18. Nada es lo que parece

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Estela contempló el edificio donde trabajaba con una sensación de angustia, atravesar la puerta la pondría de nuevo frente a su ex. El día anterior fue un caos total, y a pesar de que la calma volvió, no sabía si sería capaz de controlarse sabiendo que en cualquier momento se cruzaría con él. Alisó su traje ejecutivo y exhaló un largo suspiro, lista para lo que viniera.

Y como si hubiese invocado a un ser oscuro, encontró a Fluver esperándola en su oficina, sentado en su silla, el muy atrevido. Estaba tan concentrado en el celular que no se percató de que había llegado.

—¡Levántate de mi asiento, ahora! —El grito provocó que Fluver arrojara el celular al piso debido al susto—. ¿Qué haces aquí? ¿No te quedó claro lo que te dije? ¡No quiero verte ni en pintura!

—¡Te deposité el dinero que te debía por lo de las bodas! —respondió a la defensiva, para ver si así conseguía calmarla y, como no, congraciarse con ella—. Revisa tu cuenta, debes tener una notificación de la transferencia.

Estela desbloqueó el celular y revisó su cuenta virtual del banco. En efecto, el dinero estaba allí. Casi cuatro mil dólares.

—Si esperas que te dé las gracias, no lo haré, y menos aún perdonaré tu traición. Te moriste para mí, Fluver, y nada de lo que hagas me hará cambiar de parecer —dijo con el rostro pétreo por el enojo.

—Estela, lo que sucedió el sábado no puede acabar con lo nuestro. Tú me amas, no me puedes dejar...

—¿Es que yo hablo en chino o qué? ¡No quiero nada contigo! Y te voy a dejar claro algo: no te dejo debido a lo que sucedió el sábado, en todo caso lo reafirmó, la decisión de dejarte la tomé mucho antes. Fui a buscarte a la oficina de gerencia para decírtelo, pero ni por asomo imaginé lo que descubriría.

—Ya te dije que fue idea de Vinicio, él me engañó... yo no quise —Fluver tenía el juego perdido se negaba a aceptar el resultado.

—No volveré a lo mismo. No me vas a enredar con tus mentiras de nuevo.

—Estela... —La sujetó del brazo.

—¡Quítame tus sucias manos de encima! —Sacudió el brazo, los ojos inyectados en sangre—. No te quiero cerca de mí o de mi familia, y mucho menos de Lucas.

—Estaba ebrio y no sabía lo que hacía —dijo en un intento de justificarse—. No quise hacerle daño, fue algo inconsciente.

—No me vengas con justificaciones estúpidas. En el fondo deseabas hacerlo. ¡Eran solo unos picotazos, no te ibas a morir, pero Lucas si hubiera muerto con el golpe que le diste! —contraatacó enfadada—. Lo que le hiciste a mi pato es algo que nunca en la vida te voy a perdonar. Ahora quiero que desaparezcas de mi oficina y de mi vida para siempre.

—Estela, no puedes hablar en serio. —Fluver daba patadas de ahogado, mas nadie lo iba a rescatar.

—¿Eres sordo, Florindo? —Esther entraba en ese momento a la oficina—. Estela ha sido clara contigo. Lárgate de aquí y no vuelvas más, de lo contrario probarás mi tacón en tu cara.

Fluver dejó de bregar. Se acomodó el traje y salió en silencio.

—Qué alivio quitármelo de encima —dijo Estela una vez se quedaron solas.

—¿Qué le pasa a Fluver? —preguntó Jair al cruzar la puerta—. Me lo topé en el pasillo y no me respondió el saludo.

—Estela y él terminaron —contestó Esther—. Y esta vez es definitivo.

—¿Terminaron? —Jair abrió los ojos sorprendido—. Qué buena noticia, me alegra que ya no sigas con Fluver.

—La relación se acabó, aunque es fastidioso trabajar para la misma empresa —siseó.

—Tal vez tenemos suerte y lo despidan —dijo Esther, optimista.

—Sería maravilloso.

—Contemplen esa posibilidad. Después de lo sucedido el sábado, no me sorprendería que lo echen. Me enteré por uno de los guardias que Fluver y el jefe se fueron a los golpes. ¿Ustedes saben por qué pelearon? —inquirió Jair, ávido por saber algún chisme.

—No tengo idea. A lo mejor fue producto del alcohol. —A Estela le tranquilizó saber que nadie, aparte de ella y Esther, conocía las razones.

—¿Y Lucas, cómo está? —Esther formuló una pregunta casual, para no llamar la atención de Jair.

—Está bien. ¿Te conté que tiene novia? —rio.

—¿Así? Me alegro por él —respondió con una risa jovial—. Hay otras cosas que también debes contarme.

—¿Qué te parece en la hora de almuerzo? —respondió, no quería hablar de sus problemas en presencia de Jair—. De paso hacemos una videollamada a Paula.

—De acuerdo. Le mandaré un mensaje para que esté atenta.

Estela asintió.

Cada uno fue a sus respectivos escritorios. Apenas llevaban media hora de trabajo cuando fueron interrumpidos por unos vozarrones. Los gritos fueron en crescendo, al punto de perturbar la rutina laboral.

—No me importa que me digan chismoso, pero yo voy a ver qué pasa. —Jair saltó de su asiento, acuciado por el escándalo.

Las mujeres fueron tras él. La situación indicaba que era algo grave.

La escena que encontraron en la recepción sorprendió a más de uno. Dos guardias de seguridad tenían a Fluver agarrado de los brazos, mientras este profería insultos y amenazas al gerente.

—¡Te vas a arrepentir de echarme, Vinicio! ¡No cargaré el muerto yo solo!

—Mira nomás el escándalo que está haciendo el enano ese —dijo Esther cruzando los brazos—. Se nos hizo el milagro, qué alivio no verlo más.

—¿Qué les dije? El ingeniero lo está echando por la pelea que tuvieron el sábado —recalcó Jair—. ¿Escucharon las cosas que ha dicho? Amenazas de contar lo que sabe y demás. ¿Será que anda en alguna movida turbia y por eso lo dejaste, Estela? —Soltó el anzuelo, esperando que ella picara.

—Terminé con Fluver por otras razones. —Lo miró seria—. Si anda en cosas turbias, no me he enterado de nada. Vamos a trabajar, no perdamos el tiempo aquí. —Las mujeres volvieron a sus puestos, no así Jair, que se quedó unos minutos más recabando información.

La mañana prosiguió sin otras novedades. La hora del almuerzo llegó y las amigas se dirigieron al restaurante de siempre. Mientras esperaban a que les sirvieran la comida, hicieron una videollamada a Paula.

La conversación inició poniendo al día a Paula de los últimos acontecimientos.

—Chicas, entiéndanme, si le cuento a mi hermano lo que realmente pasó, él arremeterá contra Fluver —aclaró Estela. Sus amigas insistían en que le dijera la verdadera razón de su rompimiento—. Esa acción perjudicará a Andrés, les recuerdo que su ex esposa anda a la espera de algún desliz para quitarle totalmente las visitas a su hijo. Las autoridades familiares no apoyan a padres violentos.

—Tienes razón, había olvidado ese detalle —murmuró Esther, frustrada—. Hubiera sido lindo que Andrés le virara la cara.

—Podemos escribir un libro y volver a Fluver objeto de infinitas venganzas —añadió Paula, riendo malévola.

—No es mala idea. —Esther aprobó la sugerencia—. Se me ocurren varias cosillas para que sufra.

—Me apunto lo del libro para más adelante. —Estela rio con gusto—. Le pondré como título: Se busca esposo.

—El título le pega muy bien. —Paula hizo un gesto de ok con los dedos—. Te felicito por haberte quitado de encima a ese mequetrefe.

—Y tanto que me demoré en darle la patada.

—Nunca es tarde para rectificar errores. —Esther le guiñó un ojo—. Y dado que estás de vuelta en el mercado, ponte las pilas con el veterinario, que no está nada mal.

—¿Cómo es físicamente? ¿Tú lo viste, Esther? Cuéntame —pidió Paula.

—A ver... por dónde empiezo —dijo en tono travieso—. Es un tipo alto, por ahí un metro ochenta debe medir; su color de piel es una mezcla entre blanco y bronceado, supongo que por hacer ciclismo al aire libre; su pelo es castaño y tiene ojos cafés claros, muy bonitos.

—Vaya, sí que le echaste bien el ojo —intervino Estela, a su amiga no se le pasaba una—. Ni yo lo hubiera descrito mejor.

—Tú estabas ocupada cuidando de Lucas, por lo que era mi deber, como buena amiga que soy, fijarme en esos detalles —respondió emulando una pose detectivesca.

—Y al parecer le cayó bien a Lucas. Eso es una buena señal —comentó Paula con sorna.

—Y a qué lugar lo llevarás a tomar ese cafecito. —Esther curvó las comisuras de sus labios en un gesto burlón.

—Chicas, aclaremos algo... Gracias señor —dijo al mesero que llegó con los almuerzos—. Es solo una salida para agradecerle a Martín por curar a Lucas. No tengo ningún otro interés, sentimental o lo que sea. Después de lo ocurrido con Fluver no quiero saber nada de los hombres. Asumí que el amor ni el matrimonio son para mí. Se hizo el intento pero no se logró el objetivo. No seguiré luchando contra la corriente.

Paula y Esther intercambiaron una mirada preocupada.

—Estela, no puedes rendirte después de una mala experiencia —indicó Esther.

—Tres malas experiencias, dirás.

—No importa la cantidad, no puedes rendirte. Si no es Martín, será otro. Estoy segura que por ahí habrá un hombre que te valore como te mereces. —Le apretó la mano para transmitirle seguridad y apoyo.

—Estoy de acuerdo con Esther. Encontrarás a alguien que te ame verdaderamente y que te sea fiel, sobre todo lo último. —Las palabras de Paula parecieron encerrar algo más.

—No creo que tenga la misma suerte que tú, de hallar un hombre tan maravilloso como tu esposo.

Apenas Estela soltó esas palabras, Paula se echó a llorar. Actitud que causó desconcierto.

—Me voy a divorciar... mi matrimonio está en ruinas —reveló Paula con la voz rota.

—¿Qué? ¿Cómo así que te divorcias? —La noticia descolocó a Estela.

—Pero se veían muy felices. —Esther tampoco lo creía—. ¿Qué pasó?

—Todo fue un show. Fingí muy bien una felicidad inexistente. —Sus ojos se aguaron—. Omar tiene otra mujer desde hace mucho tiempo atrás. Acepté esa relación sin poner ninguna traba, con tal de no perder los lujos en los que vivía.

—No puedo creerlo, Omar se veía tan correcto. —Estela no salía del asombro—. Nada es lo que parece, definitivamente.

—Estela... sé que es tarde para decírtelo, pero la otra vez que me llamaste a pedirme dinero no te lo presté porque no quisiera, sino porque Omar me había cortado las tarjetas, no tenía dinero ni para comprarle un helado a mi hija. —Se cubrió la cara con las manos, llorando—. El muy desgraciado se atrevió a llevar a su amante a la casa, ¡los encontré en mi cama! Le pedí el divorcio aquella vez, pero él me amenazó con dejarme en la calle, me pintó un panorama gris de lo que me esperaba, y siento vergüenza de lo que diré, pero sentí terror. Llevo tanto tiempo siendo mantenida por un hombre que me siento inútil, incapaz de hacer algo por mis propios medios.

—No, tú no eres nada de eso, tienes más potencial de lo que puedas imaginar —pronunció Esther para levantarle el ánimo.

—Dejó embarazada a su amante —soltó otra bomba—. Fue la gota que colmó el vaso. Esta vez ninguna amenaza de dejarme en la calle me detendrá de dejarlo. Mi vida cambiará radicalmente, estoy consciente, solo espero resistirlo. —La faz de Paula indicaba una enorme incertidumbre.

—Lo que te haya dicho, deséchalo. Los hombres como él usan las debilidades de los demás para manipular. —Estela sabía de lo que hablaba—. Omar quiso minar tu autoestima, haciéndote creer que sin él no eres nadie. Demuéstrale que no es así.

—Sí. Haz que Omar se trague sus palabras. —Esther apretó el puño en un gesto de rebeldía—. Tampoco estás sola, cuenta con nosotras para lo que haga falta.

—Gracias chicas, sus palabras han sido una inyección gigante de motivación. —Paula se sentía mucho más animada para comenzar una nueva vida—. Una de las cosas que haré es volver a la universidad y terminar la carrera. También pienso buscar un trabajo de medio tiempo, quiero aprovechar que mi mamá me ayudará con el cuidado de la niña.

Estela y Esther se alegraron por las buenas nuevas. Paula estaba demostrando que ya no era esa chica a quien los lujos y la vida fácil la deslumbraban, había aprendido, tras una dura experiencia, el verdadero valor de las cosas.

—Me hace feliz que tomes las riendas de tu vida, ya verás que todo irá bien. —Estela confiaba en que Paula saldría adelante. Luego agregó—: Quiero pedirte disculpas por lo del dinero, te prejuzgue sin saber por lo que estabas pasando.

—No te preocupes, no estoy resentida ni nada parecido. Lamento no haberte ayudado aquella vez, pero de ahora en adelante cuenta conmigo de forma incondicional.

—Cuenta conmigo también. Las dos. —Estela miró a sus amigas con cariño—. Ustedes son las mejores amigas del mundo y me siento bendecida de haberlas conocido.

—¡Por la amistad! —dijo Esther emotiva. Levantó su jugo de mora, las demás hicieron lo mismo con las bebidas que tenían a su alcance.

Y tras ese brindis se forjó un bonito recuerdo que perduraría a través del tiempo. Aquellas tres mujeres no llevaban la misma sangre, pero eso no impedía que se considerasen hermanas. 



Aquí una ilustración (?) de Estela dándole la patada al que sabemos.  😂


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