Jimin veía a su hyung como un superhéroe, uno flaquito y pequeño pero el mejor de todos. Los días pasaron y ya no había tantas personas detrás del adorable niño nuevo con cachetitos de algodón, aún así, Yoongi no dejaba solo a Jimin mientras pudiera evitarlo para asegurarse de que nadie sea malo con él o lo haga llorar.
¿Desde cuándo le importaba tanto que Park no llorara? desde que lo vio llorar por primera vez y le dieran ganas de llorar también, algo dentro de él le ordenaba proteger esa sonrisa.
-¿Yoongi hyung, no debería ir a su salón?- el recreo había terminado y Jimin se encontraba yendo a su salón en compañía de Yoongi, que pertenecía al salón que estaba en dirección contraria.
-Ah, sí- fue lo único que dijo el mayor antes de dar vuelta sobre sus talones y alejarse en silencio como una máquina, el castaño lo observaba alejarse hasta que volvió a girar sobre sus talones para quedar parado mirándolo de lejos- corre a tu salón, si alguien te molesta me dices y le pego- trató de verse genial mientras lo decía, de verdad que lo intentó, solo que nuestro querido Yoongi no podía estar tranquilo con la idea de pelear y por eso parecía una gelatinita vacilante.
Yoongi no sabía pelear.
A Jimin le resultó adorable que su hyung quiera protegerlo.
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