CAPÍTULO 20: Una solicitud de refugio

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Star había estado tan centrada en Gloria y en todo lo ocurrido justo en el día, en el que kilómetros de allí, la luna nueva habría conquistado el cielo de Sceneville por primera vez en el año, que no se había fijado ni lo más mínimo en que, al final del pub, tres individuos se agazapaban entre la multitud con la intención de acecharla.

Recorrió sigilosamente la geométrica ciudadela. La tenue luz del sol, bañaba los muros de Hammondland con una belleza abrumadora. Poco a poco, el amanecer fue descubriendo aquella asombrosa cumbre de paradero desconocido para muchos. Y al mismo tiempo en que el sol llegaba a su primera parada del día, Star se tumbaba en su cama, preguntándose cómo solucionar toda esa historia de las repentinas muertes.

Que los cadáveres guardaran en su interior polillas vivas, le hacía inclinarse hacia una intensa ira, planteándose que, llegado el caso, Matt Eville habría podido volver a las andadas. Y que esa reforma que decía haber vivido, no había consistido en más que una mentira que Ben se había tragado por completo. Porque quería, porque necesitaba hacerlo, porque su corazón no le dejaba ver más allá. Y ella, aunque desconfiaba, no podía negar que de algún modo necesitaba que todo aquello que Matt había dicho fuera verdad, para poder seguir viviendo a pocos metros de su cuerpo.

No obstante, había algo que le generaba inquietud. Había visto cómo Matt asesinaba a sus víctimas. Por mucho que le revolviera el estómago, si pensaba en el cuerpo inerte de Claire, podía recordar las heridas, la sangre, la piel desgarrada... Cuando Matt entraba en fase Entherius era incapaz de controlarse, y sus negros y viscosos tentáculos actuaban en su nombre sin piedad.

Estaba a punto de caer en una profunda somnolencia, cuando escuchó la puerta sonar. Primero, pensó que formaba parte de su sueño, pero cuando se dio cuenta de que llamaban de verdad, dio un respingo, se sentó en la cama y se tapó con la manta. ¿Ya era por la mañana?

—¿Sí?

—Soy yo, ¿puedo pasar?

—Sí, sí, entra. —Star respondió nerviosa. La puerta se abrió y tras ella, apareció Matteo Eville. Él: un chico tan perfecto que dolía mirarlo a los ojos, con esa mirada profunda y ese rostro cincelado con gusto, deteniéndose en los detalles. La muchacha temblaba debajo de las sábanas. No le tenía miedo, pero sabía que este no saldría de la habitación hasta que no aclarara aquello que estaba sucediendo, y si era culpable, pagaría. Pagaría por todas sus maldades de una vez por todas. A pesar de Ben, a pesar de todo.

—Te he traído esto. —Matt levantó un librito de papel desde el umbral de la puerta. Esperó a que la chica le respondiera, pero como esta no lo hizo, entró pausadamente—. Quería disculparme por la intensa conversación que mantuvimos el otro día acerca de... bueno, acerca de todo —concluyó rascándose la nuca mientras miraba el suelo. Parecía realmente avergonzado—. Puedo llegar a imaginar lo ardua que puede estar siendo tu situación. Me siento terriblemente desdichado, Star. Yo... no siempre he sido así.

—Así, ¿cómo? —inquirió Star, castigando con su semblante al chico. Las lágrimas de rabia se contenían, a duras penas, en las cuencas de sus eléctricos ojos azules.

—Malvado... —respondió mientras se sentaba al borde de la cama. Dejó el objeto a un lado y se derrumbó. Cogió aire y Star encogió las piernas para evitar tocar el cuerpo del muchacho, aunque fuera debajo de las sábanas—. Anhelo que algún día puedas perdonarme por lo que te hice. Por todo lo que hice el año pasado, y por... Claire. Y ahora, retenerte de esta forma, encerrada... —Star se puso en pie de un salto y se colocó frente a Matt con los brazos cruzados. La rabia que sentía todavía le quemaba por dentro. Podía perdonar a Matt por lo que le había hecho a ella, pero lo de ese niño... Willy Álvarez Smith, solo tenía seis años, y lo de Claire... lo de Claire fue una sucia venganza—. Bueno, espero que te guste —sostuvo mientras le extendía el objeto a Star—. Es un cómic. Creo que era de tus favoritos, ¿no? O al menos eso me dijo Ben. ¿Lo leías mucho en su cuartel subterráneo, verdad?

—No quiero nada tuyo... —Star no recogió el librito. Mantuvo su postura rígida y colérica. Parecía una bomba a punto de explotar, y si lo hacía, si lo hacía salpicaría a demasiada gente. Matt la examinó sin comprender, pues hacía unos días, ambos habían acercado posturas y pretendía mejorar la situación con el gesto, no empeorarlo—. ¿Qué has estado haciendo, Matt?

—¿Qué...? No te comprendo... —balbuceó desconcertado.

—Sabes muy bien de lo que te hablo, Pink Floyd. ¡¿Qué has estado haciendo?!

—Que he estado haciendo de qué...

—Ya lo sabes, Matteo. ¡¿Qué haces exactamente cuando sales de Hammondland?! Porque todavía no me lo has explicado... —La muchacha salió escopetada de la habitación. Necesitaba caminar, soltar la energía necesaria para no provocar un desastre con sus poderes descontrolados y volver a manchar Hammondland con ruinas y cenizas. En cualquier otro momento, la discusión podría haberse convertido en una cruel batalla, pero por algún motivo, y a pesar de la rabia dirigida por Star hacia Matt, el chico, no lograba reaccionar. De verdad, parecía sobrecogido por la actitud de la muchacha. La siguió hacia el corredor como un perro que sigue a su amo.

—Creo que ya establecí mis límites sobre esta información.

—Ya... O sea, que mientras nos traías comida y cómics —espetó haciendo hincapié en la última palabra para dejar claro lo engañada que se sentía—, también te hacías un viajecito por Strana y sus alrededores para cargarte a algún que otro humano. ¡No has cambiado nada!

—¡¿Se puede saber a qué viene todo esto?! —Matt comenzó a aumentar su volumen. Para los Entherius era complicado controlar la ira una vez sembrada la semilla.

—Viene a que no hacen más que morir personas, ¡sin motivo! Aquí en Strana, y en otros pueblos ¿y adivina qué?

—Qué —masculló Matt de nuevo completamente alucinado.

—Que los cadáveres tienen polillas en la boca y en los ojos. ¡¡Polillas!! ¡¡Vivas!!

—¿Cómo...? Repite eso...

—Lo que oyes, las polillas son símbolo de Entherius —repitió imitando a Ben con esa voz de científico chiflado.

—¿Polillas?

—Sí, y aquí el único Entherius eres ¡tú! —Matt se quedó en silencio de golpe. Comenzó a pasear de un lado a otro, rumiando. Tratando de asimilar la información que Star le había dado.

—Querida Star, —respondió después de un rato—. Que yo sepa, no soy el único Entherius en Hammondland. Tú eres mitad Entherius, ¿cómo sabes que no has sido tú?

—¡¡¿Yo?!! —exclamó anonadada y envuelta en fuego—. ¡Cómo te atreves!

—En sueños... por ejemplo... —Matt no le estaba echando en cara nada, ni jugando a ningún juego. Lo decía completamente en serio. En serio y visiblemente preocupado. ¿Sabía Matt algo sobre sus viajes al pasado? Eso era imposible.

La tensión se palpaba en el ambiente. De hecho, era extraño que Ben aún no se hubiera despertado y no hubiera acudido a comprobar qué escándalo era el que se estaba formando en el corredor. Demasiadas semanas juntos, manteniendo la compostura había provocado que la explosión de rabia en Star fuese de dimensiones insospechadas. Si Matt no se hubiera mantenido firme, probablemente habrían prendido fuego a toda esa parte de la academia.

De improviso, las grandiosas lámparas de araña aderezadas con los inventos del garante para aumentar la iluminación, empezaron a chasquear. Ambos notaron la presencia de alguien más, pero no era Ben, era alguien con el alma mucho más podrida.

—No ha sido ella. —La voz de un vetusto hombre intervino como una escapada cortante. Denotaba sabiduría en el tono de su voz. Sabiduría y calma. Miraba a Matt fríamente. Evitando parecer desafiante pero preparado para cualquier ofensiva—. Tampoco has sido tú.

—¡Kuna! —exclamó Matt. Star se quedó completamente helada al reconocer al viejo individuo que se escondía tras la misma túnica negra. Quería atacar, pero sus piernas no lograban despegarse del suelo. ¿De verdad todavía le pasaban estas cosas? Debía aprender a agilizar sus reflejos si pensaba seguir viva unos cuantos años más.

—¿Qué está pasando aquí? —Ben irrumpió en el corredor justo detrás del anciano. Al darse la vuelta y toparse de bruces con Kuna, dio un salto y se transformó en el garante que era. Listo para atacar, preparado para proteger a Star. Kuna levantó sus brazos y Ben saltó por los aires sin poder defenderse. No esperó ni dos milésimas de segundo para recuperarse y volver a atacar.

—¡Noooo! —gritaron Matt y Star al mismo tiempo.

—Ben, te ruego que pares —ordenó Kuna. Esta vez no lo lanzó hacia ningún lado, solamente hizo que sus músculos se volvieran más lentos—. No voy a haceros daño, he venido en son de paz y por supuesto, libre de las ataduras del Dómine —Ben volvió a su forma humana y se acercó a Matt y a Star, uniéndose a ambos para formar un muro indestructible.

—¿Cómo has entrado? —Kuna miró a Star de reojo con media sonrisa—. ¿Por qué te mira así, Star?

—Yo... he... Ben... quería contártelo. Pero...

—¿Qué pasa?

—Encontré una puerta... y de verdad Ben, lo siento pero necesitaba salir.

—No es culpa suya —defendió Matt.

—¿Tú lo sabías? —dijo Ben—. No me lo puedo creer...

—¿Podemos dejar esta riña de niños para otro momento? Lo que vengo a decir es importante.

—Tú y yo hablaremos más tarde, Star. ¡Y tú Kuna, lárgate ahora mismo! Lárgate o atente a las consecuencias. No es la primera vez que mato a un Desdenio.

—Necesito refugio —dijo por fin el anciano.

—¿Refugio? ¡Y una mierda!

—Ben... —pidió Matt suplicante—. Por favor.

—¿Qué?

—¿Lo ves? —contraatacó Star—. Es un maldito traidor. ¿Si traicionó a su familia, por qué iba a tratarte a ti mejor, Ben?

—No es eso... —aclaró Matt—. Pero quiero saber qué tiene que decir.

—Gracias, Matteo. Siempre tan... hospitalario.

—No tan rápido. Nos dirás eso que sabes y después te largarás de Hammondland. Si necesitas un refugio, te aconsejo que lo busques cuanto antes.

—Mmm —carraspeó Kuna—. No he venido solo.

—¿Es una amenaza? —dijo Star.

—No —respondió la severa voz de una mujer—. Es un aliciente.

—¿Madre? —dijo Matt con los ojos como platos. Mary Dorcas abrió los brazos esperando a que su hijo la abrazase, pero Matt no se movió—. Sé lo que estás pensando, pero...

—Hola, pequeña Star. —Nahama Moon se abrió paso entre Mary Dorcas y el Desdenio, y miró a su hija con dulzura y compasión.

—¿Mamá? ¡Qué haces aquí!

—Ya os he dicho, que tengo mucha información que compartir, pero para poder hacerlo, necesitamos refugio.

—¿Podemos quedarnos, querido hijo? —Matt miró a Ben, que aún conservaba su cara de acelga. Sin embargo, este todavía mirando al suelo, ojeó con rapidez a Nahama y asintió una sola vez.

—Sí, madre. Por supuesto. Siempre serás bienvenida mientras conozcas cuál es el bando adecuado. —Mary Dorcas, asintió y se acercó a su hijo con suavidad para palmear su brazo con un cariño regio.

—Star... —Nahama Moon corrió a abrazar a Star, que no supo cómo reaccionar. No estaba acostumbrada a que su madre le abrazara. A que nadie le abrazara en realidad—. Lo siento tanto. De verdad. He estado tan ciega...

—No sé qué decir, madre... —admitió hundiendo su cara en los cabellos dorados de su madre.

—No digas nada... Solo... A partir de ahora, estaré aquí.

—¿Qué es lo que tienes que contarnos, Kuna? —preguntó Ben.

—Es La Colmena... Descansemos hoy. Mañana, os daré todos los detalles, pero debemos estar preparados para lo peor.


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