4

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

¿Habría escuchado bien? ¿Casamiento para cobrar una herencia?

¡Eso era completamente absurdo y medieval!

¿Quién en sus cabales pondría eso en una cláusula legal para acceder a un "regalo"?

¡La vieja Rosalinda estaba loca como una cabra!

¿Casarme? ¿Yo?

Las figuras borrosas que se mecían sobre mí, abanicándome, elevándome el cuello despacio y hablando casi en susurros, recobraban su forma de a poco. No era una pesadilla. No había sido un mal sueño.

Verlos a mi alrededor daba cuenta que nada de eso era fantasía. Mi madre me miraba más recompuesta, mi cabeza estaba en la falda de Leo (inoportunamente) en tanto que el futuro matrimonio Bruni/Cisneros miraba hostil a la distancia. El doctor Yaski y Bárbara conversaban en una esquina; al verme reaccionar, se sumaron a mi asistencia.

─¿Estás bien? ¿Llamamos a un médico? ─sugirió Barbara, sin el menor resquemor.

─No...no hace falta ─incorporándome, refregué mi cara con ambas manos.

─¡Te desmayaste! ─aseguró Leo con una sonrisa que deseé borrar de un cachetazo. No sólo quedaba como una ridícula, sino como una blanda ante todos.

─¿Querés que sigamos después? ─el abogado de la familia se puso en cuclillas delante de mí. Meneé la cabeza, negándome rotundamente. O al menos, hasta donde la cabeza no me diera mil vueltas por el mareo.

─No, es mejor que sigamos adelante ─insistí ─.La sorpresa...fue...¡uff! Muy fuerte ─sonreí intentando volver en mí, abanicándome con exageración.

─Comprendo el desmayo de Alina ─la voz chillona de Catalina vagó por la biblioteca, y supe que nada bueno se aproximaba de su lengua de reptil ─.¿Quién en su sano juicio querría casarse contigo? ─tapándose la boca, disparó a quemarropa.

Si no hubiera sido porque todavía me duraba el aturdimiento, su bonito rostro de constipada estaría diciendo adiós ahora mismo. Sin embargo la mirada criminal de los hermanos Bruni fue suficiente para responder a su desubicación y ahorrarme el mal trago de tener que ponerla en su lugar.

─¡Fue un chiste! Es para que no se sienta mal por haberse desmayado en un momento tan importante como este ─Alejandro la tomó del codo, apartándola hacia un rincón.

─Dejala Alejandro. La necesito para pedirle consejos. Después de todo si alguien como ella encontró un marido, ¿por qué yo tendría que perder las esperanzas? ─lancé. Ella no tenía la menor idea con quién se estaba metiendo.

Leo contuvo una carcajada, las aletas abierta de su nariz lo delataron. Furibunda, Catalina forcejeó con Alejandro, quien intentaba calmarla.

─Alina, por favor. Retractate ya mismo con la señorita Catalina ─mamá tomó mi cara entre sus manos, obligándome a mirarla.

Mordí mi labio inferior con disgusto por haber sido tan inocente de caer en las provocaciones de esta mujer que llevaba menos de un día de conocer. Rumiando mi amor propio, dejando de lado mi orgullo, hice lo que me pidió mi madre.

Tan sólo por ella.

─Perdón, señorita Cisneros. No quise decir eso...

─Da igual, ya lo dijiste.

─¡Basta Catalina, no te comportes como una caprichosa y aceptá las disculpas! ─intercedió Alejandro.

Tras la breve riña de gallos, mamá me acercó un vaso de agua que tomé en su totalidad casi de un trago.

─¿Te parece bien si seguimos adelante, Alina? ─preguntó el abogado, afirmando de algún modo que toda la interrupción era gracias a mí.

─Sí, por favor ─con las palpitaciones aquietadas, continué escuchando el discurso del letrado.

─Como les informé, la división de acciones ha quedado de ese modo y se harán efectivas bajo esas condiciones. Alina, existe un apartado especial en el cual se detalla con precisión cuáles son los alcances de dicho compromiso legal.

─¿Y si no pretendo casarme?

─Entonces, se anula el porcentaje a tu favor y las acciones pueden ser adquiridas por los miembros de la comisión directiva de la empresa de Londres o bien, puestas en el mercado.

Pensar en la posibilidad de un bienestar económico mucho mejor del que tenía hasta entonces era inevitable, pero inmiscuirme en la empresa de los Bruni se equiparaba a meterse en la boca del lobo.

Aturdida, aun sin decidir qué era lo mejor, me entregué a las palabras del Dr. Yaski nuevamente.

Sin embargo, esa no sería la única sorpresa para mí sino también para los presentes: mi madre heredaba gracias a ese "libre albedrío" de Rosalinda,  el bello departamento de Pinamar.

Me contenté por la alegría perceptible en el rostro de mamá; no obstante, el enfado por estar bajo un tonto acuerdo prenupcial y no tener ese simple beneficio trepó por mi cabeza.

¿Ahora mismo tendría que salir a la calle a buscar marido? ¡Y encontrarlo en menos de seis meses!

Efectivamente, la vieja Gutiérrez de Viña estaba mal del balero.

¿Acceder era traicionar mis principios de mujer autosuficiente y liberal o tendría que admitir que esto se asemejaba a una simple negociación y punto?

Prosiguiendo con el debate mental, poco pude oír del resto de la herencia, escuchando ceros, localización de otras propiedades en el exterior y la palabra "franquicia".

─¿Alguna duda? ─sin sospechar el tiempo transcurrido entre el anuncio de mi herencia y esa frase, solo pude negar moviendo la cabeza con lentitud y confusión ─.Bueno, entonces preferiría quedar a solas con Alina, si no les molesta.

Todos se pusieron de pie a mi alrededor casi al unísono. Mamá besó la cúspide de mi cabeza, Leo me frotó los brazos apareciendo por mi espalda, en tanto que Alejandro sonrió tibiamente luchando a desgano por retirar a su novia de la sala.

─Mi madre te quería mucho Alina ─ Bárbara acortó distancias y amablemente, me dijo al oído ─: sería una pena que tu tozudez te gane esta vez.

Tragué fuerte, sosteniéndole la mirada. La heredera universal guiñó su ojo y se marchó.

Tal como pidió el abogado me acerqué al escritorio, tomando asiento en una silla frente a él.

─Sorprendida, ¿verdad?

─¡Demasiado! ─asumí sin medir la exaltación en mi voz.

─Creeme que cuando las incluyó en este testamento mi reacción fue similar ─señaló guardando sus anteojos en el bolsillo externo de su saco.

─Yo no quiero nada de dinero, ella ya hizo suficiente en vida por nosotras ─levantando los hombros entrelacé mis dedos, dirigiendo la mirada a ellos, moviéndolos inquieta.

─Rosalinda pensaba que podía seguir haciendo mucho más por ustedes. Si no fuera por las restricciones legales que nos impone nuestro código, estate segura que te hubiera dejado tanto o más de lo que pensás.

Abrí los ojos sacándolos de órbita, sinceramente no me esperaba que su amor se tradujera en billetes tan grandes.

─Yo nunca busqué nada de esto. Ella era como...mi abuela ─vidriando mis ojos, la voz se me entrecortaba.

─Por esto mismo, por tu don de buena gente, por la crianza de tu madre, por el cariño desinteresado que le profesabas, es que ella te recompensa aun desde el otro lado.

─De todos modos no creo que tener que casarme para acceder a una herencia sea algo del todo cuerdo ─admití con una sonrisa de lado, causando la carcajada del viejo canoso amigo de la abuela.

─Rosalinda era un ser muy especial. Una vieja cascarrabias y tierna en proporciones similares. Ella creyó que si no te "obligaba" a contraer matrimonio nunca lo harías.

─¿Por qué pensaba eso?

─Porque conocía tu espíritu libre y estaba convencida de que algún día encontrarías al amor de tu vida y por orgullo, lo dejarías pasar. ¡Hemos hablado tanto de vos que te conozco desde antes de haberte saludado ayer! ─concluyó con otra carcajada, haciendo que su barriga prominente subiera y bajara y el moño de su cuello apretase más de la cuenta.

─¡Pero seis meses es muy poco tiempo para encontrar a alguien! Además, ¿me tendría que poner un letrero "Mujer soltera busca pretendiente que no la estafe y desee casarse ya mismo"? ─otra carcajada de su parte le siguió a la anterior.

─Sería una buena maniobra, sin dudas, pero hay algo que debés tener en claro: no podés estar casada por menos de dos años.

─¿¡Dos años!? ─chillé con histeria ─. ¿Rosalinda quería matarme de un disgusto antes de cobrar la herencia? ¡Ni loca! ¡Prefiero que se la repartan en la empresa! Debe significar unas monedas para ellos, mientras que para mí no es más que un dolor de cabeza enorme.

─La decisión final es tuya, nadie puede obligarte a nada. Pero yo en tu lugar lo reconsideraría. El porcentaje de la acciones que te dejó es un número interesante, pero no quiero influenciarte. Tenés 15 días para confirmarme qué vas a hacer. Si aceptás, tendrán que llamar a una junta de socios y resolver cuestiones más técnicas que tanto Leo, encargado financiero de la firma como Alejandro, presidente de la compañía, deben tener más claras que yo.

─Estoy muy...confundida ─agarrándome la cabeza con ambas manos, la bajé casi hasta mis rodillas.

─No es para menos. Es comprensible que estés abrumada. Pero sinceramente ¿qué es lo que más te preocupa?  

Sentí que me faltaba el oxígeno, con el pulso presionando mis venas. La decisión de mi vida tenía un plazo de dos semanas.

Largando una gran bocanada de aire, me volqué hacia el respaldo de la silla, sin que las palabras salieran de mi boca.

─No sé... ─enfundé mis dientes ─.Yo no creo en el matrimonio y si encima requiere atarme a alguien simplemente por un pacto comercial, me parece frío y calculador.

─Tal vez la abuela lo haya hecho con un fin más loable que ese ─deslizó para mi desconcierto.

─¿Casarme contra mi voluntad es algo loable? Discúlpeme Yaski, pero creo que tenemos conceptos distintos del término ─retruqué con acidez.

─Me refiero a que tal vez Rosalinda haya tenido otras intenciones que no sean las de hacértelo sentir como un castigo.

─Sigo sin entender ─¿era el vahído de instantes atrás o todo esto seguía siendo muy confuso?

─Quizás el apremio del tiempo sumado a la necesidad de acceder a los réditos de la empresa, sean una maniobra más inteligente y astuta de la que estás viendo. Ves el bosque y no el árbol, Alina ─finalmente, dejándome con un tendal de dudas a cuestas, el abogado se puso de pie, cerró el botón dorado de su saco azul marino a la fuerza, colocó los papeles dentro de su maletín y pasó por delante de mis narices no sin antes darme una suave palmada en mi hombro.

Estática y meditabunda por un buen rato, escuché unos pasos ingresar a la biblioteca para tomar asiento en el mismo sitio que acababa de ser ocupado por el hombre de confianza de la familia.

El menor de los Bruni arqueó sus cejas y cruzó sus brazos por delante de su pecho, posándolos sobre el escritorio.

─¡Menuda sorpresita se guardaba Rosalinda!,¿no? ─sonó bromista.

─Una bomba arroja menos esquirlas.

─¿Qué dijo Teófilo para dejarte así de pensativa?

─Deslizó que esta decisión probablemente no fuese un simple capricho de tu abuela.

─Si no es por eso, ¿qué otra explicación le cabe?

─Es lo que precisamente estoy pensando...

─¿Qué vas a hacer?

─No sé. Hasta ayer yo no era más que la hija de la cocinera de la casa y ahora soy empresaria... ¿quién lo diría? ─mofándome de mi propia suerte, sonreí para no llorar.

─Sabés que podés contar conmigo ─tomándome las manos entre las suyas, los ojos color esmeralda de Leo me serenaron.

─No tengo idea de números, ni contrataciones...¡de nada de lo que hay que hacer en una empresa!

─¡No te hagas problema por eso! Aunque tendrías que considerar el hecho de que si accedés a manejar ese porcentaje de acciones, probablemente tengas que viajar un par de veces a Londres.

─¿A Londres? ¿Para qué? ─los recuerdos me abrumaron.

Pinchando profundo, me acercaban a un pasado que me esforzaba por dejar atrás.

─Porque la empresa tiene domicilio legal en Inglaterra. La junta directiva, lógicamente, acciona desde su sede central. Se exige una asistencia mínima según la carta orgánica de la firma para llevar a cabo tu rol. Tendrás injerencia en todas las decisiones de la compañía así como también, voz y voto en la elección de las autoridades.

─¿A vos no te molesta que yo sea quien tenga parte del imperio familiar entre mis manos? 

─La abuela fue clara al momento de la donación en vida de sus cosas. Creeme que ser presidente de la empresa no es un asunto menor y por nada del mundo quisiera estar en los zapatos de mi hermano.

─¿Ni un poco? ─parpadeé ante el desinterés monetario de Leo.

─No. No tengo "pasta" para lidiar con todo lo que él hace. Prefiero cultivar el bajo perfil. En cuanto al dinero, lo cierto es que tenemos en partes iguales porque a mí me dejó un departamento en Barcelona. Es más ventajoso que lidiar con los aburridos de la compañía.

─¿O sea que si acepto todo este asunto, seríamos nosotros tres los accionistas mayoritarios de la empresa? ─con la voz grave, tomada por el nerviosismo y el apremio, aguardé porque Leo me confesara que todo era una gran broma.

Para mi sorpresa, él se inclinó dejando su nariz a escasos centímetros de la mía. Me volví bizca al fijar mis ojos en él.

─Felicitaciones señorita Martins, acaba de alzarse con el 15% de una de las empresas multinacionales más importante de la industria cosmetológica de la República Argentina... ¿no está contenta?

Oyéndolo de ese modo sonaba estupendo, porque aunque no conociera cómo participar en una compañía semejante, con ayuda de Leonardo resultaría más sencillo ponerme en órbita.

Sin embargo, tampoco todo era tan simple porque Rosalinda, ridículamente, me imponía una condición insalubre y bastante restrictiva: conseguir esposo en un lapso menor a los seis meses, permanecer en un matrimonio por un período no inferior a los dos años y que ese tipo no fuese un cazafortunas. 

¡Menudo lío!

─No es tan fácil ─admití en voz alta, bajando la mirada, mordiendo mi labio.

Los dedos largos de Leo subieron mi barbilla y los colores a mis mejillas.

─Nada es fácil en esta vida Alina pero si querés conseguir lo que tanto deseás, tenés que luchar ─sus palabras no parecían circunscribirse solo a los términos de la herencia sino a su situación personal para conmigo.

─Perdón, ¿se puede? ─la interrupción de Alejandro en el área de la biblioteca fue providencial.

Leo se replegó en el costosísimo sillón de cuero negro y tachas doradas, permitiéndole ingresar a su hermano, duro en la puerta.

─Yo mejor me voy ─me apresuré.

Torpemente, sin retirar mi vista del suelo, giré impactando de lleno en el torso de Alejandro.

─¡Oh! ...no...no te vi que venías para acá─ rasqué mi nuca.

─Lógicamente, estabas arrastrando tus ojos por el piso ─catapultó.

Impotente, contuve el deseo de insultarlo. Esa frase sonaba como si hubiese salido de la boca de su novia. Supuse que aun estaba molesto por mi actitud hiriente hacia ella.

Quise apartarme de su perfume seductor, esquivarlo, pero me sujetó por mi huesudo codo.

─No hace falta que te vayas. Creo que tenemos que hablar los tres juntos.

─¿Y de qué tendríamos que hablar?

─Somos los accionistas mayoritarios de la empresa ─aclaró como si yo no lo recordase.

─Todavía no accedí a las condiciones impuestas por tu abuela.

─Ya le encontraremos la solución ─calmo, me extrañó su modo de hablar.

─¿No es más fácil que el resto de la junta directiva se quede con el porcentaje de la herencia?

─La abuela quiso que fueses vos la destinataria, Alina. Sus motivos habrá tenido ─reflexionó Leo.

─¡Motivos que desconocemos, son arbitrarios e injustos! ─lancé refunfuñando.

─Muchas personas quisieran tener la posibilidad de acceder a semejante suma de dinero, y a sus responsabilidades, claro está ─frío, calculador como el Alejandro que solía mostrarse frente a todos, se ubicó en uno de los sofás de la sala.

─Yo no estoy segura de quererlo.

─¿Todo porque no querés casarte? ─preguntó el mayor de los hermanos con tono sarcástico.

─Por eso...y por otras cosas ─mirándome las uñas pintadas con esmalte oscuro, repliqué con suficiencia.

¡A nadie tendría que importarle por qué cuernos no quería aceptar semejantes condiciones!

─Nos conocemos lo suficiente como para saber que "ese" el problema principal.

Apreté mis puños con rabia. Sus ojos azules se ennegrecieron; su reflexión, cargada de ironía me caló el pecho. Los dos sabíamos cuánto nos conocíamos.

─¡No tenés idea de lo que hablás! Ni tampoco creas que me conocés lo suficiente como para opinar al respecto ─ gruñí, de mal humor.

─Bueno, bueno...guarden las garras, chicos ─pacifista, Leo intentó calmar las aguas ─.Por lo pronto queremos que puedas obtener una ventaja con la participación en la firma sin que pierdas tu integridad como persona ni que traiciones tus arraigadas ideas feministas ─de pie, Leo tomó mi mano derecha ─ .Por hoy creo que es suficiente, ¿no les parece? Si mal no recuerdo tenés dos semanas para comunicarle a Yaski tu decisión. Tomalo con calma. Prometo ayudarte y pensar en alguna alternativa para que todo se concrete del modo menos traumático posible.

─¿Me vas a inscribir en una página de citas? ─bromeé sin despegar mis ojos de los suyos.

─Mmm, tal vez...─sonriendo demoledoramente me invitó a pararme, caminamos hasta la puerta y me dio paso para salir en primer lugar ─ .Descansá, anda a divertirte, hacé lo que tengas ganas y pensá con serenidad. Esto no puede ser tan difícil.

─Lo decís porque vos no sos el que tenés que casarte en medio año.

─Quizás, pero lo único que sé es que de momento cualquier decisión que tomes vas a ser precipitada y poco conveniente. Inspirá aire fresco.

Agradeciendo que Leo me guiara en este sinuoso camino de reflexiones, me fui de la biblioteca camino a la cocina, donde se encontraba mi madre dando los toques finales a unas ensaladas para el almuerzo que tendrían como destino la boca de la estirada de Catalina.

La salsa bolognesa para la lasagna olía exquisito, tanto, que deseé tener un trozo de pan para humedecerlo y degustar el manjar que acababa de preparar mi mamá. Eran pasadas las dos de la tarde y con todo el asunto del testamento, el horario había volado.

─¿Qué vas a hacer con el departamento de Pinamar? ─pregunté tomando los platos de la familia.

─Nada.

─¿Cómo que nada? ¡Es un cuatro ambientes en Pinamar, mamá!¿Sabés lo que vale?

─Hija, no me cambia la vida tener un departamento a mi nombre.

─Pero podrías irte a vivir allá, cerca de la playa. Con los chicos fuimos a pasar un par de días allá, ¿te acordás?... ¡Es precioso! Sobretodo cuando atardece ─reconocí con añoranza.

─No lo dudo, la señora Rosalinda tenía muy buen gusto para elegir casas y decorar ambientes.

─Allá estarías tranquila, nadie te ordenaría que hagas la comida ni que le lustres los pisos.

─Estaría tranquila pero sola, Alina ─al mirarme con sus ojos tan celestes, acuosos por un inminente llanto, tragué en seco. ¿De qué le serviría una casa lejos de la poca gente que conocía y de sus hábitos tan arraigados si no lo compartiría con nadie?

Yo no tenía residencia fija y mis viajes a Buenos Aires eran casi nulos; de hecho, si no fuese por el funeral de Rosalinda, quizás habrían pasado muchos más años sin regresar.

─Yo te extraño mucho hija, pero no puedo cortarte las alas. Vos elegiste forjarte un futuro lejos de acá y yo lo respeto, porque te amo y sé que te hace feliz ser libre ─borrando con su pulgar unas lágrimas de mis ojos, mamá acotó con certeza.

A punto de esbozar unas excusas, o tal vez unas palabras sin sentido, mamá se apresuró tapando mi boca al aplastar mis labios con un dedo.

─Shhh, Alina...mientras vos estés bien, yo también lo voy a estar, aunque sea a muchos kilómetros de distancia.

Con el nudo de mi garganta presionando mi cuello más y más fuerte, no pude reprimir un angustioso llanto.

─¡Perdonáme mamá! ─explotando de dolor en su pecho, me acuné en su menudo cuerpo, meciéndome como cuando era pequeña ─.¡Perdonáme por ser tan egoísta! ─sollocé sorbiendo mi nariz ─...te dejé acá, sola. Me interesé solo en mí...

─Y está bien que sea así querida, tenés que preocuparte por tu futuro, por tu vida. Es muy lindo lo que hacés, tus fotos, tus viajes; tu trabajo es gratificante. En cierta medida, el mío también lo es para mí.

─¿De verdad? ─Incrédula, la miré mientras secaba mis ojos con el puño de mi camisa.

─Me enseñaste que la vida hay que vivirla. La señora Bárbara incluso lo ha dicho en la mesa, el día de ayer. Fuimos afortunadas en que su madre Rosalinda nos bendijera trayéndonos acá. ¡Más no puedo pedir! Ella nos aceptó sin condiciones y su hija, a pesar de que la hiciste renegar mucho, a su modo ha permitido que estuvieses acá hasta los diecisiete años ─sonrió ─.Leo también te quiere mucho...─ recalcándolo como siempre que podía, sus ojos se encendieron.

─¡Basta mamá! No empieces con eso otra vez ─avergonzada, la miré por sobre mis pestañas húmedas.

─Bueno...bueno...sólo lo menciono por si no te diste cuenta ─alejándose de mí para revolver la salsa del fuego, continuó hablándome a la distancia ─ , y Alejandro, a pesar de su seriedad también te aprecia.

Clavando mis codos en la mesa de la cocina, entrelazando mis dedos, reflexioné sobre esas últimas palabras.

¿Aprecio? Nunca sería capaz de distinguir si realmente lo que nos unía a Alejandro y a mí era "aprecio" o simplemente un puñado de momentos de debilidad.

Yo tenía bien en claro lo que significaba él para mí: era el hombre que me había hecho mujer, el hombre que representaba un enigma; el hombre a quien admiré por su inteligencia, el hombre que me diría las palabras más frustrantes y horribles en la cara sin el menor remordimiento.

Sin ir más lejos, en la madrugada se había excusado pidiendo disculpas por su conducta de "poco caballero" agregando la palabra "cretino" en la misma frase, con muchos años de retraso.

¿Cretino? ¡Ja! Resoplé largando aire por mi nariz. Hijo de puta sin dudas le calzaba mejor. Con el perdón que Bárbara me merecía.

─¡Hija! ─la voz arrullada de mamá me devolvió a la cocina de los Gutiérrez Viña ─.¿Me ayudás a llevar las cosas? Ya están todos sentados, muertos de hambre.

─Si, por supuesto ─tomando los platos que aparté y los cubiertos de un cajón, fui tras mi madre para servir el tardío almuerzo.

Como era de esperar los ojos insidiosos de la futura señora Bruni no me dejaron en paz, clavándose en mi nuca como una estaca.

─¡Tantos años de servidumbre y todavía no sabe de qué lado se sirven los platos! ─deslizó con ínfulas cual tilinga. Llenándome las fosas nasales de aire, mordí palabras que en otra oportunidad no hubiera dudado en sacar espumosamente de mi garganta.

─¡Calláte Catalina! ─la voz de Alejandro se me adelantó  ─.Está ayudando a su madre.

─Podría esmerarse al menos ─con desdeñosa actitud  apartó con el tenedor las láminas de la masa de la lasagna para hurguetear el relleno.

─Es una honra ayudarla ─reconocí  evitando mayores conflictos, retirándome contrariada.

Una molesta angustia gracias a la humillación causada por esta mujer con aires de condesa sobrepasó mi nivel de tolerancia. Empujé la puerta de la cocina; con fuerza de voluntad esquivé sus dardos venenosos y para entonces sentí que unas manos fuertes detuvieron mi marcha.

Como un remolino, con la violencia de un huracán, finalicé con el rostro estampado contra un pecho duro y potente. Un pecho que había recorrido varias veces.

─No se merece que llores por ella ─levanté la vista para encontrarme  con los ojos dulces y traicioneros de Alejandro envolviéndome el alma.

─¡Es una harpía! ¿Sos consciente de eso? ─expulsé entre sollozos sin importar que hablara de su futura esposa.

─Sí y no sé por qué se comporta como una perra con vos.

Tragando fuerte, en el borde de la cordura y la ilusión, me aparté de sus brazos, secándome las lágrimas.

─Por suerte mañana me voy de acá y fin de la historia ─recité en voz alta.

─¿Mañana? ¿No vas quedarte unos días más para pensar la propuesta de mi abuela?

─También puedo hacerlo estando lejos.

Alejandro meneó la cabeza, evidentemente sin esperar esa respuesta de mi parte.

─¿Vas a considerarlo al menos? ─dibujando con la punta de su dedo cosas inconexas sobre la mesa, mirándome con ternura y extrañeza, sugirió.

─No sé Alejandro. No sé...

─Quiero ayudarte.

─¿Ayudarme? ¿A qué?

─A conseguir a alguien que te merezca.

─¿A alguien que me merezca? ¡Por Dios, no seas hipócrita! ¿Te imaginás organizándome un casting de candidatos?

─¿Por qué no? Después de todo tengo que proteger los intereses de mi empresa.

Boquiabierta, quedé de piedra, como si un balde de agua helada hubiera caído sobre mis hombros.

Él y su frialdad decían presente. 

Él y la empresa. 

Él y sus intereses.

Jamás seríamos "él y yo".

Y por un segundo todo empezó a cerrar...

____

*Chiste: broma.

*Cachetazo: bofetada.

*Tilinga: persona superficial.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro