CAPÍTULO 22: La gargantilla de Mary

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—Hemos tapiado la puerta de la habitación en llamas. —Ben habló con severidad. Star jamás había visto a su garante tan firme como después de averiguar lo que había estado haciendo a escondidas cada noche. Se dirigía al anciano, que lo observaba con intriga desde un sillón.

Con la llegada de los disidentes, Hammondland se había ido transformando en un lugar más vivo. La institución iba siendo restaurada poco a poco con la ayuda de todos, aunque no por completo, debido a su gran envergadura. La mayor parte de la fortaleza seguía cayéndose a pedazos, pero al menos, aquellos lugares más frecuentados, parecían cada vez más acogedores.

Los nuevos huéspedes junto a Ben, Matt y Star, se encontraban reunidos en el interior de una amplia estancia abarrotada de polvorientos y pesados libros. Las estanterías, de madera robusta, se prolongaban hasta los techos de piedra rota, y la hiedra se abría camino enredándose entre las magulladuras que se habían ido originando con el transcurso de los años.

Las artes de Kuna, con la ayuda de Mary Dorcas, habían sido suficientes para restaurar aquella estancia, que pertenecía al mismo hala que la habitación en llamas. Ni Matt ni Star habían participado en aquella demostración de habilidades sobrenaturales, para evitar nuevos inconvenientes. Junto a Nahama y Ben, no les quedó más remedio que conformarse con echar una mano humana.

—¡¡¿TAPIADA?!! —intervino Star completamente fuera de sí. Apoyada en una de las paredes, había dado un fuerte salto empujada por el mal genio. El resto de los presentes, parecía no haberse inmutado. Mantenían la calma, dejando a un lado sus emociones para tratar de llegar a un acuerdo sobre cómo organizarse y convivir de una manera pacífica.

—Así debe ser. —El anciano sentenció sin un atisbo de duda y harta sabiduría en sus escasas palabras.

—¡¡PERO, PERO!! Vamos a ver —Star tomó una bocanada de aire antes de continuar hablando, para tratar de poner freno—. ¡Si yo no hubiera abierto esa puerta, no habríais podido entrar jamás! Esto no tiene sentido... Esa puerta puede venirnos bien.

—Puede provocarnos más daño que proporcionarnos alguna ventaja. —Matt jugaba con la gargantilla de ruber de su madre, pasándose la cadena de una mano a otra.

—Está cerrada. ¡Caput! ¡Bam! Cerrada, Star —explotó Ben—. Por tu bien y por el de todos nosotros. Y la verdad, ¡no sé qué narices se te pasó por la azotea para hacer lo que hiciste, después de todo! —Mary Dorcas, bebía sorbitos de té, mientras observaba la escena entre Ben y Star con cierto agotamiento—. Te das cuenta de que hemos tenido una suerte del copón, ¿no?

—Ben... Déjalo ya, ¿vale? Creo que a Star le ha quedado claro que no debe repetir su equivocación... No veo necesario este machaque, por favor. —Matt se interpuso físicamente entre su amigo y la chica, tratando de poner tierra de por medio.

—¡Qué vas a decir tú! Si es que encima, lo sabías. Mira, que ella, que es prácticamente una niña, hiciera algo así me toca las narices, pero que tú se lo permitieras... me decepciona —dijo el garante frunciendo el ceño.

—Ben, querido amigo...

—Él no lo sabía, Ben. En realidad, me vio una vez había vuelto y me hizo prometer que no volvería a intentar salir. Intentó evitarlo. Fui yo quien rompió la promesa.

—Eso no justifica que no me lo contara y que no tratáramos de tapiar esa maldita puerta, antes.

—Te puedes imaginar por qué no lo hice... —susurró Matt—. Seguía investigando acerca de lo que tú ya sabes...

—Pues si así era... deberías haber confiado en mí y habérmelo contado.

—¡Ya basta! —irrumpió Mary Dorcas desafiante—. Debemos mirar al futuro de una vez por todas. La puerta está sellada, ahora debemos tratar aquello que nos preocupa de verdad. No ha pasado nada.

—No ha pasado nada porque Kuna es un traidor, y porque tu madre... —discutió Ben. Miró a Matt y disipó su enfado brevemente—. Tu madre... te quiere por encima de todas las cosas. Pero, ¿te has parado a pensar qué habría sido de nosotros si es tu abuelo quien cruza la puerta?

—Pero no ha sido él... —respondió Star, inmiscuyéndose en la conversación de nuevo.

—Me da igual, Star. Estás... estás... ¡¡castigada!!

—¿Castigada? Pero, ¿cómo me vas a castigar tú, Ben? No me hagas reír.

—Bueno, castigada no, pero se acabó la conversación: Nadie sale de Hammondland sin mi permiso, ¿estamos? Es un pacto.

—Madre, di algo... —Nahama abría y cerraba uno de los pesados libros, presa por el interés que provocaba la historia en ella—. No pensarás dejar que Ben me castigue...

—Lo siento hija... pero Ben tiene razón. Míralo por el lado bueno: así tendremos tiempo de ponernos al día después de todos estos meses...

—¡Después de todos estos años, querrás decir! —A esas alturas, Star había olvidado lo mucho que quería hablar con su madre algunos días atrás. No soportaba la situación. Le había prometido a Gloria que le ayudaría, y todos en Hammondland ya sabían lo de las polillas y las muertes de Strana y otros lugares, y lo de los ritos de El Inadmisible en La Colmena... Alguien debía hacer algo—. Lo veo difícil, Nahama. —Fueron las últimas palabras de Star antes de abandonar la reunión.

—No le hagas caso... —dijo Matt con voz agradable, tratando de tranquilizar a Nahama—. Solo está enfadada. Se le pasará, estoy seguro. —Frente a él, Ben resopló y siguió los pasos de Star—. Espera Ben, tenemos que hablar...

—Hoy no, colega —respondió justo antes de dar un salto y tomar su forma felina.

Kuna apoyó sus manos en los reposabrazos del sillón y se puso en pie con dificultad. Barrió con la mirada la estancia, analizando primero a Nahama, después a Mary Dorcas, y por último, a Matt. Cuando llegó al chico, cambió su gesto mientras lo observaba juguetear con el colgante de su madre. Colocó sus brazos sobre su espalda y divagó hasta llegar a su lado.

—Bien, ahora que los niños han abandonado la sala —dijo con sarcasmo, dibujando una mueca burlona en su expresión—. Hablemos de cosas serias.

—¿Hay algo más que no nos hayas contado y debamos saber? —preguntó Matt con extrañeza.

—No lo sé, hijo. Dímelo tú, ¿hay algo más?

—La piedra desaparecida... —murmuró el Entherius para sí. Bajó la cabeza un momento, pensativo y después volvió a buscar la atención de Kuna.

—Exacto, ¿qué sabes de eso?

—Que la piedra lo descontroló todo. Utilizó la equivocada... Todo saltó por los aires y Michael, no volvió jamás a buscarla... Por miedo.

—Más o menos.

—Así que todo es cierto... —Matt se desplazó hasta el sillón y se sentó, tratando de asimilar que todo aquello que había sospechado, era mucho más que una sospecha. Era casi la verdad.

—Sí y necesitamos encontrarla. Prepararnos para una gran batalla, Matteo. Antes de que Michael se recupere de su enfermedad.

—Lo sé. Ben y yo la hemos estado buscando, pero no logramos dar con ella.

—Sabes que las piedras caídas eran originalmente dos, ¿verdad? Una perteneció a tu abuelo, la otra a Quigen Moon.

—Sí.

—Eso quiere decir, que los pedazos de una misma piedra... son como hermanos inseparables.

—¿Qué significa eso?

—Significa, que entre ellas se reconocen y se atraen como un imán. Ahora tienes dos en tu poder.

—¡¡¿Dos?!!

—Sí, la chica tiene una... la que vimos surgir en el ara del templo sagrado. Ya viste lo que provocó...

—¿Y la otra?

—La otra... —Mary Dorcas se acercó a su hijo y colocó la mano sobre su hombro—. La tienes entre tus manos, chico.

—¿Qué? —exclamó Matt sorprendido, mientras estudiaba con detenimiento la piedra que colgaba de la gargantilla de su madre.

—Así es... Siempre la ha tenido él... bajo la protección de otra persona, y por supuesto, inutilizada. Y no solo eso, querido hijo, Michael nunca volvió a Hammondland a buscar el pedazo que falta no por miedo... si no porque no sabe que aquí yace el pedazo perdido. Nunca ha sabido que faltaba un fragmento.

—¿Cómo? ¿Cómo es posible que nunca conociera esto?

—En este caso la respuesta sí es, por miedo. Después de lo que ocurrió ha sido y sigue siendo un tema tabú. Al pensar que había recuperado todos los pedazos, y que conservaba uno en mi gargantilla y otro bajo un poder de protección de inutilización en el ara del templo... surgió en él, la falsa respuesta de que todo estaba solucionado y bajo control...

—¿Y cómo se ha generado el rumor de la pieza faltante en Hammondland? ¿Cómo lo he sabido yo, cómo lo habéis sabido vosotros? —barruntó con nerviosismo el chico, masajeandose las sientes. Necesitaba comprender cada detalle de la información privilegiada que Kuna le estaba concediendo.

—La información es solo eso: rumores. Y no hay más ciego que el que no quiere ver. Michael nunca ha tenido la necesidad de creer chismorreos porque nunca se ha sentido amenazado —puntualizó el viejo mientras vagaba por la superficie de la biblioteca.

—Pero ahora sí, ¿puede que los esté buscando ahora?

—No lo creo. Esa información solo la tendrá él, ningún Desdenio, ni siquiera Damon, y en su estado... dudo que pueda ni siquiera hablar.

—Bien. Entonces... si conseguimos reunir todos los pedazos...antes de que él decida venir a por nosotros...

—Star será indestructible. Es la máxima heredera de las piedras caídas de Quigen, y además la que porta el título de Renacida. Queramos o no, nuestro destino está en sus manos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro