Capítulo 14

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Día tras día se podía ver que la cantidad de personas que se refugiaban en las tierras aledañas a las de la grandes tierras de los Lucis Caelum, buscando refugio del peligro que cada día era más cercano, cada día se podía ver más y más de cerca a la gente que dejó todo atrás, pidiendo limosna, los niños pequeños que iban junto a sus padres buscando cobijo en el templo del cristal.

Tomó con mayor fuerza la tela oscura, ocultando su rostro al igual que toda su apariencia, los ojos curiosos la seguían, todos vestían ropajes blancos, su capucha negra desentonaba grandemente, siendo un imán de las miradas las piedras preciosas que podían conservar la magia mas nadie se habría si quiera propuesto a pensar en robarle, el color de ropaje oscuro, de ese negro noche, sólo podía ser usado por la gente bajo la protección del alabado Somnus Lucis Caelum; (...) no era ignorante de esto menos del hecho de que todos la miraban con intenciones casi obvias, puede que tuviera el cuerpo de una niña, pero su edad mental era cada vez más avispada, más alerta de lo que le rodeaba, o al menos así se quería sentir, que podía ser capaz de defenderse sola.

Si eso fuera real, entonces no estaría escapando de la pequeña casa que Somnus le había dado, lo hubiera enfrentado y le hubiera dicho que quería ir a ver a Aera después de tanto tiempo; no sabe cómo o por qué, pero todo el contacto que ella llegó a tener con Aera o con el templo mismo sólo se detuvo, no hubo explicaciones, ni siquiera le dio una razón cuando, un mes después de la rara prohibición, Aera apareció en frente las tierras de los Lucis Caelum, pidiendo por verla mas fue rechazada, (...) no se enteró de esto hasta después de unas semanas a base de chismes de las sirvientas.

Ella quería verla, quería verla demasiado.

Quería regresar en el tiempo con más ganas que cualquier otra niña hubiese querido.

En cuanto puso un pie en las tierras del templo vio a los guardias frente a ella, trataban de mirarla con respeto pero era obvio que sentian algo de miedo al verla.

- Vengo a presentar plegarias -fue su única respuesta, esperando pasar, estar unos pasos cerca del calor amable y gentil de Aera.

Como una niña que pide ser llevada en los brazos de su madre.

No tuvo una respuesta verbal, pero se lo veía venir, sin palabras, sólo con sus lanzas ligeramente en su dirección, era más que obvia la respuesta negativa, no dijo nada, miró en dirección de la torra más alta y dio una reverencia con todo respeto.

-Mira -su dulce y amable voz, delicada en cada aspecto, mientras pasaba sus dedos entre sus quebradizos cabellos con sumo cuidado, siguió su mirada hacia una gran edificación, de esas que se veían a la distancia- ese es el templo de adoración a los dioses, allí se encuentra el sagrado cristal.

- No te debe entender una palabra -la expresión amorosa de Aera cambio drásticamente a un puchero de molestia junto a su inusual ceño fruncido, ambas voltearon a ver a Ardyn, quien tallaba unas ramas de árbol para darle una superficie más suave- (...) debe estar confundida con todo lo que le dices.

- Y mira quién habla, (...) tampoco te entiende -ambos se miraron, Ardyn sonrió y (...) contuvo una risa, Aera los miró y casi hace un berrinche a manera de chiste- ¡lo juro! ¡ustedes dos se entienden! No cómo, pero sé que lo hacen.

Ardyn está vez dejó or una risa, apoyándose en el tronco del árbol junto al que estaba sentado, (...) seguía cada uno de sus movimientos con ojos curiosos, pronto se dio cuenta- pequeña (...) -le dijo, siempre sonriendo calmadamente- el sagrado cristal es una conexión sagrada con los dioses, es como tenerlos en frente de nosotros.

- Así es -se siente presionada entre los brazos de la mujer, que la sostienen con afecto, poniendo su barbilla encima de su cabeza, dejando su oído en el lugar exacto para escuchar con calma el latir de su corazón, se siente tan calmada- algún día, muy pronto esperamos, te llevaremos ante el cristal para pedir su bendición sobre ti, tendrás que mostrar tus respetos también, debes dar una pequeña reverencia -hizo el gesto ella misma, aún sosteniendo la en sus brazos.

- Ya debe ser su tiempo para dormir, ha sido un día largo -fue todo lo que escuchó antes de caer dormida, aferrando sus manos a la túnica de color blanco puro.

Se sentía segura.

Se sentía amada.

Quería quedarse así siempre.

Esperar el día en que la llevarían ante el cristal y tener su bendición.

Pero ese día nunca llegó.

Ahora esta más cerca, podría decir algo, reclamar que la dejasen entrar, quería abrazar de nuevo a Aera, pero no podía hacerlo.

Ahora todo se dividía en tres facciones, por así decirlo, los que seguían a Somnus, los que creían en Ardyn y, por último, el templo que aún no sabía a que lado inclinarse.

Ella o podía entrar al templo, no de esta manera, no con este ropaje oscuro, porque era igual a que dejasen entrar al mismísimo Somnus Lucis Caelum, era aceptar que estaban del lado de aquel que se decía que quemaba viva a la gente infectada aunque esto fuera en contra de las creencias del templo y los designios de los Sidereos; esa era su razón para mantenerse en silenciosa comprensión, por lo menos lo intentó

En realidad no importaba que ropaje usase.

Blanco o negro.

Todos sabían que ella venía de la tierra de los Caelum.

Si ella ponía un pie en el templo, ya sea vistiendo su usual ropa oscura o tratando de usar ropas blancas, sería un pie de alerta para muchos y solo pondría más leña al extraño enfrentamiento de opiniones que se estaba creando.

Si usaba blanco era ayudar a Ardyn

Si usaba negro, a Somnus.

No importaba la decisión, pondría en jaque a todos, eso le quedó claro cuando esa anciana criada a la que quedó en cuidado le rogó junto a otras que lo pensase dos veces antes de ir al templo.

En su camino de regreso, a la mitad de su recorrido, mirando a sus pies y tratando de ir por donde salió en completo silencio, se topó con un par de pies, de alguien en armadura, armadura que ya se conocía, roja oscura, casi carmesí para confundirse con la sangre.

Suspiró, ahora era imposible hacer como si nunca se hubiera escapado.

- Date prisa -fueron sus palabras antes de dar media vuelta y empezar a caminar, (...) no dio una respuesta oral, sólo siguió su paso, tropezando con la marca que dejó Gilgamesh con solo pararse ahí con su pesada armadura.

Se enfocó en cómo ambos se diferenciaban; Gilgamesh era grandemente poderoso, realmente era valedor del gran título que Somnus le daba, algún día deseaba poder tener su misma fuerza para también apoyar a Somnus.

Pero, solo viendo como su pie de niña se diferenciaba de la gran huella de Gilgamesh, esa gran brecha le mataba la esperanza.

- ¿Estas enojado? -no tuvo su respuesta, aceleró el paso y quedó en frente de él, mirando esos ojos rojos tras la máscara.

Se quedaron mirando hasta que Gilgamesh solo continúo su camino, no respondió su pregunta y mucho menos le diji otra cosa, con la cabeza baja solo se dedicó a seguirlo.

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