13.

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Amables políticas del sur

—Tengo noventa y nueve problemas en mente. Pero de alguna manera, saber que la resolución de la tensión entre ambos no es una, me hace sentir bien.

Lena estaba sentada en el suelo, apoyada contra el hombro de Key. Era una de tantas personas que comenzaron el día con vuelos atrasados, debido a tormentas eléctricas masivas. Sutherland le dio un toque de hombro a hombro en respuesta.

—Tensión resuelta. No sé si te diste cuenta, pero no soy quiropráctico. Supongo que sí, que en el espacio entre Maryland y Grafton vamos a poder definir qué somos, antes de que el pueblo comience a hablar.

—Odio los pueblos pequeños, y las amables políticas del sur. Hablando de eso —Lena rio—, me asusta pensar que tan transformativa ha sido la experiencia para Zuri.

—No la conocí por mucho, pero algo me dice que, para el final del verano, va a ser parte de la junta de vecinos del pueblo.

—¿Llamamos al diablo? Me acaba de enviar un texto. —Volteó la pantalla, para permitirle leer.

Lele, no llegues directo a la clínica. Ve a la casa. Día pesado.
Te explico al llegar. Aprieta lo que puedas al entrenador, cuando llegues hay agenda cargada.

—No voy a decir nada, excepto que es obvio que te derretiste por mí desde el primer instante. —Key le dio la mano para ayudarla a levantarse. El altavoz anunciaba la reanudación de los vuelos—. Eso, o la mujer trabaja con la Agencia Central de Inteligencia.

—Proyección, manifestación, pura brujería, cualquier excusa es buena con Zuri.

Sutherland guardó silencio. Odiaba la idea de ocultarle algo a Lena. En los pasados días, él había establecido comunicación con Zuri, quien adquirió acceso a su teléfono la noche del incidente de Ivy Harrington.

No había nada en sus conversaciones clandestinas y las presunciones sobre la emergente relación de parte de Zuri eran solo eso, pero era difícil explicarle a Lena que la razón que los había forzado a una amistad rápida no era otra que una preocupación constante sobre su salud mental. Key sabía lo sucedido con Sara Hardy; fue él quien le aconsejó a Zuri que no expusiera a Lena al caso en el momento inmediato de su llegada.

—Estaba pensando —sugirió, una vez en el avión—: Es viernes y tu amiga te dijo que no había razón para ir a la clínica. Te hace falta crear un espacio entre todo lo que acaba de pasar, y lo que te espera el resto del verano. Chattanooga no es Memphis, pero tiene una vida nocturna interesante. Necesito encantarte con una primera cita oficial que no implique comida rápida.

—No voy a hacerme de rogar, Key.

—Es una cita, entonces.

***

—Agradezco su pronta colaboración, doctora Rivera. —El viernes comenzó tarde para Zuri, pero no por eso terminaría temprano. El alguacil destacado en Morganton cerró el expediente, indicando que el mismo iría a manos del fiscal de distrito.

Dos horas después de terminar el día, todavía el caso daba vueltas en su cabeza. En su tiempo en la escuela de medicina había sido testigo de violencia, la mayoría derivada de heridas de bala. El caso de Sara Hardy era algo salvaje, y a la vez íntimo. La autopsia no solo se le presentó como un reto; el proceso socavó la confianza que tenía en sí misma como practicante.

Una tras otra, sus observaciones fueron escuchadas, pero no necesariamente aceptadas.

  —La herida de izquierda a derecha, en un patrón zigzagueante, es demasiado exacta —argumentó, solo para recibir una respuesta que agrupaba una cantidad de pequeños detalles, que pretendían dar la apariencia de algo mayor —. ¿Cómo me van a decir que se trata de un ataque animal?

Incluso Vana, quien hasta ese momento pareció favorecerla en todo, la desalentó de continuar.

—No se obsesione con los detalles, Rivera. Ha trabajado este caso de maravilla. La policía y el fiscal de distrito pidieron un informe sobre las condiciones y el patrón de las heridas. Es un paso simple, el cual llegará a manos de otros patólogos, si la investigación lo exige.

—Suena todo muy bonito.  —La frustración de la joven iba en aumento—. Pero cuando la policía local y el fiscal de distrito coinciden en que es un ataque animal, pueden intervenir diez nuevos patólogos y sus conclusiones van a ser influenciadas por...

—¿Por la experiencia de personas que llevan años trabajando en entornos rurales? ¿Por una tasa de criminalidad que es casi nula, en una población donde los enfrentamientos con vida silvestre son más comunes que los delitos graves? ¿Entiende de lo que estamos hablando?

—Hablamos de asuntos dispares, Vana. La historia se escribe una vez. ¿La posibilidad de que un puma haya cruzado desde Tennessee solo para devorar parcialmente a una víctima, hace menos sentido que un humano con un instrumento cortante?  

—Cuando se interrumpe el orden natural de las cosas, eventualmente, nos encontraremos con las consecuencias. La deforestación atrae depredadores a áreas pobladas.

La conversación terminó allí, y casi a las diez de la noche, Zuri no se había podido sacar el mal sabor de boca. Se encontraba en Willow's, mirando el fondo de un tarro de cerveza como si pudiera leer el futuro en el cristal.

—Beppo, no soy quién para decirte cómo manejar la barra, pero un día largo de trabajo se trata con una Corona. La botella tiene que traer una rodaja de lima y un poco de sal. No hay otro remedio.

Ray Walker puso una cerveza frente a Zuri y se escurrió en el asiento de enfrente, con su propia bebida. La joven sonrió, y levantó la botella. El chin de un brindis le dio a entender al viejo Walker que sus palabras eran bienvenidas.

—No tengo tiempo para mucho, doctora, excepto para decirle que no pienso dejarla volver sola de vuelta a Grafton. Me siento comprometido. Si me hubiera aventurado un poco más con mi mujer, tendría una hija de su edad, así que, vamos empacando después de esta. Mi nieta está esperando en casa. Son muchas mujeres para manejar.

—Ya veo de donde Annie saca el encanto —respondió Zuri—. Agradezco la compañía. Hoy aprendí que estos caminos no son seguros, que en cualquier esquina algún gato montés puede arrastrar a una hasta la copa de un árbol y aserrarla sin piedad.   

Walker la observó en silencio, mientras tomaba un sorbo.

—No está acostumbrada a perder, ¿cierto?

—No, cuando por fuerza tengo que imponer mi voz, si quiero ser escuchada.

La conexión fue inmediata. Fue como si Ray, en un instante, hubiera visto diez años en el futuro de Annie. Se preguntó, si, llegando el día, cuando él faltara, alguien vería por su nieta como él estaba viendo por Rivera, y decidió que la vida son momentos. El riesgo era grande, pero si no lo tomaba, podía arrepentirse de cosas peores.

—Voy a serle sincero. Cuando se cuenta con las conexiones necesarias, nada es secreto. No me pregunte cómo, pero estoy de acuerdo con sus conclusiones. No se trata de un animal. Pero hay detalles en este pueblo que son más complicados que hombres violentos y animales desplazados. ¿Quiere sentirse mejor? Hable con Susan Hardy. En momentos en que se acumulan las preguntas, todos corren a tratar de contestarlas, y, en el esfuerzo, arrollan a las víctimas.

—Esa pobre mujer. Está perdiendo la mente, y ahora ni siquiera cuenta con el respaldo de su hija.

—Si quiere visitarla, el domingo parte del ministerio de visitación de la Iglesia irá a Savannah. Puede acompañarnos.

Zuri rio a carcajadas y, al terminar la cerveza, dio con la botella sobre la mesa.

—¿En serio Walker? ¿Está tratando de convertirme?

El hombre mayor rio con igual gusto. Sus líneas de expresión parecían cuero curtido sobre su piel trigueña.

—Beppo aquí podrá decirle que soy abogado del diablo en este pueblo. Annie gusta de la iglesia, y no la critico. No soy de asistir, pero hay que reconocer que, si se quiere entrar en el círculo social, hay que pagar la cuota del domingo. La gente mira a uno con menos sospecha cuando el reverendo está a cargo de la manada.

—Si usted lo dice...

Walker cumplió con su promesa. Se comprometió a llevarla y traerla de vuelta el próximo día a recoger el jeep. De camino, siguieron hablando de varias cosas, esas conversaciones amenas que se dan entre personas que prefieren discutir las cosas que nos une en lugar de aquellas que nos separan. Lena Harrington salió a la luz en una que otra ocasión. Walker tomó nota de todo lo que Zuri puso a su disposición, pero optó no profundizar. No quería hacerla caer en sospechas. 

—Nos vemos mañana, Walker. Y nada contra usted, pero si tiene algún sobrino, primo, amigo o enemigo en la reserva que ande entre veinticinco y treinta, hágale el favorcito a esta alma sedienta.

El eco de la risa de Zuri quedó suspendido en el aire, aun después de que cerró la puerta. O al menos, eso fue lo que sintió Ray. Después de dejarla segura en la casa en el centro del pueblo, Walker condujo hasta el lago. Se sentó sobre el cofre de la camioneta, recostándose sobre el cristal.

En verano no hay tal cosa como bruma, el agua está tan caliente como el aire. La vista era tan clara como la luna menguante lo permitía. En contra de todos sus instintos, cerró los ojos, concentrando su atención en el rumor que se escuchaba más allá de las aguas. 

—Shea. Shhhhh. EEEE. A.

Desde el día en que vio a su padre pagar el precio y al mismo tiempo se redimió, al rescatar a Key Sutherland, la sonata se quedó dando vueltas en su cabeza. Podía escucharlo todo a la vez: el dolor, la violencia, y, una vez se abandonaba el temor, escondido entre las notas, una sensación de paz profunda.

Sabía que las criaturas que habitaban la arboleda eran eso, restantes de pesadilla, espíritus errantes, dioses desconocidos. Pero siempre podía contar con la buena voluntad de una. La que eligió guiarlo entre las sombras a salvar la vida de Key Sutherland; la que tomó la forma de su madre.

—Waaaal... ker

Una mano fría se posó sobre la suya, dejando un rastro de rocío.

—Contéstame, mujer —dijo, sin abrir los ojos—. ¿Han sido ustedes?

—Nooo. Walll..ker. Shea. Shhhhhhhh. El mal exige a Shhhhhhea, o el bien ten...drá  que pagarrrr dooo...ble. Walll...ker. Shhhhheeea, Finnn...land... Suther, Suth... Key.

La verdadera brisa de verano, esa que levanta la naturaleza a manifestarse, suplantó la sonata. Cuando Ray abrió los ojos, su mundo volvió a ser un estallido de canciones nocturnas, iluminado por distantes estrellas.

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