Capítulo 5

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El filo de la espada era casi imperceptible si no fuera por el brillo del metal que amenazaba con dar un golpe mortal mientras el sonido del aire al ser cortado pone los pelos de punta a los guardias presentes que miraban el encuentro entre los más fuertes entre las filas, no obstante, eso no era suficiente para romper el temple del hombre con la máscara roja, si bien cualquiera dejaría de sentir el calor de la sangre en sus venas al enfrentarse al joven hijo de la casa de los Lucis Caelum, Gilgamesh no estaba para nada en un estado amenazado, blandiendo la espada y cubriéndose con el escudo en el momento exacto sin mostrar señal de que estuviera cansado.

En un movimiento casi planeado, con la facilidad de mover la muñeca, logra que el hombre joven suelte su espada, ¡pero no se debía confiar a pesar de las exclamaciones de victoria de sus subordinados! Nunca pienses que un Lucis Caelum esta en desventaja por perder su espada en medio de la contienda, eso queda en claro cuando segundos después más armas se muestran justo detrás de él, apuntando desde cada dirección sin oportunidad de escape.

Había algo que Gilgamesh conocía muy bien de su joven señor, y era que no se dejaría ganar tan fácilmente.

En otras ocasiones hubieran seguido la pelea hasta entrada la noche para así cerrar con un pequeño reconocimiento en el área y probar suerte para cazar alguna bestia, pero ahora su amigo estaba más enfocado en otras cosas.

O más bien, en una pequeña cosa.

Con el pasar de los días, la niña que habían encontrado salía y se paseaba con mayor frecuencia por todo el lugar, aun sin el valor para salir de los terrenos que consideraba seguros, en ocasiones su cabeza se asomaba entre los estantes en donde iban los escudos, captando la atención de los guerreros en formación porque hasta donde se sabía no había ningún niño en el lugar, al igual que ningún niño se acercaría a un lugar en donde los gritos de dolor por los grandes esfuerzos para hacerse más fuertes eran pan de cada día.

Mucho menos si era una niña, pero esa niña no venia por nadie más que por aquel a quien conocía.

Si bien ahora ella tenía mayor libertad, la gente seguía temiendo de ella y no faltaban los pensamientos terribles que no podían ser dichos por temor al joven señor que llevaba bajo su protección a la niña.

No obstante eso no la salvaba de las miradas de rechazo que hasta venían de la señora de la casa.

-¡Azul! -llama desde su escondite, esperando la atención de la mirada del color mencionado, incluso cuando ya habían pasado unos meses no tenía idea de que su nombre era Somnus.

Ah, pero en el futuro ese nombre se quedaría tatuado en su mente...

Al escuchar la extraña palabra voltea a verla por unos segundos, sonriendo y levantando su espada en el aire para ella, haciéndola reír y esconder la cara entre la tela de la capucha que siempre tiene que llevar encima.

La razón por la que todos temían de lo que Somnus podría hacerles se debía a eso, a que una sirvienta hablaba a las espaldas de sus señores, comentando lo desagradable que era la apariencia de la niña.

"¡Ese cabello extraño, esos rasgos incoherentes y esos ojos tan raros! Si una niña con esa cara cautivó al joven señor entonces hasta mi hija puede hacerlo, ¡ella es mucho más normal que esa mocosa!"

Ay de ella por olvidar que su joven señor tenía la agilidad y rapidez silenciosa de un fantasma pero carecía del corazón blando y piadoso del hijo mayor de sus señores.

Para evitar futuros encuentros así, Somnus le dio a (...) esa capucha, tejida con la mejor tela, bordada con los mejores hilos, ligera y larga para que cuando se pasee por la casa pudiera hacerlo libremente y, si por casualidad llegaba a tocar a alguien, no habría necesidad de armarse un gran revuelo porque entre los bordados plateados de la tela de color negro habían gemas colmadas de magia cristalizada, haciendo imposible que le arrebate la magia a otros cuando ya tenía más que suficiente con ella.

Muchos dirían que esos colores eran deprimentes para una niña, pero ella estaba encantada porque era un regalo de alguien a quien quiere.

Con el tiempo, dejó de olvidar de ponérsela para ser reprendida por su nana, la sirvienta que le ha estado atendiendo todo este tiempo, siendo que ahora, a donde sea que se dirija, siempre tendría la capa encima y su capucha protegiendo su singularidad de aquellos que no podrían comprender.

Concentrada en el tacto de la tela oscura contra su piel no ve al duelo y solo cuando Somnus va por ella es cuando se da cuenta que el encuentro ha terminado sin que ella tenga la más mínima idea de quién ha sido el ganador por más que su acompañante le relate cada detalle de la pelea, por supuesto, (...) no le entiende la más mínima palabra, los gestos eran más funcionales, y tal como ahora sabía que él no era de sonreír mucho podía inferir que, o que ganó o al menos lo disfrutó.

Eso era suficiente.

-Azul -llama, sabe que no le va a entender, pero no le cuesta nada intentarlo- ¿en dónde está rojo?

Tal cual como era, ambos eran diferentes, desde como se veían hasta la sensación de la magia que le daban en un inicio y conforme sus apodos, la esencia de uno era azul y la otra roja, ese era el más fuerte factor para su manera de razonar.

Su pregunta venía de que desde hace ya un tiempo no veía al hombre amable de cabello castaño; Somnus conocía que esa pronunciación era la manera en la que ella se refería a su hermano mayor mas no sabía cómo explicarle que él se había ido en un viaje de peregrinaje para orar a los Sidéreos por la vida y perdón de las personas que habían perdido a un ser querido por la enfermedad que empezaba a hacerse cada vez más visible, quizás en el pasado no era más que un rumor, apenas un cuento de miedo para asustar a los niños a no salir de noche, para otros era la manera no confirmada, aun, del origen de los cadentes.

Quien diría que una vez la sombra de Solheim dejase de existir la enfermedad se pudiese propagar tan rápido.

Y allí iba su hermano, cómo el hombre de fe que era indudablemente, no dudó un segundo y mucho menos lo pensó dos veces antes de meterse de cabeza en la zona infectada.

Aun recuerda los llantos de su madre ante el anuncio y la amenaza de su padre de quitarlo del libro familiar.

"Si mi primogénito solo va a suicidarse, ¡entonces nos ahorramos las penas y te borramos de una vez de nuestro linaje!" Palabras en alto que eran pronunciadas por la preocupación y la tristeza sin olvidar la ira, preocupados por el resultado, tristes por algo que no había pasado, ira por no poder detenerlo antes de que cruzará la puerta directamente hacia su largo viaje; a diferencia de sus padres, Somnus sabía que su hermano estaría bien, era fuerte, listo y astuto, confiaba con todo su corazón que él no se dejaría vencer por los infectados, pero su mente no estaba de acuerdo, si bien su hermano era astuto se podía decir que no era de cabeza fría, siempre arrastrado hacia abajo por su amable corazón, por un momento de verdad pensó que su hermano no sería capaz de defenderse de sus posibles atacantes ante la pena por la carcasa carcomida que dejaban atrás.

-Azul -le llama de nuevo, tomándolo de la mano, por un segundo lo confunde, porque siente que su hermano esta ahí, pero es imposible.

Ella no dice nada más que eso, concentrándose en esta nueva cosa que puede hacer, en ocasiones, en su cabeza, escucha palabras de alguien, la primera vez estuvo emocionada, pensando que alguien ahí hablaba como ella, grande fue su desdicha al voltear a ver a todas partes y no encontrar a nadie, se dio cuenta que era como una ligera luz, esa era la fuente del susurro, la voz grave de un hombre que pudo identificar tras algunos días.

Ella escuchaba a Rojo escuchaba su voz en su mente, entendía cosas, como si estuviera pidiendo por otros e incluso palabras de aliento a alguien más.

Por eso, ahora que está con Azul, se pone a pensar: si yo lo extraño, él también debe hacerlo.

La magia era casi imperceptible, pero se sentía su movimiento, Somnus lo ignoró como cada vez que la tocaba, no se daba cuenta de que cada vez que le daba algo de magia, ella se la devolvía casi al doble, ninguno siendo consiente de ello.

-Mi hermano esta afuera -acomoda la capucha en cuanto nota que sus cabellos quebradizos son expuestos- esta pidiendo por la gente.

Sus propias palabras le traen una idea diferente, ¿de qué sirven las oraciones si eso no salvará a esas personas? Desde joven le enseñaron que hay que creer en los Sidéreos pero en los últimos años la gente no ha hecho más que pedir y pedir desde el inicio de las tragedias pero no hay ningún cambio, nadie obtiene nada.

Empezaba a pensar que todo simplemente terminaría en nada.

Con ese pensamiento formando un nudo en su mente, en sus convicciones y sus creencias, tuvo la mirada pérdida recordando el plan de su padre, si bien en un inicio le pareció descabellado ahora hasta sonaba lógico, se quedó así mientras llevaba a (...) de vuelta.

Su mirada opacada por susurros extraños.

Sería que... ¿podría ser que en esta ocasión los Sidéreos no podrían hacer nada por ellos?

De ser así, si ellos no lo hacían, alguien tenía que hacer algo.

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