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El crecimiento de un niño es bastante rápido, antes de que te des cuenta ya ha dejado de gatear y ha empezado a caminar, en vez de balbucear le escuchas hablar con una fluidez digna de un infante inocente que cree que la palabra "tonto" es el peor de los insultos.

Aunque lo que más le asustaba era ver que dejaba su alaja y llevaba en su hombro aquella gigante y ostentosa espada de metal del caparazón de una bestia, tratando de ignorar su peso haciendo muecas raras y conteniendo el aire para tratar de seguir erguido lo suficiente para parecer amenazante con su poco más de metro y algo.

Era una mezcla entre la más adorable imagen de adulto que quería mostrarle con el contraste inmaduro de su rostro joven.

-¿No es muy pequeño para llevar eso con usted? -su voz ya no es amortiguada por la máscara, su rostro esta casi al descubierto mientras se fascina, una vez más, en el niño que frente a ella le quiere demostrar que esta "grandecito".

Aunque el pedazo de metal lo hacen balancear su cuerpo de izquierda a derecha de vez en cuando.

-Soy grande, tengo 4 años -(...) tuvo que callarse la boca antes de soltar una gran risotada enfrente de las nodrizas que estaban en frente de ambos, esperando el momento en el que sirvan la comida mientras el rey y sus guarda espaldas están de visita en otro reino por motivos políticos.

-Entonces, guerrero, deje su espada de adulto y coma su ensalada -debe hablar con gentileza en frente de las mujeres, porque de otra manera empezarían a hablar de ella y como de irresponsable se imponía en el respetable príncipe.

Aun cuando la máscara solo cubre sus ojos y deja a la vista su boca, dejando así sus sonrisas a la vista.

Le hace caso mirando al suelo, dejando con esfuerzo la espada recostada en la pared.

-Bien -responde mientras ve como mueve con poco interés las verduras y tubérculos- Príncipe, deja de buscar en tu comida -mira su pequeña cara, con sus ojos grandes y azules, su cabello tan desordenado y de un gris oscuro que sabe se le va a oscurecer en sus años futuros igual que a su padre.

-Pero yo no quiero comer eso -tiene un puchero en sus labios, mirando hacia otra parte mientras ignora el plato lleno de alimentos verdes que hasta puede decir que odia con su alma de niño.

-Eres un niño grande, ¿eso no era lo que estabas diciendo hace un rato? - preguntó mientras trataba de pensar en un buen ejemplo para hacerlo comer, no era Regis quien podía hacerlo reír con una broma ligera, no era Aulea, que en paz descanse, para convencerlo con palabras amorosas que comiera lo que se le daba.

Ella era más del tipo que le decía que comiera, teniendo en cuanto que no muchos niños tenían algo de comer, por supuesto, Noctis era un niño aun y solo le entraría por la oreja y le saldría por la otra, sin olvidar de que lo haría sentir culpable y que, muy posiblemente, se le escape una lágrima traicionera aquí o allá por la tristeza de pensar que los otros niños no tenían con que alimentarse, aunque solo le durase poco minutos ya que él no sabía lo que era pasar hambre.

Era por eso, y entre otras cosas, que no le gustaba cuando la dejaban con niños.

- comes tu ensalada te llevaré algo de tarta extra a tu habitación -escucha el infante en su mente mientras levanta la cabeza con rapidez, (...) tiene una sonrisa ligera que trata de ocultar frunciendo los labios y manteniendo la cabeza gacha, las maneras de comprarlo son rápidas y eficaces porque aun es un niño pequeño que sigue pensado que lo mejor de la vida es un postre.

Aun en esta edad no puede comunicarse con ella de la misma forma, por lo tanto solo le sonríe de manera tímida mientras se traga su expresión de asco junto a las hojas de lechuga.

(...) retiene otra risotada al escucharlo casi devolver lo que acaba de comer, mirando su cara de desagrado infinito.

-¿Estuvo rico? -de mala manera hace un sonido de afirmación, sus cabellos oscuros moviéndose mientras trata de mirar en cualquier dirección para hacerse el rudo- que bueno, porque la sopa verde también viene.

Ni tiene que hablar para entenderlo, su rostro de circunstancias la hacen morderse el labio inferior, molestarlo de aquella manera era demasiado lindo, y por experiencia sabía que tenía que aprovechar mientras aun estuviera pequeño, antes de la pubertad al menos.

-¿Por qué papá está fuera? -dice mientras ponen en frente de él el platillo hondo.

-Está buscando una ruta segura para ti, vas a tener un viaje pronto, ¿recuerdas?

-Ah, es verdad -se calla al poco tiempo de haber dejado salir de manera tan intempestiva su voz emocionada- es verdad.

-Espero que se divierta mucho.

-Voy a traerte regalos -su voz decidida le hace levantar la mirada de su alimento- ¿Cuál quieres?

-Una piedra de onix sería hermosa -le comenta antes de llevarse una cuchara a la boca, tratando de callar en su mente que, en realidad, solo quiere quedarse así con él un ratito más.

-Te traeré una estatua de onix pulido -responde con cierta timidez y entusiasmo, la sonrisa ligera que se formaba en su rostro se esfuma en cuanto da un sorbo involuntario a la sopa.

-No todas las cosas hermosas deben estar perfectamente pulidas, príncipe Noctis -lo distrae mientras trata de hacerlo comer, se recuerda que Regis nunca fue quisquilloso con la comida, quizás era culpa suya por darle dulces por debajo de la mesa o darle leche con extra azúcar y esencia de vainilla y menta cuando era más pequeño.

-¿Te gustan cuando están duras y no lisas?

-No exactamente -acabó su alimento mientras ve en frente suyo un nuevo plato con una pequeña tarta de fresas y mermelada- sonará contradictorio pero las cosas de superficies más duras suelen ser así para proteger algo muy hermoso y blando.

-No entiendo -frunce el ceño con curiosidad, a esa edad (...) ya se ha dado cuenta que al no entender ciertas palabras lo hacen sentir apartado de los demás.

-Lo harás con el tiempo -y ojalá se hubiese callado, no poniendo sobre él el deseo inadvertido de descubrimiento doloroso y peligroso que tendría en tan sólo unos días.

El momento en que él mismo dejó de ser blando y tímido por fuera para ponerse una coraza de fuerza y estoicismo.

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