capítulo 18

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Su mano es cálida, envuelve la de ella con facilidad, es áspera por lo años de usar la espada, pasa su dedo pulgar sobre su piel, un gesto acogedor, una caricia que no es muy diferente al pasado, un gesto cogedor mientras ambos están parados en frente de las pilas de fuego consumiendo los cuerpos podridos por la enfermedad o cuando implemente paseaban con calma por lo que sería el jardín del futuro palacio de la ciudadela que Somnus tanto quiere construir.

- Es para proteger al cristal -eso fue lo que dijo y cree en ello, u completa esperanza puesta en el cristal enorme que se mantiene orgulloso en su base, brillando de manera mística, liberando magia, o lo que ella ha llegado a entender que le llaman "magia".

- Entiendo -trata de hacerse para atrás, para halarlo con ella, sus mano aún unidas, tratar de hacer que al menos se siente, pero es tan terco, siempre lo ha sido, un maldito cabeza dura, que sabe lo que ella quiere hacer y suelta su mano, negando con la cabeza, murmurando sobre algo e que "él tiene que seguir"- pero tienes que descansar -vuelve a tomar su mano, esta vez ya no le da muchas opciones, toma su mano, más grande, entre las suyas, y ni así puede envolverla por completo- por favor -su plegaria parece muda, su manos tiemblan, está tocando ese anillo, el cual le da una rara sensación por el largo de su espalda, como un sentimiento ominoso.

Puede decir que lo odia, que en verdad está empezando a odiarlo, tanto a Somnus como a ese anillo, por llegar a estos extremo por los demás y por tenerlo amarrado a esa piedra que parece estar matándolo más rápido.

Siempre era esto, desde que habían acabado con la plaga, para Somnus, la cosa se había hecho más simple al igual que monstruosamente difícil.

Era simple, porque primero era el pueblo, su gente, luego el cristal, la aparente raíz de todas las desgracias a ojos de (...), luego los Sidéreos y sus decisiones, después sus soldados, luego su familia, su esposa con un niño pequeño, su único hijo, de apenas 1 año y algo más, y entonces estaba él.

Pensaba que quien debía resolverlo todo era él, sin importar su demacrado estado, si no fuera por ese mismo estado, (...) ya lo hubiera querido hacer entrar en razón a base de golpes, no escuchaba a nadie que le dijese que debía, al menos, bajar el ritmo de sus actividades o que se sentase a descansar cuando su piel palidecía en vez de caer sentado con una mano en el pecho mientras alguien más trataba de ayudarlo a respirar, siempre quería minorizar lo que le estaba pasando, sin importar que era realmente un tema de preocupación, pero no había caso, él solo seguiría, daría una sonrisa cansada alegando que todo estaba bien, que él estaría bien, era algo que le escuchaba decir cada día con más frecuencia, en especial a ese pequeño niño que siempre le daba una sonrisa sincera mientras hacía su mejor esfuerzo por llevarlo en brazos, llevándolo entre las plantaciones cercanas y diciéndole cosas al oído que no quería escuchar porque era algo privado entre ambos.

Ese niño se parecía tanto a él que casi la hacía llorar, en especial, cuando también iba a ella, la primera vez recuerda que la noche anterior había llovido tanto que se hizo un pequeño hueco en la base de la pared que delimitaba la zona de entrenamiento de los soldados, nadie supo en qué momento se escapó de sus niñeras y de las doncellas de su madre, pero el pequeño príncipe se apareció en frente de ella lleno de barro semi seco tanto en su ropa blanca como sus mejillas rosadas, levantando los brazos y haciendo sonidos propios de un bebé en cuanto Gilgamesh también percibió su presencia, aparentemente quería que el colosal hombre lo levantase en brazos, cosa que, para su sorpresa, ocurrió.

Aparentemente ese niño podía lograr cosas que muchos no podían.

Y eso lo veían muchos otros, como los nobles de diferentes facciones que ponían una especial atención en el único heredero, esto se incrementaba conforme la salud del rey decaía, no faltó mucho para que enviasen "regalos", de varia cosas preciosas entre oro y telas finas, tanto a la reina, sus doncellas, a Gilgamesh y a ella misma.

Las cosas se hacían más alarmantes conforme Somnus ya casi no podía levantarse de su cama, en ocasiones lo seguía haciendo, (...) tomaba su mano, tenía que halar un poco para ayudarlo a ponerse de pie, tomar lo más mínimo de su magia y luego tener la mayor concentración para devolverla, Somnus le decía que eso le daba fuerza, que lo ayudaba a levantarse, y al parecer sus palabras eran ciertas porque así iban a caminar, tomados de la mano, ella tenía que ayudarlo, Gilgamesh nunca estaba muy lejos por si su rey volvía a desvanecerse y caía al suelo.

Raras veces estaban totalmente solos, por la preocupación de que algo pudiera pasarle a Somnus y ella no pudiera con ello, por eso era que no le daba un sentimiento seguro el que él simplemente pidiera que ella lo acompañe, solo ella, ambos en los grades campos de cultivo, caminando sin tener en mente un verdadero punto final al que llegar, sólo continuaban, hasta que la que se detuvo fue ella, Somnus fue tomado por sorpresa en ese momento, sus ropas de color negro siguieron moviéndose, efecto del viento que mostraba la entrada de la noche, en esos momento no podía ver bien su rostro, cubierto por una tela negra.

- ¿Cómo es que si quiera llegas a ver con eso puesto? -llegó a reír, quizás, después de mucho tiempo hacia ella, si mal no recuerda ahora sonreía y reía sinceramente si su amado hijo estaba con él, no tratando de sonreír falsamente para expresar que "todo estaba bien" o para tratar de mantener firme su aura de líder.

- No te mentiré, casi me mato cuando iba por las escaleras cuando empecé a usarlo -su rostro no era común, ni sus facciones, la debilidad de su piel se hacía cada vez más notable ahora que no podía estar cerca de Somnus siempre, sus palabras sinceras volvieron a sacarle otra risa, quizás porque se llegó a imaginarla así, con ambas manos sosteniéndola de la pared de la escalera para tratar de no tropezar y caerse como consecuencia.

- Pensé que estabas bien con tu capucha -volvió a caminar, manteniéndola a su lado, su mano sobre la de ella volvía a tener la misma fuerza de antes.

- Lo estoy, la mayoría del tiempo, pero no quiero exaltar tanto a las personas -recuerda lo rostros sorprendido de algunos, en especial de los que empezaban a servir en las paredes del futuro palacio, prefería ahorrarles el periodo de temor, le escuchó hacer un sonido gutural, como una confirmación.

- Gilgamesh hace lo mismo, por eso usa esa máscara para cubrir su rostro -hizo gesto con su mano libre, con sus dedos extendidos para cubrir su rostro con sus ojo azules a la vista en el espacio entre sus dedos, tratando de imitar a su hombre de mayor confianza al fruncir el ceño para darse supuestos aires de seriedad.

- ¿En serio? Porque siento que tiene un significado mucho más profundo que eso.

- Bueno, ¿eso creo?

Ah, había olvidado que este hombre podía comportarse como un adolescente bromista, aun cuando sus bromas no dieran risa y quien fuera a reírse por ello fuera él mismo, pero la intención era lo que contaba.

- Extrañaba esto -tiene la mirada enfocada en el cielo, se está coloreando de un bello color morado con un poco de rosado, estrellas ya pueden llegar a notarse por la falta de luz, la mano libre de Somnus ahora fue a su nuca, ella no lo sentía, ni siquiera lo sabía, pero Somnus pasaba sus dedos por sobre el fino relieve de la cicatriz en su nuca, aquella extraña marca de Ifrit en su piel.

- Yo igual -no sabe qué está haciendo realmente, sólo quiere quedarse ahí, un poco más.

Somnus vuelve mirar el horizonte, la inmensidad que parece tener al estar en el campo abierto.

- Algún día, todo esto -señaló el horizonte con su mano, pero para ello tuvo que soltarla de nuevo.

En serio, cada vez que lo veía con esa mirada, como si pensaste en algo que estaba más allá, ahí estaba de nuevo, dándole esa sensación extraña, el miedo era real bajo su piel y quería que se quedase ahí, con ella, un momento más.

- Todo esto, el resultado de todas mis acciones se mostrará en un futuro en el que todos estén bien, que puedan vivir largas vidas y no tengan que preocuparse por nada -dejó algo de su peso sobre ella, estaba cansado, lo sabía, tuvo que abrazarlo para llevar su peso de manera más fácil, se le hacía difícil respirar ya que la tela negra que cubría su rostro estaba mojada por agua salada, Somnus, en respuesta, también la envolvió entre sus brazos.

- Nosotros ya estamos bien, ¿Sabes? Lo hiciste bien, estamos todos bien -la estaba envolviendo por completo, quizás se veían como un punto negro que estaba siendo cubierto por el manto estrellado de la noche.

Y así como la noche los cubrió por completo, al amanecer, Somnus había sido finalmente liberado.

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