02: ¿Cómo has estado?

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3 de diciembre, 2021

El almuerzo fue en silencio. El silencio que me daba la libertad a mi mente de pensar en él. Gavi se apoderó de mis pensamientos, y mientras comía me debatía entre ir o no ir al partido.

Argumentos a favor y en contra, rondaban en mi cabeza.

A favor. Fue muy dulce al ir a verme. La manera nerviosa en como me invitó me dejaba entender que realmente quería que vaya.

Pero por otra parte. En contra. Me mintió. No estuvo cuando más lo necesitaba. Me dejó sola.

"Deja el pasado atrás" Fácilmente podría decirlo y justificarme, pero, es lo que todas se dicen al querer volver con el ex que te hizo daño ¿Gavi me hizo daño? Esa noche, esos días, pero también me enseñó lo que es ser querida.

—Mi niña ¿Está todo bien? —Alcé la mirada al escuchar la dulce voz de Margarita, mi nana.

—Todo bien —mentí, poniéndome de pie—. Gracias por acompañarme en el almuerzo.

Miré a la parejita de ancianos. Mi nana y mi chófer, aunque yo los veía como mis abuelos. Recogí el servicio y los ayudé a lavar los platos y vasos. Al terminar me sequé las manos y me dirigí a mi habitación. La casa era demasiado grande para mi solita. Mamá ya no estaba, tampoco papá. Vivía sola en esa casa. También vivía Benjamín, mi padrastro, pero a él solo lo veía en el desayuno y rara vez en la cena. Era lo mejor. Últimamente, desde que mamá murió, las cosas no iban bien con él. Era raro y me incomodaba verlo hundirse en la bebida.

Al estar en mi habitación, me cambié el uniforme por algo cómodo. Me acosté en mi cama y empecé a leer un libro, pero, no me duró mucho tiempo el estar involucrada con la lectura. La principal causa:

Gavi volvió a mi mente. Gavi...

No me dejaba en paz. Por varios minutos, repetí una y otra vez que no iría a su estúpido partido.

Cerré el libro y lo coloqué sobre mi mesita de noche e involuntariamente abrí el primer cajón y saqué aquella tira de cuatro fotos nuestras. Sonreí al recordar esa cita. Nuestra primera cita.

Mire las cuatro fotos, se sentía como si hubiese pasado una eternidad desde esa noche, cuando en realidad solo habían pasado meses. Meses dulces y agrios.

Guarde la fotografía y me dije a mí misma que iría.

—Sí, iré.

La noche cayó. Me la había pasado en la cama, leyendo y escuchando música. Vi la hora en mi teléfono. Me quité un auricular y como si el destino lo hubiese querido, escuché un vehículo estacionarse. Supuse que era Benjamín ¿Quién más podría ser?

¿Carla? No. Ella llamaría primero.

A la velocidad de un piloto de fórmula uno, me puse de pie y cerré con pestillo la puerta. Volví a mi cómoda cama, seguí leyendo. Minutos después, golpes en mi puerta interrumpieron mi lectura.

—Valeria —me llamo por mi nombre. Cerré mi libro y miré la puerta—. La cena ya está lista, baja a comer. —El sonido de la perilla siendo movida bruscamente me hizo ponerme alerta —¿Por qué diablos le has puesto pestillo?

Trague saliva al escuchar su ronca y molesta vos.

Seguía girando la perilla, bruscamente y dando golpes para que le abriera la puerta.

—Valeria ¡¿Estás con un tío?! ¡Valeria!—Alzó la voz, lo suficiente para hacerme saltar del susto.

—Solo... —Me puse de pie. No me acerqué a la puerta, sus golpes a la madera me hicieron retroceder un paso—. Estoy que me cambio —mentí.

Dejó de insistir.

—Te espero abajo —ordenó.

—De hecho... no tengo hambre.

A pasos lentos me acerqué por la puerta y me asomé por el pequeño huequito de la perilla. Benjamín seguía allí, llevaba un traje formal. Venía de trabajar, pero la manera en que llevaba la corbata hecha un caos y el pelo revuelto, eran indicios de que su trabajo había sido estar en un bar.

Ni loca bajaba a cenar con él, me recordaba a mamá.

—Como quieras —farfulló.

Lo siguiente que escuche fueron sus pesados pasos alejándose.

Respiré, tranquila.

Recibí un mensaje de Carla diciéndome si ya estaba lista. Hablaba de la fiesta. Dije que lo pensaría, pero no iría. Le envié un mensaje mintiendo y excusándome con no poder ir.

La noche se pasó en un parpadeo. Me quedé leyendo hasta muy tarde, diciéndome un último capítulo y ya. No pare al terminar el capítulo, me volvía a decir lo mismo y en menos de lo pensado ya había terminado el libro.





















4 de diciembre, 2021

A la mañana siguiente me levante al medio día, principal razón por haberme dormido a las 4 de la madrugada. Las horas continuaron, hasta que ya era momento de arreglarme para el partido.

Gavi no me había escrito. Solo tenía los mensajes que me había dejado hace un día, los cuales ni siquiera había leído.

Tome una ducha, me demore más de lo habitual. Me imaginaba miles de escenarios de lo que podría pasar. Me emocionaba y a la vez aterraba. Con un millón de pensamientos revoloteando en mi cabeza me vestí con unos vaqueros algo holgados, me coloque el sujetador y cuando agarre la camiseta del Barça recordé el día en la que me la dio. Llevaba su nombre atrás al igual que su número. Pase la prenda por la cabeza.

Vi mi mojada melena por el espejo, agarré el cepillo del tocador y empecé a peinarme. Mis dedos acomodaron mi flequillo y sonreí como una niña boba al recordar lo que Gavi me dijo ayer.

"Te ves hermosa" sus palabras se repitieron en mi cabeza.

«Sonrisa boba, desaparece de mi cara»

Salí de mi habitación al estar lista. Bajé las escaleras corriendo y fui a la cocina. Mi nana estaba allí, cortando unas manzanas.

Al notar mi presencia, me miró de pies a cabeza y aunque no lo dijo en voz alta, se sorprendió de no verme en pijama.

—¿Saldrás?

Moví mi cabeza de arriba a abajo, afirmando.

—¿Saldrás con Carla?

—No —contesté—. Iré a ver a Gavi jugar.

Margarita sonrió alegre y dejó de cortar las manzanas.

—Es por eso que llevas la camiseta —Me apunto con su dedo. Asentí, ella me dio una mirada destellante de alegría por mí —. Me alegra que volvieran a hablar.

A mí también. Bueno no es que hemos hablado por horas, fueron menos de cinco minutos. Pero el hecho de que fuera a buscarme era porque me extrañaba ¿verdad?

¿Y si solo lo hizo por cortesía?

—¿Dani te llevará? —Su pregunta me saco de mi mente y de las preguntas que me invadieron.

—No... eh... tomaré un taxi... —Miré la hora en el reloj colgado en la pared. Ya era momento de irme—. Iré por mi mochila—Me acerqué a dejarle un beso en la mejilla—, no vendré muy tarde.

Salí de la cocina después de escuchar un: —Diviértete y mandale mis saludos.

Al llegar a mi habitación, agarré mi mochila. Di media vuelta para salir, iba tan distraída en mi mundo que no escuché llegar a Benjamín. Me sorprendió verlo apoyado en el marco de mi puerta.

—¿Vas a salir? —El porte y la elegancia que mantenía me intimidaba.

—Sí, no llegaré tarde —Di un paso y retrocedí dos al verlo entrar a mi habitación.

—¿Iras a ver el partido? —Contesté a su pregunta con un movimiento de cabeza —. No me agrada ese muchacho, ya te hizo daño antes, deberías alejarte. A esa edad solo quieren a las chicas solo por una cosa.

«Pero si con Gavi ya hicimos muchas cosas»

Calla.

—Solo es un partido, no es para tanto.

—¿Ya viste lo que dicen de él? —preguntó.

—No —mentí.

Benjamín me miraba, no despegaba sus ojos de mí. Se había puesto a mitad de mi camino y aunque quisiera rodearlo, no me dejaría.

—¿Estás segura?

Volví a mentir. Sí he visto lo que dicen de él los medios y no salía de mi cabeza, específicamente la parte en la que liga más.

—Me hago tarde...

—¿No tienes tarea?

—La haré mañana —dije en una mentira.

—Está bien, Valeria. Puedes ir —Retrocedió y antes de salir por la puerta, dijo—. Solo no vengas llorando. Cuando te termine por segunda vez. —Me dio una mirada neutral, sin ningún sentimiento. Aun así, lo dijo para hacerme sentir mal y lo logró.

Era su nuevo pasatiempo favorito.

Me quedé congelada, pensando en que tal vez tenía razón. Y si iba, pero nada cambiaba. Él terminó conmigo, él dejó de hablarme ¿Por qué me invito?

¿Un juego?

No, él no haría eso.

De un portazo cerré la puerta. Me deshice de la mochila y la arrojé. Maldije un par de veces. Caminé en círculos, mis pasos eran pesados, al igual que mis pensamientos. Volví al punto de inicio, en donde me debatía si ir o no. Los minutos pasaron y en un parpadeo ya se habían hecho dos horas de estar pensando entre ir o no. Ya era demasiado tarde.

Me dejé caer a la cama.

Benjamín había ganado.

Me encerré en mi habitación. Escuchando música, mientras leía un nuevo libro.

Cerré el libro al terminar un capítulo. Miré el blanco techo y solté un bufido. Soy una estúpida.

«¿Y si quería arreglar las cosas conmigo?
¿Y si solo quiere ser mi amigo?»

Necesito contárselo a mamá. Ella me aconsejaría.

Mis pies tocaron el frío de las baldosas. Un balde de agua helada, cayó sobre mí. Ella ya no estaba. Ella ya no podía ayudarme.

Volví a la cama. Abrazando una almohada.

—Te extraño —susurré.

Me mantuve allí, pensativa hasta que el sonido de un auto alejándose me hizo salir de la ensoñación. Me puse de pie y me asomé por la ventana. El auto de Benjamín ya no estaba en la entrada.

«Seguro se fue a apostar. Con el dinero de mamá»

Moví mi cabeza de izquierda a derecha. No pensaría en eso, no me amargaría la noche.

Cerré las cortinas.

Y aproveché para bajar. Al llegar a la cocina miré la hora. Margarita no estaba por aquí, ni Dani, supuse que Benjamín les había dado la noche libre o ya los había mandado a su casa.

Abrí una de los gabinetes y saque un paquete de galletas, me serví jugo de naranja en un vaso. Estuve comiendo. Mi estómago lo necesitaba. Vi mi móvil  y por primera vez en el día busqué sobre el partido de hoy.

Casi me atragantó de la preocupación al leer:

Susto en el Barcelona vs. Betis por la jornada 16 de La Liga. Gavi, mediocampista de los azulgranas, tuvo que marcharse de la cancha del Camp Nou después de un fuerte impacto que recibió en la cabeza.

Lo primero que hice fue llamarlo. No contestó. Insistí mientras subía las escaleras corriendo, al llegar a mi cuarto y sacar una sudadera, agarré mi mochila y salí con rapidez. Pedí un taxi, iría a verlo.

Moví mi pie, ansiosa. Él no contestaba.

Al llegar a su casa, toque la puerta. Su mamá fue la que me abrió.

—¿Él está bien?

Su rostro indicaba que no esperaba verme, que no se imaginaba que vendría a altas horas de la noche para ver a su hijo.

—Valeria, cariño. —Me llevo por sorpresa el hecho de que me abrazara—. Es un gusto verte.

Dejo de rodearme con sus brazos y se separó de mí para mirarme con una sonrisa de felicidad. Al menos no está llorando, eso quiere decir que su hijo está bien.

—Lo mismo digo —dije—¿Pablo esta bien? —pregunté. Era mejor comprobar de primera mano.

—Sí, el doctor lo ha dado de alta hace unas horas. Gracias a dios no paso a nada grave.

Al escuchar sus palabras, respiré tranquila, si preocupación alguna. Él estaba bien.

—Vale —respiré aliviada y jugué con mis manos al no saber qué decir—. Eh... perdón por venir tan tarde... me preocupe. Pablo no atendía las llamadas y pensé lo peor —hablé demasiado rápido—. Es mejor que me vaya y ya la dejo de molestar.

Me quedé a la mitad de dar media vuelta. Belén, la madre de Pablo, me detuvo con sus palabras.

—No molestas Valeria —Su tono de voz era tan dulce y compresivo. Me recordaba a...

Mamá.

—¿Quieres subir a verlo?

Sí.

No.

Bueno sí.

—Si no le molesta.

—Claro que no —Abrió más la puerta y me hizo un ademán para entrar a su casa. Lo hice—. Ya sabes el camino —murmuró dándome un severo apretón en el brazo, regalándome una sonrisa "apañadora"—, estaré en la cocina, por si necesitan algo.

Asentí. Puse en marcha dirigiéndome a su habitación. Tuve varios déjá vu, recordándome las veces que vine. Besos, juegos, sonrisas.

Al llegar, toque la puerta. Al instante, escuché su voz.

—¡Estoy dormido! ¡Déjame!

Me aguanté las ganas de reírme. Volví a tocar la puerta y esta vez dije:

—¡Eres un mentiroso!

No recibí respuesta al instante. No necesitaba tener rayos equis para mirarlo a través de la puerta y ver su cara de "procesando".

—¿Valeria?

—¿Puedo pasar?

—Claro —Mi mano se posó en la perilla, la giré, pero no del todo. Su grito me lo impidió —¡Nooo! ¡Espera un segundo!

—¿Estás haciendo algo inapropiado?

Reí por lo bajo. Escuché su risita y el como lo negaba.

—Ya puedes pasar.

Abrí la puerta sin interrupciones. Entre a su habitación y lo encontré recostado en su cama con parte de su espalda apoyada en la cabecera. Mis ojos lo inspeccionaron y no pude evitar sentirme colorada al verlo solo en bóxer. Sus hombros anchos, sus músculos definidos a causa del deporte, su piel. Mi mente me jugó en contra al imaginarme que mis manos habían recorrido todo su cuerpo y mi cabeza había descansado por horas en aquel pecho. Dios, sentía las mejillas calientes.

—Ya sé que no estás muerto —dije en son de burlas para disimular el color de mis mejillas. Le vi sonreír y esperaba que esa sonrisa haya sido a causa de mis palabras y no por mi reacción al verlo casi desnudo.

Me quedé parada manteniendo mi distancia sin saber si acercarme o no. Creo que Pablo se dio cuenta de ello. Me hizo un ademán de acercarme a él. Lo hice dudando, pero lo hice y mantuve una distancia. No quería comprobar de primera mano que mi cuerpo seguía reaccionando al suyo.

—Debo de estar en reposo —me comentó y palpo el colchón para que me sentara a su lado.

—Siento que te duele más saber que no entrenaras, que el golpe.

—Me conoces.

—Sí... —Incómoda miré a cualquier lado. Su habitación estaba un caos, ropa tirada por cualquier lado—. Ya me había olvidado de tu desorden.

—Es un sistema bien organizado —objetó.

—Claro. De seguro tienes un animal muerto entre esa montaña de ropa —señalé y luego añadí con dramatismo —. Me da cáncer al ojo.

—Cáncer al ojo me daba al ver tu habitación. Toda ordenada —se burló, sus ojos se achinaron al reírse.

Mi corazón dio un brinco en mi pecho. Oculté una sonrisa y las ganas de reírme.

A los segundos su risa seso. Sus ojos color marrón estaban fijos en mí, como si quisieran leer mi mente.

—¿Qué haces aquí? —preguntó.

Esquive su mirada. Me ponía nerviosa.

—Pues..., pensé que era tu funeral —dije irónica. Sentí como las puntas de sus dedos tocaron mi mano. Miré en esa dirección. Mi mano izquierda apoyada en el colchón y sus dedos rozando mi piel. No supe si esa pequeña acción era involuntaria o lo estaba haciendo a propósito—. Solo vine a ver si estabas bien.

—Lo estoy.

—Ya me di cuenta.

Abrí mi boca para decir "debería irme" él me ganó al preguntarme:

—¿Por qué no fuiste hoy?

Mordí mi labio para pensar en una mentira creíble.

—Sabes que no me gusta mucho el fútbol.

Pablo me miró de reojo, formó sus labios en una línea y movió su cabeza.

—Claro que eres la chica que prefiere la fórmula uno.

—Es lo mejor.

—Antes ibas. Gritabas como una loca.

Vacilé.

—Iba porque era tu novia, ahora ya no.

No pensé en lo que dije. No debí decirlo. Mis palabras desencadenaron sus siguientes palabras que fueron como una daga hacia lo que sentía.

—Pero seguimos siendo amigos.

Amigos.

—Claro. —Bajé la mirada e incómoda señalé la puerta —. Ya me iré...

Intenté ponerme de pie, él me detuvo.

—Espera... Valeria...

—¿Qué?

—¿Cómo has estado?

¿Cómo he estado?

Pues mi vida dio un gran cambio, no de los buenos, solo esos cambios que te hacen saber todo lo que perdiste y lo cual ya no tendrás.

—Bien. He estado ocupada, el bachillerato, sobrevivir a eso merece un mérito, también he estado... —Pues nada. Mi existencia últimamente ha sido sobrevivir a la vida—. Ayudando a Carla a...a...es que termino con su novio y ella, se la ha pasado muy mal, pobre...

Soy una pésima mentirosa.

Ni siquiera sé por qué me lance a decirle una mentira. No le estaba mirando a los ojos y en mi defensa, sus ojazos me incitaban a querer quitarme las bragas.

Shhh.

—¿Así?

Pablo me miró como si le estuviera contando lo más interesante del mundo entero.

—Sí, era un idiota después de todo... hombre tenía que ser —dije lo último son ganas de molestarlo. Funcionó. Me gané una mueca de su parte. Daba ternura y risa.

—¿Y el voléy? Has seguido destrozando a otros institutos.

—Pues no. Lo he dejado.

—¿Lo has dejado? —preguntó sin creerlo. Asentí —, pero si te gustaba.

Pero no lo amaba.

—El brazo —Alcé mi mano derecha, enseñándosela. Sus ojos se posaron en la zona—, no fue nada grave, pero ya me conoces, que soy una ardilosa.

Gavi seguía mirando mi muñeca, esa zona. Estaba vacía. Entonces recordé el accesorio que antes llevaba. Él se dio cuenta.

Baje la mano y actúe normal.

Él no dijo nada al respecto y tampoco yo.

—Ya es algo tarde... debería irme.

—¿Harás algo mañana?

—¿Dormir? —Gavi río suave por lo que dije. Me encogí de hombros y negué—. Nada, al menos que cuente el hecho de que probablemente, Carla quiera llevarme a una fiesta.

—Pero si nunca le dices que no a las fiestas.

Baje la mirada y pensé en lo que diría, sin cero ganas de sonar grosera. Sonreí de costado, más bien era una mueca.

En la última fiesta a la que fui, él me dejo.

—Que te digo. Las personas cambian —Me puse de pie y me tome la libertad de pasar mi mano por su cabellera castaña, lo despeine. Su pelo bajo mi tacto, seguía estando suave—. Ya me voy —Lo miré de pies a cabeza, me mordí el labio y burlona, dije—Puedes continuar con tu paja, Pablo.

Gavi. Ya no era mi Pablo. 

































































<333 segundo capítulo!!!! Un poco largo

Conforme vaya pasando la historia, vendrán unos capítulos que narraran desde meses atrás, por eso fíjense en las fechas 🙃

Ship name para Gavi y Valeria???
También puede ser pablo y Valeria

Lxs leo aquí ✨️

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