➡️Cap.44🔙

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Sus palabras... Sus malditas palabras resuenan en lo profundo del océano de mis ensueños. Perdiéndome en el timbre de su voz a medida que se arrastra entre sonoros jadeos y caliente respiración sobre la sensible dermis de mi espalda y a través del molesto remerón.

Y digo molesto, porque un candente pensamiento de que me haga suyo como quiera se me viene de repente hasta mi trastocado cerebro, y en este momento, esa condenada tela es una en puta molestia. Entonces, esquivo velozmente a la voz de mi conciencia que me exige que pegue la media vuelta y lo encierre por el resto de la noche en mi acalorada habitación sin disfrutar aquí, primero de su lengua.

Aunque viendo las circunstancias, más calor del que estoy sufriendo sería sinónimo de carbón, así que haciendo uso del poco o escaso uso de razón que me resta, me retiro la remera mientras me ofrendo a los toques cálidos que seguramente vendrán de su eximia lengua.

Lengua que me incita a nadar en el mar del pecado de su tacto, porque lo que logra esa sin hueso con semejante destreza, se podría considerar extraordinario.

Entonces, ni lerdo ni perezoso, me retiene firme entre sus brazos mientras su respiración se confunde con la mía. Y es que no se sabe a ciencia cierta, en donde empieza la frecuencia respiratoria de uno o el preciso momento en donde se transmuta con la otra. Siendo solo dos avezados amantes entregados a sentirnos por lo que dure el condenado momento. Y les juro por mi vida, que con él, quiero solo momentos eternos.

—¡Dios! Tu piel me incita a devorarte. ¿Cómo puedes ser tan apetecible? Pareces una paleta de esas que degustaba de niñato... Y en este momento, muero por lamerte centímetro a centímetro y juntar todas las sensaciones que pueda con la punta de mi lengua.

Suelta mi ropero masita a medida que se transforma en una animal sediento de lo que puedas ofrendar. Y dispuesto a ir más allá si se aprietan sus límites, en su justa manera.

Entonces, observo hacia donde quedó solo la estela de la salida de mi madre, e inclinando mi espalda le doy total acceso a la nívea piel de mi cuello, mientras mi juguetona mano viaja por encima de sus vaqueros hasta atrapar el objeto de deseo que quiero pronto tener adentro.

—Hazme lo que quieras...

Suelto perdido en mi nube de éxtasis, cerrando mis ocelos para disfrutar aún más del eximio toque de su lengua.

—Eres... —anuncia a medida que me muerde despacio y repasa con la punta de su lengua los erizados bellos de mi dermis —. Un pequeño demonio disfrazado de inocencia —. Apresa con ahínco mis caderas mientras sus dedos amasan lo que encuentra a su alcance sin un ápice de vergüenza —. Y muero por mancharte como sea, mientras exiges desesperado porque no me detenga.

¡Dios! El maldito tono de su voz me pone más de la mitad de mi estremecido cuerpo en temblor, y la otra, deseando porque suceda lo más rápido que se pueda. Así que sin esperar ni un segundo más, giro mi cabeza para enredarme en los confines de las fauces de mi depredador que dictamina a base de firmes roces de lengua, que me entregue como presa.

El beso, acalorado y demandante en partes iguales, sensibiliza cada terminación nerviosa de mi soma. Dejando mi caliente carne dispuesta para que jueguen -fielmemte- con ella y que pase lo que tenga que pasar, hasta las últimas consecuencias.

Acción que trae aparejada que su rudo toque se disipe de mis nalgas y deslice un camino de sedientas caricias hasta posarse sobre mi menesterosa dureza. Falo goteante que clama porque lo apresen o lo froten a lo lámpara mágica.

Y así, me dejo a disposición de los exigentes movimientos de su mano que apresan mi dureza con suma fuerza, mientras la otra mano recorre la erizada piel de mi pecho, rozando hasta sentir arder como fuego; el toque de la yema de sus dedos.

—¡Dios! —jadeo sobre que su boca me abandona y su lengua empieza a recolectar sensaciones a medida que desciende insano sobre los relieves de mi soma. Y solo puedo echar mi cabeza hacia atrás sobrepasado por las sensaciones que me abordan.

—Apoya tus manos en la mesa —ordena como el tremendo dios Griego que me deja a la merced de su boca mientras reparte húmedas líneas desde abajo hacia arriba, y arremete sobre cada una de mis prendas —. Y calla si no quieres que mi suegra vea como degusto tu húmeda entrada con mi lengua —susurra ronco y codicioso sobre el lóbulo de mi oreja.

¡Y maldita sea! Sin ninguna necesidad de esperarlo y ansioso por recibir del glorioso roce de ese órgano parlante, me muevo velozmente descendiendo yo mismo mis prendas. Y les juro que solo me falta que le empuje la condenada cabeza...

Envuelto en hervor y necesitado de su impronta, me tira de mis renegridos cabellos mientras lame y muerde el sector de mis hombros y cuello. Descendiendo luego por mi columna vertebral, con la codiciosa punta de su lengua.

Y sin necesidad de palabras pero empujando y sosteniendo firme mi pecho sobre la mesa, me separa mis piernas con ayuda de la fuerza de sus rodillas incitando a crecer -aún más- el deseo al inmovilizar mis pies con la caída final de mis prendas.

—Mira como te entregas... —susurra con un húmedo dedo que juguetea incorrecto, repasando mi fruncida entrada que se encuentra ansiosa de tanta espera.

Entonces, mi desorbitado cerebro se activa en modo de completo deseo cuando siento la punta mojada del mismo y me empujo certero, haciendo que me recorra de pies a cabeza un latigazo de creciente dolor que se muta a desmedida pasión sobre que siento la humedad de su lengua a los alrededores de mi sensible agujero.

—N-no...te das una...idea...de como me pones —suelta a medida que alterna un juguetón dedo y los eximios movimientos de su lengua —. Precioso y sucio, tal como me gusta.






























Omaigad😏

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