7. Me vuelves loco, Kookie

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Ver como se toca, no solo me parece sumamente sexy, sino que también aumenta mi necesidad de volver a quemarme junto a él y sospecho que el padre de Tae debe sentir lo mismo, porque abre la puerta de la ducha, dejando que el vapor llene el baño con una nube caliente de un delicioso aroma y extiende su mano invitándome a pasar.

Gimo en cuanto sus brazos firmes se envuelven a mi alrededor, atrapando nuestras erecciones duras entre los dos. Su lengua caliente se mueve ansiosa dentro de mi boca y sus dedos bajan seductores por mi espalda, rodean mis caderas y atrapan mi sensible miembro. Inevitablemente mi cuerpo se arquea hacia el suyo cuando sus dedos me encuentran duro, hinchado y desesperado.

Es una combinación de lo más peligrosa, a la que he comprobado, no se puede resistir.

—Maldición, Kookie. Me tienes mal —jadea, alejándose del profundo y asfixiante beso.

Sin decir nada más, me empuja contra la pared de azulejos y se deja caer de rodillas delante de mí y entre mis piernas. Y así de rápido su lengua se desliza por mi pene, lamiendo y provocando olas de placer que erizan por completo mi cuerpo. Las sensaciones que él provoca son tan abrumadoras que mi respiración se transforma en jadeos burdos, mi pulso se acelera y mi pene se tensa hasta doler.

—No pares, por favor, no pares —gimo en voz baja.

Una chispa familiar de calor crece en el fondo de mi vientre y muy lento comienza a estallar. No hay duda, acabaré en su boca, porque sigue succionando, presionando su lengua y labios en los lugares indicados. Causándome sacudidas contra los resbaladizos azulejos mientras jadeo cada vez más alto.

—Vamos, bebé —alienta, cuando se aleja para respirar.

Vuelve a degustar mi polla, intensificando las descargas de placer y llevando a que mis caderas reaccionen involuntariamente, follando con fuerza su boca hasta que la liberación llega.

Un suspiro pesado sale de mi boca y mi cuerpo aun tiembla cuando él abre la puerta y la nube de vapor comienza a bajar.

—Te llevaré a la cama, Kookie —dice aun arrodillado.

Vuelve a mi altura y me envuelve en sus brazos firmes, mientras me apoya delicadamente en el lavado de mármol y toma dos toallas blancas. Es en ese momento, cuando su cuerpo se estira para alcanzarlas, que me doy cuenta de que su polla sigue erecta; gruesa, curvada hacia arriba y tan dura como una roca. Debe sentir dolor porque, cuando llegue él se masturbaba y parecía estar a punto de acabar, pero prefirió preocuparse de mí; arrodillándose y darse un festín con mi polla como si fuese su comida favorita.

Y ahora lejos de preocuparse por él, sus manos se deslizan entre mis piernas separándolas y secando el exceso de agua con la toalla, mientras deja pequeños besos en mis hombros.

—¿Hasta qué hora te podré disfrutar? —pregunta, secando entre mis muslos.

Su aliento cálido cosquillea en mi cuello y la forma en que sus labios se presionan en mi garganta me distrae. Pasan minutos en que no logro concentrarme en nada más que sus besos, cuando la respuesta a su pregunta solo sale.

—Toda la noche... me tendrás toda la noche, Sr. Kim.

Sinceramente esperaba que de su boca escapara un gruñido sexy o uno de sus provocadores Kookie, pero en cambio, todo se vuelve silencioso.

—¿Señor Kim? —pregunto, mientras él suelta mi cuerpo.

—Tae me envió un mensaje —afirma, dejando caer la toalla al suelo—. Decía que después de ir al cine con JiMin, se iría a tu casa y dormiría ahí...

¡Santa mierda, lo olvidé!

Mi cerebro ha estado tan concentrado en todo lo que haría con él cuando estuviésemos juntos, que no procese la mentira de Tae. ¿Cómo no recordé que yo era su coartada? ¿Cómo olvidé que ambos mentimos, asegurando dormir en la casa del otro?

—No te enojes, por favor —le pido, pero el Sr. Kim se aleja por completo, llevándose el calor de su cuerpo.

Sin ni una expresión en el rostro, se pasa la mano por el cabello y luego la agita en alto como pidiendo que siga hablando.

—Él...él... él me envió un mensaje y me pidió que lo cubriera para estar con JiMin.

¡Soy el peor amigo del mundo!

Aunque tengo que admitir que delatarlo no es la peor de mis traiciones. Eso es nada comparado con el hecho de que estoy follando secretamente con su padre, el que, por cierto, casi me dobla en edad.

—Tae...mocoso mentiroso —murmura furioso.

Desde que el Sr. Kim encontró a Tae y JiMin masturbándose sobre la mesa de la cocina, prácticamente le prohibió verlo. De a poco ha ido cediendo, pero pasar la noche juntos no está dentro de sus concesiones.

—Están... ellos han estado... por supuesto que están follando —concluye aún más furioso.

Su rostro, cuello y orejas están en llamas y las palabras las escupe tan rápido que sé que estoy a segundos de perder toda su atención. El asunto es que Tae ya mintió, igual que yo y él no puede hacer nada para cambiar eso.

Mientras parece olvidar mi presencia en el baño, yo sopeso la situación y sin pensar mucho, me deslizo hasta caer de rodillas frente a él, muy seguro de que necesita una distracción.

Mi boca queda a la altura de su polla, así que la abro, ofreciéndosela, mientras con la punta de la lengua toco su cabeza. En cuestión de segundos él ya está empujando, con golpes rápido, pero profundos, mientras yo salivo alrededor de su carne.

Su piel es cálida y suave. Esta limpia y sabe a jabón con un aroma almizclado. Se siente agradable el desliz de su polla sobre mi lengua. La lamo por un rato y luego lo envuelvo en mi lengua, haciéndolo jadear, gruñir y empujar más profundo hasta que la punta golpea en el inicio de mi garganta.

—¡Oh, Kookie! —sale de su boca en un jadeo de placer.

Alzo la mirada para observarlo entre las pestañas y las lágrimas de esfuerzo.

Debería sentirme culpable por distraerlo de esta forma cuando él se preocupaba por su hijo, pero soy muy egoísta para eso. Lo necesito demasiado como para detenerme ahora.

Además, no tengo la menor idea de en dónde están Tae y JiMin. Y exponerlos a ellos, implica, también revelar nuestra aventura secreta. Pero todos esos pensamientos desaparecen cuando sus rodillas flaquean y los empujes en mi boca se vuelven cada vez más erráticos

—Me vuelves loco, Kookie —gruñe.

Escucharlo así de extasiado me hace sentir poderoso. Con la gloriosa habilidad de volverlo loco y reducirlo a nada más que un animal que gruñe y ruge. Y la sensación que eso me provoca es tan embriagadora como aplastante. Sin embargo, me parece insuficiente.

—¿Te gusta esto? —pregunta. Su tono es bajo y peligroso.

Pone la mano en mi nuca y presiona con suavidad a medida que nuestras miradas se cruzan. Inmediatamente la polla del Sr. Kim se estremece en mi boca y me doy cuenta que está muy cerca de su orgasmo. Así que para sobreestimularlo, uso mi mano y ahueco sus testículos, mientras los dedos frotan su piel.

Quisiera devolverle la pregunta. ¿Te gusta esto?, pero mi boca está muy ocupa para ese tipo de juegos verbales.

—¡Mierda! —vocifera—. Voy a terminar, Kookie.

Su mano se tensa alrededor de mi cuello y puedo sentir la piel de sus testículos endureciéndose en mi palma. Su polla se siente más gruesa y comienza a pulsar sobre mi lengua. Unos segundos después, chorros de esperma caliente comienzan a brotar.

—¡Oh! —gruñe repetidas veces.

Antes de conseguir tragar la sustancia espesa y salada, me atraganto, pero el Sr. Kim es paciente y cariñoso, pasando los dedos por mi rostro a medida que limpia el exceso de humedad en ojos, mejillas y boca.

—¿Estás bien, Kookie? —pregunta, acariciando con suavidad mis labios.

—¿Te gusto?

—Eso fue increíble —admite.

Mi rostro de felicidad debe causarle gracia porque, se echa a reír con escándalo, mientras ayuda a que me ponga de pie, me apoya en la pared y me da un beso lento.

—De verdad, me vuelves loco —dice, provocando un millón de descargas eléctricas en mi pecho.  

No perdemos tiempo y a los pocos segundos me lanza sobre el amplio colchón. Risitas escapan de mi boca y me retuerzo perezoso hasta que su cuerpo se acomoda sobre el mío y entre mis piernas. 

Su lengua envuelve mi pezón izquierdo para luego chuparlo con ahínco.

—Por favor, Jin —me quejo entre balbuceos—. Por favor...

Si no estuviese tan sumergido en la lujuria que él despierta con maestría, me mordería la lengua para así evitar mis suplicas desesperadas que piden por un poquito más de él, pero no puedo.

—¿Qué quieres? ¿Quieres que te toque aquí? —pregunta entre ronroneos suaves a medida que sus dedos se deslizan por mi polla, otra vez dura—. ¿O aquí? —me interroga con su boca sobre la mía, cuando uno de sus dedos roza mi entrada.

—Por favor... —jadeo.

Sus dedos se mueven con suavidad rozando mi entrada, subiendo hasta mi miembro y se devuelve. Deja suaves besos sobre mis labios y su calor sigue cubriendo mi piel. Sé que, si no respondo, seguirá provocándome hasta volverme loco.

—Por favor.... ahí... —jadeo en respuesta, cuando uno de sus dedos presiona mi entrada.

Me mira y me ofrece una de sus sonrisas diabólicas y calientes, obligándome a concentrarme en sus ojos, mientras su dedo dibuja círculos lentos y eléctricos en mi anillo.

Sus besos lánguidos y caricias eróticas me producen tal ansiedad que termino arqueando las caderas, pegándome a él y casi puedo sentir como su dedo se hunde en mi ano.

—Me dan ganas de follarte tan duro cuando reaccionas así —dice en mi oído—. Eres tan apetecible, Kookie —admite con voz grave.

Por unos minutos su cuerpo se aleja del mío, pero cuando vuelve, sus dedos empapados por ese gel helado, trazan círculos más rápidos y duros. Me besa apoderándose de mi lengua y uno a uno, ingresan en mí, Lentos, pero profundos.

Me abandona cuando me siento casi al borde del placer. Balbuceo palabras sin sentidos, pero la única respuesta que recibo es su boca succionando nuevamente mi polla, mientras sus dedos vuelven a ingresar tímidos y de a uno en mí. Retorciéndolos en mi interior.

De seguir así, no soportaré mucho.

—Señor Kim, voy a acabar —aviso entre lloriqueos, mas no quiero que se detenga, porque si lo hace explotaré.

Mis rodillas tiemblan, mis muslos cosquillean, mi mano se aferra con fuerza a la ropa de cama, mientras la otra se enreda en su cabello, presionándolo y evitando que se aleje.

—Ah... Ah.... por favor —logro decir, sintiendo calambres en todo el cuerpo.

—Déjalo ir, Kookie —ordena en un jadeo. Respira profundo y vuelve a chupar.

Sus dedos no dejan de entrar y salir; encorvándose, estirándose, golpeando aquel punto que me nubla la vista y ahogándome en un mar de placer que ya casi no puedo respirar.

Continúa chupando y jugando en mi interior, produciendo hormigueos en lugares que desconocía de mi cuerpo y retorciéndome desesperado sobre el colchón. Parecen horas interminables de ojos cerrados con fuerza y un labio inferior herido de tantas veces que lo he atrapado con mis dientes, pero en algún momento en que el placer parece consumirme por completo, siento que jala de mí hasta dejarme sentado sobre él, pone sus manos en mis nalgas elevándolas y me besa húmedo y lento.

Jamás pensé que encontraría a un hombre como él; tan sexy y dispuesto a complacerme. Tengo más suerte de la que merezco, porque el padre de Tae parece hecho a mi medida y comprender aquello aumenta mi necesidad de tenerlo muy dentro.

Me muevo acercándome a su polla y él acaricia el borde de mi rostro con delicadeza, choca nuestras frentes y pregunta:

—¿Quieres que te folle, Kookie? —y su polla se abre camino en mí. 



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