capítulo 17

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Nunca hubiera pensado que iba a apreciar tan profundamente algo material, eso pensaba mientras pasaba su dedo pulgar sobre una de las gemas verdes de la insignia, recordando ese día, lleno de alegría y nuevas experiencias, recordando la sonrisa de Aera mientras sostenía su mano con una sonrisa.

- Aera, ¿por qué no me respondes?

- No había opción -le responde la persona a su lado, pasando una mano sobre su cabello, mirando su expresión ida mientras hablaba en murmullos sosteniendo esa insignia de Bengal- las cosas ocurren por una razón, todo está decidido por los Sidereos

Esas eran sus palabras de consuelo mientras procedía a abrazarla.

- ¿Pero por qué...?

Por qué tenía que ser así, por qué no pudo ser diferente.

¿Por qué los Sidereos eran tan malvados para que terminase así? Se suponía que eran todo poderosos, pero por qué no lo habían impedido, Aera era su oráculo, elegida por ellos y que tenía su protección, entonces por qué...

- Ella no sufrió, te lo prometo -siguió acariciando su cabello, sin mirarla fijamente, escuchando las palabras, todas esas preguntas aún si pudiera entenderlas o no.

- Somnus, por qué él...

No termino de mencionar sus palabras ni referirse del todo a esa persona, pero era obvio a quien se refería.

Pero era obvio que no iba a decirle qué había hecho en realidad, o la razón por la que estuvo desaparecido por casi una semana.

- Ardyn, por qué.

Seguia lamentándose, seguía apretando la insignia en su mano con fuerza, y seguía tratando de encontrar esa luz que le mostraba que ambos seguían ahí.

No me abandonen.

- Todo estará bien -su consuelo no llegó a ella, no mientras estaba perdida en sus propios pensamientos.

Quédense a mi lado.

Y antes de tener la facultad de poner sus pensamientos en orden, las cosas volvieron a cambiar.

- Me presento ante Lady (...) -la mujer frente a ella dio una respetuosa reverencia antes de volver a levantarse y sonreír, dejando aún más en claro lo linda que era.

No recordaba su nombre a pesar de que acababa de decírselo, solo podía fijarse en lo linda que era, su linda figura, esbelta y delgada, era alta pero no demasiado, con un rostro precioso según todos los cánones de belleza.

Era la hija de un noble hasta donde tenía entendido, al igual que era uno de los que respaldaban a Somnus en la nueva corte que se había formado el año pasado.

El tiempo sí que pasaba rápido.

Eso se recordaba mientras sostenía la espada en una mano y el escudo en la otra, parada en mitad del centro de entrenamiento con Gilgamesh a un lado, ambos preguntándose qué hacía una joven noble en frente de ellos en un lugar que estaba rodeado de barro debido a la lluvia ligera de la mañana y la tierra movida por la marcha constante de los soldados en entrenamiento.

Quizás sin la máscara Gilgamesh se veía tan confundido como ella o puede que no, teniendo en cuenta lo estoico que podía llegar a ser el hombre cuando la cosa no era con él o simplemente no le daba demasiada importancia.

¿Qué en nombre de los Sidereos hacía la prometida del rey Somnus en pleno lugar como ese dando sus saludos a los dos mientras sus sirvientas recogían los bordes de su largo y bello vestido celeste claro, mirándolos como si no fueran dignos de los saludos de su señorita?

(...) nunca había sido buena con los nobles, quizás era por eso que prefería fugarse al lado de Gilgamesh últimamente para escapar de ellos ya que Somnus había sido prácticamente absorbido por esas personas que hablaban de políticas y leyes.

- Damos los saludos a la señorita -fue a ella a la que le tocó recibirla, poniendo la punta de la espada en el suelo y dando una reverencia con el escudo al pecho como era el saludo general.

Si hubiera sido la misma niña que en el pasado, al menos mentalmente, se hubiera puesto a llorar al ver a la mujer que se casaría con Somnus.

Pero ahora había aprendido que debía mantenerse calmada, además del hecho que sentía que había llorado más que suficiente por un tiempo, ya luego podría seguir con ello.

Una vez dado el saludo de vuelta la joven noble se retiró con sus sirvientas y damas de compañía siguiéndole los pasos, mirándola, hasta caminando, se veía tan digna y elegante en cada paso, con su brillante y sedoso cabello negro al aire.

- ¿Esta es la forma del mundo de remarcar que no puedo ser así? -lo preguntó por lo bajo, más para ella que para otros, sabiendo que poco le importaría sus sentimientos al hombre a su lado que la guiaba para volver a levantar sus armas.

Tener que empuñar las armas ya era necesario, pues según Somnus ella debía aprender a pelear, siendo que solía seguirlo al campo de guerra contra los infectados que quedaban, a pesar de su cuerpo aún pequeño y joven, ya habían pasado varios años y su mentalidad iba cambiando.

Como el momento en que se enteró que Somnus se iba a casar con alguien que no era ella.

Al menos lo supo de primera mano, había tenido el valor de romper su promesa en frente de ella y decirle que una boda entre ellos no era posible, lloró y se negó con la tonta idea de aferrarse a ello como una niña, su mentalidad de niña que, de seguir teniendo, nunca hubiera dejado de llorar.

Y estaba harta de hacerlo.

No podía decir que era tonta por haberle creído, no podía decir que era una malcriada por haber llorado ante ello al igual que no podía decir que fue una infantil por todo eso.

Porque era una niña, maldita sea.

Vivió tratando de ser una niña para dar una razón a su cuerpo y a su extraña existencia.

Pero había decidido dejar eso de lado

- Estás extrañamente callada.

Tendría que dejar ir también a ese hombre, que se sentaba en frente de ella, ambos comiendo en esa mesa pequeña como en los viejos tiempos, los más queridos, cuando no tenía idea de lo que pasaba a su alrededor, si bien siempre estaba confundida en esos tiempos, era rodeada de falsa y continua felicidad.

Pero, al final, la realidad y el entendimiento de su situación la habían tirado lejos de su infantil consuelo.

Aunque era difícil, teniendo en cuenta que él ponía su mano en su mejilla, dando caricias para sacarla de sus pensamientos lejanos, en parte, funcionaba.

Porque le hacía recordar en dónde estaba parada y que este Somnus no er suyo.

- Sólo no puedo dejar de pensar en algunas cosas.

En su futura boda.

En la mujer con la que se iba a casar.

En que debía mantener el trono y el nombre de su familia.

En que extrañaba los brazos reconfortantes de aquellos que se habían ido.

En que recordaba los gritos y rugidos de los infectados en los fuegos masivos.

En que empezaba a recordar sonidos, canciones una vez olvidadas y que no creyó escuchar alguna vez, pero que ahí estaban, dando vueltas en su cabeza.

- Stand by me...

- ¿Cómo dices? -lo tomó por sorpresa, aparentemente, no era el idioma que le había enseñado, ese que parecía de tierras lejanas, las tierras de su origen, estás eran, por decir poco, parecidas, pero con una entonación diferente.

Dejó de tocarla, de darle un ancla a su realidad, bajando su mente de su ensoñación de golpe, quizás demasiado brusco para su gusto porque (...) también se puso alerta ante su portada rígida.

- Ah, no, no es nada, es algo que tengo en la cabeza últimamente -juega con su comida de tanto en tanto, mirando al plato, pensando que de ahora en adelante debe ser cuidadosa con lo que sale de su boca- ni estoy segura de lo que significa.

Porque no es una buena señal hablar en una lengua desconocida en frente del rey, quién la mira con duda, con sospecha, algo que se ha hecho, tristemente, casi un hábito que le revuelve el estómago, quizás lo más seguro era decir que, desde que perdió su jovialidad infantil y se decidió por madurar, Somnus empezó a sospechar de ese cambio.

Y la miraba como si fuera una extraña.

- Quizás ya puedo entender qué decían los Bengales -una broma siempre era buena para disipar las nubes oscuras en sus ojos, tratar de quitar la duda de ellos- pero no tengo la menor idea de lo que significa aún.

- ¿Alguno volvió a acercarse? -su tono y su mirada ahora son las de una persona preocupada, muy lejos del resultado que quería.

- Digo, lo veo cerca, en ocasiones, detrás del muro.

Debe cambiar su enfoque, su atención, porque de otra forma lo verá aparecerse con una piel de Bengal como regalo que esté a nada de hacerla vomitar con solo verla.

Esas criaturas, incluso en su ignorancia, y aunque fue a su beneficio, pudieron mantenerla viva unos cuantos días más, por lo cual siempre estaría agradecida, pero lo hecho, hecho estaba, ella rechazó su regalo y, de manera no tan sorprendente, terminó cubriendo los delicados hombros y espalda de la prometida de Somnus.

Al menos el sacrificio del animal no sería en vano.

Como siempre los días pasaban, era un abrir y cerrar de ojos para ella, ya no le sorprendía, solía perderse así, en el tiempo, en las horas que le parecían micro segundos, en dónde simplemente perdía el hilo del tiempo.

Y se encontraba en la fecha dictada.

Vio el vestido sobre su cama, sobre las mantas de diseños varios que fue recolectando por mandado del mismo mercado al que fue en el pasado con la mujer de cabellos dorados y sonrisa amable, flores azules y negras decoraban el florero en su mesita de noche, su color contrastaba con las flores rojas que solía recoger en el campo.

Recoger flores rojas y también algunas medicinales, otras de diferentes colores eran puestas sobre su cabeza a forma de corona.

Luego devolvía su mirada al vestido negro, también habían joyas de plata y gemas azules, eran parecidas a las de su capucha y podía sentir la magia de Somnus dentro de estas, quizás era su manera de decirle que no podría estar cerca de ella para darle magia en los siguientes días, que tendría que usar estás a cambio, o quizás trataba de enmendarse con ella por romper su promesa, pero era lo que menos parecía cierto, lo más seguro era que sólo fuera la primera de sus opciones.

La boda fue hermosa, por lo que llegó a ver, con ese pedazos de tela oscura sobre su cara a modo de velo tuvo que arreglárselas para caminar sostenida de la pared en algunas ocasiones.

Fue larga, mucho para su propio gusto, y cuando pensó que la noche sería aún peor está se fue en un abrir y cerrar de ojos.

Se convirtió en una costumbre.

Sólo fue pestañear, un abrir y cerrar de ojos, y ver una pequeña cantidad de magia, de energía, en el vientre de la ahora reina del naciente reino de Insomnia, antes de ser tachada como vulgar por tocar a la reina con su mano y hasta de ser señalada por tratar de, según la fracción de la reina, volverla estéril con su brujería.

Porque, aparentemente, ella era una bruja que no envejecía, un demonio que deseaba el mal al reino y que asesinaría a los descendientes de la familia real por celos.

Tuvieron que callar sus bocas y sus estúpidos reclamos cuando se dió la noticia, esa misma tarde, de que la reina estaba embarazada, y que la doncella que servía al rey había dado su bendición ya que el aún no nacido presentaba gran salud y energía según decía la partera.

La bruja del palacio se había convertido en La Dama (...), quien había bendecido al futuro bebé real y había ganado el favor de la reina porque la misma partera decía que era muy probable que fuera un niño.

Todo pasó tan rápido que fue difícil de procesar.

Al igual que le fue difícil de procesar el hecho de que Somnus cayó al suelo, tosiendo sangre tras no poder respirar adecuadamente, mientras ella trataba de sostenerlo y gritar por ayuda, teniendo que soltarlo cuando se dió cuenta que tomaba más magia de la que debía, gatear al rincón más alejado de él, tratar de no tocarlo, llamar por ayuda, mientras se sentía impotente de estar justo ahí y no poder hacer nada mientras lo veía luchar para respirar antes de que llegaste alguien a socorrerlo.

El miedo fue mayor, ni siquiera se molestó por las miradas dudosas que le daban.

Solo pudo aferrarse a su capucha negra, casi arrancando las piedras de magia cosidas a esta.

No pudo evitar pensar de nuevo: sólo quédate a mi lado.

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