56.

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Advertencias: angst, drama, temas de género.

No hay maestros ni reyes cuando comienza el ritual,

No hay inocencia más dulce que nuestro dulce pecado.

En la locura y el barro de esa triste escena terrenal,

Sólo entonces soy humano,

Sólo entonces soy decente...

~Take Me To Church, Hozier~

Había algo extrañamente confortable en ese lugar, aunque Yoongi no podía evitar sentir un poco de asco y desprecio también.

Miró de reojo al padre Choi Siwon hablando detrás del estrado con voz dulce y suave en medio del silencio, escuchándose sólo los sollozos suaves que Hyerin dejaba salir. Yoongi cerró sus ojos un instante, apoyándose contra Jimin que le tomaba la mano, dándole un suave apretón.

El retrato de EunYoung sobre el ataúd era muy bonito, con esa sonrisa preciosa y ojos dulces, y algo dolió demasiado, con su garganta apretándose por el llanto contenido.

―Conocí a Eun mucho ―estaba diciendo el padre Choi tiernamente―, lo conocí cuando sólo era un mocoso de diez años que corría por todas partes y ensuciaba los pisos con sus zapatos llenos de barro. Lo conocí con quince años, perdido y desorientado, llorando entre mis brazos por todo lo que estaba sintiendo. Lo conocí con dieciocho años, decidiendo tomar las riendas de su vida y querer ser feliz por fin ―Choi inclinó su cabeza―. Recuerdo que esos primeros días me miraba con confusión, sus labios temblando, y me decía... "¿Dios no me odia por esto?"

"No, contestaba yo seguro, Dios no te odia por esto. Dios te ama a pesar de todo. Dios jamás podría odiarte, porque Dios es amor, y él siempre te va a resguardar en sus brazos. Y si Dios te ama... ¿entonces quién soy yo para odiarte, EunYoung?

Hubo un pequeño silencio, mientras algunas personas rompían a llorar por las palabras del padre, y Yoongi quería morir, quería desaparecer de allí, porque era demasiado doloroso. Era demasiado duro y no era tan fuerte como para soportarlo.

―EunYoung no era una persona religiosa ―prosiguió Choi con la voz quebrada―, cuando nos veíamos, siempre teníamos conversaciones sobre ello. Él creía en Dios, pero no pensaba que se preocupaba por nosotros. "Si Dios existe", solía discutirme siempre, "¿por qué hay tanto dolor en el mundo?". Y yo lo miraba, le sonreía, y le contestaba, "porque el dolor a veces es necesario, ¿no, Eun?". Y me sonreía, me miraba con esa preciosa sonrisa que tenía, y se reía como si le hubiera contado una buena broma.

Hizo una pequeña pausa, y cuando volvió a hablar, sonaba algo más calmado:

―Namjoon, hijo, ¿quieres decir unas palabras?

Siwon hizo un gesto hacia los primeros bancos, donde Namjoon se puso de pie, elegante y apagado en su traje negro. Su rostro se encontraba serio y lloroso, y caminó hacia el estrado con calma, tomándose su tiempo mientras el padre bajaba del lugar.

Namjoon aclaró su garganta, acomodando los papeles que llevó, y a pesar de la expresión de su rostro, habló con firmeza:

―EunYoung era como un hermano para mí ―dijo con voz dulce―, lo conocí cuando él tenía dieciocho años, y estábamos aceptando partes de nosotros que todavía no podíamos comprender bien. Que aún cuesta comprender un poco, pero día a día tratábamos de aceptarnos más que ayer y menos que mañana.

"Conectamos mucho mejor cuando nos dimos cuenta de que la música era nuestro puente entre nuestro yo externo y nuestro yo interno, era un mantra que nos ayudaba a seguir viviendo, y era una parte nuestra que no podíamos arrancar de nuestro corazón. Ambos pusimos todo para que pudiéramos sacar todo lo malo a través de la composición, del rap, y lográramos liberarnos, aunque fuera un poco de nuestros problemas, del dolor que sentíamos y no podíamos expresar en palabras.

Yoongi miró hacia al frente, donde Namjoon estaba hablando, y sus ojos chocaron con los del mayor, estremeciéndose porque podía notar amor y cariño y dolor allí. Yoongi todavía no podía comprenderlo demasiado bien.

No podía entender como Namjoon podía ser un huracán que le atraía con sólo una presencia.

Hoseok era, por el contrario, una estrella. Una cometa que podía iluminar todo a su paso, que le daba una enorme calma y relajaba con una simple mirada.

Pero Namjoon era todo lo contrario: una presencia que no podía evitar observar, un tornado que parecía obligar a todo el mundo a prestarle atención.

Yoongi no podía explicar lo que sentía.

―Incluso estas últimas semanas, contigo luchando por vivir, me dediqué a componer varias letras para poder mostrártelas y así poder rapear algún día juntos, como siempre hacíamos cuando estábamos aburridos ―Namjoon se rió, sorbiendo por su nariz―. Letras sobre ti luchando, sobre la forma en la que querías ayudar al resto, sobre la esperanza que sentías de que, en algún momento, todo sería mejor. Que podríamos caminar por la calle sin ser señalados, que el mundo nos miraría como a un igual y podríamos ser felices.

"Y creo que eso es al final lo que más me duele de todo esto, EunYoung, que te fuiste sin poder ver tu sueño hecho realidad. Que te marchaste sin poder ayudar a muchas personas a las que querías extenderles tu mano. Pero sé también que te marchaste feliz, porque luchaste hasta el final, e hiciste todo lo que pudiste para hacer de este triste mundo un poco mejor para el resto. Que tu lucha no fue ni será en vano. No vamos a permitir eso, EunYoung. No dejaremos que pase otra vez.

"Finalmente, quería terminar esto con una pequeña presentación de una de las letras en las que estuve trabajando para mostrarte si hubieras despertado, Eun, y a pesar de todo esto, no quiero despedirme sin haber rapeado para ti una vez más. Porque sé que, aunque no estés con nosotros físicamente, seguirás viviendo en nuestros corazones para siempre. Seguirás a nuestro lado sin importar qué.

Yoongi se puso de pie cuando Namjoon terminó de hablar en medio del silencio, y con una calma que no sentía, subió al escenario caminando hacia el hermoso piano que estaba en el fondo del lugar. Sus ojos se fijaron en el mayor, pues no quería mirar hacia ese bonito ataúd donde EunYoung finalmente descansaba.

Sabía que, si lo miraba, iba a quebrarse y a llorar como un bebé.

Y no todavía. Todavía no.

Se sentó en la banqueta, observando un segundo las teclas, y al levantar la vista, se encontró con el rostro tranquilo de Namjoon.

Tomando aire, comenzó a tocar las primeras notas de la melodía que Namjoon le envió dos noches atrás, preguntándole si podía tocarlas ese día. Si podía hacer un esfuerzo para acompañarlo en ese momento.

Quiso haberse negado ya que el dolor era demasiado en su interior, ya que EunYoung fue alguien importante en esos meses, y despedirse de esa forma era demasiado para él, pero luego de haber llorado hasta quedarse dormido en los brazos de Jungkook, pensó que quizás era lo mejor.

EunYoung nunca supo de lo ocurrido esas semanas con él, pero Yoongi sentía que también lo decepcionó, y quizás esa era su forma de pedirle perdón por todo lo ocurrido. Por haber sido un cobarde y negarse a aceptar quién era en realidad.

Namjoon comenzó a rapear con lentitud, una sensación de orgullo sacudiéndolo por su voz profunda y grave.

Despierto en Tokio, rígido como una escultura,

Sé que es hora de irme...

Veo a Pinocho usando un poncho,

Ese soy yo hace algún tiempo...

Yoongi llevaba mucho tiempo sin tocar el piano para alguien más, normalmente sólo lo hacía para sí mismo y liberarse de alguna forma. Pero sentarse y tocar hacia otra persona, exponer esa parte hacia tantas personas...

Sentía ganas de vomitar, pero se concentró en las notas, en el rostro de Namjoon.

¿Te extraño?

¿Extraño tu rostro?

No lo sé... no lo sé...

No lo sé... no lo sé...

Sintió sus ojos húmedos con las palabras de Namjoon, percibiendo como sus labios temblaban ante la inminente sensación de querer llorar y mandar todo al diablo. De desaparecer lejos de allí para que todo el mundo dejara de observarle con ojos juzgadores.

Tragó saliva, su garganta doliendo por las lágrimas retenidas, y se forzó a concentrarse en las notas, en la voz quebrada de Namjoon.

La vida es una palabra que a veces no puedes pronunciar,

Y la ceniza es eso en lo que todos nos convertiremos algún día.

Cuando llegue el mañana ¿qué tan diferente va a ser?,

¿Por qué el amor y el odio suenan igual para mí?

Y no quería despedirse. No quería terminar de tocar y tener que girarse para salir tras el ataúd de EunYoung, yendo al cementerio y ver cómo le enterraban, lejos de él, lejos de todo el mundo que lo amaba. No quería que esa canción terminara porque significaba estar más cerca de alejarse para siempre de EunYoung, y no podía soportarlo.

No quería decirle adiós, no todavía, porque Yoongi quería contarle muchas cosas, tenía muchas preguntas que hacerle, y quería verlo sonreír una vez más. Quería que EunYoung le sonriera y le dijera que todo iba a estar bien siempre y cuando todos estuvieran juntos.

La nostalgia no me deja dormir,

Cariño, sólo quiero permanecer a tu lado.

Si pudiera elegir con qué soñar,

Sólo quiero permanecer a tu lado...

Sus dedos dejaron el teclado y escuchar el silbido de Nam lo rompió por completo.

Las lágrimas comenzaron a caer, y cubrió su boca con su mano para ahogar los sollozos de dolor que querían escapar.

Antes de darse cuenta, Namjoon estaba dándole un abrazo fuerte, y enterró su rostro en el pecho del chico, importándole poco si dejaba su camisa húmeda por las lágrimas, pero ya no podía aguantarlo. No podía resistirlo, porque no era justo.

No era justo que EunYoung se hubiera ido, que una persona tan brillante como él se hubiera marchado porque existían personas que no podían comprender su vida, que no podían tener un poco de empatía por el resto. No era justo que EunYoung se hubiera ido y los bastardos que lo mataron, que violaron a Jungkook, siguieran libres.

No era justo.

Y Yoongi haría que pagaran por eso, aunque fuera lo último que hiciera en su vida.

Hoseok, al otro lado de la línea, hablaba con suavidad:

―¿Seguro que no quieres que vaya a hacerte compañía, Yoongi? ―preguntó el chico, preocupado―. Podría...

―No, no Hobi ―contestó, cansado y echado sobre la cama de Jimin―, sólo quiero... quiero dormir y descansar unos días ―su voz se bajó un octavo―. Estoy bien, ¿sí? Todo lo bien que puedo estarlo.

Había llegado hace una hora del funeral y lo único que hizo fue echarse en la cama, suspirando por el cansancio y el agotamiento. Sus ojos estaban rojos e hinchados por todo el llanto, pensando en todo lo que ocurrió esos últimos días.

Cuando Hoseok se enteró de lo que pasó, dijo que podía viajar para acompañarlo esos días, para consolarle dentro de lo posible, pero Yoongi no quería eso: primero que todo, Hoseok no tenía dinero para el viaje y dependía de sus padres todavía. Segundo, no quería que perdiera clases, porque dentro de poco comenzarían los últimos exámenes.

Pensar en eso hizo que su cabeza doliera un poco más, pues Yoongi no quería regresar. No quería volver a ese lugar. No quería ir más a ese colegio.

Yoongi quería quedarse en ese pequeño departamento con Jimin y Jungkook, dejar que le cuidaran, y permanecer lejos de todas las personas que pudieran hacerle daño.

Sabía que no era lo correcto y debía luchar contra esas sensaciones, pero a veces simplemente se colaban por debajo, pareciendo cada vez más tentadoras, queriendo ceder un poco más a ellas cada día.

―Te extraño ―dijo Hoseok de forma repentina.

Yoongi suspiró, tratando de suavizar su tono de voz al hablar:

―Sólo han pasado unos días, Hobi...

―Lo sé ―aceptó el chico―, pero eso no me hace sentir mejor. Me gustaría poder ayudarte de alguna forma, bebé.

Quería acurrucarse contra Hoseok y no salir más de sus brazos, pero no era lo correcto. No lo era, ya que Yoongi se dio cuenta ese día que estaba confundido.

Que quería a Hoseok, pero su corazón se aceleraba también por Namjoon, y no era bueno para ninguno de los tres. No quería dañarlos porque ellos no lo merecían, no luego de todo lo que hicieron por él.

Debían tener algo mejor que a ese chico que era un desastre, que lloraba por todo y se dejaba hundir en su miseria.

―Ya me ayudas ―dijo con su voz temblando―, ya haces mucho por mí, SeokSeok.

―Quisiera hacerte feliz ―prosiguió Hoseok, con su tono teñido de pena―, quisiera poder protegerte de todo el daño del mundo. Quisiera poder tomar tu mano y llevarte lejos de todo este horrible lugar, para que los dos seamos felices.

No fue buena idea llamarlo. No cuando estaba sensible, cuando todo se sentía gris y opaco y monocromo, cuando podía ver frente a sus ojos el ataúd de EunYoung bajando y Henry tomaba una pala para cubrirlo con tierra, sin dejar de llorar.

No cuando se sentía tan, tan triste...

Comenzó a sollozar, soltando ruidos bajos queriendo ahogar las lágrimas, pero fallando.

―¿Por qué... por qué eres así conmigo...? ―sollozó Yoongi, destrozado.

No podía entenderlo. No podía comprender por qué ellos le decían esas cosas tan hermosas de la nada y sentía dolor, por qué le decían que iban a estar allí para él y quería llorar por esas palabras.

Yoongi se sintió tan, tan solo durante mucho tiempo, y ahora, rodeado de todo ese amor...

Tanto amor que Yoongi no podía controlarlo sin sentirse descolocado, ajeno, incapaz de manejarlo.

―Porque te quiero ―contestó Hoseok, sin duda alguna―, porque quiero ayudarte a que vuelvas a sonreír, Yoongi. Quiero que me mires y me sonrías de esa forma tan adorable que tienes, mostrándome tus encías y tus ojos arrugándose por la felicidad.

―Te odio... ―lloriqueó Yoongi, sorbiendo por su nariz, y la risa de Hoseok se sintió como un bálsamo para todo el dolor.

―¡No puedes odiarme, Yoonie! ―se burló Hoseok.

―¿Me estás desafiando? ―hipó, enfurecido―. ¡Te odio!

―¡Rompes mi corazón!

―¡Púdrete!

Cortó la llamada, frotando sus ojos y rabiando en voz baja, ya que era injusto que Hoseok pudiera manejarlo con tanta facilidad, con sólo unas palabras.

La puerta se abrió y Jungkook se asomó, vistiendo sólo la camisa blanca que llevaba en el funeral, sus piernas desnudas, y Yoongi le miró con expresión confundida, atónito por la expresión llorosa de su amigo.

―Lo extraño ―dijo Jungkook con voz temblando―, ya extraño a EunYoung y duele tanto...

Yoongi no tardó en hacerle un espacio en la cama, con el chico acostándose a su lado mientras comenzaba a sollozar contra su hombro.

―Está bien ―murmuró Yoongi―, puedes llorar todo lo que quieras, Kookie.

Jungkook sorbió por su nariz, forzándose a calmarse un poco para poder hablar:

―Es... es mi culpa... ―sollozó con voz rota―, yo le pedí que me acompañara. Yo le dije que esperáramos a Jimin. Él trató... trató de defenderme cuando comenzaron a quitarme el pantalón...

―No ―le interrumpió Yoongi―, no es tu culpa, Jungkookie. No es culpa de nadie más excepto de esos bastardos ―acarició sus cabellos, sintiendo su mano húmeda cuando tocó su rostro para limpiarle el rostro―. Ellos son los únicos culpables de su muerte y espero que... que si existe un dios, entonces van a pagarlo en el infierno.

―Los quiero muertos ―susurró Jungkook.

Yoongi quería decirle que desearle la muerte a alguien no era lo correcto, que el odio sólo engendraba más odio, y que iban a meterse en un eterno círculo sin fin si tenían ese pensamiento.

Pero también sabía que, quizás a veces, sentir un poco de odio era necesario pues el llanto ya no era suficiente.

A veces, el llanto no era suficiente para expresar el sufrimiento en el corazón, y el odio era el único escape que tenía para sacar todo el dolor que uno sentía.

Siempre y cuando pudiera mantener ese odio controlado, entonces estaba bien. Yoongi se encargaría de que Jungkook no lo acumulara. Así como Jungkook no lo dejó caer, Yoongi tampoco se lo permitiría.

Yoongi no iba a permitir que le arrebataran a alguien más.

¡gracias por leer!

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