3. Mundo exterior

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Contracción del diafragma. Expansión torácica. Disminución de la presión. Extensión pulmonar. Inspiración. Relajación. Retracción. Espiración.

No se dio cuenta en qué momento comezó a pensar en sus respiraciones.

—¿Cómo saldremos de aquí?

Esa era la voz que siempre la traía a la realidad. Giró el cuello levemente y se quedó observándolo unos pocos segundos.

—¿Qué decías? —preguntó confundida.

—Te preguntaba que cómo piensas salir de acá. Quiero decir... No sabemos en qué momento se va a detener, ni qué hacen los guardias cuando llegan a su destino. Si revisan el remolque en cuanto acabe el viaje nos van a descubrir...

Ella giró nuevamente la cabeza cuando él terminó de hablar, y dirigió su vista al techo. Su boca se abrió ligeramente como para decir algo pero la cerró casi al instante.

—No tienes idea, ¿verdad? —insinuó él levantando las cejas.

—Pues no...

Yuki meditó sus palabras sin dejar de mirar al techo, dando pequeños golpecitos a la caja tras ella con el occipucio. El silencio se instaló en aquel lugar. Las vibraciones causadas por el motor, junto a los movimientos bruscos debidos al posiblemente accidentado terreno por el que iban, mecían su trenza de un lado a otro. Asu la miró y pensó en un péndulo. Vinieron a su mente las incontables veces en que fue caminando tras ella, siguiendo su paso apurado, observando ese movimiento. Casi hipnótico...

—¡Lo sabremos cuando se detenga! —exclamó de pronto y por lo bajo, girando todo su torso para estar frente a él.

Se dibujaba en su rostro una sonrisa tan brillante como Sirio, mientras hacía una V con sus manos frente al rostro del chico. Él parpadeó unas seis veces en un solo segundo. Ella resplandecía. Nunca, en toda su vida, había logrado comprender de dónde provenía esa luz que emanaba del cuerpo de su amiga.

Ni tampoco en dónde había dejado su sentido común.

—Realmente no sé qué pasa en tu cabeza, Yuki...

—¡Vamos, Asu! ¡Sé positivo!

—No se trata de ser positivo o no...

—¡Claro que sí! ¡Si lo crees, lo puedes! Hasta ahora todo ha ido a nuestro favor, por lo que no hay modo en que nos vaya a ir mal al final. Solo debemos confiar...

—Tu pensamiento simplemente sobrepasa los límites de mi entendimiento... Me doy por venci...

La interrupción de las vibraciones del motor detuvieron las palabras de Asu. "¿Llegamos?", se preguntaron. Tenían la noción de que hubo pasado cerca de hora y media desde que emprendieron el viaje, estaban muy lejos de sus hogares.

—¿Y ahora qué? —inquirió él.

—Espera...

Ella cerró los ojos y respiró tranquilamente. Escuchó el sonido de la puerta de la cabina del camión abrirse y luego cerrarse con fuerza. Los pasos de los soldados se acercaban. El ruido metálico del seguro de la puerta al ser retirado penetró en sus oídos, al igual que el palpitar acelerado de su compañero. Sin embargo, el portón no se abrió, y nuevamente oyó los pasos. Esta vez, más que acercarse, parecían alejarse del lugar. Los hombres hablaban de algo.

—Al parecer van a algún lugar ahora —especuló Yuki, aún sin abrir los párpados, con un rostro lleno de seriedad-, y van a empezar a descargar las cosas empezando por el primer camión. Suerte que tomamos el último de la caravana. No escucho nada más... Es nuestra oportunidad.

Si ella lo decía, entonces estaba en lo correcto. Él sabía que podía confiar plenamente en su extrañamente desarrollado sentido del oído.

—¡Vámonos!

Ella gritó llena de emoción y tomó al joven de la mano. De un movimiento algo brusco se puso en pie y se apresuró a llegar hasta la puerta. Entre los dos lograron abrirla desde adentro, con menos esfuerzo del que esperaban. Ante sus ojos se extendía un amplio corredor que, supuso, era la entrada a la base en la que estaban los camiones.

—Creo que si seguimos este túnel saldremos al exterior...

—Sí... —Ella dejó salir esas palabras con una voz llena de un sentimiento bastante extraño, que ninguno de los dos supo descifrar.

—Creí que estarías más emocionada.

—Lo estoy, es solo que... He estado esperando tanto este momento, he soñado tanto... que no sé si esté lista para ver qué hay más allá. Quiero decir... Realmente tengo ganas de hacerlo, pero me cuesta creerlo. Mi mente de algún modo se niega a asociar este instante presente con la realidad...

—Es real —dijo él tomando su mano y apretándola. Ella contempló en aquel rostro justo lo que necesitaba ver: una sonrisa.

—Tienes razón. Es real, ¿eh? ¡Pues vamos a ver de qué está hecha esa realidad!

De un salto bajaron del remolque y corrieron, sin nada que los detuviera. A cada paso el agujero de la salida se hacía más grande. ¿Qué habría al otro lado de ese arco? ¿Qué clase de mundo los estaba esperando? La emoción crecía en el pecho de Yuki a cada segundo. Finalmente, estaba a punto de cumplir su sueño. Cada vez más cerca... tan cerca...

Y entonces, detención.

¿Qué significaba aquel paisaje que se extendía ante sus ojos? Ella no comprendía. En lugar de una exuberante vegetación, o una playa de arena blanca y mar tan azul como el cielo, o incluso la falda de una montaña nevada, solo había caos a su alrededor. Edificios en ruinas. Restos de una ciudad que quizás algún día fue el hogar de miles de personas. Tierra y yerbas secas a sus pies. El cielo, más que celeste, era una extraña mezcla de rojo y gris, quizás a causa del polvo que se levantaba. Los rayos del sol apenas tocaban la superficie de escombros y, a pesar de eso, el calor se hacía insoportable.

—Pero... ¿Por qué? —susurró ella quedándose casi sin voz.

—La verdad... Esperaba algo así. Siempre nos dijeron que no saliéramos porque nos encontraríamos con un mundo inhabitado... Que somos los últimos que quedan. Siempre te dije que no tuvieras muchas esperanzas en esto... Y ya ves, era cierto... Podemos volver ya y...

—Me niego —lo interrumpió—, me niego por completo a creer esto... Debe haber alguien aquí... Esto no fue por gusto. No podemos ser los últimos, Asu. Este mundo es muy grande... Quizás no aquí... Pero en otra parte... ¡Seguramente en otra parte debe haber vida!

—Yuki...

—¡Vamos a explorar!

Ella no hizo caso de su amigo, y se fue caminando dando fuertes pasos, levantando la tierra rojiza. Él exhaló y no intentó detenerla, sabía que no tendría sentido. ¿Qué podría hacer? Ella siempre había tenido esa forma de ser, de no escuchar a los demás. Solo se dejaba guiar por su espíritu. Tan extraña... Y, sin embargo, sabía que estaba bien. Podía seguirla a donde fuera. Esa espalda confiable, esas pisadas llenas de determinación. No había nada más seguro en este mundo que ir tras sus pies.

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