo extraño en su voz.

—¿Qué te parece, Juliann? —preguntó Alejandra— No me parece un mal trato.

—Si tú crees que está bien —contestó él, pensando que el dragón podría servirles para llegar hasta la prisión y salir de esa dimensión junto a Nikolav, pero no pensaba dejarlo ir a ninguna otra parte que no fuera su propia dimensión. Antes, lo mataría—. Y otra cosa, dragón, si no cumples con tu parte del trato, te mataremos —amenazó.

El dragón comenzó a reírse, seguramente no creía posible la idea de que dos hadas inofensivas lo matasen.

—Pues claro, me parece bien —le dijo—. Ahora, suéltenme, ¿por favor?

—¿Cómo abrimos los grilletes? —preguntó Alejandra.

—Hmm... intenta con tu llave. Puede abrir cualquier cosa además de portales interdimensionales —sugirió Juliann.

—¿Estás seguro de que abre grilletes también?

—Cien por ciento seguro.

—Bueno, entonces —dijo ella, quitándose la llave del cuello y llevándola a la abertura en uno de los grilletes. Para su sorpresa, este se abrió. Y así lo hicieron todos los demás.

El dragón estaba feliz, por poco bailaba. Ya se sentía cansado de estar parado en el medio de la nada, sin agua ni alimento alguno, sin la posibilidad de hacer de las suyas. Alejandra se preguntaba cuánto tiempo hacía que se encontraba en esa situación, pero no se molestó en investigarlo. Supuso que sería complicado medir los días y las horas en ese lugar donde el sol no existía.

—¿Cómo te llamás? —curioseó ella.

—Ildwin —contestó él, pronunciando su nombre con vanidad—. Ahora, súbanse en mi espalda antes de que los havors se den cuenta de que me he liberado. Iluminaré un poco para que puedan ver por dónde subir.

Dicho esto, el dragón soltó otra larga llamarada que duró lo suficiente para que ambos se subieran encima de él: Alejandra adelante y Juliann detrás.

—Nos haré invisibles a los tres —anunció él, tomando a Alejandra de la cintura con una mano y tocando al dragón con la otra.

—¡Perfecto! —exclamó Ildwin con felicidad— ¡Ahora soy un dragón invisible! ¿Listos?¿Preparados? ¡Ya!

El dragón tomó vuelo rápidamente y Alejandra se aferró fuertemente a él, mirando hacia abajo mientras este tomaba altitud. Podía ver las luces de las casas y el resplandor de los caminos y de las rocas verdes. Pronto, su nuevo aliado los llevaría a Nikolav y eso era lo que más importaba. Después de todo, habían tenido suerte, todo saldría bien.

No demoraron mucho tiempo en llegar a destino; Ildwin volaba rápidamente y con gran entusiasmo, cual ave enjaulada durante varios años.

Alejandra estaba muy agradecida por haberlo encontrado, ya que les hubiera llevado mucho tiempo recorrer el largo camino hasta la prisión y Juliann no estaba en muy buenas condiciones como para resistir durante mucho tiempo más; se encontraba exhausto. No había podido descansar nada desde que habían llegado y necesitaba hacerlo con urgencia.

Estar lejos de su propio mundo no es bueno para las hadas, que comienzan a envejecer si no se hallan en contacto con su fuente principal de energía: el lago místico. Fuera de su reino, necesitan tanta comida y descanso como un humano común y corriente, si no más. Y aunque Juliann intentaba aparentar fortaleza, Alejandra sabía que necesitaba un buen descanso para reponer sus energías.

—¿Es ese el edificio? —preguntó Ildwin al avistar la alta construcción de nueve pisos donde Nikolav se encontraba.

—Sí —contestó Alejandra, su corazón le daba un salto al poder ver toda una franja de havors rodeándolo, custodiando todas las puertas de entrada. Hubiera sido prácticamente imposible atravesarlos y entrar sin la ayuda del dragón, por más que ahora fueran invisibles.

—Oh... no... —dijo Juliann, viendo los monstruos fuera de la prisión.

—Despreocúpense —dijo el dragón Ildwin—; tienen una muy buena terraza que servirá de pista de aterrizaje, seguro que allí hay una puerta para entrar.

Ahora era cuando Alejandra estaba más contenta de haberlo liberado. Esa era la solución perfecta: ingresar por el techo. Ningún havor lo estaba custodiando. Era obvio que nadie se había imaginado que alguien podría trepar los nueve pisos hasta allí o que vendría desde el cielo sin ser visto.

—¡Qué genio que sos! —exclamó ella— ¡Vamos, entonces! ¡Aterricemos!

—¡A sus órdenes, señorita! —dijo Ildwin, planeando hasta posarse sobre el techo del edificio, donde aterrizó sin hacer ruido alguno.

—Ahora —dijo Juliann—, no podremos entrar los tres juntos. Ildwin no cabe por la puerta.

Deberá esperarnos aquí, en el techo. ¿Crees que podrás pasar desapercibido, Ildwin?

—Pues creería que sí —respondió el dragón—. Siempre y cuando nadie mire hacia arriba. Vayan, allí está la puerta —dijo, señalando hacia un punto en la distancia. Los dragones, al contrario de las hadas, evidentemente podían ver muy bien en la oscuridad.

Alejandra y Juliann saltaron para bajar del lomo del dragón y caminaron hasta el lugar que les había sido señalado. Allí había una puerta, como lo habían esperado, y, sorprendentemente, había sido fácil de abrir.

—Nos vemos pronto —le dijo Alejandra a Ildwin mientras entraba al edificio, sosteniendo la mano de Juliann.

Un havor saltó, poniéndose de pie rápidamente al ver la puerta abrirse. Era evidente que se le había pedido custodiar el pasillo, que se encontraba iluminado, pero se había quedado dormido en su puesto. El horrible monstruo miró para todos lados. Estaba a punto de dirigirse hacia donde ellos estaban parados, inmóviles, cuando Juliann comenzó a cantar.

Mientras tanto, Alejandra cerró la puerta, mirando como el la criatura caía bajo el hechizo de la melodiosa voz del príncipe. Luego de un minuto, esta dio la vuelta y caminó por el largo pasillo. Alejandra soltó a Juliann y tomó el mapa, aprovechando que no había havors en ese lugar que la puedieran ver mientras lo hacía.

—Bien —dijo, luego de mirarlo unos segundos—. Tenemos que seguir por este pasillo y doblar a la izquierda. Nikolav está en la tercera puerta a la derecha. Esto va a ser fácil —Ella se mostraba muy confiada.

—Eso espero —expresó Juliann. Él no estaba tan confiado. Todo había sido demasiado sencillo como para ser cierto. Algo malo debía estarles esperando a la vuelta de la esquina.

—¿Qué le hiciste al havor? —preguntó ella. Le encantaba el poder de Juliann y cómo podía lograr que se hiciera lo que él quería.

—Lo hipnoticé para que vaya a las escaleras e impida el paso de sus compañeros. Si llegan a subir, pronto lo sabremos.

—Muy bien —dijo ella como muestra de aprobación y tomando su mano otra vez, por si acaso, comenzó a caminar a sus anchas por el pasillo. Él iba por detrás de ella.

Todo el edificio estaba construido en piedra sólida y las puertas eran metálicas. Era horrible, le faltaba color. Alejandra sabía que se deprimiría si alguna vez debía vivir en un lugar como ese. Había amado el negro, pero esto era demasiado tétrico para su gusto.

Lo que le pareció más sorprendente era que no hubiera más guardias en ese piso además del que estaba custodiando la puerta al techo. ¿Por qué dejarían solo el piso donde Nikolav estaba?

¿Estarían esforzándose solamente en monitorear las afueras del edificio? Alejandra no estaba segura, pero pronto descubriría el porqué del aparente descuido.

Tomaron el pasillo y doblaron a la izquierda, sin encontrar a ningún guardia en el camino. Pronto llegaron a la celda de Nikolav, que permanecía oscura y cerrada. Alejandra tomó su llave y abrió la puerta, mas se encontró con una horrible sorpresa: Nikolav no se hallaba allí.

—¡No puede ser! —exclamó, desesperándose. ¿Dónde estaba su amado vampiro? ¿Dónde?

¿Se lo habrían llevado ya los guardianes para juzgarlo? ¿Habrían llegado demasiado tarde? Juliann se asomó por la puerta al ver la reacción de Alejandra, quien ahora estaba de rodillas en el suelo, llorando.

—¡Se lo llevaron! ¡Llegamos demasiado tarde! —sollozó. Juliann se puso de rodillas a su lado y la rodeó con sus brazos suavemente, acariciándole el cabello.

—Shh... Ale, todo estará bien. Seguro lo han cambiado de celda. No creo que haya sucedido nada más —intentó tranquilizarla.

—¿Eso creés? —preguntó ella, intentando calmarse un poco.

—Sí, estoy seguro de que eso es todo lo que ha sucedido. Seguramente luego de tu irrupción aquella vez han reforzado las medidas de seguridad y lo han llevado a otro lugar —Era cierto. Él no creía que los havors mantendrían semejante guardia fuera del edificio si no fuera por que Nikolav seguía allí.

—Eso tiene sentido —contestó Alejandra—. Pero... ¿Y si lo cambiaron de edificio? ¿Cómo lo vamos a saber ahora?

—No creo, Ale. ¿Has visto todos los havors alrededor? Estoy seguro de que él aún se encuentra aquí. Tan solo debemos revisar las demás celdas del lugar.

—Pero... ¿cómo hacemos para saber dónde está? Este lugar es enorme. —Juliann pensó por unos instantes antes de responder.

—Supongo que tenemos dos opciones.

—¿Cuáles son? —quiso saber Alejandra.

—Podemos recorrer celda por celda, piso por piso, hasta encontrarlo, o bien... puedes transportar tu doble astral al cuarto de los espejos para encontrar su ubicación. Aunque siempre cabe la posibilidad que se te descubra allí. Es un riesgo que deberás correr.

—Pero se me puede complicar para volver —señaló ella—. Si no puedo pintar, será difícil lograrlo.

—Pinta un cuadro mental —sugirió él.

—¿Qué? ¿Cómo?

—El cuadro te sirve para poder visualizar mejor el lugar adonde irás y para poder realizar una vía de escape. Pero estoy seguro de que puedes hacer un cuadro en tu mente, con la misma vía de escape, y que funcione de la misma manera. Debe ser más fácil hacerlo de esa manera que intentando imaginar bien el lugar. ¿No te parece?

—¿Cómo sabés eso? —preguntó Alejandra.

—Yo cumplo con un trabajo en nuestro mundo, y este es entrenar a las hadas jóvenes. Por esto conozco mucho sobre poderes y sus variantes, las cuales puedo llegar a predecir. He estudiado los tuyos. Sé cómo funcionan. Confía en mí. ¿Qué te parece? ¿Lo intentamos?

—Está bien —accedió ella—. ¿Alguna posibilidad de verme invisible mientras estoy allí?

—Hmm... no creo que sea posible, Ale. Pero si quieres puedo tomarte la mano mientras lo hacemos. Podría funcionar, quizás.

—¿Qué pasa si estamos en peligro mientras no estoy aquí?

—Podemos encerrarnos en la celda y hacernos invisibles. Creo que con eso será suficiente — sugirió Juliann. Alejandra asintió. Estaba de acuerdo con él. Era la mejor manera de hacerlo.

—Me parece bien entonces. Entremos y pongámonos cómodos.

Dicho esto, ambos entraron a la celda y, tras cerrar la puerta, se recostaron en el suelo, tomados de la mano. Alejandra cerró los ojos y comenzó a imaginarse un lienzo y un pincel en su mano. Allí fue dibujando con su mente el salón de los espejos con el mayor detalle posible y, a su vez, dibujó allí un pequeño cuadro detrás de un espejo, que mostraba en detalle la celda donde los dos se encontraban. Eso debería funcionar.

Se concentró en el cuadro que había creado mentalmente y, cuando menos lo pensó, estaba en su lugar de destino.

Tuvo suerte; Lilum justo salía del cuarto cuando se materializó en él. Todavía se la podía escuchar en el pasillo, hablando con alguien que ella no pudo reconocer, ya que tampoco pudo verlo.

—No, no sé a dónde han ido. He intentado rastrearlos en el espejo, pero lo único que veo es oscuridad. Deben haberse hecho invisibles con el poder de Juliann —decía.

—Tú bien sabes que serán castigados si liberan al vampiro. ¿Cierto? —preguntó la voz masculina.

—Lo sé, señor. Pero no tengo idea de si han ido a hacer eso o adónde han ido. No me lo consultaron. Es más, yo no estaba aquí cuando se fueron. Confié en Juliann para que controlase a Alejandra, ya que no se encontraba del todo estable todavía. Pero veo que ella ha podido manipularlo para que se ponga de su lado y haga lo que ella quiera. Siento mucho no poder hacer más.

Alejandra no pudo escuchar más después de eso, pero no estaba contenta con lo que alcanzó a oír de la boca de su prima. Sin embargo, por más que tenía curiosidad por saber lo que estaba sucediendo, debía actuar con rapidez, así que de inmediato descubrió uno de los espejos y se concentró en encontrar a Nikolav.

La imagen vino rápidamente. Él se encontraba encerrado en otra celda, ubicada un piso debajo de la anterior. Media docena de havors se encontraban en el pasillo, cuidando la puerta. No sería fácil llegar a él, pero tampoco imposible. Alejandra pensó en ello antes de concentrarse en el cuadrito para volver a su cuerpo físico.

Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que Juliann se había quedado dormido a su lado.

«Pobre», pensó. «Necesita un buen descanso».

Y aunque no sabía bien cuánto tiempo les restaba para poder recuperar al vampiro de manera segura, decidió dejar que su compañero se relajase otro rato. Ella sabía que, si no lo hacía, sería difícil para él tener las energías necesarias para salir con vida de ese lugar tan horrible. Sería mejor ser paciente hasta que las recuperase.

Se quedó despierta, mirando cómo él dormía, recordando los momentos que habían vivido cuando eran chicos. Sin darse cuenta, comenzó a acariciarle la mejilla. Una suave sonrisa se dibujó en el rostro de él y Alejandra de pronto supo que estaba soñando con ella.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro