61.

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Advertencias: angst, drama, temas de género.

"Corazón de Fuego, ¿por qué lloras?"

—Porque estoy perdida —susurró ella hacia la tierra—, y no encuentro el camino.

~Heredera de Fuego, Sarah J. Maas~

—¿Seúl? —preguntó Hoseok cuando terminó de hablar—. ¡Eso suena genial, Yoongi! ¡Podríamos irnos juntos! ¿Te imaginas eso? ¡Vivir juntos, eso es...! ¿Por qué no estás sonriendo?

Yoongi agarró una piedra, lanzándola al río que corría fuera de la pequeña ciudad, observando como desaparecía en el agua. Hacía mucho calor ese día, cerca de los treinta grados, y decidieron ir a ese lugar para refrescarse un poco. Gracias a los árboles, Yoongi no sentía tanto calor, por lo que podía estar con esa playera enorme que cubría sus pechos y unos shorts que Tae le prestó, observando a Jin bañándose junto a Kyungsoo, y más allá, compitiendo en nado, a Tae y Jongin. Lisa y Sohyun estaban gritando por un ganador.

Hoseok parecía también con ganas de ir a bañarse, pero no quería dejarle solo, y aprovechó para contarle la invitación que le hizo el padre de Taehyung la semana pasada.

Rascó su nuca.

—No sé si aceptar —admitió, observando la sonrisa en el rostro de Hobi desaparecer—, probablemente no lo haga.

El chico parpadeó, sorprendido.

—¿Qué? ¿Por qué no aceptarías? ¡Es una muy buena oportunidad! —le dijo Hoseok.

Yoongi dobló sus rodillas, observando sus pálidos brazos, sus dedos de la mano izquierda delineando las cicatrices en su brazo derecho.

—Porque tengo miedo —admitió Yoongi—, porque puede que no resulte y estaría fracasando. Porque prefiero irme con Jimin, quedarme con él y así estar protegido.

Hoseok lo miró, apretando su mandíbula, con sus ojos brillando con ira, pero Yoongi no se dejó amedrentar. Lanzó otra piedra, que llegó cerca de Jin.

—¡¿Qué demonios te pasa?! —gritó Jin—. ¡Voy a matarte!

—Jinnie, bebé, no seas así... —detuvo Kyungsoo, agarrándolo de la cintura, y la imagen era un poco graciosa porque Kyungsoo era más bajo que Jin.

Yoongi hizo una mueca de asco cuando vio que comenzaron a besarse.

—No puedes seguir teniendo miedo —le dijo Hoseok, llamando su atención—. Yoongi, ¡siempre has querido ser compositor! Y ahora te están dando la oportunidad... ¿y la vas a desperdiciar?

—Puedo fallar —insistió Yoongi—, podría colapsar, y no sólo me estaría decepcionando a mí, sino también al papá de Tae. A Namjoon. A esa gente que me va a recibir. No, Hoseok, no iré. Lo he pensado bien, y la composición no es para mí.

—¡No puedes ser tan cobarde! —le gritó, y Yoongi percibió que estaban llamando la atención de sus amigos.

—Baja la voz —pidió.

Pero Hoseok apretó sus labios un breve momento, la rabia brillando en su mirada.

—¡Estás arruinando tu vida por el miedo, Yoongi! —acusó, y Yoongi se encogió en su lugar—. ¡Estás tomando una decisión equivocada por tu incapacidad para mirar otras opciones!

Se puso de pie, tratando de controlar la molestia también, y se sorprendió cuando Hoseok lo agarró de la muñeca, deteniéndolo. Sin embargo, tiró de su brazo, con su ceño fruncido.

—¿Para dónde vas? ¿Vas a seguir huyendo? —insistió Hoseok.

—Hey, chicos... —dijo Lisa, acercándose.

Pero ambos la ignoraron.

—Por dios, ¿quieres callarte? —espetó Yoongi—. Tú lo único que quieres es que vaya contigo, ¿no es así? —Hoseok le miró, atónito—. ¡Lo único que quieres es que los dos nos vayamos juntos, vivamos juntos y sigamos juntos, como una parejita, ¿no es así?! ¡Pero ¿sabes qué, Hoseok?! ¡No quiero estar contigo!

Lo último lo dijo sin ser verdad, pero sólo quería herirlo, sólo quería que le dejara en paz.

Hoseok se sobresaltó, su expresión cambiando del enojo a la tristeza, con ojos heridos mirándole, pero Yoongi no se amedrentó. No se sintió mal, pues Hoseok estaba presionando cuando él sólo quería que dejaran de hacerlo.

—Yoongi... —se apresuró a decir Tae.

—Me marcho —dijo entre dientes, agarrando su bolso y yéndose de allí a paso apresurado, ignorando los gritos de sus amigos pidiéndole que se detuviera, que volviera.

Pero necesitaba estar solo un instante, lejos de todas esas personas, para calmarse. Luego podía pedir perdón, luego podía mirarlos a la cara sin sentir vergüenza alguna por sus decisiones.

Sin embargo, ahora la soledad parecía ser su mejor amiga.

Se adentró entre los árboles, escuchando cómo el ruido del río iba disminuyendo a medida que seguía caminando, con el canto de los pájaros y sus pasos siendo lo único que resonaba en ese momento.

Irse a Seúl. Dios, ¿qué tan loca era esa idea? Dejar todo lo que conocía, dejar a sus amigos, a sus conocidos, a su familia, por una opción que ni siquiera era segura.

Porque sí, Kim Woobin se lo ofreció, pero eso no significaba que sería bienvenido en una empresa que, con toda probabilidad, no estaría muy feliz en recibir a alguien de su condición. Woobin era un buen hombre, sin embargo, de seguro se comportaba así ya que le conocía desde hace mucho, por lo que otras personas le iban a tratar como hacía la mayoría del mundo, y quería seguir evitando ese dolor.

¿Por qué era tan malo eso? ¿Por qué evitar el dolor era algo horrible? Para Yoongi era un buen panorama.

Se sentó bajo un árbol, tratando de respirar con calma, y rascó sus brazos con nervio, sintiendo las cicatrices bajo su toque.

¿Cuánto llevaba sin hacerse un corte? Poco más de dos meses. A veces, creía tenerlo superado, creía que ya no lo haría más, pero en otros momentos como ese, se daba cuenta de que sólo era una ilusión. Que esa parte podrida, enferma, ese agujero negro en su interior, sólo estaba a la espera de consumirlo por completo.

Era como la maleza: podías arrancarla, podías luchar contra ella, pero siempre va a aparecer de nuevo, creciendo de a poco, por otros lugares, buscando consumirlo por completo.

¿En qué estaba pensando?

Rascó con tanta fuerza que sus brazos ya no estaban pálidos, sino colorados, y mordió su labio inferior hasta sacarse sangre, el sabor metálico inundando sus papilas gustativas.

Tomó aire, forzándose a mantener la calma para no dejar que el pánico lo dominara.

Abrió sus ojos cuando sintió unas risas conocidas.

—No deberías andar sola, Yoonji.

Apretó su boca en un rictus enfurecido, pero se limitó a mirar el rostro burlón de Jiho a varios metros de él, de pie y con una sonrisa burlona pintando su cara. Detrás de él, estaban sus amigos Dongsung y Hyosang, que asistían a otro instituto, y lo observaban también con expresiones de asco y desprecio.

—Espera, ¿es una chica? —preguntó Hyosang—. ¡Parece un maricón!

Se puso de pie, agarrando con fuerza el bolso que llevaba.

—Hay un coño bajo ese pantalón —dijo Jiho—, ¿quieres verlo?

Yoongi se giró, queriendo caminar lejos de allí pero no alcanzó a dar dos pasos cuando uno de ellos lo agarró del brazo.

—¡Suéltame! —ordenó, sorprendiendo a los tres chicos.

—Vamos, vamos Yoonji, la podemos pasar bien si pones de tu parte —dijo Jiho con falsa ternura.

—Si me tocas, voy a matarte —amenazó—, no quiero nada contigo. Te miro y me das asco, y siento pena de la chica que vaya a estar contigo.

La expresión compasiva de Jiho se fue tornando rabiosa a medida que hablaba, pero no se dejó amedrentar, a pesar de que el miedo lo estuviera comiendo por dentro. Sin embargo, sabía que, si se lo demostraba, si ellos notaban que estaba entrando en pánico, iban a aprovecharse de esa situación.

—¿Sientes asco? —gruñó Jiho, agarrándolo de los hombros—. Vas a sentir asco de ti misma cuando acabe contigo, perra insolente.

Yoongi lo golpeó con el puño, logrando que lo soltara, pero Jiho le devolvió el golpe con más fuerza, tirándolo al suelo. Vio puntos negros un instante antes de sentir las manos del chico en su cintura, queriendo darle vuelta, y se retorció entre gritos, patadas y golpes, luchando para que le soltara. Sus amigos no parecían muy interesados en ayudar, poniéndose a fumar, luciendo divertidos con el hecho de que Yoongi estuviera dando pelea.

Jiho volvió a golpearlo y ahora sintió sangre en su boca, sin embargo, entre lágrimas, observando la sonrisa de superioridad del chico, agarró una piedra y sin pensarlo demasiado, lo golpeó en la cabeza.

Su atacante quedó aturdido, aflojando su agarre, y Yoongi lo empujó hacia atrás con una patada, poniéndose de pie.

No se detuvo para ver si sus amigos hacían algo: salió corriendo apenas pudo, su costado doliendo por la respiración irregular que llevaba, yendo hacia donde estaba su familia, y cuando estaba por llegar, alguien volvió a agarrarlo.

Chilló.

—¡Hey, hey! —se apresuró a hablar Hoseok, y de forma inevitable se relajó, apoyándose contra el chico—. Yoongi, dios, ¿qué pasó? Escuché unos gritos y... —Hoseok abrió sus ojos al ver su rostro hecho un desastre—. ¡Mierda, ¿quién fue?!

Comenzó a llorar, pero sólo abrazó a Hoseok, dejando que su agarre le protegiera.

—Estoy bien —balbuceó—, no me... no me tocó. Estoy bien —repitió—, no me... me su-sueltes, Seokie...

Hoseok le dio un suave apretón, aunque la mirada en su rostro parecía decir que iba a matar a alguien apenas pudiera.

A Yoongi no le importaba, no mientras estuviera a su lado en ese instante.

Taeyeon puso una bolsa con hielo sobre su ojo y Yoongi hizo una mueca debido al dolor. A su lado, Sohyun le miraba con ojos llorosos, en tanto Jongin le tendía un vaso con agua con preocupación.

—Se va a deshinchar en un par de días —dijo Taeyeon, con su voz grave y dura.

Suspiró, asintiendo y recordando las asquerosas manos de Jiho sobre él, su sonrisa asquerosa, su aliento fétido, e hizo una mueca por el ardor en su labio.

—¿Dónde están los chicos? —preguntó en un hilo de voz.

Sus amigos no tardaron en llevarlo a casa para que Taeyeon curara sus heridas, y una vez se puso el pijama, saliendo del cuarto, notó que sólo estaba la adulta con sus hijos menores y él, nadie más. La mujer le dijo, restándole importancia, que salieron, pero ahora Yoongi los quería allí.

—Los mandé a comprar algo para comer —dijo Taeyeon, pasando un algodón por sobre su labio para quitarle los restos de sangre.

Soltó un gemido bajo por el dolor.

—Lo siento, oppa —lloró Sohyun—, no... no tu-tuvimos que dejarte solo...

—Qué estás diciendo, So —le dijo por la sorpresa—, esto no es culpa tuya —le tomó la mano—. No es culpa de nadie, sólo de esos idiotas. Pero estoy bien —le revolvió el cabello, haciéndola reír un poco—, fue un golpe, nada más, ya casi no duele.

Una pequeña mentira, sin embargo, no quería ver a la niña llorando por lo ocurrido.

—¡Podríamos comer galletas con chispas de chocolate! —dijo Sohyun.

—Te hacen mal, tonta —dijo Jongin—, te dan diarrea.

—¡No digas eso frente a oppa! —volvió a llorar Sohyun.

—Pero podemos hacer galletas de mantequilla —se apresuró a decir Taeyeon, tirándole la oreja a Jongin.

Yoongi sonrió, a pesar de que su ojo izquierdo estuviera ya morado e hinchado, y el ardor en su labio no aminorara, pero estaba algo feliz de estar rodeado de ellos, que le trataban como un miembro más de su pequeña familia.

Por otro lado, mientras esto ocurría en el hogar de los Kim, Hoseok era alejado por Taehyung del enfurecido Jiho, que era sostenido por uno de sus amigos.

—¡Te lo advertí, imbécil! —gruñó, queriendo que su amigo le soltara, y Tae tuvo que ser ayudado por Kyungsoo—. ¡Te dije que si volvías a tocarlo, te iba a matar!

—¿Celoso de que yo le haya visto el coño a esa perra? —gritó Jiho, con la nariz sangrante y una sonrisa de superioridad—. ¡No te pierdes de nada, Jung!

Hoseok gritó con más rabia y ahora Jin tuvo que ayudar a los otros dos muchachos, pues el chico parecía más iracundo, hasta el punto que parecía también cerca de golpear a uno de ellos para poder llegar a Jiho otra vez.

—Vamos, vamos, tenemos que irnos —dijo Kyungsoo con voz grave.

—¡Pero oye, ¿sabes qué me han dicho?! —siguió gritando Jiho—. ¡Que Yoonji sabe chupar muy bien pollas!

Lisa, detrás, soltó un grito de horror, e incluso Kyungsoo, Jin y Tae pusieron expresiones de sorpresa y asco por lo que dijo Jiho. Hoseok no perdió el tiempo, soltándose del agarre gracias a la sorpresa de sus amigos y, sin dudarlo, se lanzó contra Jiho otra vez, su puño conectando con la mejilla del chico, ambos cayendo al suelo.

Kyungsoo se movió primero, tirando otra vez de Hoseok hacia atrás, y a pesar de ser sólo unos centímetros más bajo, fue capaz de llevarse al chico lejos de allí, siendo ayudado después por Jin. Lisa corrió hacia Tae, verificando que estuviera bien pues Jiho igual le dio golpe cuando lo encontraron.

—Quiero matarlo —dijo Hoseok una vez se alejaron unas cuadras, todavía siendo tirado por Kyungsoo, y limpió la sangre de su boca—, se atrevió otra vez a...

—Matarlo no solucionará nada —regañó Kyungsoo—, y esa basura no lo merece. Algún día va a pagar por lo que hizo, Hoseok.

El muchacho soltó un bufido, pero se acobardó un poco cuando vio la expresión seria del novio de Jin, con ojos como si quisiera golpearlo.

Jin abrazó a Kyungsoo por la espalda y la expresión del chico cambió.

—No hagas eso —regañó Jin, besándole la mejilla—, asustas a mis amigos. Tae pareciera que va a llorar.

—¡Eso no es cierto! —dijo Tae algo escandalizado.

—No importa, eres muy guapo cuando lloras —contestó Lisa.

—¡Lalisa!

Hoseok murmuró maldiciones por lo bajo, todavía algo enfurecido y con ganas de regresar para darle un nuevo golpe a Jiho.

Taehyung habló minutos después.

—Mi mamá dice que debemos pasar a comprar un pastel —dijo, mirando el mensaje que la mujer le envió—, porque Yoongi ha preguntado dónde estábamos, y le mintió.

El enojo de Hoseok pareció desaparecer un poco ante las palabras de Tae, comprendiendo que si le decían a Yoongi dónde estuvieron, se sentiría algo culpable y quizás les diría que su actuar no fue el correcto.

Suspiró, observando sus nudillos enrojecidos para luego chupar su labio inferior, buscando quitar los restos de sangre. Lisa dejó salir un chasquido de reprobación, acercándose y ordenando la camisa de Hoseok con una expresión de regaño.

Se quedaron fuera del local mientras Jin y Kyungsoo iban a comprar el pastel.

—Ahora te ves algo mejor —comentó Lisa, tratando de convencer a todo el mundo—, no luces como un vagabundo. Te vistes tan extraño, Hoseok...

—¡Nadie entiende mi estilo! —se quejó, volviendo a caminar.

Escuchó sus carcajadas, sin embargo, no comentó nada más porque, por algún motivo, volvió a recordar la pelea que tuvo con Yoongi esa tarde, antes de que todo se arruinara, las palabras que el chico le dijo, y se sintió un poco fastidiado y decepcionado por el actuar del muchacho.

Entendía que tuviera miedo, que estuviera aterrado de arriesgarse, pero era una enorme oportunidad que estaba desperdiciando. Desde que lo vio rapear en el escenario, con Jungkook cantando a su lado, y hojeó las letras que tenía cuando él no estaba, que supo que el destino de Yoongi era dedicarse a la composición, a iluminar al mundo con esas letras tan profundas y dolorosas que tenía.

Yoongi estaba destinado a hacer cosas grandiosas, ¿por qué parecía ser el único que no lo veía?

Hoseok quería, deseaba con todo su corazón, que Yoongi pudiera extender esas alas que tanto parecía ocultar. Sabía que el chico tenía miedo de ser un Ícaro: deslumbrarse demasiado con algo para que sus alas fueran derretidas y cayera al mar, ahogándose en una cruda realidad, pero él tenía claro que eso no iba a ocurrir. Comprendía que Yoongi podía volar tan alto como lo deseara.

Y sí, puede que quisiera que también fuera a Seúl para que estuviera con él (¡seguía muy enamorado de Yoongi!), sin embargo, eso era un agregado, no el verdadero motivo por el que parecía insistir tanto. Él comprendía que, si Yoongi lo deseaba, podía alejarlo y dar por terminado lo que tuvieran en ese instante, y Hoseok lo iba a entender, aunque doliera.

Pero mientras no fuera así...

Llegaron a la casa de Tae, entrando al comedor, y vieron a Yoongi con una bolsa con hielo sobre su ojo. Sin embargo, el chico observó a Hoseok, alarmado.

—¿Qué te pasó en el labio? —preguntó, ignorando el hecho de que él lucía peor con el ojo hinchado y tornándose morado, los labios rotos y una mejilla moreteada.

Lisa se adelantó para contestar:

—Me ha pasado a tocar el trasero —mintió, encogiéndose de hombros—, y Taehyung lo golpeó.

Hoseok se atoró con su saliva.

—Apuesto a que lo hizo a propósito —dijo Kyungsoo.

—Fue un accidente —contradijo Jin.

—Nadie le puede tocar el culo a mi chica —contestó Tae.

—¡Taehyung dijo culo, mamá! —acusó Jongin, apareciendo.

—¡NINI!

—¡NO SOY NINI!

Hoseok, a pesar de haberse visto humillado, suspiró con alivio al notar que Yoongi pareció creerse la mentira, y decidió que por ese día ya discutieron demasiado.

En otro momento tocarían el tema. Por ahora, iba a preocuparse de hacer feliz a Yoongi.

Yoongi se cruzó de brazos, haciendo un mohín de fastidio porque su ojo izquierdo seguía hinchado y morado, y sabía que debía darle un aspecto horrible (más horrible del normal). Kwon lo observó con evidente preocupación.

—¿Has pensado en la propuesta del padre de Taehyung? —continuó preguntándole, y Yoongi chasqueó la lengua en señal de reprobación.

—¿Por qué todo el mundo está confabulando contra mí? —dijo con expresión molesta—. No. No iré. No es para mí.

Su psicólogo lo miró, arrugando las cejas, y Yoongi se forzó a mantener su rostro tranquilo, aunque quería irse de allí.

—Siempre has querido dedicarte a escribir letras —le dijo Jo, sin dejar de arrugar el ceño.

Yoongi se removió, incómodo.

—Puedo hacerlo más adelante —contestó.

—¿Cuándo? —se estremeció al escuchar la voz dura de Kwon—. ¿En qué momento, Yoongi? ¿Crees que a futuro otro CEO va a ofrecerte la oportunidad de ser un aprendiz en su empresa?

—Puede ser —balbuceó, desviando los ojos.

—¿Y qué crees que va a cambiar en el futuro, como para que quieras hacerlo más adelante? —insistió su psicólogo.

—¡Todo! —explotó, poniéndose de pie—. ¡Todo, porque en un futuro planeo cambiar la maldita letra en mi nombre, porque espero que en mi cédula de identidad sea otro nombre! ¡Porque espero cambiar de aspecto y ser capaz de mirarme al espejo sin sentir que hay algo mal en mí!

Jo Kwon permaneció en silencio unos instantes, logrando que el nervio se volviera más insoportable, y caminó por la oficina. Movía sus manos nerviosamente, sus brazos volviendo a picar en señal de que necesitaba dolor.

El dolor era tan fácil de manejar, tan adictivo...

—¿Y qué piensas hacer mientras? —preguntó Jo, sacudiendo la cabeza—. ¿Ir dónde Jimin, quedarte con él, encerrarte en su departamento? Porque tu hermano no puede hacerse cargo de ti, Yoongi, no debes...

—¡Por dios, cállese! —gritó, agarrando su mochila.

—¿Para dónde vas? —Kwon se puso de pie, sorprendido.

Pero Yoongi no contestó, se apuró en salir de la oficina, ignorando las preguntas del psicólogo, y sin despedirse tampoco de la secretaria, salió del lugar, sintiendo sus ojos picar con lágrimas que estaba conteniendo.

Salió a la calle, respirando aceleradamente, sintiendo cómo el ruido de los autos, las conversaciones de la gente, se volvían insoportables, ahogándolo, haciéndolo sentir desorientado un instante.

Comenzó a caminar, pero no sabía ni siquiera a dónde se dirigía, con su garganta apretada en señal de estar conteniendo algo.

Él lo sabía, lo tenía claro, estaba al tanto de que era una oportunidad única que nunca más la iba a tener en su vida, sin embargo, todos le hablaban como si fuera un idiota que no sabía nada de la vida.

Tal vez sí era un idiota, un estúpido, un tonto por desperdiciar tal oportunidad, pero es que acaso no comprendían que... que el miedo parecía ser más fuerte en ese momento. El sólo pensamiento de salir de su pequeña burbuja de protección, que con tanto esfuerzo construyó, suponía algo demasiado grande para él, pues eso significaba salir al exterior y ser vulnerable de nuevo.

Vulnerable a comentarios, a miradas, a agresiones.

Yoongi no sabía si sería capaz de soportarlo, y eso lo deprimía demasiado, ya que sabía que, meses atrás, no se habría comportado de esa forma. Pero desde que Jiho y sus amigos le atacaron de tan vil manera, que todo parecía haberse dado vuelta drásticamente, y ahora vivía con un miedo constante en su interior.

Se sentía perdido, sin ser capaz de encontrar una salida a su situación actual, y que el resto de las personas le presionaran empeoraba todo. Le hacía sentir que todo el mundo tenía demasiadas expectativas sobre él, y no quería decepcionarlos.

Terminó llegando a una plaza donde había una cancha de basquetbol, pero estaba vacía, a excepción de un niño pequeño que no parecía tener más de once años, y estaba haciendo rebotar una pelota, su expresión llena de aburrimiento.

Yoongi se sentó en el césped, tomando aire profundamente, con sus manos picando, y sacó el cuaderno que siempre llevaba y donde guardaba algunas letras que escribía.

Leyó la última frase, mordiendo el interior de su mejilla, porque su labio seguía partido y dolía.

¿Qué estoy haciendo con mi vida?

Este momento no se volverá a repetir.

Me pregunto a mí mismo otra vez "¿soy feliz ahora?"

No había respuesta. Mierda, y esa letra ni siquiera la tenía terminada.

Soltó un quejido, a punto de arrugar el papel y descartarla como hizo con decenas de letras días anteriores, hasta que escuchó el rebote de la pelota de basquetbol del niño.

—Señor, ¿quiere jugar conmigo?

Levantó la vista, sorprendido, chocando con los tímidos ojos del niño, de pie ante él.

—¿Señor? —preguntó, y por un momento temió que su voz demasiado suave, femenina, lo delatara.

Pero el niño sólo ladeó la cabeza.

—Um... ¿hyung? —aventuró, sin dejar la expresión avergonzada.

Yoongi dejó el cuaderno a un lado.

—¿Cómo te llamas? —preguntó, poniéndose de pie.

—Minseok —dijo con voz estridente, lanzándole el balón, y Yoongi la atrapó.

—¿No te ha dicho que tu mamá que no debes hablar con extraños? —le preguntó, devolviéndole la pelota, y Minseok sólo sonrió.

Yoongi creía que lucía como una ardillita.

—¿Cómo se llama, hyung? —preguntó el chico, alejándose unos pasos y tirándole el balón otra vez.

—Yoongi —respondió.

—Ya no es un desconocido, hyung —dijo Minseok—, ¿va a jugar conmigo?

—¿Tengo opción? —Yoongi fingió suspirar con pesadez para luego sólo sonreír, haciendo rebotar el balón antes de empezar a provocar a Minseok y que así tratara de quitárselo.

Una hora después, ambos chicos se lanzaron sobre el césped, agotados, sudados y apenas respirando tanto por el movimiento como por las risas del improvisado partido. Permanecieron un momento en silencio, escuchando el ruido del lugar, y Yoongi observó su celular, haciendo una mueca al mirar todas las llamadas perdidas de Hoseok, Jo y Taeyeon.

—Es un muy buen hyung —dijo Minseok de pronto, su rostro enrojecido por el partido—, ¿puede venir a jugar conmigo más seguido, Yoongi hyung?

Yoongi ladeó la cabeza.

—¿No tienes hermanos, Minseok? —preguntó con cuidado.

El niño hizo una negativa silenciosa.

—No, sólo somos papá y yo —respondió.

Yoongi rascó su mejilla.

—¿Y tienes amigos? —siguió tanteando.

Minseok mordió su labio inferior.

—Um, no —respondió, volviendo a ponerse tímido—. Yo no les agrado a los niños.

Yoongi pestañeó, algo sorprendido por su declaración.

—¿Por qué dices eso? Eres un chico muy divertido, Minseok —contestó, tratando de animarlo.

Pero Minseok volvió a sacudir su cabeza.

—No, ellos se ríen de mí —jugueteó nerviosamente con sus manos—, ¿promete no reírse de mí, hyung?

Yoongi titubeó un instante, de pronto viéndose reflejado en Minseok, y se limitó a sonreír con ternura, asintiendo.

—Claro.

—Es que a mí... um... —Minseok bajó la mirada para terminar diciendo con voz algo temblorosa—, a mí me gusta pintarme las uñas, y ellos se ríen de mí por eso. Papá dice que está bien, que no le hago daño a nadie, pero ellos me tratan con palabras feas por eso.

Yoongi sintió su estómago contraerse, porque Minseok sólo tenía once años, parecía un buen chico, y era divertido y dulce. Y algo dentro de él ardió en odio, pues lo que le estaban haciendo era grotesco, horrible, no tenía sentido alguno, ya que pintarse las uñas no era motivo para que le discriminaran de tan vil forma.

Se recordó con siete años, peleando con su mamá para que le dejara usar algo tan simple como una sudadera de Jimin, siendo regañada a gritos porque esa ropa no correspondía a ella.

Siendo obligada a usar maquillaje en eventos especiales para poner su rostro más femenino y delicado, como correspondía a una mujer como ella.

Apretó sus manos en un puño.

—Está bien, vendré a jugar contigo —le dijo, viendo la expresión del chico iluminarse—, y traeré a unos amigos, ¿está bien? Ellos no van a reírse de ti y podemos jugar todos juntos —agregó, viendo como el chico parecía emocionarse con ello.

—¿De verdad, hyung? —preguntó, sonriendo feliz.

Yoongi le revolvió el cabello, logrando que comenzara a soltar carcajadas, y pensó que tenía dos opciones a futuro.

La primera de ellas era quedarse en esa burbuja, protegido de todo el daño que pudieran hacerle, viviendo sólo rodeado de la gente que lo amaba.

Y la segunda, era salir de allí a enfrentarse a todas esas personas que hacían de las vidas de niños, tan inocentes como Minseok, un infierno que no debían soportar. Salir y tener que soportar otra vez ese dolor lacerante que tanto estaba evitando.

Pero los cambios, pensó, no los hacía la gente que evadía el dolor. Los cambios lo hacían las personas que lo enfrentaban y no se rendían.

Y Yoongi quería ser ese tipo de personas algún día.

¡gracias por leer!

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