Capítulo 13

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Conforme pasaba el tiempo, más se extendía la enfermedad, al igual que se iban esparciendo diferentes opiniones en el público.

La cosa fue a peor cuando, de manera intempestiva, el pueblo buscaba por un gobernante, era, casi, obvio decir que los mejores postulantes eran los dos hijos de la casa noble de los Lucis Caelum.

Pero nadie podía decir quién era mejor o peor que el otro, teniendo en cuenta todo lo que se decía y pensaba de ambos, con sus pros y contras.

Incluso en ese momento, el hijo menor de los Lucis Caelum estaba sentado en una silla, viendo atento a lo que pudiera decir el maestro médico que estaba examinando a la niña.

Habían pasado años, pero ella seguía siendo una niña.

El erudito solo negó con la cabeza antes de dar un gran suspiro, mirando a la niña en frente de ellos, ya se suponía que tenía 11 años, pero seguía con la apariencia de tener 5, apenas un poco más.

Si bien antes era precavido a la idea exponerla a los médicos, investigadores y eruditos, la situación actual era demasiado extraña, incluso para ella; tuvo que ser extremadamente claro al dejar siquiera a ese hombre acercarse, imponiendo la presión de su gran aura y poder sobre él, estipulando que si llegaba a abrir la boca, o tan siquiera esparcir rumor, se lo lanzaría a los cadentes.

- Nunca había visto algo como esto antes, mi señor -dio una mirada al joven heredero, temiendo por su vida si es que los rumores de su supuesta sed de sangre eran ciertos o el que cumpla su sombría promesa.

- Entonces, supongo yo, que no tienes ni idea de que lo causa o cómo curarla, ¿es así? -no obtuvo respuesta y solo miró a la niña, sentada ahí, mirándolos a ambos.

- Puede que sea mejor que llame a la gente del templo -sugirió el hombre, ya a nada de dejar caer sus propias creencias.

- Así será entonces -con un gesto de la mano le indicó la puerta, el hombre fue rápido en irse, por el miedo caso olvida su paga que le fue lanzada en una bolsa de piel por parte del hombre que custodiaba como guardián la puerta- y tú, ¿cómo te sientes? -dirigió su atención a la supuesta niña, ella miró a su regazo un momento ante de llevar ambas manos a su nuca.

- Somnus -le llamó, al fin siendo, casi, hábil en su lengua- miró mi cuello con un gran susto, ¿por qué?

Se levantó de su lugar, mirando a la zona que ella le señalaba, allí, como ya desde hace dos años que era notable, se encontraba la marca del demonio de fuego, Ifrit; era obvio suponer por qué le dijo que busque ayuda en el templo siendo esta la magnitud de las sospechas.

Puede que sea una maldición de ese Dios caído, pero de ahí a que se ponga sobre ella le parecía injusto, ¿ella qué le había hecho a los Sidereos?, ¿No tenía ya suficiente con su propia vida en peligro a cada momento?

La vida siempre era injusta.

- No es nada -le dijo, tocando sus hombros y dándole de su magia para calmarla, era una mentira, (...) lo sabía, cada vez que pasaba sus manos por la zona sentía su piel más gruesa y con líneas casi definidas sobre ella, pero lo dejaba ser, porque confía en Somnus.

Aún sin saber que Somnus nunca llamaría al templo para tener lejos a Aera, porque él sabía muy bien que ella aún se contactaba, de una forma u otra, con Ardyn.

De sólo pensarlo le daba dolor de cabeza.

- Es tiempo para que parta -miró el horizonte, ya se podía distinguir la salida de la luna en el cielo de verano.

- Dijiste que no irías durante dos semanas -le recordó, casi parecía que se lo estaba recriminando, aún seguía presente ese acento suyo y él no pudo olvidar que le había prometido quedarse junto a ella para que pudiera seguir enseñándole su lenguaje.

Si bien (...) pensaba que era por su mera curiosidad de saber, la verdad era que él estaba pensando en usar ese lenguaje foráneo para tener una manera de comunicar secretos solo entre sus conocidos ante el incremento en el número de aquellos que querían seguir a su hermano.

Era peligroso ver que algunos de sus hombre querían seguir a Ardyn, aunque su respuesta rápido era enviarlos al frente.

- Lo siento -se acercó a ella, mirando que no había cambiado nada, aún cuando en su mente se reflejase la imagen de una muchacha, casi una mujer, cada que la veía, solo negaba, porque lo más seguro es que fuese un tonto producto de su mente; posó su mano en su mejilla, (...) sintió su mano, dura en contraste con la suya, resultado de blandir la espada durante tanto tiempo- regresaré tan pronto como pueda.

- Esta bien -su caricia paró y en cuanto lo vio irse tras la puerta dejó de sonreír, su rostro se tornó sombrío de un momento a otro; sentía mucha preocupación por todo lo que ocurría, no entendía mucho pero algo de lo que sí estaba segura era de que Ardyn seguía ahí afuera, metido en el constante peligro de ser contagiado por esa enfermedad y morir.

Lo último que quería era eso.

- ¿Ardyn? -llamó en su mente, como cada mañana al despertar y cada noche antes de dormir, como cada vez que oraba y agradecía por los alimentos de la misma forma que él le enseñó.

Pero nunca había nada, no había ninguna respuesta, no habia ningún consuelo; solo alimentaba su miedo de que, en realidad, ya lo había perdido, no obstante, seguía ahí, esa luz que le mostraba su presencia seguía ahí.

- ¿Por qué no me respondes? -trató de ser fuerte, pero su lamento no sólo se escuchó en el espacio oscuro de su mente, se escuchó hasta detrás de la puerta, donde el hombre de cabello negro aún se mantenía, recargando su peso sobre la puerta de madera y con los brazos cruzados.

Escuchaba cada palabra mientras miraba hacia el suelo, porque ya estaba harto de que (...) aún añoraba el regreso de Ardyn; su cabello cubría sus ojos, siempre eran brillantes pero ahora estaban oscuros, llenos de resentimiento.

¿Acaso no era lo suficientemente feliz solo con él?

Se movió de su lugar, su mirada daba miedo, escuchando cada vez más lejos sus llantos, que a pesar de que trataba de ser silenciosa, nunca podría serlo.

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