23. Melodías de amor

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—¡Espectacular! Los podemos contratar para eventos familiares y demás —gritó Concha en tono burlesco—. Armando, ¿viste que sí cantas bien? Quiero una serenata en mi cumpleaños —volvió a exigir cuando su esposo tomó asiento junto a ella.

Lo que Concha no sabía es que Armando no cantó al cien por ciento, hubo partes en que solo movió los labios. Estar frente a una audiencia que los contemplaba fijo le hizo perder el hilo de la música.

—Qué linda voz, Iván. Eres una caja de sorpresas —susurró Paula, mirándolo coqueta.

—Es bueno mantener un aura misteriosa, no me gusta mostrar todo de mí tan pronto. —Las palabras de Iván encerraron segundas intenciones que provocaron que la joven se acalorara.

—Tú también cantaste hermoso, Andrés. —Esther consiguió articular palabra sin ponerse nerviosa frente a él.

—Gracias, Esther. —Andrés la examinó con suspicacia. Las sospechas que albergaba cobraron más fuerza.

—Todos cantaron de maravilla, en especial tú, Martín —elogió Estela, encandilada por su encanto masculino.

—Viniendo de ti es un verdadero halago. —Martín fijó los ojos en ella. Fue una mirada profunda, apasionada.

Por un breve instante solo fueron los dos, sin nadie alrededor.

Entonces, una voz estridente rompió la magia del momento. En el escenario un hombre cantaba una ranchera, con una voz de pavo agripado. La entonación no era buena, pero sí que le echaba ganas.

A excepción del cantor novato, hubo voces sobresalientes que sorprendieron al público.

—Aquí perfectamente se podría hacer "La voz" versión Manabí —murmuró Estela—. Algunos, para ser aficionados, no cantan nada mal.

—A decir verdad las dos mujeres que están en esa mesa tienen experiencia en la música. —Iván señaló a la mesa de la izquierda—. Suelen venir aquí cada tanto a entretenerse y practicar la voz.

—En este bar fue donde Iván las descubrió. Posteriormente se convirtieron en coristas, tanto de cantantes nacionales e internacionales —informó Martín.

—¿Eres un cazatalentos? —inquirió Armando.

—No, nada de eso. Pero mi profesión tiene que ver con la música y los espectáculos —respondió Iván—. Soy promotor musical, trabajo con agentes y bandas. Me encargo de la promoción de shows, conciertos y demás.

—Qué interesante trabajo. —Concha estaba fascinada—. Debes conocer muchos artistas.

—Sí, conozco varios. Algunos son amables, pero a otros dan ganas de lanzarles un zapato por la cabeza —rio él.

—Ey, paren ahí, no vinimos a hablar de trabajo, sino a pasarla bien. —intervino Esther—. ¿A qué hora empieza la música en vivo?

—Faltan pocos minutos —bajó la vista a su reloj—, a las once de la noche y finaliza a las dos de la mañana.

—¡Adoro la música en vivo! Hace mucho que no asisto a un show de ese tipo. —Paula saltó feliz—. Mi hija no me deja mucho tiempo para la distracción.

—Pues hoy hay que aprovechar —dijo Iván con júbilo.

—¿Qué tipo de música interpretará la orquesta? —quiso saber Estela.

—Música tropical en su mayoría. También habrá interludios románticos, ya saben, a la gente le gusta bailar pegaditos mientras se miran con amor. —expresó sonriente.

—Iván, ¿quieres ser mi compañero de baile? —Paula batió sus pestañas de forma seductora. No quería desaprovechar la oportunidad.

—Con gusto —respondió él con un guiño sensual.

—Solo falta designar dos parejas —Concha sonrió, asumiría el rol de Cupido—. Andrés y Esther, Estela y Martín. Listo, estamos en par.

—Por mí no hay problema. —Andrés le dedicó una sonrisa a Esther, conforme con la designación.

—Tampoco tengo inconveniente de ser la pareja de Estela. —Martín no podía ocultar la felicidad en sus ojos.

Las jóvenes intercambiaron una mirada fugaz. Gracias al cielo que había gente cantando en ese momento, de lo contrario quedarían en evidencia ante el frenético latir de sus corazones.

El tiempo transcurrió. El karaoke llegó a su fin para dar paso a la orquesta. Los músicos tomaron posición en el escenario junto a sus instrumentos. Luego de ultimar detalles respecto a iluminación y sonido, comenzó la interpretación de sones salseros.

La pista se llenó enseguida, los ritmos tropicales eran muy populares en la costa y la gente bailaba con gran entusiasmo.

—Estás muy hermosa, Estela. Ese vestido turquesa te sienta de maravilla. —Le susurró Martín al oído.

—Lo mismo digo de tu atuendo, pareces modelo de revista —devolvió el halago.

—Gracias por el elogio. —Sonrió coqueto, la tomó de la mano y la giró al compás de la música—. Bailas muy bien, mucho mejor que yo, como habrás notado.

—Mentira, no lo haces nada mal —dijo ella para levantarle el ánimo—. Tampoco es un concurso de baile, así que no te preocupes.

—Andrés y Esther no opinan lo mismo, están en un duelo de baile con Iván y Paula —rio al verlos—. Tu hermana no se queda atrás. No sabía que eran tan buenos bailarines de salsa.

—Gracias por las flores, pero no se lo menciones a mis hermanos, que luego se les sube los humos y no hay quien los aguante —advirtió entre risas. —¿Sabes? Aún sigo sorprendida de la forma en que conociste a mi hermano. Y que le hayas caído bien, es algo bueno. Andrés es bastante selectivo con sus amigos.

—Se lo dije a él y te lo digo a ti: Manta es un pañuelo —respondió con un gesto de la mano—. A mí también me cae bien Andrés, me parece un tipo increíble.

—Lo es. Y no lo digo porque sea mi hermano —declaró ella—. Eso sí, cuando agarre confianza, cuídate, le encanta hacer bromas.

—Me di cuenta desde el primer momento, destaco su habilidad para hacer bromas. Tiene un ingenio envidiable —Exaltó—. Solo espero que las bromas que pretenda hacerme no sean del mismo índole que le hacía a tu ex.

Martín notó cómo el cuerpo de Estela se puso rígido en sus brazos. Tuvo un mal presentimiento.

—Disculpa, necesito aire fresco. —Estela se separó de él. Esquivó a la gente y se dirigió a la terraza.

Martín fue tras ella, agobiado por la imprudencia que cometió.

— Estela, siento lo que dije. —Martín alargó la mano para tocar su hombro—. Imagino que aún sientes algo por él...

—Lo único que siento por él es desprecio. —Dio la vuelta y lo miró a los ojos—. Nadie de mi familia lo quería, ni siquiera mi pato. Hice malas elecciones, no solo con Fluver. Tres fracasos amorosos en total; las circunstancias me decían que ninguno de ellos me convenía, pero yo insistía e insistía. —El semblante se ensombreció—. Estaba tan obsesionada con la idea de casarme que no importó quien fuera el afortunado.

—Todos cometemos errores —dijo Martín—. No seas tan dura contigo misma.

—No puedo evitarlo. De todos los errores que cometí, hay uno que estoy pagando muy caro. —En un arranque de sinceridad le contó lo que Fluver le hizo, una verdad que había ocultado a su familia. No le pidió que guardara el secreto, sabía que no diría nada—. ¿No te parece que el mar está más resplandeciente y hermoso que de costumbre? —fijó la vista en el océano.

—Es la luna que le da ese aspecto luminoso. —Martín comprendió que, aunque la confidencia fue delicada, Estela no quería extender más el asunto.

—No existe otro resplandor sobre la tierra que se le compare —dijo ella.

—Disiento. Para mí el fulgor más bello es el que proviene de tus ojos.

—Me resultaste poeta. —Estela esbozó una sonrisa tierna—. ¿Por qué no te conocí antes?

—Intuyo que no era el momento ni el lugar —determinó él—. Si nos hubiéramos conocido cuando estuve casado, no me habría fijado en ti. Era muy fiel a mi esposa.

—¿Me vas a contar algún día por qué te divorciaste? —Estela aprovechó para sacar a relucir el tema—. ¿Acaso fue ella la que te fue infiel?

—No, ella nunca me engañó. La culpa de nuestro divorcio fue totalmente mía —confesó.

—Si no hubo infidelidad de por medio, ¿entonces qué sucedió?

—Existen muchas razones para que un matrimonio se termine. A mi ex esposa le causé un gran sufrimiento, lo que desencadenó en el divorcio.

—¿A qué te refieres exactamente? Es posible que sea violencia doméstica... —Estela se estremeció de solo pensarlo.

—Jamás en mi vida he maltratado a una mujer —aclaró él de inmediato—. Noemí se merece todo mi respeto, no solo por tener un corazón noble, sino por ser la madre de mi hija. Mi separación se dio por un motivo que aún no me siento preparado a revelar.

—Entiendo y respeto tu decisión. —A pesar de que era grande la curiosidad por saber qué había detrás del divorcio de Martín, ella respetó su silencio.

Se notaba en la mirada de él que el tema le causaba malestar. Sin embargo, esperaba que algún día tuviera la confianza para contárselo.

Ambos fijaron la vista en el océano, absortos en sus pensamientos.

La orquesta seguía tocando un son tropical, pero luego fue sustituido por una melodía romántica. Apartaron la mirada del oleaje al escuchar los primeros acordes. La tonada hacía mención a lo que una persona sentía cuando se enamoraba.

Martín extendió la mano a Estela, invitándola a bailar, y ella aceptó.

La joven colocó los brazos en el cuello de Martín. Él colocó los suyos alrededor de la cintura femenina. Se contemplaron con anhelo, la respiración se volvió intermitente ante la cercanía de sus cuerpos.

Estar enamorado es descubrir lo bella que es la vida

Estar enamorado es confundir la noche con los días

Estar enamorado es caminar con alas por el mundo

Estar enamorado es vivir con el corazón desnudo

Estar enamorado es ignorar el tiempo y su medida...

La letra avanzó liberando emociones. El deseo se disparó por las terminaciones nerviosas, necesitaban un contacto más allá que el roce de las manos.

Entonces, sus labios se unieron para calmar esa ansia que los abrasaba por dentro. Fue un beso caliente, pasional. Un beso que los llevó a tocar el cielo con las manos.

Y ahí, con la luna como testigo, dos almas gemelas se reconocieron.


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