75: Superficié

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12 de noviembre, 2022

Mentiría si dijera el como llegue a casa. No lo recuerdo con exactitud, mi mente estaba en shock. El cuerpo me pesaba, el cuello quemaba, al igual que mi torso y piernas. La boca me ardía y al mirarme al espejo vi la hilera de sangre en mi labio, vi los moretones que se estaban formando.

Yo no pedí eso.

Tampoco pedí que Pablo entrará a la habitación y viera todo lo que Benjamín me hizo.

—Me olvidé de… —Sus ojos escanearon mi cuerpo. En su mirada vi muchos sentimientos pasar—¿Quién te hizo eso?

Supe que ya no habría mentira que se creyera.

—¿Quién mierda te hizo eso?

—Pablo yo…

—No me digas que es una simple caída, porque no lo es —Me inspeccionó las heridas visibles y me llevo al baño para limpiar el corte en mi labio. El alcohol ardía, pero más ardía los recuerdos de hace rato—¿Dime quien te lo ha hecho?

Sus ojos se oscurecieron de la ira. Tenía miedo de decírselo, pero no se me ocurría una mentira creíble.

Para mi mala suerte mi móvil empezó a sonar. Lo saqué de mi bolsillo para ignorar la pregunta de Pablo, quien al leer el nombre de la persona que me estaba llamando, ató cabos.

Manú me estaba llamando.

—¡Ese hijo de puta!

Pablo estaba hecho una cabrá. Salió de la habitación sin detenerse al oír mis gritos. Me dolía el cuerpo y así corrí detrás de él. No fui lo suficientemente rápido. Lo vi irse en el coche de Pedri. Grité que se detuvieran, pero ninguno de los dos me hizo caso o no me escucharon.

Corrí por la calle y detuve un taxi.

Moví mi pierna nerviosa y a cada rato le pedía al chófer que fuera más rápido. Le marcaba a Manú, una y otra vez. No contestaba. Le volví a marcar, ya estábamos llegando al barrio donde quedaba su hogar, le marqué y contestó al tercer tono.

—¿Llamas para pedirme una noche de sexo?

—Pablo va para tu casa, no le abras la…

No terminé de hablar. Escuché como abría la puerta y Manú me decía —Ya es demasiado tarde, tu mascota está…

Un fuerte sonido no lo dejó terminar. Escuché la furiosa voz de Pablo. Se escuchó otro golpe más.

—¡Así vas a aprender a no ponerle un dedo encima a una mujer!

Me alarmé. Aún faltaba una calle para llegar, no aguante la espera. Me bajé del coche y salí corriendo.

—¡Señorita, debe de pagarme!

Corrí como loca. No me importó el dolor que sentía, corrí y vi el coche de Pedri aparcado en la entrada, corrí y entré a la casa, corrí y escuché gritos. Corrí y vi como Pedri trataba de separar a Pablo, pero este lo empujaba apartándolo.

Las piernas me dolían y no se como lo hice, pero empujé a Pablo.

—¡Déjalo!

La nariz y labio de Manú estaban con sangre. Pablo había dejado de golpearlo y le gritaba que no me volviera a poner un dedo encima. Advertencias que Manú no entendía y se las sudaba, sonriendo de una manera provocadora, que hacía que Pablo se abalanzara hacia él.

—¡Déjalo! ¡Él no ha sido! —Le dio un último puñetazo y juraría que escuché como el hueso de su nariz se rompía. Escuché el gritó de la mamá de Manú y como Carlos llamaba a la policía—¡Ha sido Benjamín! ¡Él me ha golpeado!

Se detuvo.

Todo se quedó en silencio.

—Valeria…

Pablo me intentó agarrar de las manos, se lo impedí, pidiéndole que se vaya. Era mejor así, la policía ya estaba en camino y por mi mente pasaban los líos en los cuales se metería. Su carrera se podía arruinar.

—Vete.

Me quedó mirando, le volví a repartir esa corta palabra. Él se quedó quieto y plantado ahí, si no hubiese sido por Pedri, él se quedaba y se metía en problemas con la policía, que llegó a los cinco minutos de que se fueran.

La mamá de Manú me miró con desprecio cuando escuchó que le dije a los policías que no conocía al chico que le dio una paliza a su "bebé". Carlos me miró sabiendo que estaba mintiendo, él sabía de quién se trataba. Veía fútbol, sabía quién era Gavi. Más no dijo nada.

—¿Benjamín te ha golpeado? —Me pregunto cuando estuvimos a solas.

—No es importante en estos momentos —Fingí estar bien—¿Puedo ver a Manú? Quiero ver si está bien.

En parte era verdad. Pero también quería hablar con él para convencerlo de que no denunciara a Pablo. Escuché que la policía iba a ver las cámaras de seguridad, era cuestión de minutos para que den con su paradero.

—Puedes ir a verlo.

Mis pasos fueron lentos y al entrar a la habitación de Manú. Malos recuerdos vinieron a mi mente.

—Has… has venido a verme…

Su rostro estaba magullado. Su nariz tenía un yeso. Estaba de la mierda.

—¿Cómo estás?

Manú me hizo un ademán para sentarme a su lado. Decliné la idea, no volvería a tocar su cama.

—Me vienes a pedir que no lo denuncie ¿verdad?

—Ha sido convocado por la selección, el mundial es unos días. Si recibe una denuncia lo sacaran, su carrera se arruinaría.

—¿Así como arruino mi nariz?

—Se podrá arreglar con una cirugía —Sonreí a medias y para subirle el ego, añadí—. Quedarás más guapo.

—Que se joda tu novio.

—Por favor.

—Que se joda.

—Hazlo por mí. Nos conocemos desde hace mucho y si tanto dices que me quieres. Podrías hacerlo por mi ¿verdad?

Le hice ojitos. Para convencerlo.

—Papá es uno de los mejores abogados de toda España. Soy su hijo y me ha dejado mal, él se ha ido ileso. Él ha venido a mi casa y me ha dado una paliza sin ninguna razón. Él se hundirá, Valeria.

—Por favor, hazlo por mí.

—¿Y tú qué haces por mi?

—Lo que sea.

Lo que sea.

Hice lo que sea.

Ni siquiera lo pensé, ni siquiera me negué. Lo hice por Pablo. Para no arruinar su carrera. Pero me arruiné a mi. Volvió a aprovecharse, no me toco, su estado físico no se lo permitió, pero eso no le impidió pedirme que hiciera otras cosas.

Manú sí mereció esa paliza.

Me fui de su casa luego de cerciorarme de que Manú testificará. Que dijera que no iba a denunciar. Escuché decirle a la policía que él se lo buscó y que no iba a denunciar. Antes de irme, me dio esa mirada de superioridad. Fui su marioneta una vez más.

Me odié por eso.

Todo el camino me la pase pensando en lo asqueroso que era Manú como persona, ¿Cómo pude ser su novia?, ¿cómo pude estar en su cama y dejarme tocar? ¿Por qué quería grabarme? ¿Lo había hecho antes?

Llegué al apartamento y encendí la luz. Todo estaba en orden, tal cual lo deje. No había nadie.

Todo estaba bien y siempre terminaba con una bomba explotando en mi cara. A este punto sospechaba que la vida me odiaba.

Fui al baño. Vomité como si la vida dependiera de ello. Me lavé los dientes y tomé una ducha, una larga ducha, buscando encontrar paz. Lloré al verme en el espejo. Otra vez me sucedió. Si tan solo me hubiese ido con Pablo, nada de esto estaría pasando. Dejé de mirar lo golpeada que estaba. Los golpes me hacían saber lo rota y dañada que estaba. Salí del baño y me cambié, no tenía nada de ropa. Por lo que opté por ponerme una de las camisetas de Pablo. Me pregunté ¿Dónde estaría?

Me alarmé al pensar que fue a por Benjamín.

Me moría si mi monstruo le hacía daño.

Apresurada agarré mi mochila, busqué mi móvil y le marqué a mi novio. No contestaba. Iría a buscarlo. Abrí la puerta y justo Pablo estaba ahí, metiendo la llave a la cerradura. Me tiré a sus brazos.

—Pensé que te pasó algo —lloriqueé aferrándome a él. Me aferré.

Lo tomé por sorpresa que lo abrazara, estuvo 3 segundos sin reaccionar y luego me apretó contra él. Acarició mi cabello, mi espalda, escondió su rostro en mi cuello y respiro profundo. Sentí el frío de sus lágrimas en mi piel.

Entramos a nuestro hogar y nos sentamos en esa manta que era nuestra cama. Pablo dejó un fugaz beso en mi boca y me sentí incómoda.

¿Le había sido infiel?

Creo que de una u otra manera lo hice.

Me pregunté si me vería con los mismos ojos cuando se lo cuente.

¿Se lo contaría?

Estos últimos días me enseñaron que era mejor decir la verdad. Ambos nos ocultamos verdades, cuando se suponía que ya ninguno de los dos tenían asuntos escondidos ¿pero que paso? Los seguimos escondiendo debajo de una alfombra, se formó un bulto, se formó una mina y al pisarla explotó en nuestras narices.

Lo más correcto era contárselo.

Pero si se lo decía era capaz de ir a darle otra paliza. Y regresaríamos al mismo punto de antes.

Callé.

Mi error fue callarme.

Nunca se callen. Alguien les puede tender una mano al gritar.

—¿Por qué no me lo dijiste?

Me escaneo con la mirada. Sus ojos estaban cristalizados al verme en ese estado. Acarició mis mejillas, su dedo índice de su mano derecha se pasó por encima del corte de mi labio.

—Porque sabía que te pondrías así.

Y tenía razón, Pablo fue hecho una cabra para golpear a Manú, pensando que era él mi agresor. 

—Es un hijo de puta Joder, es tu papá ¿Quién le hace eso a su hija? Te vio desde pequeña, Val ¿Cómo te pudo golpear?

Era lo mismo que me preguntaba.

—Es mi culpa todo esto, desde año nuevo él se puso así. Quería que saliera con Manú, que volviéramos a ser novios. Y yo me negué porque andaba liada contigo, se puso violento en el sentido de dejar marcadas mis muñecas y al regresar a Barcelona fue un infierno, Pablo —Sus manos limpiaron mis lágrimas—. Me golpeó, me hizo esas pequeñas cicatrices que tengo la espalda. Esas que parecen pecas, pero no lo son. Pensé que me golpeó porque estaba borracho, lo dejé pasar y él volvió a ser el mismo de antes. Me equivoqué. A Benjamín le molestaba que saliera contigo, le mentía para verme contigo, hasta que la prensa nos pilló, él se dio cuenta que yo era la chica de la que hablaban y volvió a golpearme. No hice nada malo, solo te fui a ver a un partido ¿Recuerdas cuando te dije que volví con Manú? —Él asintió y enredo sus manos con las mías, me dio ese apoyo y fuerza que necesitaba—. Lo hice porque Benjamín me prohibió verte, sabes que él trabajaba en el ámbito de los la prensa deportiva y me amenazó con hacerte quedar mal. Tuve miedo, no quería que comentarios negativos afecten tu carrera. Me alejé de ti, Manú se aprovechó de ese momento y yo fui muy estúpida al caer. Los abusos siguieron, unos días podía ser el mismo de antes, pero otros era un monstruo. Fue un infierno Pablo, sigue siendo un infierno. La mayoría de veces en las que me desaparecía era porque no quería que me vieras golpeada, cuando estaba distante contigo era porque me dolía. No pretendía preocuparte, ni hacerte sentir mal. En serio quise alejarme de ti, pero me la ponías muy difícil. Es por eso que escape de casa, para ya no soportar eso. Quise pensar que si ya no vivía en ese infierno, los abusos terminarían, pero regresé a por mis cosas y volvió. Debí irme contigo y nada de esto hubiese pasado.

Mi rostro se empapó de lágrimas. Sentí un gran alivio al tirar todo ese peso que llevaba en mi espalda. 

—No es tu culpa, Val. Escúchame, Valeria, no es tu culpa. Eres la chica más dulce, amable, buena, generosa de todo el mundo, no te eches la culpa de todo lo que te hizo pasar ese hijo de puta —Pablo beso el dorso de mis manos, sujetó mis mejillas, me miró a los ojos y dijo—. Les he contado a mis padres, han buscado un abogado. Debemos de ir a la policía.

Me dio un escalofrío. Ese sentimiento de terror seguía en mi. Ir a la policía sería un balde de agua fría.

—No quiero mirarle a la cara y testificar. Joder, no quiero recordar esa pesadilla, Pablo —confesé.

De tan solo recordar sentía una presión en el pecho. Recordar sus empujones, sus gritos, sus manos alrededor de mi cuello, sus bofetones, sus ojos rojos, su mirada de odio. No quería volver a verlo.

Aquel Benjamín que un día conocí, murió.

—Val…

—En verdad no, Pablo. No puedo.

Él leyó todo el miedo en mis ojos. No siguió insistiendo y lo agradecí, agradecí en la forma en cómo me abrazó y me protegió.

Estábamos bien.

Vi sus manos. Estaban magulladas.

—No duelen —murmuró al ver mi cara asustada.

—Tienen pinta de doler.

—No duele, no te preocupes.

Me distraje al estar preocupada por él. Me sinceré con él y aún quedaba un asunto por resolver.

—Pablo, te comportaste como un animal. No puedes ir a golpearlo porque si.

—Ate mal los cabos, lo siento…

—Les has roto la nariz… —Me daba asco al recordar. Debía de olvidar este día.

—Me disculparé con él y con su familia. Lo prometo.

Sería lo correcto. Pero yo sabía que era un cabrón que era Manú. Era capaz de decirle lo que hice solo para dañarnos.

—Los conozco. Es mejor que mantengas la distancia —hablé—. Prométeme que si lo ves, mantendrás la distancia. No caigas en su juego, prométeme que lo harás. 

—Valeria, lo conoces. Cada vez que está cerca de nosotros debe de decir algo que nos arruine. Es un capullo.

—Ignoralo. A él le divierte hacerte cabrear y ¿Por qué crees que no se defiende? Para hacerte quedar mal a ti, Pablo. Él es alguien al cual ni dios conoce, tú eres una figura pública, muchos niños te siguen. Controlate, prometelo.

—Lo… lo prometo.

—Te creeré —Miré sus manos, luego sus ojos. Él me daba esa mirada sincera, sabía que cuando me prometía algo trataba de cumplirlo, rompió muchas promesas. Pero, le creía.

—Val… estás a salvo —Me abrazo, su calidez me daba seguridad. Era ese tipo de abrazo del cual sentías tu hogar—. Nunca más te volverá a tocar. Nunca más, lo juro. Nunca más estarás sola.

Estuvimos abrazados, él limpiaba mis lágrimas silenciosas y aunque no miraba el rostro de Pablo, sabía que se estaba aguantando de derrumbarse a llorar. Estaba siendo fuerte para mí. Pero cuando acaricié su mejilla, no aguantó las lágrimas.

Nos hubiésemos quedado en esa posición toda la noche, pero los padres de Pablo vinieron a verme. Trajeron comida. Me animaron, me trataron de la forma más cuidadosa, como si cualquier movimiento en falso me fuera a romper. Después de comer, me convencieron de ir a un hospital. Yo no quería ir, porque sabía que me harían preguntas. Pablo les dijo que no iba a denunciar, ellos entendieron mi situación y de igual formas me convencieron de irme a hacer un chequeo y decir que solo me caí de las escaleras. Pablo me esperaba en el coche, sus manos estaban magulladas y si lo veían y me veían a mí, quizá lo malinterpreten y piensen que él me golpeó. Esperó en el coche y sus padres me acompañaron. Pablo, su papá, se encargó de todos los papeleos y Belén me acompañó a todos los chequeos. Me estaban haciendo un ultrasonido. Estaba nerviosa al pensar que no se creerían que solo fue una caída. Belén me sujeto de la mano y para hacerme sonreír, dijo.

—Espero que en unos años estemos en la misma situación —Miró hacia la pantalla y regresó a verme con una sonrisa en los labios—. Salvo que quiero ver a mi nieto en esa pantalla.

Volvimos a casa. Belén regañó a Pablo acerca de lo irresponsable que era por no haber comprado muebles. Literalmente solo teníamos una colcha donde dormíamos.

—Lo hemos hecho, pero vendrán después.

—¿Cuándo?

—Cuando estemos en Qatar.

Pablo recibió una colleja por parte de su mamá.

—Auch.

—No pretendes hacer dormir a Valeria en el piso.

—No me importa…

—Cariño, dejame y lo arregló —Belén me dedicó una dulce sonrisa, y otra demandante a Pablo—. Se irán a nuestra casa.

—Pero ya somos independientes.

—Solo es por esta noche.
































💌💌💌






































13 de noviembre, 2022

Pasamos la noche en casa de los padres de Pablo. Me desperté a las 9 de la mañana, la verdad es que no podía dormir. Lo que pasó en las últimas horas, era una tormenta. Me había quitado un peso de encima, pero de igual forma me sentía hundida.

La familia de Pablo me trataba como una princesa, dándome un gran desayuno, preguntándome qué era lo que quería comer, si me encontraba bien, si necesitaba algo y cuando me levanté a lavar el servicio, ellos me lo impidieron.

No podía evitar pensar que me tenían pena. Joder, sí, me tenían pena.

Era la chica a la cual tenía un ex patán.

A la cual su papá abandonó.

Su padrastro la golpeaba.

Y su mamá murió.

Hasta yo misma me tenía pena.

—Me sorprende que Manú no me haya demandado o bueno sus padres.

Me tensé y seguí con lo mío. Le estaba ayudando a Pablo a hacer la valija. Él doblaba la ropa y me la daba a mi para meterla a la maleta, yo arreglaba el doblado y lo colocaba.

—Les convencí de no hacerlo. Me tienen aprecio —Mentí y seguí doblando su ropa.

—Pensé que lo harían y a dios mundial.

Suerte que me encargue de ello. No estaba orgullosa y de recordar me daban escalofríos.

—Eres un tonto.

Golpeé su pecho con una de sus camisetas, él la agarró y tiró de mí con delicadeza.

—Un tonto que te ama.

Besó la punta de mi nariz. Estos momentos me hacían olvidar aquellas espinas.

—¿Qué dirás cuando te pregunten por las manos?

Era obvio que se darían cuenta de lo magullada que estaban.

—Jugaré con guantes y ya inventaré una excusa —Volvió a besar la punta de mi nariz—. No te preocupes, amor. Por cierto —Me soltó, agarró una de sus camisetas y me la lanzó—. Para que tengas mi dorsal.

Era la camiseta de la selección, con el dorsal de Gavi. Solo tenía un montón del Barcelona, pero no de la roja.

—Gracias, es muy chula.

—Y se verá muy bien en ti.

Continuamos hablando y arreglando la maleta. Volteé para ir por unos tenis y por el espejo vi como Pablo escondía unas cajas de condones entre la ropa. Fuimos a casa de Margarita y Dany. Pablo me acompañó e hizo la maleta, mientras Pablo cerraba la valija, fui a hablar con mis abuelitos.

—Estaré fuera por un tiempo y luego me mudaré con Pablo —Era algo que ya sabían y me dieron su aprobación. Me faltaba decirles algo, saque una tarjeta de mi cartera y se las entregué—. Les hice una cuenta bancaria, hay suficiente dinero para que no trabajen. Acéptenlo.

—No podemos hacerlo.

—Cariño, es tu dinero.

—Me han cuidado desde que tengo pañales, es lo mínimo que puedo hacer.

Insistí, hasta que aceptaron la tarjeta y me agradecieron por ello. Yo era la que debía de darles las gracias, me cuidaron como si fuera su hija. Nunca tuvieron una obligación y aun así lo hicieron.

Fui a la habitación. Apenas entré, vi como Pablo saltaba y escuché un grito medio raro. Estaba celebrando por hacer cerrar la maleta.

—Me merezco un beso.

—Te daré dos.

—Que sean 4, mejor 10, no mejor mil.

Le empecé a dejar miles de besos y él seguía pidiendo más.

—Más —pidió.

—Ya debemos de irnos.

Me separé y vi los cuadros de mamá. Recordé todo lo que dejé en casa. No podía dejarlos y ya, era lo único que me quedaba de ella. Iría por mis cosas.

Tomamos un taxi y le dije a Pablo.

—Quiero recoger las cosas de mamá.

—No dejaré que vayas sola.

—Tampoco quería ir sola.

El taxi nos dejó afuera de mi muerto hogar. Pablo le pidió al taxista que nos esperaba, que no tardaríamos mucho. El plan era ir por la caja y jamás regresar.

Trague saliva al ver la fachada, se seguía viendo bien, pero el jardín estaba hecho un desastre. El pasto estaba alto, seco, amarillento. Muerto.

Entramos a la casa, estaba igual a como vinimos la otra vez. Sucio. Sí o sí teníamos que pasar por las escaleras y al hacerlo, no pude evitar verme caer. Pablo me agarró fuerte de la mano. Fuimos a mi habitación, a por esa caja. La alcé y Pablo me la quitó para llevarla, pesaba un poco y se lo agradecí. Con su cabeza hizo un movimiento señalando su brazo, un ademán de decirme que me sujetará de él. Pasé mi brazo por el suyo y salimos de la habitación. El ambiente se sentía frío y causaba una sensación de miedo que se manifestaba con escalofríos por toda mi espalda.

Los recuerdos felices habían sido opacados por los golpes.

Mis pies tocaron el último peldaño de las escaleras. Escuchamos el crujir de la puerta y miramos hacia esa dirección. La silueta de Benjamín entraba tambaleándose. Tuve miedo, pero no tanto al saber que tenía a Pablo a mi lado.

Miré a Pablo y lo agarré con fuerza del brazo. Lo detuve de ir por él y haciendo caso a mi promesa, no fue a darle su merecido. Benjamín aún no nos veía, lo aprovechamos. No por mucho tiempo. Benjamín se dio cuenta de nuestra presencia, nuestros tenis chillaron contra la loseta.

—Vámonos por la cocina —murmuré. Pablo me puso delante de él y empezamos a caminar para irnos.

Benjamín me llamaba.

No por mi nombre o bueno sí, por mi segundo nombre.

—¡Martina!

Escuchaba sus pasos detrás de mí, quizá si no estuviera borracho nos hubiese alcanzado y yo hubiese muerto de miedo. Pero no. Solo grito.

—¡Martina no te vayas! ¡No vuelvas a irte con él!

Escuché lo que grito. La forma desesperada en la que lo dijo. Entendí que quizá todas esas porquerías que se metía, le hacían creer que era mamá. Muchas dudas vinieron a mi mente y una de ellas fue si mamá sufrió también los abusos de Benjamín.

Volvió a llamarme por el nombre de mi madre, no aguante más y lo encare.

—¡NO SOY MARTINA PUTO LOCO!

Mi gritó lo hizo detenerse, vi en su mirada como me miraba diferente, no esperaba mi gritó. No esperaba salir de esa realidad.

Lo miré con pena, en lo que se había convertido. El recuerdo de mamá me hacía querer ayudarlo, pero el miedo que causó en mí me hacía querer correr e irme lo más lejos.

Salimos por la puerta trasera y apresuramos el paso hasta salir de la casa. Nos montamos en el taxi y pude respirar tranquila. Lloré, me derrumbé. Pablo me abrazó, susurrándome al oído que todo estaría bien. Que el infierno ya había quedado atrás.

Y era verdad. Veía la superficie.

El coche se puso en marcha, pasaron dos cuadras y mi celular sonó. Recibí un mensaje de Carla. Leer sus palabras fueron suficientes para decir:

—Mierda.






























































































Xoxo. Hola! Vale ocurrió algo que todxs queríamos. Que Pablo se enterara de lo de Benjamín y también entendemos el porqué Val no se lo decía. No era porque no le tenía confiesa, era porque sabía como reaccionaria. Y tenía razón.

Pobre mi Val. Se quita un peso encima y le cae otro. Este capítulo tuvo otra versión, pero dejé este porque seria algo que los personajes harían, en cambio el otro no cuadraba con lo que sentían.

Queda decir que solo falta un capítulo

Y nos despedimos de Val y Pablo

Cuéntenme que les pareció y no se olviden de dejar su estrella.

Besos

Ig: ancovi12
Tiktok: ancovi12

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 ©  a  n  c  o  v  i  1  2

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