Capítulo 19

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-¡¿Cómo puedes ser tan malvada?! -la mujer frente a ella cae al suelo, llorando de manera descontrolada.

Hay demasiada gente alrededor, era obvio que quería formar un escándalo y dejarse ver cómo el factor más vulnerable en esa situación mientras sus gritos dejaban de parecer los de un humano y se asemejaban a los de un animal en un matadero.

- ¡Solo me preocupo por nuestro joven príncipe! ¡¿Qué sería de él si lo dejamos en tus incapaces manos?! -la señala con el dedo de forma acusatoria, quizás no se da cuenta pero a pesar de que pone un rostro lleno de tristeza y miedo, puede leer sus intenciones desde lejos- ¡Si fuera por ti, él moriría en un campo abandonado!

Se toma un segundo, dos, esperando por la llegada del jefe de la corte, un hombre de confianza, a quien Somnus dejó a cargo del reino hasta que su hijo se hiciera del trono al cumplir la mayoría de edad.

- ¡Eres un monstruo! ¡Un maldito demonio!

Uff, se apuraba ese anciano o juraba que si le decía algo por sus acciones le cerraría la boca de un golpe, claro, era su ira en contra de la mujer y no del hombre mayor, pero en estos momentos y con tantos gritos, llantos y susurros por parte de los espectadores, se le iba a tirar a cualquiera.

- ¡Doncella! ¡Usted es acusada de traición! -esa era su señal, antes de que la mujer pudiera responder con más tonterías a gritos se desplazó lo suficientemente rápido para cortar los tendones de sus tobillos para dejarla inmóvil y sin forma de huir- ¡usted y todo el que confabula con manipular al joven príncipe son sentenciados a muerte!

Era simple, así como así se podía y se debía acabar con la vida de aquellos que trataban de sacar provecho de lo que quedaba de la familia real, tan simple como condenar a muerte a una de las doncellas de la reina, no, de la reina viuda, tan simple como pasar el filo de la espada a través de su cuello, partiendo carne y hueso, dando un mensaje potente al tomar su cabeza de su ahora cabello corto, aún hay repuesta en sus facciones faciales, mostrar su horror al resto de personas presentes es perfecto, es simple dar un espectáculo de esta magnitud cuando fue ella misma la que trajo a tantas personas, tonta de ella, al pensar que se podría salvar de alguna forma, pensando que no levantaría su espada en su contra sólo por la opinión pública.

Era quizás demasiado obvio que no le importaba en lo más mínimo teniendo en cuenta que la llamaban monstruo.

Por supuesto que esto traería problemas, ahora se penaría que la facción de la reina trataba de hacerse con el poder absoluto, bueno, quizás no ella, quien seguía echada en su cama desde el día que enviudó, más bien eran lo que se suponían aliados del anterior rey, le hacía preguntarse por qué se comportaba así, sabía que era linda como una flor, pero no e esperaba que fuera tan delicada emocionalmente como una mota de polvo, fácilmente llevada por corrientes externas a sí misma, recuerda que Somnus le dijo que era una mujer de ideales fuertes y con una buena idea de la política, tampoco es que la reina viuda fuera cercana con Somnus para empezar pero al meno entendía que seguía en su propio luto, lo respetaba hasta cierto punto.

Lo que no respetaba era que dejase todo a su único hijo.

Al menos Somnus tuvo el tiempo para dejar gente a su lado, gente de confianza, como el jefe de la corte y vario otros, quizás no con los más alto rangos, pero al meno podían ayudar a tener el trabajo hecho.

El niño, no, el muchacho ya cumpliría 12 años dentro de unos meses.

La mayoría de las veces podía cuidar de él en la medida de lo posible, aunque tenía la mentalidad de una adulta, en perspectiva, se seguía viendo como una niña, lo cual le daba un montón de "¡yo no escucho a niña pequeñas!" de parte del joven príncipe.

Ah, niños, en fin.

Quizás esto fuera más fácil si no estuviera sola, si hubiera alguien con quien sentarse a hablar un rato, o al menos, preguntar cómo hacerse cargo de un adolescente con padres ausentes, problemas de confianza y al que le estaban tratando de meter muchas cosas en la cabeza de un sólo porrazo.

No podía pedir porque Somnus volviera, lo sabía, era imposible, así de simple.

Las personas que amaba se fueron hace años, no pudo despedirse y apenas si tuvo el tiempo para aceptarlo.

Luego estaba Gilgamesh, quien simplemente se había ido tras el funeral de Somnus, no tenía idea de en dónde estaba y le dejó muy en claro que cualquiera que lo buscase tendría que ser digno o él mismo lo mataría, sin importarle quien fuera, si era sincera, no quería tentar su suerte, estaba más que convencida que, aunque podía con las débiles doncellas y nobles corruptos, no podría contra un soldado curtido en las artes de la espada.

Quería vivir un par de años más, muchas gracias.

No importo, aparentemente, el casi rogarle de rodillas a Gilgamesh que no se fuera de su lado, estaba demasiado enfocado en sus propio propósitos, los cuales hasta hora no entiende del todo, llegaba a entender su propia visión de lealtad, pero no entendía cuál era el impedimento para quedarse a ayudarla.

No tomaron más de unos años para que todo tipo de conspiraciones para lavarle el cerebro al príncipe empezaron a surgir, de toda fuente posible, desde un noble sin tierras ni poder hasta el mismo padre de la reina viuda.

Al menos Somnus le había dado el permiso para la ejecución por parte de ella, aunque no sabía hasta cuándo podría ser así, sin mencionar que los que morían por lo general eran simples peones en un enfermizo juego por el poder, la cansaba constantemente la sola idea de no pasar día sin escuchar murmuros y tener que quedarse en silencio porque toda pared tenía oídos que podrían llevar lejos información importante.

Raras eran las veces en las que podía dar una caminata, ir al mausoleo de Somnus para ser exactos, dejar una flor azul que encontrase en el camino, una que se perdería en el mar de flores recién cortadas, aún frescas y con perfume, que los ciudadanos ponían a diario y cambiaban cuando empezaban a marchitar su bella apariencia.

¿Sería ella también así? Cuando su utilidad acabase, ¿también irían a desecharla? No sería imposible, si llegase el momento en que ya no fuera de utilidad no podrían dejarla ir, sabía demasiados secretos concernientes a la corona y se había hecho de demasiados enemigos, su consuelo yacía en esta tumba de piedra, con una estatua tan grande, complicada y detallada de algún tipo de caballero, una vez, mientras construían este gran monumento, Somnus le dijo que obtendría una forma eterna, que quizás ella no lo entendería porque no estaba atada al cristal pero si a su magia.

- Cada vez que te sientas sola, debes recordar que eso no significa que estás abandonada realmente -en ese entonces esta obra de arte no era más que un pedazo de piedra con una forma muy distante a la actual, Somnus la tocaba con cierto sentimiento desconocido para ella en sus ojos, su estado demacrado dejaba notar que su cuerpo no resistiría mucho más, no podía con la gran energía, ese gran poder que se posaba en sus hombros y amenazaba con acabarlo a pasos agigantados.

Aún así, siempre veía cómo iba este pedazo de piedra, qué forma iba tomando.

- Yo estaré aquí, siempre, contigo -en ese momento tomó su mano, dando una caricia en sus nudillos, ella devolvió el gesto de la misma forma, en especial en dónde tenía su sentencia de muerte, el anillo que se aferraba a él y drenaba su vida.

- Eres un mentiroso -no se lo dijo a la cara en ese momento, ¿Qué más importaba el decirlo ahora cuando ya no debía mantener una fachada de tranquilidad ante alguien que simplemente acepta que va a morir y no hace nada para evitarlo?- eres un mentiroso, Somnus.

Esa tarde lloró, no hasta el punto que sus ojos quedaron hinchados, peor sí hasta que pudo desahogarse, de sus sentimientos enterrados y su constante miedo a quedarse sola.

Pero sabía que no tenía tiempo para eso, Somnus había muerto por este sueño, por levantar su ciudad, su reino, por proveerle a su pueblo.

Si ella no lo cuidaba, ¿Quién iba a hacerlo?

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