Capítulo 5Vinos tintos, vinos blancos

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El incidente en el partido no iba a detener a la familia Griffin-Collins, la cena de esa noche era importante, como para posponerla por una nariz rota u unos testículos machacados por una pelota ovalada. Así que, su plan para reconquistar a Finn y darle en el morro a la "hermana perfecta" estaba fallando.

Sentada enfrente del tocador, había terminado de ponerse el vestido e intentaba hacerse un peinado que le "disimulara" la nariz hinchada, por mucho que se aplicara maquillaje, era incapaz de quitar el morado que rodeaba sus ojos. Los achicó y gruñó, todo aquello lo atribuía a la "novia" que se había sacado de la manga, que en vez de estar arreglándose estaba tumbada en la cama con un casco en cada oreja mirando videos con su Tablet e ignorando como se auto compadecía. Pues no señor, la actitud llena de chulería que tenía esa sexy italiana debía cambiar o no le pagaría. Así pues, llena de decisión se levantó y dando grandes zancadas fue hasta Lexa y le quitó la Tablet de un manotazo, cayendo sobre la cama:

– ¿Qué bicho te picó?

Preguntó poniendo los brazos detrás de la cabeza y sonriendo con picardía. Clarke tragó saliva, el señor se pasó con el ingrediente del atractivo al crear a esa mujer, otra cosa por lo que la odiaba en esos momentos, ella iría perfecta a la cena, mientras que la ojiazul cada dos por tres se echaba el flequillo delante para tapar la monstruosidad que tenía por nariz:

– ¿Qué haces que no te estás arreglando? – Miró la pantalla de la Tablet y quedó boquiabierta– ¿Pornhub? ¿Estás viendo porno?

Lexa se encogió de hombros:

– Wifi gratis, en realidad es una escena de una serie, me pareció curioso que estuviera en Pornhub– arqueó seguidamente las cejas– va sobre una bisexual que se tira una lesbiana y después muere, oye– Amplió la sonrisa traviesa se hizo a un lado y dio unas palmaditas a la cama– quiero comprobar si las bisexuales matáis a polvos.

Clarke comenzó a reír, pero de forma sátira, daba hasta miedo, diría que se le oscureció el semblante, pero ya lo hacía el morado del golpe:

– Claro que vas a morir, muy lentamente y con mis manos rodeando tu cuello.

Lexa hizo una mueca y se levantó de la cama ceñuda:

– Mi dispiace amore mio, pero io sono practico sexo tradicional– al quedar frente a frente gesticuló con las manos– el BDSM no es lo mío.

Paso por su lado para ir al baño y cambiarse, mientras que Clarke, muy madura de ella le hizo burla:

– Espera– le paró la rubia antes de que esta entrara en el baño, puso cara inocente como si se tratara de una niña pequeña y le hizo la famosa pregunta que le lleva haciendo desde que montaron en el avión– ¿Tan horrible estoy?

– No te desesperes Clarke– dibujó media sonrisa– con ese escote la mayoría ni sabrá cuál es el color de tus ojos ¿Te has tomado los medicamentos que te mandó el doctor? – ya no sabía si el tono rojizo era por el golpe o porque estaba a punto de explota, pero no se escondería en el baño hasta qué – relaja pezones que te saldrán patitas de gallo.

Clarke cerró los puños e imaginó sus manos rodeando su cuello y estrujándolo. ¿Por qué? ¿Por qué al final se decantó por esta italiana de actitud chula? Podía haber llamado a la del diente torcido o al otro que ni se acordaba del nombre. Después de todo también eran acompañantes pagados. Pensando que iba a tardar una eternidad, justo como tardó ella, se sentó en la cama y se cruzó de piernas, agarró la Tablet y ¿por qué no? Le dio al play:

– ¡Ahh! – Musitó – ya sé qué serie es.

Bajó y le llamó la atención el nombre del siguiente video. Toda curiosa ella se le ocurrió la genial idea de abrirlo. Solo para horrorizarse, ya que en un principio parecía un video de dos mujeres dándose el lote, hasta que le dieron ganas de gritar de horror, se tapó la boca:

– Jesus bendito, le está metiendo toda la mano – sin percatarse de que cierta italiana pillina había salido del baño y la estaba observando con una sonrisa picaresca– esa el día que dé a luz se le caerá el niño solito, que horror.

– Vaya, vaya– Clarke se sobresaltó y fugaz escondió la Tablet debajo de la almohada– las niñas pijas también ven porno.

– Estaba apagando la Tablet.

Se defendió la ojiazul antes de fijarse en la morena. Era como si hubiese entrado en una súper máquina y hubiera logrado un híper milagro. Se había deshecho de su chupa de cuero y su altanería. Se había puesto un vestido rojo ajustado, tenía la melena a un lado y los labios pintados con carmín a juego con el vestido. Los tacones de los zapatos de cinco centímetros realzaban sus largas piernas. Clarke puso los ojos como platos antes de levantarse nerviosamente:

– NO, NO, NO y NO– Lexa se miró con el ceño fruncido ¿qué había hecho mal? Bueno, Raven amablemente le ayudó a través de mensajes, criticar su atuendo sería criticar a Raven– No puedes estar más buena que yo.

Lexa puso los ojos en blanco, con lo bien que estaría en su casita, leyendo sobre la maceración de la uva, pero por dinero ahí estaba, soportando a una mujer bipolar, raruna y salida de un cuadro de Picasso:

– Pichoncito mío...

– Clarke, llámame, Clarke– Lexa ignoraba la reprimenda de la ojiazul y llenó un vaso de agua para ofrecerle una de las pirulas que le mandó el médico– nada de amore mio, nada de pichoncito– agarró la pastilla que le estaba ofreciendo la italiana se lo metió en la boca y antes de beber agua dijo– cuidado con los besitos sin avisar, no abuses.

Bueno, Lexa se reconoció que en ocasiones tenía la culpa de alterar a Clarke, debe ser que ese carácter le hacía tilín, aunque le quitaba sex-appeal, desde lejos siempre se había imaginado a Clarke tranquila, que fuese superficial ya lo sabía, aunque no era consciente hasta qué punto podía importarle las apariencias:

– Está bien– dijo la italiana encogiéndose de hombros– a partir de ahora esperaré a que me beses tú

– Pues ya puedes morirte sentada porque no pienso hacerlo

Se puso con los brazos en jarra y miró desafiante a la morena. ¿Quién se había creído que era? Nadie, no era nadie, una oportunista que estaba ahí porque la pagaba para ello, no para que hiciera lo que le daba la gana:

– Ya le gustaría al moñas de tu cuñado besar como yo– señaló el bote de pastillas– recuerda, nada de alcohol esta noche.

– Ya– dijo con una mueca– solo espero que me drogue lo suficiente como para que no deseé que me trague la tierra.

Lexa curvó la comisura de los labios, se puso a su lado y le ofreció el brazo para que se agarrara y salir juntas de la habitación:

– Si llega a ocurrir eso también me apunto en el viaje, tu familia no es fácil de soportar

Clarke puso mala cara:

– ¿Por qué?

– Bailarle el agua a Finito Colines por tener las pelotas rotas– puso cara de enfado– tu golpe fue más grave, pudo haberte dejado más...– buscó la palabra más sutil que había en su vocablo– especial, se acercaron para preguntar ¿qué tal estabas? No, no sé en qué te beneficiaría que te tomen enserio, para que eso ocurra– salieron de la habitación y caminaron hasta los ascensores que estaban al final del pasillo – debes convertirte en una pija sin sustancia más y perderías toda tu esencia, eso sería muy triste.

Pararon enfrente de los ascensores y Lexa llamó al ascensor, ahora era la rubia quien se moría de curiosidad. No estaba muy segura, pero creía que le había piropeado, aunque viniendo de esa ojiverde no sabía si tomárselo muy enserio. En realidad, perdió toda credibilidad en el día que accedió a acompañarla por dinero o que se conocieron a base de mentiras:

– ¿Y cuál es mi esencia si se puede saber?

– Ehh... – no se esperaba esa pregunta, Clarke parecía estar en las nubes cuando le hablaba y pocas veces escuchaba u atendía, estuvo unos segundos pensativa, casi los que tardó en subir el ascensor– esto... trabajas en un hospital geriátrico cuando te mareas al ver sangre, eso ya es todo un logro... emm... tienes un carácter peculiar... tienes muchas manías raras... – al ver que la ojiazul puso cara de enfado– a veces lo raro no significa que sea algo malo. Si hicieras las cosas por ti misma y no por complacer a tus padres, te darías cuenta de que eres una persona... – iba a decir maravillosa, pero quedó en– eficaz.

Si, le sorprendió y le llenó de satisfacción esa respuesta. Demasiado perfecta, si no viniera de una donjuán, que se valía de agasajar a las mujeres con su irresistible acento italiano, su mirada verdosa penetrante y su cuerpazo de modelo:

– Gracias– el timbre del ascensor sonó y las puertas se abrieron– bueno la cena familiar, yuju.

Terminó con ironía.

Solo los Griffin y los Collins por casi llenaron el restaurante. Clarke tenía que forzar una sonrisa y fingir que de vez en cuando se la quedaban mirando, es que el golpe recibido no había sido para nada suave. Incluso para quitar la tensión intentó beber un poco de vino, pero ahí estaba Lexa, impidiendo que bebiera. ¿Por qué había tomado esa dichosa pastilla? Al menos, la actitud de la italiana había cambiado. Incluso se había metido en el bolsillo a algunos, con su exquisito gusto por el vino, incluso alardeó de sus conocimientos, cuando pidieron vino, está saltó:

– Si me disculpan hacer una sugerencia– interrumpió a su "suegro"– veo que en el menú hay cordero asado y has pedido un vino blanco, yo escogería más un Figuero 12m de barrica, es un poquito más caro pero es perfecto como acompañante.

Lejos de que Jake se enfadara hizo caso a los consejos de la supuesta novia de su hija. El sumiller iba a ofrecer la cata de vinos al anfitrión. Pero Lexa se tomó la molestia de sustituirle, abriendo la botella con una exquisitez increíble, no derramó ni una gota, dejó el corcho en un plato pequeño y lo acercó al padre de las dos rubias. En un principio quedó extrañado, era un corcho, al parecer en el mundo de los vinos la calidad del corcho era importante:

– Como puedes contemplar el corcho es 100% del alcornoque, cuando un corcho es natural te asegura la calidad del vino– le sirvió un poco en una copa– tiene un aroma muy intenso a frutos rojos con notas de torrefacto– todos la miraban como ¡oh, cuanto sabe! Clarke se fijó más en el brillo de sus ojos y el entusiasmo que ponía al hablar de vino– café, chocolate y a madera, un vino muy goloso. Si puedes observar a la luz, es un color intenso a cereza y la uva tinta del país.

Finn Collins, alias Finnito para la italiana, se apoyó en la silla y totalmente convencido de que estaba ante una sumiller de poca monta, intentó dejarla en evidencia, era la cena de du compromiso, supuestamente él y su prometida eran el centro de atención, no una italiana que ni sabía pronunciar su nombre, aunque le daba en la nariz que lo hacía a posta, aunque lo asociaba a la posibilidad de que Clarke siguiera suspirando por él:

– No me lo digas– dijo Finn forzando una sonrisa– eres Sumiller o trabajas en alguna bodega.

Lexa miró primero a Clarke, aparentar algo que no es, no le gustaba, pero admitir enfrente de la familia de Clarke que iba de un trabajo a otro intentando ahorrar todo lo posible, no agradaría a la ojiazul, así que dejando los valores que le había enseñado su Zia desde que era una niña:

– La mia famiglia posee viñedos en Italia, por eso sé de vinos.

Fue mencionar que poseía tierras y las caritas de los presentes cambiaron, incluso vio el signo del dólar en los ojos de Abby:

– Vaya que escondidito lo tenías joven.

Lexa asintió y dejó que el sumiller del restaurante siguiera sirviendo el vino. Quisieron saber más obviamente, ¿Dónde estaban? ¿Cuántas hectáreas? Preguntas que llevaban siempre a un mismo pensamiento. ¿Cuánto dinero puede tener? La italiana respondía, una mentira o, mejor dicho, medias verdades, lo mejor sería decir "poseía" "tenía" "era" o "quiero recuperarlo". Al final Clarke tuvo que intervenir al notar la incomodidad de la ojiverde:

– ¿por qué? no seguís con las preguntas en otro momento.

Abby soltó una risita tonta, de esas que harían vomitar a Lexa, sobre todo por la falsedad. En definitiva, Clarke podía ser muy mona, pero que ni loca entraría en esa familia:

– Claro que si mi niña– tanto Lexa como Clarke la miraron absortas– sigue hablando con tu prometida.

Lexa se acercó a la ojiazul y susurró:

– Tú recibes el golpe y a tu madre le afecta.

Clarke puso los ojos en blanco y miró a su lado, encontrándose con la ex terrateniente demasiado cerca, incluso pensó que abusaría de su título falso de novia para besarla nuevamente, pero no lo hizo. Saliendo de su ensimismamiento:

– Pue... – carraspeó y susurró– puedes no ser tan intrusiva con el espacio.

– Mi dispiace preciosa gardenia de primavera.

Se centraron en el asado, aunque la mujer de Murphy, enseguida fue de gatita mansita a la ojiverde. Clarke sabía que no le sería infiel a su marido, pero bien le gustaba ser centro de atención, robar corazones y porqué ¿no? Si estaba en sus manos y podía hacerlo, robar maridos:

– ¿Qué vino me aconsejarías cuando llegue el segundo plato? Un filete de salmón

Y claro, Lexa muy gentil le respondió, aunque luego acabó dejándose llevar por su entusiasmo, como si la mujer la entendiera, Ontari de vino blanco y vino tinto no salía, como la mayoría de los mortales:

– Freixenet Elyssia cava Brut Rosé, el tipo de uva es una mezcla entre Pinot Noir y Trepat– Ontari asentía en plan "sí que interesante" cuando en realidad pensaba "joder que aburrido" sin embargo, a Clarke le gustaba mucho esa faceta risueña de Lexa, ¿la entendía? Ni un ápice, aun así, sería capaz de escucharla durante horas– un aroma afrutado a intensos frutos rojos como la cereza, grosella y frambuesa madura.

Clarke esbozó una pequeña sonrisa y dijo más en voz baja, para que la otra no la escuchara:

– Creo que hubieras acabado antes recomendándola vino rosado espumoso, no creo que le interese mucho.

– Mi dispiace, en ocasiones me olvido.

Después del postre, siguieron con la reunión social, más que un casamiento parecía una reunión en la que se cerraría un trato muy importante, en el fondo para ellos así era. Clarke se quedó hablando con su hermana y las demás mujeres, mientras que los hombres estaban a un lado, luego estaba Lexa, apoyada en la barra observando el percal:

– ¿Una copa?

Preguntó una camarera muy amable, alta, morena, ojos azules, muy guapa y el uniforme de camarera con su chaleco color vino, le hacía muy sexy:

– Casta diva moscatel dulce ¿tienes?

– Voy a mirar en la bodega– no habían pasado cinco minutos cuando la camarera regresó con la botella de vino– has tenido suerte, no es un vino que suelen pedir mucho.

– Porque no saben degustarlo en el momento adecuado– agarró la copa de vino y lo olió, casi era lo que más le gustaba del vino, olerlo– Me pusieron de nombre Alexandra, aunque dudaron en ponerme Alexandria, de Alejandría, el tipo de uva del que está hecho– señaló la botella– moscatel de Alejandría.

La camarera carcajeó, llamando la atención de cierta rubia, que entre cerró los ojos, como si con ese gesto hiciera + ZOOM y enfocase esa escena. No, no le gustaba eso, se estaba sociabilizando con la gente equivocada, que hablara con el servicio eso a su familia no le gustaba, es como si se juntara con la plebe. Gruñó y agarró una copa de champan que le ofrecía un camarero:

– No puedes beber.

Le dijo Harper, la ojiazul se encogió de hombros:

– Por una copa no pasará nada.

En realidad, ya ignoraba lo que pasaba o decían, su atención estaba puesta en su supuesta novia. Que charlaba apaciblemente con la camarera súper modelo:

– ¿Te pusieron el nombre de una uva?

Lexa puso expresión de orgullo y siguió diciendo:

– Claro, es tradición, mis hijos se llamarán Garnacha, tempranillo y verdejo.

– Por favor, dime que es broma.

Dijo la camarera entre risas:

– Por supuesto que es broma, pobrecitos míos recibirían muchas palizas– decía entre risas, tanto vino empezaba a subirle a la cabeza– un hijo viene al mundo para ser amado, no para odiarlo.

– Ojalá todo el mundo pensara como tú, por desgracia hay mujeres que tiene hijos sin merecerlos y las mujeres que más los desean, algunas ni los pueden tener– se encogió de hombros y le ofreció la mano– Lena Luthor

Lexa iba a responder al saludo, cuando una rubia canija, con mala cara, nariz hinchada, ojos morados e incluso se atrevía a decir que estaban inyectados en sangre intervino:

– Estoy cansada vámonos.

Dijo con lengua resbaladiza. Lexa achicó los ojos:

– Por favor, dime que no has bebido alcohol.

Clarke negó con la cabeza poniendo gesto inocente. Lexa se pasó las manos por la cara, lo que le faltaba, que ahora la rubia le afectara todavía más las drogas por culpa de a saber qué había bebido. Hizo un gesto con la cabeza a Lena como despedida y pasó el brazo de su supuesta prometida por encima de los hombros y casi la arrastró hasta el ascensor, teniendo que hacer una parada junto a una de las cortinas, ya que Clarke se empeñó, se separó de Lexa y comenzó a gesticular con las manos enfrente, como si quisiera agarrar algo:

– ¿Qué haces?

– Estos dos lazos están mal colocados.

Dijo señalando al único lazo que tenía esa cortina. Ahora entendía el dicho "bien aventurados los borrachos que verán a dios pasar dos veces" pues esa noche Clarke veía dos lazos mal colocados. Lexa gruñó y le agarró de la mano para alejarla:

– No, no, tengo que colocarlo.

– ¿Por qué?

Preguntó algo desesperada, Clarke pareció ruborizarse al explicar esa manía:

– Porque ahora pienso que están mal colocados, en cuanto suba pensaré que los he dejado mal colocados y no podré dormir porque pensaré que esos lazos están mal colocados, incluso me veo llamando al servicio de habitaciones para que lo coloquen– Lexa la miraba alucinada, la de cosas que piensa esa mujer– pero aunque me aseguraran que los han colocado, seguiría pensando en ellos, entonces acabaré bajando y los acabaré colocando, así que hay dos opciones, nos ahorramos todo lo dicho colocando los lazos ahora– señaló al único lazo– o conocerás a la Clarke maniaca por dos.

– Yo los coloco– dijo de los nervios ya la italiana– y tú me dices si están bien o mal.

Gastó media hora de su vida, colocando un dichoso lazo que le daba igual si estaba torcido o no, pero Clarke que no estaba en sus plenas facultades le salía con alguna, demasiado arriba, demasiado bajo, torcido a la derecha... joder Lexa fíjate en el que está al otro lado. Ya hasta las narices, deshizo todos los lazos que había en el pasillo de los ascensores:

– ¿has visto? Todos están iguales.

Temía que ahora Clarke le obligara a rehacerlos. Pero la jugada le salió redonda, aunque la rubia se mareara, ayudó bastante. Cargó con la ojiazul hasta los ascensores, mientras maldecía, o se moría de envidia, ya que ahora la mujer que tenía entre sus brazos parecía estar viajando en el mundo de yupi. Clarke apoyó la cabeza en su hombro con los ojos cerrados y olió su cuello:

– Hueles bien.

– Se llama Dove, loción corporal, tengo la costumbre de ducharme.

Clarke emitió un sonido ronco y se separó un poco para darle con el dedo índice en el hombro mientras intentaba soltarle una regañina:

– Eres insoportable– Lexa sonrió– enserio, con tu actitud altanera y rompe corazones, a saber, cuántas mujeres han caído a tus encantos, seguro que tienes a una para cada día de la semana.

– ¿celosa?

Preguntó con picardía la rubia, que hizo una mueca y chistó con la lengua:

– ¿Yo? Por favor, como si te acuestas con la camarera esa.

Las puertas del ascensor se abrieron, sonando el timbre, Clarke sin calcular bien se giró con brusquedad queriendo salir, la jugada le salió tan mal que acabó dándose con uno de los laterales del ascensor, cayendo al suelo mientras se tapaba el lado de la cara donde había recibido el impacto:

– Oh Dios mío, Clarke.

Cuan niña pequeña comenzó a patalear en el suelo entre lloriqueos:

– ¿Por qué el mundo está en mi contra?

Lexa la ayudó a levantarse y a llegar a la habitación:

– Se llama karma, te dijeron que no bebieras y no hiciste caso, ahora la vida te lo está haciendo pagar– la llevó hasta el baño y ahí le aplicó un paño con agua fría, justo donde había recibido el golpe– también eres una torpe.

Clarke en un principio puso un gesto de dolor, hasta que sintió el alivio que le proporcionaba el fresco. Todo lo que la lucidez le permitía, observó a una Lexa concentrada en aliviar su dolor:

– Pero luego eres así.

Dijo casi en un susurro la ojiazul:

– ¿Así como?

– Buena, quiero besarte ¿Por qué quiero besarte?

Eso no le desagradaba para nada a la ojiverde, que dibujó media sonrisa, dejó el paño sobre el lavabo y acarició la única zona sana del rostro de la rubia, antes de colocarle un mechón detrás de la oreja:

– Pues hazlo, no opondré resistencia.

Sí, típica escena romántica, obviando en que una no estaba en sus plenas facultades, solo que antes de que sus labios llegaran a tomar contacto, Clarke sintió tantas nauseas que sin poder contenerlo, acabó echándolo todo, sí justo en el escote de Lexa, que contuvo la respiración para no imitarla y vomitar el cordero asado:

– Joder– Musitó Clarke con la boca tapada– lo siento, creo que me voy a tumbar.

Lexa se apartó con las manos un poco levantadas, un poco cara de asco dejó que la rubia saliera del baño y cayera en coma en la cama. Todo un pedazo historia de amor eh. Lexa esperaba experimentar otro tipo de fluidos procedentes de Clarke, había que ser sinceras, esa noche, Clarke había perdido todo el atractivo para Lexa:

– Oh dios mío.

Terminó por decir Lexa antes de mirar con cara de asco parte de su escote y su vestido. Cordero asado fuera a la de una, a la de dos y a la de tres... 

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