⌲Amor amarillo

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❝Cuerpos de luz
Corriendo en pleno cielo
Cristales de amor amarillo❞


La primavera del dos mil diecisiete, Park Jimin conoció a Jung Hoseok. Boca enorme, ojos pequeños, nariz respingada y un cuerpo delgado y enérgico incapaz de mantenerse quieto ni aun sentado. Se lo presentó Kim Seokjin, quien parecía ser amigos de todos por allí. Fue una primera impresión positiva ya que Hoseok se excusó con Seokjin para quedar con él en otra parte.

Y lo hicieron.

El sexo con Jung Hoseok fue mágico, con el tinte suficiente de erotismo y diversión para que Jimin, reacio a las relaciones, quisiera hacerlo de nuevo. Para entonces, los dos acordaron ser amigos. Más amigos de lo que Jimin sería de Seokjin si continuaba tan insistente con lo de que lo acompañe al campamento veraniego de su familia, donde se celebraría el Festival Solar. Jimin discutió con Seokjin, le pidió con poco tacto que no fastidie con su ridículo campamento y se marchó, arrastrando a Hoseok con él.

—Estás siendo rudo, amigo —le dijo Hoseok, que de romántico tenía lo que él de alto—, ¿qué tan mal plan puede ser? De todas formas, ni vos ni yo tenemos otro.

—Es que no entendés —se cortó al sentir una mano escurriéndose por su pantalón hasta reposar con confianza en su culo—, pará, acá no.

—Explicame por qué no —la otra mano de Hoseok serpenteó por su abdomen y se coló bajo su remerón—, pienso que será divertido.

—Sos incorregible —mordió una risa cuando alguien pasó por su lado y Hoseok retiró sin disimulo sus manos—, además, decís eso porque no sabés que este campamento es religioso.

Ninguno de los dos creía en Dios. Lo más cercano a una fe era la que experimentaban cuando el orgasmo los pillaba enredados el uno en el otro, con ojos cerrados, boca suplicante y la fiebre del sexo ardiendo en sus cuerpos hasta que estallaban. Jimin confiaría en que ese instante de suprema intimidad concebía más sacralidad que cualquier rezo pronunciado en un templo; Hoseok, en cambio, sentiría que la fortuna de estar con Jimin equivaldría a la realización divina que se conoce como milagro.

Adelantándose, Hoseok lo detuvo por los hombros y le sonrió. Un halo dorado, de sol de plena tarde, enmarcó el rostro sonriente de Jung Hoseok y Jimin tragó saliva. Si los ángeles disfrutaran de la sodomía, Hoseok sería uno de ellos. Pero como no lo era, para Jimin significaba apenas un incordio en su vida. Una molesta presencia que no hacía sino someterlo a encantos brujos.

—Si para el final de cursado continuamos libres, voto porque vayamos con Seokjin —Hoseok unió sus bocas en el más mezquino beso, antes de morderlo juguetón y escaparse del golpe—, ¿de acuerdo?

Jimin decidió que terminaría con él.

+

La familia Park desconocía su sexualidad y tantos otros asuntos de su vida que no venían al caso. Es por eso que Jimin estaba cómodo en el barrio H., que rodeaba la Facultad de Artes de Seúl. Allí nadie se metía en los asuntos de nadie. Podía pasear de la mano con Hoseok —si quisiera tomar en serio lo que compartían, claro—, besarlo en la calle, y además de un par de comentarios, no habría por qué preocuparse. No eran ellos los únicos, ni los más escandalosos. Pero fuera de ese paraje libertino, tenían que cuidar sus actos para no ser blanco de la violencia.

Por eso, el semblante resplandeciente de Jung Hoseok, en nada discreto y tanto más efusivo que lo permitido por la obsoleta norma social masculina, era impensado. Sobre todo en pleno aeropuerto y registrando que el destino era un campamento de religiosos que los mantendría ocupado hasta acabado el verano. Kim Seokjin, del otro lado de Hoseok, se adelantó para sonreírle.

—Te divertirás, lo prometo —dijo, y a Jimin le costó no rodar los ojos ante lo feliz que este se mostraba.

Hoseok le encajó el codo en las costillas, antes de voltear hacia Seokjin:

—Contame más del festival.

Habían discutido. Jimin no estaba seguro de cómo inició la pelea, aun así, no era estúpido. Hoseok esquivó cualquier charla sobre ellos, como si se oliese ya el final de esa aventura. Un cobarde, sentenció en su fuero interno. Como él, que por matar dos pájaros de un tiro quiso cortarlo y no viajar con ellos. ¿Qué lo convenció a venir de todas formas? Quiere decirse que fue por cortesía a Seokjin, a quien ya había confirmado asistencia. Pero tal vez fuera otra cosa. Y, poniéndose cómodo, con la cabeza sobre el hombro de Hoseok, Jimin escuchó a Seokjin hablar y hablar y hablar. En algún momento, debió quedarse dormido porque a él llegaban fragmentos de la conversación.

—Los más jóvenes se encargan de preparar la comida mientras los ancianos, eligiendo a un pupilo, le transmiten saberes. Hay un momento incluso donde nos reunimos en ronda y...

—... sería mejor si no, ellos no están en desacuerdo, aun así esto se trata de la exploración espiri...

—Nunca. Desde que tengo memoria ha sido de esta forma, supongo que mutaron tradiciones, pero ha sido un desplazamiento tan lento que no se percibió. O yo no lo sentí tanto. Quizá tenga que revisar los registros pasados. Oh, claro, todo está en nuestro Libro. Es... puedes decirlo así, como nuestra biblia. Solo que...

Cuando despertó, Hoseok batallaba en un juego de su teléfono y Seokjin, del otro lado, repasaba lo escrito en caligrafía torcida y pequeña en unas hojas. Según les contó, era su deber pronunciar un discurso. Aunque al ser interrogado sobre el tema, se negó a confesarlo. Había actuado raro desde entonces, y Jimin lo atribuyó a que ni él ni Hoseok imprimieron seriedad a su interrogatorio. Tal vez era momento de tomarlo con respeto, después de todo, Seokjin no era un mal tipo. Solo insoportable y raro como la mierda.

Esto último se confirmó por sí solo cuando Seokjin sacó de su mochila una túnica completamente blanca y procedió a cambiarse. El taxi que los trajo hasta allí se había marchado hace minutos, bufando cuando escuchó las quejas de Hoseok y Jimin al ver que quedaron en el inicio de un bosque. La arboleda era extensa, pero en medio había labrado por el tiempo y los caminantes frecuentes un camino que se perdía en el horizonte.

—¿Llevarás sandalias? —consultó Hoseok, saltando y elongando como si fuese a echarse a correr.

Jimin creyó que sería lo mejor. Podrían correr de regreso y tomar el primer vuelo a casa.

—No se permiten zapatos o sandalias —explicó Seokjin, y alistado, se calzó la mochila—. ¿Vamos?

—¿Qué hacés? —Jimin sostuvo a Hoseok cuando se tambaleó.

—¿No oíste a Seokjin hyung? ¡Fuera zapatos!

Y dicho esto, se descalzó y esperó, con los brazos cruzados y una mirada que no admitía protestas, a que Jimin hiciera lo propio. Obedeció, refunfuñando y cuando dio algunos pasos no se privó de hacer oír lo doloroso del camino bajo sus pies.

—¿Podemos fumar? —Interrumpió Hoseok los lamentos de Jimin—, ya sabés, ¿mary?

—Hacelo acá, luego entrarás en estado de purificación. El primer día es ayuno y abstinencia.

—De lo segundo me encargo yo —dijo Jimin, rencoroso y esquivando el abrazo de Hoseok—, ¿a qué te referís con ayuno?

—Sí, el cuerpo es nuestro conducto de energías y lo hemos contaminado con la ciudad —los hombros de Seokjin se elevaron y cayeron, aunque su mirada estaba en el cielo, como si no creyera la hermosura de la vista a mediodía—, es parte de la tradición.

—Suena bien para mí —y con rapidez, Hoseok buscó y encendió la mary que traía bien escondida entre la ropa.

Para fastidiar, Hoseok le arrojó el humo en toda la cara antes de ponerse a la par de Seokjin en el camino. Jimin apretó los dientes para no empujarlo.

—¿Qué otra opción tengo? —susurró detrás, viendo cómo los otros dos parecían no encontrar piedras puntiagudas al andar.

+

Para ser un campamento en medio del bosque, con personas vistiendo de blanco, flores entre los cabellos, pies descalzos y costumbres exóticas y tradicionales... no estaba tan mal.

—Te lo dije —canturreó Hoseok, sobándole el estómago como si fuese un pequeño y no el chico al que se la acababa de chupar—, además, ¿has visto lo bien que encajamos? ¡Nos aman!

El sopor del orgasmo valió para perdonarse el desliz. Su misión era no continuar con esto, pero Hoseok solía ser tan persuasivo y él era presa fácil de sus atenciones.

—Somos invitados, por supuesto que serán amables —sin embargo, él también estaba contagiado del armónico ambiente que se vivía allí—. Deberíamos volver, llevamos bastante alejados. Y Seokjin nos dijo que iniciaría un espectáculo de fogón o no sé qué.

—¿Ya? Pero tenía planes para vos y este aceite aromático que robé de la cabaña de sauna —¿cómo Hoseok escondía cosas con facilidad debería preocuparlo? En su lugar, rodó sobre él y le arrebató la botellita—. ¿Podés encargarte de este cuerpito o querrás refuerzos?

Y ahí estaba, otra vez, en problemas. Arrojó a un lado sus pensamientos y se concentró en el presente. Al volver a casa, lo resolvería.

—Ah no, eso sí que no —Jimin bajó hasta besarlo y callar las bromas—, una vez con Yoongi hyung fue divertido, pero no repetiré eso con nadie más, no empujemos los límites.

—Prefiero que empujes en mí —rebatió Hoseok y rio alto cuando Jimin lo atacó con cosquillas; agradeció estar en un claro a muchos, muchos pasos de donde todos convivían porque era ruidoso para todo—, ¡yah! ¡Me tenés, me tenés!

—¿Acaso dudabas de eso? —Jimin le mordió un cachete hasta que este protestó—, ahora, de perrito.

—Idiota —pero se encontró obedeciendo.

Jimin le subió la túnica —porque sí, Hoseok aceptó vestir de esa forma aunque no era obligatorio—, y le bajó los calzoncillos. Repitió el mordisco ahora en el culo paliducho de Hoseok, que no se quejó con tanta fuerza como antes y se meneó para él.

—¿Estás seguro de usar esto? —Jimin tuvo que reconocer que el aceite parecía inofensivo, con un ligero aroma dulzón, como a lavanda.

—Taehyung dijo que servía para trabajos manuales.

Aunque una parte de él quiso averiguar por qué Hoseok hablaba de masturbación con el primo de Seokjin, otra lo urgió a untarse los dedos y comenzar su labor. No correspondía, no eran novios. Y dudaba que cuando acaben mantengan una amistad siquiera. Así que se ocupó de su tarea. Una tarea que disfrutaba, cierto era decir. Sobre todo cuando se cogía a Hoseok con tres dedos y este se retorcía impaciente porque lo llene ya. Concedió lo pedido, pero no sin antes burlar la titilante entrada, hasta que se hundió.

—Tsss —creyó pronunciar, un lenguaje inarticulado puesto que la sensación de adentrarse al estrecho canal de Hoseok no hallaría descripción justa.

Le clavó las uñas en las caderas, aguantando el aire cuando Hoseok se echó hacia atrás para ayudar al avance. Y estando enterrado hasta las bolas, poco pudo pensar más que retirarse y volver a empujar. Los sonidos de sus pieles perdían impacto en la naturaleza viva que los rodeaba, aun así, fue perfecto. El aire que susurró entre los árboles, los pájaros piando por allí, el arroyo a unos metros de ellos copó la escena hasta que fueron humildes formas de amor sensual. Manifestaciones del puro acto de unión sexual y eróticas caricaturas que persiguieron el orgasmo con lujuria primitiva.

Saliéndose, Jimin se pajeó y manchó de semen el culo de Hoseok. Adoraba ensuciarlo, y si el contexto lo permitía, le gustaba apagar la razón y actuar casi animal porque enseguida se encorvó y tomó un poco de su emisión con la lengua. La saboreó cual caramelo antes de moverse y buscar a Hoseok para otro beso, ahora blanco como la túnica que debajo de ellos se ensució.

Cuando regresaron al campamento, Hoseok evitó a cuantos pudo. Pero Seokjin los pilló, aunque solo meneó la cabeza y sonrió sabedor de las actividades de su fugaz excursión.

—¿En serio vas a cortarlo?

Aguantó espetarle que no se metiera en sus asuntos, pero Seokjin lucía preocupado por lo que oyó sin que fuera su intención.

—Somos amigos, hyung, no hay nada que... —interrumpió Jimin, no queriendo comprometerse.

Si algo preciaba más que nada, era la idea de que sin compromisos las relaciones humanas no sufrían rupturas. Esa libertad, por mucho que incordiara e hiriera a veces, los protegía. Por eso, aunque captó cada señal que Hoseok envió en su dirección, pretendió que no.

—Hacé lo que quieras, pero si me preguntás —Seokjin cuchicheó, logrando que Jimin sonría por lo infantil que se portaba—, está más allá de la salvación.

—¿Se supone que sos mi amigo o suyo?

—De los dos, pero él me cae mejor —confesó Seokjin sin pestañear, se reajustó la ropa e irguió los hombros antes de cruzar los brazos tras la espalda—, es honesto con lo que siente aun cuando le aterra.

Una vez Hoseok los alcanzó, Jimin trató de dejar ir lo conversado con Seokjin, pero siendo algo que él reconoció desde hace semanas, apenas lo logró.

+

Era obvio que estaban preparando el campamento para el ritual final. Hoseok no encontró tétrico cómo, con instrumentos de vientos y percusión un tanto rústicos, hombres y mujeres danzaban en torno a una piedra. Tampoco halló horroroso el instante —si bien sí hizo una mueca asqueada— en que se ofrendaron animales. Lo que sí pareció conmoverlo al punto de retirarse a la cabaña donde dormían, fue la caza del venado almizclero.

Jimin presenció cada evento en silencio y persiguiendo aquello que aprendió sobre no juzgar la costumbres de otros porque el otro se sitúa en un espacio, tiempo histórico diferente y no le son válidas sus propias reglas y normas. No resultaba la mayoría de las veces, pero concilió que, si él consumía animales que mataban al por mayor, no podría señalar a estas personas que lo hacían con igual propósito e, incluso, añadiendo un carácter ceremonioso a la ocasión.

Para el atardecer, el rumor excitado de los jóvenes por ser los protagonistas del célebre ritual del sol lo animó a presenciarlo de cerca. Jimin se vistió con las ropas holgadas y de un tono amarillo que le recordó a las mantas de bebés y se dejó cubrir la frente con una runa. Por traer el cabello algo largo, también fue víctima de un decorativo florar que se encajó entre sus mechones castaños con fuerza.

—¿Te gustaría unirte al círculo de danza? —preguntó Seokjin, quien se disponía a oficiar de guía durante el ritual—. Podés hacerlo, aunque... —secreteó a Jimin—, sería mejor si traes a Hoseok.

—¿Por qué? —no dejó oculta la sospecha, aun así, dirigió la mirada a la cabaña donde Hoseok estaba descansando—. ¿Qué sucederá?

—Pensalo como una purificación solar —Seokjin señaló los espejos que traían y colocaban en torno al círculo—, desnudaremos cualquier sensación que perturbe nuestra energía y veremos con claridad.

La forma en que Seokjin dijo aquello sonó algo espeluznante. Como a una secta, pero Jimin estaba harto de desconfiar de su amigo. Lo había hecho por tanto que cuando llegó aquí y encontró que no se estaba matando de aburrimiento como pensó, lamentó ser tan grosero con él. Además, era cierto que en todos esos días había cooperado en la dinámica de "limpia tu aura" o como sea y estaba más distendido. No había una facultad atormentando su mente, ni preocupaciones por no conseguir trabajo o culpa por escapar de su familia y ser quien es. Lo de Hoseok sería un tema a tratar al regresar del viaje. Al menos quería ofrecerle al chico una vía de salida rápida. Tal vez, escondió la verdad, era él quien necesitaría una ruta de escape.

Siempre tendría atesorado este verano.

—Iré por Hobi —y partió a su búsqueda.

¿Qué tanto podría suceder si se metía al círculo de espejos? Caería la noche y los hallaría bailoteando como estúpidos hippies, pero ¿qué más da?

+

La disposición de los participantes lo ubicó en el lado opuesto a Hoseok. Se quejó por ello, pero Seokjin le pidió que confíe en él. Algo que no era sencillo, ya que enseguida le ofreció a beber un brebaje que apestaba a tomillo y otro aroma que su olfato no identificó más que como frutal. Se recordó la anterior resolución de ser participativo, cordial y creyente en la medida de lo posible con sus limitaciones religiosas. Hoseok había bebido el brebaje antes y por lo visto, más que una mueca agria, no tuvo otros efectos.

Fueron las palabras de Seokjin las que dieron inicio al ritual solar:

—Agujeros en la tierra, profundo verde del bosque... —la instrumental acompañó la cadenciosa dicción de Seokjin, logrando que el tambor domine los latidos al compás impuesto por el guía ceremonial—, un detalle infinito, que enrarece el aire. No desaparezcas. Mostrate conmigo, con ellos y con nosotros. Que dure de hoy para siempre, adentro tuyo. Algo del sol —y como ensayado, el atardecer iluminó el círculo y los espejos reflectaron su luz hasta enceguecer.

Jimin comprendió por qué los demás, quienes observaban el ritual, estaban apartados. Él no podía ver nada y supuso que ellos sí. Le corrió un escalofrío aunque fue sofocado por la calidez lumínica que lo absorbió, a él y a todos en el círculo. La música siguió sonando y lo distrajo, mas no demasiado porque la manera en que Seokjin ejecutaba las oraciones lo atrapaba. No eran exactamente palabras complejas, ni siquiera creyó que tuviesen una profundidad más allá de lo obvio, aun así, el armado del ritual contribuyó a la sensación de solemnidad. Le aterró y, a la vez, lo sumió en un estado de quietud insólita.

Seokjin continuó:

—Cuerpos de luz, corriendo en pleno cielo, cristales de amor amarillo —sin que fuese irrespetuoso, Jimin sonrió por lo que oía. Y tal vez era parte de la ceremonia, porque hasta escuchó risitas bajas que llegaban de fuera del círculo—, abandonamos las sombras y renacemos...

Para ser su primera vez oficiando el acto, Jimin escuchó la seguridad y la firmeza con la que Seokjin habló. Los ordenó en el círculo y les mostró un camino que siguieron sin dudar. Dio un paso, de lado, estirando las manos a los lados sin que nadie le indicase qué hacer y cuando le fueron sostenidas entendió que esto era el inicio de la danza. Le corrió desde los pies el fresco de la hierba y en contraste su pecho, espalda, brazos y cabeza abrasados por el reflejo del sol en los espejos.

Aun sin ver, una energía lo envolvió y pareció dictarle los movimientos que se esperaban de él. Así que no quiso detenerse a reflexionar si es que algo así fuera posible o seguro, solo se deslizó en esa corriente y danzó. Lo que sea que ocurriera con los demás participantes del círculo, a Jimin le dio igual. Más bien, a un nivel de consciencia indefinido, sabía que estaban haciendo lo propio por su purificación. Debajo de sus pies, la tierra vibró, arriba el cielo estaba despidiendo el día y el aire se vició del perfume de aquellas flores que coronaron las cabezas de los bailarines.

Si el tiempo corrió, Jimin no pudo estimar minutos u horas. Fluyó en el frenético danzar por lo que pareció una eternidad. El calor creció al punto de que las ropas holgadas al ser atrapadas por el aire y sacudidas por sus movimientos le proporcionaban un poco de alivio. Aun así, esto no tuvo un efecto adverso, sino que lo motivó a imprimir más énfasis a sus contorciones. ¿Acaso esto era un dialecto corporal del que no tenía idea hasta ese atardecer? ¿Una suerte de memoria emotiva ancestral? ¿Qué diría al círculo, al sol, a todos, pero, principalmente a él?

¿Qué quería saber Park Jimin de Park Jimin? Y conversó consigo mismo, de sus miedos y frustraciones, de sus aciertos y celebraciones. Hasta que ocupó en su pecho el irrefrenable amor que siente por Jung Hoseok y fue una no coincidencia que este apareciera entre la luz anaranjada y tenue del moribundo atardecer. Lo abrazó en medio del círculo y lo sostuvo como si no hubiera otra razón de ser más que con él. Y fue verdad. Fue honesto el beso que los derritió y les vino la noche con la noción certera y real de que estaban enamorados y este era un amor por encima de cualquier razón.

Fue Seokjin quien, otra vez, irrumpió en el círculo y ordenó la danza en un último vals, ahora en parejas:

—Celebramos el amor, amarillo por un sol que vive en nosotros y nos ilumina. Cuando todo era nada, nada el principio. Y era el principio y de la noche hizo luz y luz de noche fue. Y fue el cielo y es lo que está aquí —poco sentido tendría para algunos, pero para Jimin, que entrelazó las manos con las de Hoseok aquello sonó tan crudo que le apretó el corazón y un par de lágrimas corrieron por su rostro; tan conmovido, que dio gracias entre pausa y pausa, unido al coro con los demás en un tácito acuerdo—. Hubo tierra, agua, sangre, flores, sol, todo eso y también tiempo. Ese fue el inicio y así fue para siempre. Vos que te mirás en los espejos de este círculo para ver quién sos, mirame si querés verte porque imagen mía sos.

Dando concluido el rito, Seokjin se unió a los demás para saludarse con renovados espíritus. Jimin y Hoseok permanecieron al margen, procesando lo vivido y sin conversar, asintieron al silente compromiso que firmaron con un beso en el círculo. Para el final del verano, la vuelta a casa supo agridulce, aunque sujetos de la mano, sortearon la tristeza de despedir un verano mágico sabiéndose que estaban allí para el otro.

Y era el inicio.






Nota:

Esto es raro, como cada historia de esta antología. Pero en mi defensa, la canción de Dios Cerati me da vibra erótica y romántica y algo fumeta.

Confesión 1: Si hallaron un toque de"suspenso" ¿viste Mindsommar? Yo sí y amé, y para esa dirección iba con esta historia, aunque Lorde sacó el tema Solar power (y ufff, lo que extrañaba a esa mina) y fue su vibra veraniega la que dictaminó un vuelco al drama.  Después de todo, a veces es bastante aterrador saberse enamorado.

Confesión 2: El discurso ceremonial de Seokjin tiene partes de la canción que titula el OS, pero también de Soda Stereo que es increíble y se llama Génesis (si buscan la versión MTV, pues tendrán un viaje al cielo y de vuelta).

Confesión 3: Esto por poco fue un Yoonmin porque los momentos de ellos en el Muster me recordaron el amor que les tengo y me dieron ganas de escribirles. Pero estoy siguiendo sugerencias y me había dicho que quería escribir mi primer Hopemin tras leer a una diosa. Así que: ¡Agradezco la sugerencia a la idola de Simur♡!

Confesión 4: Tengo exámenes, una clase que dar, trabajos que entregar y necesito dormir más de dos horas, deja un amén por mi salu' .

'Ta la próxima

:)

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