12. Verdades afiladas

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La semana había pasado de una forma lenta y agónica, era viernes, antesala del fin de semana. Estela llevaba pocos días viviendo en la casa de los Aguilar, pero los sentía como una eternidad. Estaba acostumbrada al ajetreo laboral, mas no llegar a un hogar y enzarzarse en peleas familiares. Discutir con su suegra era una especie de bucle que se repetía noche tras noche.

Apenas cruzaba el umbral, Pilar dejaba a un lado los reclamos que le hacía al marido para agarrarse contra ella, y echarle en cara que no colaboraba con los quehaceres domésticos. Tanto Afrodisio como Estela se habían convertido en su pera de box verbal.

Estela era consciente de que debía aportar con la limpieza del hogar, dado que ahora vivía ahí, lo que no le gustaba era el tono grosero que su suegra empleaba para pedírselo. Solo fueron necesarios cinco días de convivencia para que la susodicha mostrara su verdadera cara, ese lado oscuro que solo había visto de refilón en las ocasiones que fue de visita a la casa.

Pilar dejó caer la máscara luego del reclamo que le hiciera por apropiarse de una comida que no había hecho. Se victimizó, como era de esperarse, luego le dijo cosas muy feas, usando un vocabulario de lo más vulgar. La etiquetó de interesada, que solo estaba con Fluver por su herencia; que sus sentimientos por él eran fingidos.

Rememoró con pesar la desagradable escena que vivió el lunes al regresar del trabajo:

—¡Un momento, señora, a mí no me viene a tratar así! —había gritado en respuesta a los agravios—. ¡Yo no soy ninguna interesada! ¡Y mucho menos soy de fingir un cariño que no siento!

—Eso dicen todas con tal de no perder el marrano que han atrapado.

—Si lo dice por lo gordo, es su culpa por darle tanto de comer.

—No te hagas la graciosa, sabes de lo que hablo. ¡Eres una trepadora!

—¡Cómo se atreve! Señora, usted puede odiarme, sentir lo que quiera por mí, pero no tiene derecho a agredirme, ¡me escuchó! —La indignación sobrepasó a Estela—. Tengo un título universitario que obtuve a pulso, y tengo un trabajo que me ha ayudado a llevar una vida independiente.

—¿Independiente, dices? Pero si tú y tu hermano aún viven en casa de tus padres. ¿De qué independencia me hablas? —había reído con saña.

—¡No se atreva a cruzar esa línea, no meta a mi familia en esta discusión! —fue la contestación que le dio Estela, con el rostro enrojecido por el enfado—. ¡Mi hermano y yo tenemos razones para vivir con mis padres, razones que usted nunca entendería! Y ya que estamos, Fluver aún vive con ustedes y ahí no dice nada.

—Eso es... distinto. No cambies el tema —replicó ella al quedarse sin argumentos—. Nadie me saca de la cabeza que tu objetivo es la herencia de Fluver, como es hijo único. ¿Si no que otra explicación existe para que hayas aguantado a mi hijo tanto tiempo?

Estela quiso refutar con toda la rabia que la embargaba en ese momento, pero fue oír lo último para que algo dentro de ella se removiera. Se sintió como un barco que fue golpeado por una fuerte marea. La ira fue reemplazada por una desazón que no le permitió arrojar las palabras que pensaba decirle. La miró fijamente unos segundos y luego dio la vuelta hacia su habitación.

—¡El que calla otorga, Estelita! —fue lo que Pilar le gritó a sus espaldas, esbozando una sonrisa triunfal.

Muy por el contrario, el silencio de Estela no se debía a que le hubiera dado la razón, sino que esas palabras le tocaron una fibra sensible.

Y ahí culminó la primera pelea de muchas que tuvo con su suegra en esa semana.

Como medida para reducir los enfrentamientos, que le dejaban intensos dolores de cabeza, la joven había optado por levantarse más temprano, salir sin desayunar y llegar pasada las ocho de la noche, cuando Pilar ya dormía. La situación le estaba saliendo cara económicamente, porque le tocaba comer fuera de casa, pero lo prefería mil veces a cambio de un poco de paz.

En cuanto a Fluver, este no era de gran ayuda, siempre se ponía del lado de su madre, en cambio a ella le pedía paciencia y moderación. Cuando le hizo esa petición, estuvo cerca de lanzarle uno de sus tacones por la cabeza, pero se aguantó las ganas, no fuera que lo matara sin querer.

Luego estaba su familia y las verdades a medias que les decía para que no se preocuparan por su situación.

Cinco días y ya estaba al límite de su paciencia. Cinco días y ya quería arrojar la toalla.

Acostada en la cama de su habitación, abrió el WhatsApp y escribió un mensaje al grupo que tenía con sus amigas:


Estela: ¡Cinco días espantosos! ¡Es un viacrucis vivir con esta vieja! ¿Algún consejo que me den?

Esther: ¡Ahógala con la almohada mientras duerme!  😈

Paula: ¡No! Mejor envenénala con cianuro, dicen que no deja rastro. 🤭

Estela: ¿Qué les pasa? Quiero consejos para una mejor convivencia, no ideas para matarla. Voy a borrar sus mensajes, ustedes hagan lo mismo, que si le pasa algo a la vieja, nosotras seremos sospechosas. 😱

Esther: Ya, solo era una broma. Mensajes borrados. 😂

Paula: Los borré también. 🤣

Esther: Oye, ¿y si le pones laxante en el jugo? No la enviará con San Pedro pero sí un largo rato al trono. 🚽 😂 😈

Adjuntó un emoji de risa y la cara de un diablito.

Paula: Apoyo darle un laxante, y es poco para lo que se merece. 😈 😈 😈

Escribió Paula, junto a varios emojis de diablitos.  

Estela: No es mala idea, me gusta, me gusta, jajaja. 🤔 😂

Esther: Cambiando de tema, ¿ya tienes el atuendo que llevarás a la fiesta de la oficina? Yo estoy pensando en un vestido o una falda con una blusa, no sé todavía.

Estela: Mmm... aún no me decido. Tal vez lleve un vestido. O capaz ni voy. 🤷🏻‍♀️

Esther: ¡¿Estás locaaa?! Es un evento donde habrá comida gratis, grupos musicales, farra!!! Lo último nos hace mucha falta. Nos estamos oxidando, amiga, tanto tiempo sin salir a bailar. Si continuamos así, necesitaremos una gran dosis de aceite para que los huesos aflojen.  💃🏻 😆

Paula: Al menos ustedes salen, yo, desde que tuve a mi hija, solo salgo al supermercado y al parque de la urbanización.  😭 💔

Esther: Tranqui, ya habrá tiempo para salir las tres de nuevo. 😘

Paula: Solo espero que esa salida no sea cuando mi hija tenga quince años. 😒 🥺

Estela: No exageres, Paula. Podemos armar una salida para las fiestas de la ciudad, aprovechando los días de feriado que tendremos. ¿Te parece?  😎

Paula: Ok, me gusta el plan. 💃🏻

Esther: Estela, mañana voy a tu casa y te arrastro a la fiesta, de ser necesario. Divertirte te hará bien para eliminar el estrés que has acumulado a causa de la bruja de tu suegra.  

Estela: Tienes razón. Prefiero ir a esa fiesta que verle la jeta a mi suegra, ¡es que no me la soporto más! 🙄

Esther: ¿Ves por qué ahogarla con la almohada es una buena opción?  🤭

Paula: ¡O el cianuro!  😂

Estela: Se pasan ustedes, jajaja. 😂

Esther: Por cierto, vas a ir sola o con Fluver. ¿Ya volvió de su viaje?

Estela: Me envió un mensaje donde decía que no volvería hasta mañana. Una de las pocas veces que se acordó de escribirme. 😒

Paula: Mándalo por un tubo de una buena vez. 😠

Esther: Deja a la pokebola y búscate otro. 🤣

Estela: Como si fuera tan fácil. No conozco muchos hombres...  🥺

Esther: Ahora que me acuerdo... el ciclista del que nos hablaste, ahí puede haber algo...  😏 🔥

Paula: El veterinario guapo. ¡No se diga más, él es el elegido!  😎

Estela: Martín... solo lo vi una vez.  🚴🏻‍♂️ 👀 Dudo que nos encontremos de nuevo. Y se olvidan de un detalle: aún tengo novio.

Paula: Eso se soluciona fácil: termina con él.  🙄

Estela: Lo estoy considerando, ¿sabes? Esta situación me está rebasando. 😕

Esther: Recuerda que nos tienes aquí para lo que necesites. 🤗 🥰

Estela: Gracias chicas por estar siempre, y por levantarme el ánimo con sus ocurrencias. Las quieroooo!!!  😍

Esther: Y nosotras a ti. 😍

Paula: ¡Sí, te queremos, Estela!  😘


Las tres amigas siguieron chateando de varias cosas más. Emojis, stickers, gifs, fueron apareciendo en la pantalla.

Transcurridos unos minutos, Estela fue a la cocina por un vaso de agua. Iba concentrada en responder los mensajes que olvidó la promesa de no entrar en la cocina. Lastimosamente, en su descuido, lo que trató de evitar apareció frente a ella como un gran montaña, a la espera de un intrépido alpinista que ascendiera por sus empinadas y afiladas rocas.

La suciedad era descomunal: platos, ollas y demás utensilios acumulados en el fregadero desde hace varios días. Vajilla que Estela no había ensuciado.

Días atrás, Pilar intentó manipularla, aduciendo que al menos debía lavar los platos de Fluver, algo que no pensaba hacer en lo absoluto. Fluver podía ser su novio, pero no iba a permitir que él ni su madre la tuvieran de sirvienta.

Abrió el modular en busca de un recipiente, para su desgracia no halló ninguno limpio. Suspiró. Fue al fregadero, agarró la esponja y lavó uno de los vasos. El proceso era sencillo, pero apenas el agua cayó, Estela no aguantó más. Ver la acumulación de trastos la obligó a ceder. Para Estela, dos áreas dentro de una casa debían permanecer limpias sin discusión alguna: la cocina y el baño.

Dejó el celular en la mesa del comedor, obviando los mensajes que llegaron. Se quitó las pulseras para no dañarlas con el jabón. Separó la vajilla y empezó por los platos.

El ruido de la cocina atrajo la atención de Afrodisio que en ese momento se hallaba en el despacho, organizando la clase que daría mañana en el instituto donde laboraba.

—Estela, ¿qué haces? Deja eso —dijo Afrodisio ingresando en la estancia—. No le des el gusto a Pilar. Que ella los lave, ni más faltaba.

—Qué más quisiera don Afrodisio, pero mi obsesión por la limpieza me puede —respondió Estela untando la esponja en la crema de lavar platos.

—Ay muchacha, esa característica tuya será algo que mi mujer aprovechará muy bien. —Afrodisio se arremangó las mangas de su camisa y agarró otra esponja—. Te ayudo, no es justo que laves estos platos tú sola.

—Don Afrodisio, cómo se va a poner en esas. Yo lavo todo, no se preocupe.

—Dije que te ayudaría, no me discutas. Más bien prepara café y nos lo tomamos ahorita que termine de lavar lo que falta, ¿sí?

—Me parece buena idea —dijo Estela, prendiendo la cafetera y sacando dos tazas del modular.

—¿Y cómo has llevado estos días viviendo aquí? —preguntó Afrodisio sin apartar la mirada del fregadero—. ¿Estás lista para extender tu estadía por más tiempo?

Estela arrugó la frente, por el tono en que Afrodisio le formuló la pregunta.

—¿Quiere que le sea sincera? Muy mal. Vivir en esta casa es un tormento, su esposa es una bruja. Disculpe don Afrodisio, no quise decir eso. —Se disculpó por la forma en que había llamado a Pilar.

—Pierde cuidado, sé como es mi mujer. Eres de las pocas personas que se han atrevido a enfrentarla. Me alegra que no te dejes de ella, pero aunque le des batalla, ten presente que es algo que tendrás que hacer constantemente, al menos mientras seas novia de Fluver. —Enjuagó los cubiertos y volteó a mirarla—. Estela, estás a tiempo de salirte de esa relación tóxica que tienes con mi hijo. Tal vez te sorprenda que estas palabras vengan de mí, lo lógico es que sea incondicional con él, pero no puedo animarte a que establezcas una vida con Fluver que solo te traerá infelicidad.

La joven tragó saliva, no esperó aquellas fuertes declaraciones. Verdades afiladas que rasgaron su ser más profundo. Y menos aún esperó escucharlas de boca de su suegro.

—Esto ha sido inesperado —manifestó pasmada—. Que precisamente sea usted quien me diga estas cosas...

—Estela, conozco a mi hijo. Fluver hubiera sido un buen hombre, pero su madre lo echó a perder al consentirlo en todo y desautorizarme cuando intentaba corregirlo. A estas alturas, es muy difícil que cambie. —Afrodisio exhaló con tristeza—. En otras circunstancias estaría feliz de tenerte como nuera, pero este no es el caso, tú eres una muchacha buena y mereces algo mejor. No te aferres a una relación que claramente está destinada al fracaso.

Afrodisio se secó las manos al finalizar la tarea doméstica, luego invitó a Estela a tomar el café en el comedor.

—Don Afrodisio, ¿puedo ser sincera con usted? —inquirió Estela. El aludido asintió—. En varias ocasiones he querido marcharme de aquí, pero no quiero parecer una cobarde por huir al primer conflicto, siento... siento que debo seguir intentándolo. —Llevó un puño a la boca. La incertidumbre se reflejaba en sus ojos claros.

—Estela, llevas mucho tiempo con mi hijo, lo has intentado de sobra. Nunca serás una cobarde, al contrario, has sido muy valiente al aguantar a Fluver. Ya te habrás dado cuenta que es igualito a su madre, eso debería darte un atisbo de la vida que te espera junto a él.

—Sí, ya me estoy haciendo una idea, pero por otro lado, siento que es mi última oportunidad en el amor, no sé si me explico. —La voz le tembló y los ojos adquirieron un aspecto brilloso—, si termino este noviazgo ya no tiene caso seguir buscando el amor... no tiene caso creer que algo bueno me espera.

—Estela, nunca dejes de creer en el amor, solo deja de buscarlo donde no está. —Afrodisio le apretó las manos para darle ánimos—. Lo que anhelas, no lo encontrarás con Fluver.

—¿Sabe algo, don Afrodisio?, es doloroso estar consciente de todo y fingir que no pasa nada. Lo que me ha dicho en el fondo siempre lo he sabido, pero he sido incapaz de admitirlo en voz alta. Y es paradójico que sea usted quien me abra los ojos.

—A veces escuchar a gente que no es de la familia ayuda a analizar mejor las cosas. El no haber un lazo sanguíneo de por medio nos da la confianza para abrir nuestro corazón.

—Es verdad —concordó Estela—. Y ya que nos hemos sincerado, ¿me permite decirle algo más?

—Por supuesto —asintió, bebiendo un trago de café.

—Usted también debería analizar la relación que tiene con su esposa. No me lo tome a mal, pero es que no es justo la forma en cómo lo trata.

—Al igual que tú, estoy consciente de mi situación. Soy feliz así, aunque sea difícil de entender para los demás.

—¿Cómo puede ser feliz junto a alguien que todo el tiempo lo maltrata? ¿Que no le muestra el mínimo respeto, y mucho menos lo quiere? —Estela miró al hombre y en la expresión condescendiente de él, encontró las respuestas a sus cuestiones—. La relación de pareja que usted y su esposa llevan no es tan diferente de la mía con Fluver. —Bajó la vista, apenada por juzgar el matrimonio de Afrodisio cuando ella estaba en similar posición.

Afrodisio no hizo comentario al respecto, no era necesario.

—Quiero a Pilar a pesar de todos sus defectos. Llámame masoquista, pero ya estoy hecho al dolor. —Encogió los hombros—. Además, a mi edad, es mejor mal conocido que mal por conocer —soltó una pequeña risa—. Bueno, ya es tarde, me voy. Tengo que terminar mi clase de mañana, gracias por el cafecito. Que descanses.

—Hasta mañana, don Afrodisio. Gracias por la ayuda y por la charla.

Estela se quedó unos minutos más en el comedor. Fijó la vista en su taza de café, aún llena. La conversación que tuvo con su suegro removió miedos e inseguridades, pero también le dio el coraje suficiente para luchar por una vida mejor. Lo merecía, claro que sí.

Y aquella fortaleza que había descubierto, sería determinante para resistir lo que estaba por llegar: una tormenta de grandes proporciones que afectaría a más de un personaje en esta historia.




Ha sido un capítulo  de verdades dichas sin anestesia. Esperemos que la entereza que Estela ha alcanzado, no la pierda en el camino.  La necesitará. ¡Se vienen cosas de infarto!

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