02

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

El tiempo corría y para Beomgyu comenzaba a agotarse. Él lo sabía. Su mente divagaba y evocaba el mismo horrible escenario en que Yeonjun caminaba hacia el altar y aceptaba unir su vida a la de alguien que no era él.

A sus dieciséis años, Beomgyu jamás habría imaginado que Yeonjun fuera a casarse. Ellos permanecerían enamorados el uno del otro y se casarían al cumplir veinticinco, se adorarían el resto de sus días, tendrían una relación envidiable durante muchos años y tal vez adoptarían un niño. Se suponía que ellos vivirían su felices por siempre. Pensar en ello se sentía mortificante ahora. Beomgyu había cumplido veinticinco años y no se casaría con Yeonjun, no vivirían juntos cómo habían prometido. No tendrían su felices por siempre.

La vida resultaba graciosa algunas veces.

En algún punto sin retorno su amor por él comenzó a crecer sin parar. Se volvió doloroso, porque lo siguiente que Beomgyu supo fue que se encontraba soñando despierto mientras Yeonjun decidía qué color sería el adecuado para los manteles de su fiesta de compromiso.

—¿Crees que el color crema le agrade a Yunjin? —dijo él.

Aún desorientado, Beomgyu asintió sin pensarlo, parpadeando mientras volteaba hacia Yeonjun. Se sentía en medio de la nada. Se sentía inquieto, pero no podía distinguir el por qué. Tal vez porque nuevamente se encontraba ayudando al hombre que amaba a elegir los preparativos para su boda.

—Te noto distraído, Beom —le dijo Yeonjun. Él no había querido mencionar algo al respecto, pero la situación comenzaba a volverse algo preocupante— ¿Qué ocurre?

Beomgyu contuvo una respuesta que en realidad no quería darle e intentó evadirlo. Sin embargo, era inútil, Yeonjun lo conocía como si de él mismo se tratase. Tratar de evadirlo era simplemente tonto. Yeonjun sabía que algo estaba mal con él, y de alguna manera parecía conocer el por qué. Era inútil.

Finalmente se rindió. Se giró hacia Yeonjun abriendo y cerrando la boca, tratando de articular una respuesta coherente que pudiera satisfacerlo lo suficiente.

—Sólo estoy cansado —respondió rápidamente. Lo suficiente para que Yeonjun notara que algo no estaba del todo bien—. He estado saliendo mucho últimamente, es agotador.

Él se volvió hacia Beomgyu.

—Deberías regresar a casa, podemos seguir con todo esto cuando descanses un poco.

Beomgyu encontró sus ojos, negándose a ceder ante la silenciosa voz que parecía gritar por decir la verdad. Una de las cosas que había aprendido a lo largo de los años que ellos llevaban juntos era a contenerse, pero él ya había estado conteniéndose durante mucho tiempo.

—En realidad... —murmuró Beomgyu—. No planeo ir a tu boda, Yeonjun.

Él lo miró confundido.

—¿Qué? —espetó. Su voz sonó dolida, tal vez más de lo que habría querido— ¿Por qué? —se sintió desesperado, como si tenerlo ahí fuera una necesidad. Él lo necesitaba. Necesitaba que Beomgyu asistiera para no arrepentirse de sus propias decisiones.

Beomgyu no podía comprender la sorpresa de Yeonjun. Él sabía que aún lo amaba, ¿por qué fingía no saberlo?

Su estómago se revolvió ante la imagen de Yeonjun siendo besado por alguien más en el altar.

—Por favor, ¿podrías explicarme por qué? —Yeonjun intentó una vez más— ¿Hice algo mal? ¿Es por ella?

Sus ojos se posaron en los labios de Yeonjun.

Maldición. Quería tanto besarlo ahora mismo.

—Simplemente no puedo hacerlo —dijo y volvió a mirar a sus ojos—. No puedes pedirme que asista a tu boda sabiendo que aún te amo —soltó con disgusto—. Simplemente no puedes pedírmelo, no cuando sabes cómo me siento por ti. Pídeme lo que sea menos eso.

Una mano sostuvo la suya con tal delicadeza que Beomgyu se sintió desfallecer. Él no se opuso ante el toque y no intentó apartarlo. Yeonjun no tenía la culpa de que aún lo amase. No era quien amaba a un hombre que no le pertenecía. Yeonjun podía estar actuando como un idiota, pero no lo era mucho más que él. No era con quien Beomgyu debía estar molesto.

Si Beomgyu había aprendido algo de su padre, era que nunca debía culpar a alguien más de su propio sentir.

En cualquier otra ocasión, quizás años atrás, Beomgyu habría jodido todo con un beso, pero él ya no era ese tonto adolescente. Y aunque deseó ceder ante sus impulsos, él no lo hizo.

Beomgyu esperaba con ansias el día en que finalmente dejara de amar a Yeonjun.

No sabía cuándo había empezado exactamente. Quizás él nunca dejó de hacerlo.

No podía recordar un momento exacto en que hubiera dejado de sentir amor por Yeonjun. Incluso cuando terminaron, había sufrido un ligero caso de amor post-ruptura: Yeonjun había sido su primer amor, el único que nunca decepcionó sus expectativas, porque fue el único que lo amó por quien realmente era. Yeonjun era todo lo que siempre había deseado: sensible e increíble, audaz e insistente cuando quería algo, pero él también podía ser bastante imprudente. Eventualmente acabó por darse cuenta de que su amor por Yeonjun nunca se había ido, pero se convirtió en algo que no estaba destinado a ser.

Los primeros meses después de su ruptura se volvieron confusos, porque Beomgyu no podía entender por qué Yeonjun seguía pareciéndole tan malditamente atractivo. No podía entender por qué aún ansiaba tanto su toque. En ese entonces Beomgyu solía creer que era normal extrañarlo tanto: dos años de relación no eran tan fáciles de olvidar, pero cuando pasó un año y aún seguía sin comprender qué es lo que esperaba de él cada vez que lo tocaba comenzó su pequeño infierno, porque sentir que se volvería loco cuando alguien más rodeaba a Yeonjun con sus brazos no era normal. Simplemente no podía ser normal seguir deseando tanto algo que ya no era suyo. No era algo que un amigo sentiría. Un amigo no querría arrancar su corazón del pecho y pisotearlo con tal de no sentir por Yeonjun. Un amigo no se sentiría enfermo cada vez que él volvía a casa con el olor de alguien más impregnado en su ropa.

Había sido mortificante y había sido horrible, porque sabía que tarde o temprano Yeonjun sentiría lo que alguna vez sintió por él con alguien más. El afecto que Yeonjun sentía por él se asemejaba más al de un hermano ahora, no al de un amante. Incluso a sus dieciocho años estando a solas y con las hormonas alborotadas Yeonjun no lo tocó ni lo besó. No lo hizo porque en eso se había convertido para él; en un hermano.

Cuando cumplió diecinueve años, Beomgyu aún tenía la esperanza de que sus sentimientos por Yeonjun desaparecieran.

A los veinte, cuando llevó a Yunjin a casa y la presentó como su novia, aún no era demasiado tarde.

Ahora, con veinticinco años y habiendo anunciado a Yunjin como su futura esposa, a Beomgyu ya no le quedaban esperanzas.

Había crecido pensando que eventualmente podría olvidarse de Yeonjun aún teniéndolo cerca. Sin embargo, cada vez que veía cómo sus labios tocaban los de Yunjin, ver cómo la miraba con esa mirada que alguna vez fue para él, presionó el último botón que acabó por activar sus estúpidas e inútiles ganas de olvidarlo por completo, porque podía ver que Yeonjun la amaba.

Incluso cuando Beomgyu se mudó y consiguió un nuevo departamento, sus esperanzas aún seguían vivas, pero sabía que Yeonjun nunca volvería a corresponder su amor. Por más que se aferrara, sabía que ya no sería posible. Necesitaba aceptarlo de una vez, necesitaba superarlo y seguir adelante. Yeonjun iba a casarse con alguien más; y esa era su realidad.

El sonido de una nueva notificación hizo vibrar su teléfono.

Era Taehyun.

Beomgyu observó la notificación en la pantalla antes de leer el mensaje.

"Deberías venir, los chicos están aquí y Sunoo ha traído a su novio. Él quiere que también lo conozcas."

Él lo pensó un poco. Había pasado un tiempo desde la última vez que compartió con sus demás amigos, desde que Yeonjun anunció su boda había estado aislándose de todo y de todos. Eso lo asustó un poco. ¿Por qué no olvidar todo por un momento?

Beomgyu pensó que no estaría mal hacerlo, excepto... excepto que una parte de él deseaba seguir hundiéndose en la miseria de un amor no correspondido. Estaba jodido. No debería querer sufrir más por él, pero lo hacía, porque era lo que había comenzado a darle un sentido a su vida. Esa había sido la manera en que había estado viviendo durante los últimos diez años.

Pero tal vez ya era hora de dejar todo eso atrás.

"Estaré ahí en veinte minutos", tecleó de vuelta.

Era hora de olvidarse de su patético amor no correspondido por un segundo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro