Capítulo 15

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Quiero ser más fuerte.

Aún recordaba esa mañana los llantos de las mujeres a su cargo, al igual que el grito al cielo que pegaron cuando la vieron cargando una espada de madera amarrada en su espalda.

- Mi señorita -una de ellas, la más calmada y que no se comportaba como si esto hubiese sido la gota que derramó el vaso, se acercó- no esta bien visto que una niña use una espada, por favor, déjeme guiarla a su clase de etiqueta -sus palabras eran respetuosas, para todas esas mujeres, sabía que ella era un constante tema de preocupación.

Porque sabían que si algo se le metía a la cabeza no habría quien pudiera con ella y porque si algo le pasaba Somnus sería el primero en aparecerse; se podría decir que su nueva fama no era la mejor en ese momento.

Eso incluía a la mujer que le enseñaba el fino arte de la etiqueta, era lindo, hasta cierto punto, le gustaba ciertos aspectos, aunque no podía evitar sentirse contrariada ante las miradas de desprecio de la misma mujer que le impartía las enseñanzas, ya se hizo la idea, porque su cabello no era sedoso y no caía liso con la gravedad, porque su nariz no era la común en la zona, al igual que sus ojos, su boca, o cualquier otra mínima característica de su rostro o cuerpo.

- ¡Espere, señorita! -prefería esquivar esas miradas incómodas, la falsa modestia y respeto.

Prefería llenarse las manos de heridas antes que seguir en ello, porque tras tantos años de clases de etiqueta se dio cuenta que miraba hacia la ventana, dirigiendo su mirar a un lugar en específico.

En ocasiones pensaba que Gilgamesh no se daba cuenta de su mirada, pero a los pocos segundos ella lo sentía, que sin que él voltearse a verla ya se sabía que lo miraba con atención.

Era por eso, que a espaldas de sus damas de compañía, (...) ponía en manos de Somnus su capucha negra todo el tiempo posible para así tener magia guardada en las piedras de la tela y poder tener la energía para seguir el entrenamiento que Gilgamesh le daba.

Fue duro, siempre caía y debía volver a levantarse, no podía mostrar miedo aunque era algo difícil cuando Gilgamesh de buenas a primeras la había recibido con una actitud para nada amable.

- Ya deberías saber que para mí, lo mejor hubiera sido terminar con tu sufrimiento -esa fueron sus palabras cuando le pidió por su enseñanza, no podía negarlo, sintió mucho miedo al saberlo.

Quizás le dio más miedo el saber que Somnus nunca se lo había dicho, estando segura de que ya lo sabía.

No obstante tuvo que ser persistente, las heridas en sus manos ya se hacían notorias, dando a entender la fuerza de sus entrenamientos aunque ella fuese aparentemente dura e indestructible.

Solo la hacía poner a ese hombre con máscara más alto en su mente.

Pero era obvio que eso no pasaba por alto a la vista de Somnus; (...) sabia que él ya estaba enterado, sería tonto de ella esperar que su ahora maestro de espadas guardase algo tan mínimo como sus escapadas o sus entrenamientos a Somnus, su señor al que ponía en alta estima.

Había dejado de ser crédula desde hace un tiempo; quizás el mismo tiempo en que pudo conectarse con su otra yo, debajo de ese inmenso mar, ahora habían vuelto a ser una, pero las constantes preguntas siempre tildaba en su cabeza.

¿En dónde estaba Ardyn?

¿Por qué Aera no había vuelto a verla?

¿Por qué sentía que Somnus no le decía la verdad?

Pero luego decía que estaba bien, Somnus debía estar protegiéndola.

Que Somnus no le podría mentir, y que si lo hacía, lo hacía para tratar de protegerla aunque pueda remorderse la consciencia; esa idea era la que la ayudaba a borrarse esas otras preguntas de su cabeza.

En esos momentos no se daba cuenta de que esa la manera en que se mentía a sí misma, era algo remarcable y nunca tendría suficiente para evitar hacerlo en un futuro.

Siempre era doloroso quitarse la piel de las heridas por tener la espada de madera en sus manos durante tanto tiempo, al aferrarse a esta sus manos se volvían callosas, duras, su piel no lo soportaba y se caía, en ocasiones ni las cremas o ungüentos ayudaban y tenia que vendarse y tragarse el dolor mientras se mantenía bajo la mirada de Gilgamesh.

La primera vez que se enfrentó a él, no duró más de unos segundos, agradeció tener la piel dura, porque de otra manera su brazo hubiera sido cortado sin ninguna consideración por el hombre de máscara roja granate.

y fue continuar, caer, volver a golpearse; en realidad, quería olvidar a la ella que era más débil, la niña tonta que fue, que apenas y podía reconocer palabra del idioma del lugar al que había ido a parar, demasiado asustada en el entorno diferente que la rodeaba.

Demasiado asustada recordando los monstruos que ahí se encontraban.

Aun recordaba las palabras de Somnus, que cierre sus ojos, que tape sus oídos y que no respire hasta que él la encuentre y pueda salvarla.

Pero aun se preguntaba, ¿Qué era lo que hacía una niña pequeña en el campo de batalla? No quería escuchar a lo que otros decían.

"El joven amo usa a esa niña como carnada".

Eran palabras dolorosas que decían al verla pasar y obviamente no creía, Somnus no la pondría en peligro.

- Levántate, no muestres debilidad -volvió a ser tirada al suelo, sus pensamientos la llevaban a lugares que en realidad no quería, quería deshacerse de ese espacio ocupado de preguntas, pero, entonces, ¿Qué haría con el silencio que dejaba atrás? Ese silencio que era llenado por sus conversaciones con Ardyn, y pensar en él sólo la hacía preguntarse una vez más qué cosa había pasado.

Nadie le decía y nunca podía saber qué rayos pasaba detrás de esas paredes, su miedo a la verdad que ignoraba, esa era su debilidad.

- (...) - su nombre es pronunciado con cierta sorpresa, como si se sorprendiera de verla ahí, baja la capucha con sus manos a la par que se acerca, dejando a un lado la espada de madera, porque ya se había decidido a mostrarle que quería ser fuerte.

Que podía ayudarlo si es que se lo pedía.

-El maestro no me muestra favor, y estoy bien con ello, quiero ayudarte -dijo con toda convicción, mirándolo a los ojos, sin embargo Somnus sólo sonrió con calma, poniendo con delicadeza su mano sobre la mejilla ajena.

Se veía como una niña, pero se comportaba como una muchacha de mayor de edad.

En realidad, trataba de forzar esa imagen ante él, tratando de ser quien no era le hacía sentir cierta encrucijada.

- Yo también estoy bien con la tú que ya eres -sus palabras son cariñosas, cualquier otro las hubiese sentido de la misma manera que él quería que (...) entendiese.

Que no quería que cambie, que estaba feliz con quien ya era, y no podía evitar pensar que, al verla cambiar para "ayudarlo", no le brindaba ninguna alegría.

Ambos tenían ideas distintas de la "alegría" que podrían brindarse.

Ambos se vieron de nuevo en ese espacio lleno de agua, (...) se mantenía sentada, usando sus brazos para no quedar echada, Somnus tenía su cabeza sobre su hombro, en ocasiones su mano apretaba con algo de fuerza la mano que tenía más cerca, haciendo que a (...) le diera ese algo que no podía explicarse.

La verda es que sí podía entender qué es lo que tenía.

Pero le daba miedo pensar en ello mientras seguía con ese sentimiento de que nada estaba bien.

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