The fairy tale of Talon and Kaiser

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- Había una vez, un soberano, que estaba tan cansado, pero se encontró un búho.

Sus palabras eran las mismas, su manera de saludar, por así decirlo, cuando se encontraban solos, en realidad, ella ya no sabía si decir si él dejaba aún más fácil encontrarlo o porque ella se hacia cada vez mejor, cualquiera que fuera el caso, llegaba a estar complacida de notar su presencia.

- Al búho no le gusta que lo noten, tan tímido que es, tratará de arrancar los ojos a aquel que se atreva a verlo si no es que tome su vida -su voz suena trastornada, grave, baja y con el sonido de sus múltiples colmillos al chocar, escucha sus largas garras ser presionadas en las paredes por los pasillos en los que pasaba- pero con el soberano y la voluntad del mismo, este dejaba que lo toque.

Junto a sus palabras pudo sentir su toque sobre su traje, su risa extraña, antes de retirarse con el mismo silencio con el que vino.

Era molesto.

Lo era para ambos, pero la situación ya estaba dicha y puesta sobre la mesa.

Cuando ella apenas se retiró fue cuando al fin pudo moverse, las navajas a simple vista en ese momento en cuanto finalmente pudo moverse a su libre albedrío, terminando por toser los remanentes de la sustancia que ella emanaba.

Llevaba demasiado tiempo así, la orden de llevar su cabeza ante Ultraman había sido clara desde un inicio cuando Kaiser se enfrentó a Superwoman, dejando a la última a punto de ser devorada, suerte con la cual no contaron otros miembros de bajo rango del Sindicato del Crimen, había dejado en claro su traición con aquella acción, la mandíbula anormalmente abierta con la mitad de la cara de la mujer dentro, escapando de Ultraman al lanzar a su esposa en su contra, amarrando a ambos con el lazo de la subyugación de Lois, dejando en claro que iría a por ellos luego.

Un gran insulto que Ultraman dejaba a cargo de Owlman para resolverlo lo antes posible mientras que este se lo dejó a él entre manos, tratando de hacerlo lo más rápido y discreto posible, Kaiser se había vuelto un signo de esperanza para la personas, creyendo que sólo por verla con la cabeza de Outsider en sus fauces mientras la masticaba significaba que se volverá algún tipo de vigilante, de momento eso era lo más cercano a lo que era, no podría tomar mucho tiempo antes de que sus enemigos la encuentren y traten de reclutarla.

Sabía bien el rastro para seguir a Kaiser, el problema eran las habilidades químicas que poseía, desde usar un químico aéreo que impedía el movimiento hasta una droga aérea que podía hacer a alguien seguir sus ordenes.

Si no fuera porque trató de comerse a Ultraman y Superwoman su lugar en el sindicato hubiera sido alto.

No le importaba realmente, la ira tomaba mucho más escalones dentro suyo conforme se encontraba con ella y no podía simplemente matarla por tener sus músculos detenidos por la droga que soltaba su cuerpo.

- El soberano observa al búho, si el soberano no toca al búho, este podría morir, porque no puede respirar -sus palabras eran acompañadas por el tacto que ejercía sobre él, moviendo sus manos a un ritmo constante sobre los laterales de su cuerpo, reemplazando los movimientos de sus músculos respiratorios, sentía los movimientos de la materia extraña bajo su piel, forzando sus músculos a moverse para dejarle respirar, Talon tenía una resistencia admirable, antes apenas si necesitaba un poco para inmovilizar a alguien, pero con él debía ser más dura mientras se enfocaba en no dejarlo morir- y aún así, el búho le quiere arrancar el corazón al soberano.

Se había convertido en su burla, en un juguete que no dejaría morir tan fácilmente mientras ella sólo se saciaba de su compañía, mientras que él debía seguir buscándola para acabar con ese insípido teatro que se habían montado, donde ella se aparecería con esa materia extraña, de un color blanco parecido al hueso, cubriendo su cuerpo, protegiéndolo de todo intento ajeno a dañarla con esas estructuras osificadas a su alrededor.

Kaiser daba miedo, tal vez por eso era que fue enlistada en primer lugar, era una mujer adulta con un ser extraño pegado a ella, nadie podría haber predicho el giro de eventos que la llevarían a atacar a los suyos de tal manera, pero realmente dudaba que en algún momento algo de "camaradería" existiera entre ellos.

- El soberano está cansado, tan cansado.

Otra noche, otro intento, sus manos sobre él, poco faltaba más para sentir la punta de los huesos de sus dedos tocar los de sus costillas; movientos lentos, calmados, más que de costumbre, tos, ligera y con sangre bajando de sus labios, ya algo seca por el tiempo en que fue derramada, ya llevaba un tiempo ahí, había pasado por sus labios, que estuvieron pálidos pero volvía a tener color, aún más que antes debido a que sus dientes se apretaron con fuerza sobre estos.

- Búho -una de sus manos se separó de él, pudo ver cómo los tejidos se juntaban, dejaba ver los huesos de sus dedos, que volvían a cubrirse de carne y de esa materia clara, formaba de nuevo sus uñas antes de tocarlo por sobre su máscara- estoy tan cansada.

La carne de sus dedos se abrió, como flores, como las que a su madre le gustaba recibir después de un buen espectáculo, no recordaba el nombre, pero era lo que menos le llegaba a importar, algo tan trivial como el nombre de una flor, cuando esté se empezaba a pegar sobre su máscara, metiéndose en su composición, creando grietas que crepitaban en sus oídos conforme se hacían su camino, sobre la superficie, rompiendo el cuero que tenía todo unido.

Había sido un tiempo desde que había sentido el viento de la noche en Gótica chocar contra su rostro.

Al igual que era la primera vez que sentía la sangre cálida de Kaiser caer por la hoja de su espada, deslizándose hasta tocar sus guantes y mancharlos.

- ...Richard...

¿Hace cuanto no escuchaba su nombre?

No podía tener mayor respuesta, no lo recordaba, era entendible, prácticamente era lo mismo en esta ocasión, en el momento en el que Kaiser se apareció ante él para atravesarse con su espada.

- ¿Es tan cansado, sabes? Era tan fácil ser temida, siempre lo fue, hacía mucho, mucho más fácil estar rodeada de toda esta mierda, pero aún así tener tanta comida, ¿No se supone que eso es bueno para mí? Es bueno, entonces, ¿Por qué estoy tan cansada? Lo odio, lo odiamos.

Se podría decir que llegaba a ser impresionante cómo podía seguir hablando, pero quizás era lo más común si botaba esa masa clara formándose en la abertura de la herida, cerrándola de a pocos, a ella no parecía importarle eso mientras seguía avazando de a pocos hacía él, para tocarlo, ahora sintiendo sus dedos con la piel de su rostro.

Parecía que Kaiser iba a llorar.

- Todo este mundo, está lleno de mierda, el Sindicato es la mayor de todas -sus susurros contra él, su respiración, su cercanía- luego no pude controlarme, me comí a ese tipo -sus ojos eran oscuros, hielo se formaba en sus órbitas, sus lagrimas acumuladas en gotas de hielo- la gente me mira con esperanza, esperan que los libre del mal de este mundo como si fuera algún tipo de héroe.

Sus razones le parecían absurdas, tontas, parecía que quería matarse sólo por eso, no le podría importar menos si era sincero.

Solo debía terminar su trabajo.

- No quiero, no quiero ser una estúpida heroína -sehuia acercándose a él, haciendo aún peor la herida, estaba tan cerca que ahora estaban pegados, solo siendo alejados por el mango de la espada- estoy harta, estoy cansada, Richard, solo termina con esto, ¿Te molestaría-?

No le importaron sus palabras, simplemente terminó por pasar la hoja de metal hasta cortar transversal hacía la derecha en cuanto pudo moverse a su libre albedrío por fin, no pensándolo un momento antes de finalmente lograr su objetivo.

Kaiser aún seguía pegada a él, se fijó en la materia blanca de ese ser extraño, notando que no trataba de curarla, quizás en un extraño entendimiento de lo que ella quería.

- Al menos... -seguía hablando, el hielo se iba derritiendo, era una noche de verano después de todo- me hubieras dejado escucharte una vez... -tomó su daga con maestría, moviendo la entre sus dedos para sujetarla firmemente en su mano- eres tan frío...

- No, tú hablas demasiado -parecía que la había impresionado, sus ojos estaban dilatados, casi era una mirada distante.

- Fue un placer, Talon...

- Un placer, (...).

Luego, le rebanó el cuello de un tajo.

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- Por la p*ta madre, hace un frío que te pelas.

Se rió de su queja, entendiendo de inmediato a pesar de hablar en otro idioma y escuchándolo por encima del sonido de la licuadora, apenas había llegado de sus clases y ya se imaginaba que estaba cubierta completamente de nieve de la temporada.

Al parecer ir a la guerra académica con más capas que una cebolla, aunque las suyas eran de ropa, que incluía algunas de las suyas, aunque no fue suficiente para protegerla del clima frío que azotaba afuera, siendo que ella era muy susceptible al frío.

En especial en la shark week.

- Tu pijama está sobre el calentador de la sala.

- Ah, te adoro, ¡Gracias Dicky! -la vio aparecer luego de un rato, como ya se lo había imaginado notó la nieve sobre su gorro de lana de color negro- me encontré con alguien en el camino, Alfred te manda sus saludos.

- Justo cuando sentía un antojo de galletas caseras, Alfred es el mejor -atajó la caja que le había lanzado, escuchando de paso el sonido de las galletas, poco más y podía sentir su calor a través del cartón y el aroma familiar que lo llevaba a sus días de infancia poco convencional mientras empezaba a luchar contra el crimen, rasgando el envoltorio de la caja para tomar una y haciendo memo de llamar a Alfred para agradecerle.

- No puedo imaginar qué hubiera sido de toda la famia de murciélagos sin Alfred -estaba abriendo la caja cuando la sintió pasar por debajo de su brazo, apenas tenía la galleta entre sus dientes cuando la vio, tratando de llegar al pequeño estante lleno de frascos de vidrio con unas plantas que recolectaba con las que hacía infusiones momentos como este- es una buena persona.

- No te lo puedo negar -finalmente pudo darle una mordida a su galleta, levantando su mano libre para abrir la gaveta de arriba y encontrar la tasa favorita de (...), aunque tenía cierto bloqueo de movimiento porque ella seguía buscando entre su pequeño inventario, con más de una extremidad debido a que el ente de materia oscura se había materializado y también buscaba algo ahí- si necesitas ayuda...

- No, no, sé en dónde pongo mis cosas.

- Auch, eso duele -se llevó otra galleta a la boca, tomando asiento en una de las sillas de la cocina- ¿Pues qué falta?

- Mi combinado para este tipo de ocasiones -seguía buscando, para cuándo se dió cuenta que ya iba por la mitad de las galletas se decidió por detenerse para dejarle el resto.

- Bueno, si no está puedes solo ir a la cama y descansar, como dije, tu pijama está a buena temperatura y... -la vio voltear, alzando las manos, abriéndolas y cerrándolas, con una mirada de que iba a lagrimear en cualquier momento- y yo te llevaré ahora mismo -la tomó por la cintura, levantándola sin esfuerzo y ayudándola a sujetarse con sus piernas a su cadera.

No tuve que hacer mucho, ella apenas se cambió en su ropa cálida antes de arrastrarlo con ella en la cama.

- ¿Algo más? -tuvo que preguntar al aún sentir cómo se movía alrededor de él, para finalmente soltarlo de entre sus brazos para sentarse.

- Tengo hambre -poco después, sintió el movimiento de su estómago en protesta, justo en dónde él tenía puesta su mano.

- Aún hay galletas -se dispuso a levantarse, con un pie ya fuera del calor se daba cuenta del frío que en serio hacía, aunque ni pudo poner el otro pie en el suelo porque sintió el fuerte agarre que lo devolvió a dónde estaba.

- No, solo, quédate aquí -lo volvía a tener bien agarrado, lo cual era sumamente inusual.

Por lo general, llegados a este punto, estaría tiesa de lo nervios, pero no era el caso.

- Es muy raro que te pongas así, diría que me gustaría que estés más así, pero sería un hombre sin corazón y sin respeto.

- Eres mi terma.

- Bueno, ahora me siento usado.

Pero luego fue callado, no exactamente por un beso, (...) volvió a sostenerlo entre sus brazos, apretándolo contra ella, dándole un beso, corto y pequeño, sobre el cabello que cubría su frente.

- No es así, yo te amo mucho, muchísimo Richard.

Anda, estamos honestos hoy.

- Si puedieras decirlo de nuevo, me sentiría muy feliz, no estaba preparado, si pudiera, lo grabaría.

- Ya lo dije, buenas noches.

- No, una vez más -alargó sus palabras, también abrazándola, tratando de hacerla tener otro episodio de honestidad sentimental profunda y buscando su teléfono con la mirada entre el cuarto para encender el grabador de voz y luego mostrárselo si es que no le creía que se lo había dicho.

No hubo respuesta.

- Muy bien, descansa -al final, tuvo que rendirse, simplemente dándole un beso en el cuello, porque era el único punto que tenía al alcance, antes de dar ligeras caricias en la espalda mientras también le vencía el sueño- también te amo, (...).

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